Jueves 21 de noviembre de 2024

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Año Vocacional Arquidiocesano 2020-2023

Carta de monseñor Sergio Alfredo Fenoy, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz, con motivo del Año Vocacional Arquidiocesano

“Esta es la dinámica de toda vocación: somos alcanzados por la mirada de Dios, que nos llama. La vocación, como la santidad, no es una experiencia extraordinaria reservada a unos pocos”.
Francisco

“Toda vocación y ministerio en la Iglesia nos llama a mirar a los demás y al mundo con los ojos de Dios, para servir al bien y difundir el amor, con las obras y con las palabras”.
Francisco

“Caminamos y trabajamos juntos para testimoniar que una gran familia unida en el amor no es una utopía, sino el propósito para el que Dios nos ha creado”.
Francisco

A los sacerdotes, diáconos, consagradas, consagrados y al pueblo fiel de la Arquidiócesis:

Aquello que, en principio, se presentaba como un “Año” vocacional se ha convertido, providencialmente, en un camino vocacional en nuestra Arquidiócesis con el propósito de redescubrir nuestra vida cristiana como vocación, iniciar procesos de acompañamiento y discernimiento, y acrecentar nuestra oración por las vocaciones, especialmente las sacerdotales y consagradas.

Durante el año 2022 que estamos concluyendo les propusimos centrarnos en la evangelización y acompañamiento de los jóvenes. Ahora, en esta última etapa los invito a valorar y promover las vocaciones específicas en nuestra Iglesia y a acrecentar nuestra oración por ellas.

Valorar cada vocación y vivirla en plenitud
Necesitamos en primer lugar la gracia de redescubrir la belleza e importancia de todas las vocaciones en nuestra Iglesia. Nos hará bien dejarnos mirar por el Señor y escuchar su voz que nos dice, una vez más: “¡Sígueme!”. En lo concreto de nuestra vida actual, de las dificultades y oportunidades que vivimos, en el dolor y en la alegría. Hoy el Señor nos llama a servirle con toda nuestra vida, a poner “nuestra vida en sus manos” con confianza y generosidad.

Si cada uno puede valorar su propia vocación y pedirle a Dios el don de vivirla cada día más plenamente seguiremos avanzando en el camino de la santidad e iluminaremos así este mundo tan necesitado de esperanza y caridad.

En el contexto actual necesitamos una espiritualidad encarnada, acorde a la vocación que el Señor ha dado a cada uno y a cada comunidad que se realiza en el momento presente. “Nos hace falta un espíritu de santidad que impregne tanto la soledad como el servicio, tanto la intimidad como la tarea evangelizadora, de manera que cada instante sea expresión de amor entregado bajo la mirada del Señor. De este modo, todos los momentos serán escalones en nuestro camino de santificación.” (Francisco, Gaudete et exsultate, 31).

En la oración para el Año Vocacional pedimos: “danos tu Espíritu Santo para que vivamos nuestra vocación escuchando tu Palabra y el clamor de tu Pueblo”. Que este año sea ocasión para hacer carne esta doble dimensión de nuestra vida cristiana, escapando de ilusiones que, disfrazadas de espirituales, nos hacen alejarnos del Dios Vivo, de nuestros hermanos, o de los llamados concretos que el Señor nos hace cotidianamente.

Catequesis, testimonio y acompañamiento
El “Evangelio de la Vocación” debe ser propuesto a todos, y particularmente a los niños y jóvenes para que, conforme a su desarrollo personal, aprendan a abrazar la voluntad de Dios en sus vidas y a tomar decisiones conforme a ella.

Esta propuesta debe ser explicitada en el itinerario catequístico permanente, en los proyectos y actividades pastorales de nuestras escuelas, en la predicación e incluso en la charla ocasional, además de los momentos de diálogo y acompañamiento espiritual tan necesarios en este tiempo y tan valorados por nuestros jóvenes. Pero además, debe ser iluminada por el testimonio alegre e íntegro de los que ya hemos hecho una opción vocacional: sacerdotes, diáconos, consagradas y consagrados, matrimonios y familias, laicos, y hasta yo mismo como pastor de esta Iglesia.

Propiciemos los encuentros en los que podamos compartir nuestra historia vocacional, las experiencias vividas, las dificultades y las ayudas que hemos recibido, manifestando la fidelidad de Dios que “no abandona la obra de sus manos”. Esforcémonos por dejar de lado la queja y las expresiones derrotistas, para dialogar juntos compartiendo con fe y confianza. “De ese modo, unidos, podremos aprender unos de otros, calentar los corazones, inspirar nuestras mentes con la luz del Evangelio y dar nueva fuerza a nuestras manos.” (Francisco, Christus vivit, 199).

Compartir la propia vida es un primer paso para acompañarnos mutuamente en el camino vocacional, y seguramente abrirá puertas para desarrollar procesos de discernimiento.

Orar incesantemente por las vocaciones
Por último, deseo recordarles lo que el papa Francisco nos decía hace algunos años: “La súplica es expresión del corazón que confía en Dios, que sabe que solo no puede (...). La súplica de intercesión tiene un valor particular, porque es un acto de confianza en Dios y al mismo tiempo una expresión de amor al prójimo” (Gaudete et esxultate, 154). Ya que caminamos juntos, ayudémonos mutuamente también con nuestra oración. Este compromiso nos hará experimentar que realmente nuestra vida está en las manos del Señor, y que somos corresponsables en esta “convocación” que llamamos Iglesia.

Todos experimentamos nuestra fragilidad y pequeñez ante el llamado del Señor, pero también cómo somos capaces de grandes cosas “cuando nos entregamos a Él, confiando en su gracia”. Los sacerdotes muchas veces hemos podido sentir cómo nuestra vida es sostenida por la oración de tanta gente sencilla: ¡que esta experiencia se extienda a toda nuestra Iglesia por el compromiso fraterno de orar unos por otros!

En tal sentido les propongo que, junto a la Oración por el Año Vocacional Arquidiocesano, incorporemos en los momentos de oración personal y comunitaria, siempre que sea posible, las “Letanías vocacionales” que adjunto a esta Carta.

Invocamos una vez más sobre nuestra Iglesia, con confianza e insistencia, la bendición de nuestra Inmaculada Madre de Guadalupe. Que Ella nos ilumine y acompañe a lo largo de esta nueva etapa del Año Vocacional que nos disponemos a comenzar.

Con mi sincero afecto.

Mons. Sergio Alfredo Fenoy, arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

Santa Fe de la Vera Cruz, 7 de noviembre de 2022.
Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre y Medianera de la Gracia.
Año del 125º Aniversario de la Creación de la diócesis de Santa Fe
Año
Arquidiocesano Vocacional