Nieto de San Eduardo, rey y mártir, después de un largo destierro por la invasión de los daneses, fue elevado al trono de Inglaterra, aún semipagana. Durante 23 años de bonanza y progreso dejó el recuerdo de un monarca prudente. Un historiador dice: “Fue un rey bueno, compasivo, piadoso, padre del pueblo, protector del débil, amigo de perdonar más que de castigar". Fundó la gran Abadía de Westminster, panteón de los reyes de Inglaterra. Murió el 5 de enero de 1066. Alejandro III lo inscribió en el catálogo de los santos en 1066. Su fiesta se conmemoraba anteriormente el 13 de octubre.