Juan nació en Beverly, Inglaterra. Fue obispo de Rochester y poco antes de su ejecución el Papa Paulo III lo hizo cardenal. Tomás Moro, el gran canciller del Rey, era laico y amigo de Juan Fisher. Ambos fueron decapitados en 1535 por orden de Enrique VIII, porque se oponían y desaprobaban su divorcio con Catalina de Aragón. El Canciller, Tomás Moro, al subir al cadalso entregó una moneda de oro al verdugo, diciéndole que ése era el día más feliz de su vida porque iba a recibir el premio de toda la eternidad. En 1935 Pío IX los proclamó santos.