Hija del rey de Hungría, Andrés II, fue dada en matrimonio al duque de Turingia, Luis IV, siendo todavía casi una niña. Tuvo tres hijos a los que educó con su ejemplo de vida cristiana. Amaba a los pobres y los socorría con todos sus bienes, incluso vendiendo su manto real, su diadema y los collares de perlas. Muerto su esposo en la quinta Cruzada, un hermano de él se apoderó del ducado y expulsó del palacio a Isabel con sus hijos pequeños, uno de ellos con pocos meses de vida. Después de un año de vida pordiosera, fue restablecida en palacio y desde entonces decidió vestir el hábito franciscano y dedicarse a la penitencia y a la caridad, cuidando leprosos en un hospital. Murió a los 24 años de edad, el 17 de noviembre de 1231. Cuatro años después, el papa Gregorio IX la proclamó santa.