Martes 4 de noviembre de 2025

Documentos


Apertura de la 127ª Asamblea Plenaria de la CEA

Homilía de monseñor Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (Casa de retiros El Cenáculo, 3 de noviembre de 2025)

Mis queridos hermanos

Una vez más el Señor nos convoca a celebrar nuestra fraternidad ministerial en esta Eucaristía, fiesta de su irrevocable don para todos los hombres. ¡Cómo no alegrarnos de poder iniciar así esta semana de trabajo común en ejercicio de nuestra colegialidad al servicio de la Iglesia en la Argentina!

Junto a toda la Iglesia, participamos de este Año jubilar de la Esperanza, convocado por el Papa Francisco en homenaje a los 1700 años del Concilio de Nicea, poniendo signos de esperanza allí donde la realidad nos desafía crudamente. Las celebraciones jubilares, en Roma como en las iglesias particulares, ponen de manifiesto la riqueza del amor del Señor que se hace presente en tantas realidades pastorales que hablan de Dios al mundo y le permiten levantar la mirada para anhelar esos bienes eternos que empiezan a realizarse en el aquí y ahora de nuestras vidas.

En el Evangelio, Lucas nos refiere una fiesta que tiene lugar en sábado, en la casa de un importante jefe de los fariseos que ha invitado a Jesús a comer. El Señor le da al anfitrión un consejo exigente y desconcertante, poniendo en crisis las normas habituales para invitar a una fiesta. Al banquete debe invitarse «a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos», es decir, a los pobres y a los impuros, contra tantas prescripciones vigentes.

El mandato de Jesús es chocante y desestabilizador, pues invierte las prácticas sociales fundadas en el reconocimiento mutuo, el amiguismo, el agradecimiento y la correspondencia. Lo más común es invitar para ser invitado y reforzar así una pertenencia a un cierto grupo, inclusive para diferenciarse de otros.

Jesús le propone un nosotros más grande, con la gratuidad como criterio fundamental, así como lo hace Dios, que ofrece sus dones de manera gratuita. En el mismo Evangelio leemos que dar sin esperar recompensa y ser misericordioso es identificarse con Dios (Lc. 6,36) y ser hijos suyos (Lc. 6,35). Desde la mirada de Dios, el mundo se ve y se valora de una forma diferente. Allí los pobres y los marginados tienen lugar en la fiesta. Vivir según esa perspectiva conmueve fuertemente la escala de valores que nos guían, personal y comunitariamente.

Sobre eso dice claramente el Papa León que "el afecto por el Señor se une al afecto por los pobres. Aquel Jesús que dice: «A los pobres los tendrán siempre con ustedes» (Mt 26,11) expresa el mismo concepto que cuando promete a los discípulos: «Yo estaré siempre con ustedes» (Mt 28,20). Y al mismo tiempo nos vienen a la mente aquellas palabras del Señor: «Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40). No estamos en el horizonte de la beneficencia, sino de la Revelación; el contacto con quien no tiene poder ni grandeza es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia. En los pobres Él sigue teniendo algo que decirnos" (Dilexi te, n. 5)

Si la vida puede ser entendida como una fiesta a la que todos estamos llamados, nadie puede ser excluido. No hay poder humano sobre el derecho a la vida y a la participación de los dones de Dios. Por eso los cristianos somos conscientes de que tenemos la misión de luchar con todas nuestras energías, junto a la sublime causa de la paz, por el derecho a la vida y su dignidad, en todas las etapas de la existencia humana.

Así lo hemos venido haciendo desde distintos espacios del episcopado en relación con las personas con discapacidad, los jubilados, los hermanos y hermanas víctimas de las adicciones y la trata, los niños y jóvenes afectados por la ludopatía virtual extendida masivamente por intereses espurios, permitida y alentada con la complicidad de tantos sectores políticos y sociales.

Al igual que a Jesús, no nos resulta posible participar de la fiesta de la vida sin interesarnos en invitar a todos para que nadie quede afuera a causa de la mezquindad, la avaricia o el desinterés por los más pobres y vulnerables. En palabras del Papa León: "(...) es responsabilidad de todos los miembros del pueblo de Dios hacer oír, de diferentes maneras, una voz que despierte, que denuncie y que se exponga, aun a costo de parecer «estúpidos». Las estructuras de injusticia deben ser reconocidas y destruidas con la fuerza del bien, a través de un cambio de mentalidad, pero también con la ayuda de las ciencias y la técnica, mediante el desarrollo de políticas eficaces en la transformación de la sociedad" (Papa León, Dilexi te, n. 97).

Si damos un paso más, también podemos pensar en la amistad social como una fiesta a la que estamos invitados todos los que conformamos una determinada comunidad; por esa razón, nos resulta imperioso, más que nunca, referirnos a la participación sin exclusiones.

Quienes tienen un mandato de su pueblo para el ejercicio de un cargo, no deben ignorar la voz y los aportes de todos los miembros y sectores de esa comunidad, algunos de los cuales tienen representación política parlamentaria y su propio espacio de manifestación institucional. La construcción permanente de consensos debería ser el norte de quienes quieran gobernar con amor, inteligencia y pasión por el bien de su pueblo.

En nuestro caso, además del servicio de cada obispo a su Iglesia particular como padres y pastores, somos miembros de la Conferencia y nos reunimos en Asamblea porque creemos que "las prácticas auténticas de sinodalidad permiten a los cristianos desarrollar una cultura capaz de profetizar críticamente frente al pensamiento dominante y ofrecer así una contribución distintiva a la búsqueda de respuestas a muchos de los retos a los que se enfrentan las sociedades contemporáneas y a la construcción del bien común" (DF 47).

Dos veces al año, de modo plenario, llegamos para escucharnos y compartir inquietudes y ricas experiencias apostólicas, también los problemas y sufrimientos de nuestra gente y de nuestras Iglesias particulares, así como sus sueños y proyectos. Lo hacemos con la convicción de buscar juntos lo mejor para la Iglesia en la Argentina. Pero además extendemos ese trabajo en comisiones y consejos episcopales para profundizar el seguimiento de importantes áreas de interés pastoral. Una Iglesia toda ministerial es una iglesia auténticamente fraternal y concretamente samaritana que busca que nadie se quede en el camino, que todos lleguen a la meta, a la fiesta a la que Dios nos invita.

Durante estos días reflexionaremos sobre la actitud profética que el Señor le pide a su Iglesia. Que la sinodalidad vivida en la escucha recíproca, con especial atención al grito de los pobres y el clamor de la Tierra, nos permita hacer realidad entre nosotros lo que la Semana social de este año invitaba a todos los argentinos: "Que la sabiduría del diálogo, la misericordia que acoge y la alegría de la esperanza nos impulsen a involucrarnos y organizarnos como sociedad para tejer vínculos que hagan posible una Patria con verdadera Amistad Social y orientada al bien común".

Pilar, 3 de noviembre de 2025
Mons. Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza y presidente de la CEA