Sábado 4 de mayo de 2024

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Vivir, caminar y servir en esperanza

Homilía de monseñor Ariel Torrado Mosconi, obispo de Nueve de Julio, en la festividad de Nuestra Señora del Valle, en el Año Mariano Nacional (Santuario diocesano de Nuestra Señora de Fátima, 25 de abril de 2020)

(Hch 2,14-15. 22-33; Sal 15; I Pd 1,17-21; Lc 24, 13-35)

¡Verdaderamente, la Palabra de Dios levante nuestra esperanza! El miedo, la angustia, la tentación siempre latente de estos días inciertos de pandemia globalizada, nos hacen caer fácilmente en el pesimismo y la desesperanza. Pero los cristianos estamos celebrando paradójica y providencialmente- el misterio pascual de la muerte y resurrección de Jesús el Señor, el acontecimiento que motiva y da razón a nuestra esperanza fundamental. Lecturas que nos dejan, claramente, tres lecciones bien oportunas: testimoniar la esperanza, el fundamento de la esperanza y la llamada a caminar en la esperanza.

El testimonio de la esperanza, en la primera lectura de los Hechos. Pedro con los otros Apóstoles anuncian a todos y dan testimonio ante quien los quiera oír de la resurrección de Jesús y de la vida nueva que nos viene por la comunicación del Espíritu Santo. Hoy también nosotros -todos y cada uno de los cristianos- como Iglesia que somos no podemos quedarnos encerrados en el temor, el desaliento y el lamento o en la comodidad egoísta del aislamiento. Tenemos que comunicar, gritar,  y “contagiar” -nunca mejor dicho- por todos los medios posibles esa esperanza venida de Dios que nos alienta, sostiene y reconforta. En la conversación con seres queridos por whatsapp, en las redes sociales, fabricando barbijos en casa y de otras mil maneras nuevas como nos obligan estos tiempos, estoy sirviendo a la esperanza de la sociedad. Ese es nuestro apostolado, misión y modo de evangelizar actuales. Ahí estoy comunicando concreta y eficazmente la esperanza con palabras, gestos y obras. Con cada gesto y acción esperanzada estoy preparando “el día después”, más todavía, el cielo y la tierra nueva, el Reino de Dios.

La razón de la esperanza la encontramos en la primera carta de Pedro que se proclamó. No es un ingenuo optimismo, ni una vana utopía o una interesada ideología lo que fundamenta nuestra esperanza. Sino lo más grande que ya ha ocurrido: hemos sido rescatados de las fuerzas del pecado, el mal y la muerte por la resurrección de Jesús. Lo nuevo ya ha comenzado, por eso el primero de los Apóstoles nos llama a poner nuestra fe y esperanza no en cualquier motivo pasajero sino en el mismo Dios. ¡Su confianza en Él nos impulsa y conforta!

A caminar en la esperanza nos invita, llama y provoca el Evangelio de Lucas con el relato de los discípulos de Emaús. En lo real, cotidiano y concreto de nuestra vida, sobre todo en momentos como el actual, no siempre nos damos cuenta que Dios está tan cerca nuestro, que cumple su promesa, que nos sigue iluminando y sosteniendo en el duro e incierto caminar de la existencia. Como los dos discípulos también nos invade la decepción, el desencanto y la tristeza. Dejando que Jesús entre en nuestra vida, escuchándolo y hablándole, aceptándolo como compañero del viaje de la existencia, lo reconoceremos muy cerca y operante en las Escrituras y en la Eucaristía, iluminándonos y nutriéndonos, en la comunión fraternal de la Iglesia. Así podremos pasar del desaliento a la esperanza, de la tristeza a la alegría, del desasosiego a la paz, en definitiva: de la muerte a la vida. ¡Es este el camino interior, espiritual, del corazón que bien podemos recorrer durante estos días de aislamiento! Esta página bellísima del Evangelio puede reeditarse en cada una de nuestras vidas estos días de pandemia global. Hagamos la experiencia.

En este día, la Iglesia en la Argentina se había dado cita en San Fernando del Valle de Catamarca, para conmemorar los cuatrocientos años del hallazgo de la imagen de Nuestra Señora y comienzo de su veneración por parte de los indios calchaquíes en la cueva de Choya. No fue posible por esta situación de aislamiento social en razón de la pandemia del Covid-19. Igualmente estamos muy unidos por los lazos ciertos y fuertes de la fe, la esperanza y la caridad en la comunión de la madre Iglesia. Nosotros desde aquí, en el santuario diocesano de Nuestra Señora de Fátima de la ciudad de Nueve de Julio, tierra natal del cardenal Eduardo Francisco Pironio, en el año centenario de su natalicio, y a quien se considera un genuino “profeta de la esperanza”. A María santísima, Virgen y Madre de Dios y madre nuestra, Nuestra Señora del Valle, le pedimos de todo corazón con el canto devoto, sencillo y tierno del santo pueblo de Dios peregrino: “¡Ven con nosotros a caminar, santa María ven!... ¡Quédate de pié, de pie junto a Jesús, que tu hijo vive en la cruz!” Nosotros, por nuestra parte, nos comprometemos a ser en la sociedad, en la comunidad y en cada hogar: “Con María, servidores de la esperanza” Amén. Aleluya.

Mons. Ariel Torrado Mosconi, obispo de Nueve de Julio