Hija de Aldemón, el rey moro de Toledo, enemigo de los cristianos, Casilda se dedicó a ayudar a los presos de las cárceles de su padre. Al enfermar viajó a Castilla donde recobró la salud del cuerpo, y al mismo tiempo se hizo cristiana. Así pasó el resto de su vida dedicada a la oración y a la penitencia, y murió santamente en 1075.