Era egipcio y se retiró al desierto a los 18 años, llevando primeramente vida de ermitaño. La fama de su santidad hizo que a su alrededor se reuniera una multitud de imitadores y entonces instituyó la vida monástica o cenobítica -monjes que viven en común en un cenobio-. San Antonio (o San Antón, como también se lo conoce), durante su vida de ermitaño tuvo que sostener rudos combates con el demonio, que se le presentaba bajo la figura de diversos animales, y sobre todo de un cerdo, de donde la costumbre de representarlo con uno. Estas famosas "tentaciones de San Antonio" inspiraron varias obra de arte de pintores del Renacimiento. Murió en el 356, a los 105 años de edad, 85 de los cuales los pasó dedicado a la atención del gobierno de aquella religiosa y solitaria república.