Durante la persecución de los vándalos en África del norte, habiéndose negado a entregar los vasos sagrados de la iglesia, que le pedía el rey Genserico, el obispo Valeriano, de 90 años de edad, fue obligado a salir de la ciudad, con prohibición rigurosa de que nadie lo recibiera en su casa ni le diese de comer. Después de permanecer largo tiempo sin socorro alguno y al aire libre, terminó su vida bendiciendo a todos en nombre de Dios, el año 457.