Sábado 20 de abril de 2024

Un sacerdote dehoniano es misionero porque no se avergüenza del Evangelio

  • 25 de septiembre, 2015
  • Buenos Aires (AICA)
El padre Delio Ruiz, sacerdote del Sagrado Corazón de Jesús (dehoniano), que trabaja pastoralmente en Manila, Filipinas, aseguró que es misionero porque, como San Pablo, no se avergüenza del Evangelio, y aclaró que la misión no significa solo "tener una experiencia de algo", sino que "vivir en un estado permanente de envío, de disponibilidad al llamado y la necesidad de la Iglesia". El testimonio del religioso fue distribuido por las Obras Misionales Pontificias (OMP), en el marco de la convocatoria a la Colecta Mundial por las Misiones, que en la Argentina se llevará a cabo los días 10 y 11 de octubre con el lema "Misión, un estilo de vida".
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El padre Delio Ruiz, sacerdote del Sagrado Corazón de Jesús (dehoniano) que trabaja pastoralmente en Manila, Filipinas, aseguró que es misionero porque, como San Pablo, no se avergüenza del Evangelio.

El religioso aclaró que la misión no significa solo "tener una experiencia de algo", sino "vivir en un estado permanente de envío, de disponibilidad al llamado y la necesidad de la Iglesia".

"Ser misionero no implica huir de los problemas sino, como todo, implica afrontar los problemas y desafíos", subrayó.

El testimonio del religioso fue distribuido por las Obras Misionales Pontificias (OMP), en el marco de la convocatoria para la Colecta Mundial por las Misiones, que en la Argentina se llevará a cabo los días 10 y 11 de octubre con el lema "Misión, un estilo de vida".

El testimonio del padre Ruiz
A la hora de contar acerca de mi vocación, pienso que son varias las preguntas que servirían de guía para compartir un poco de mi vida. Dichas preguntas me las formularon los jóvenes escolásticos de mi comunidad aquí en Manila, Filipinas, cuando les comentaba sobre mi dificultad para comenzar a escribir un testimonio como este.

¿Cuándo, dónde y cómo comenzó el llamado misionero? Desde niño y adolescente, en el lugar donde di mis primeros pasos, estudios primarios y dos años de colegio secundario, allá donde recibí la catequesis para la comunión y la confirmación. Allá, en General José de San Martin, Chaco, fue el inicio de mi vocación, con el apoyo incondicional de mi familia y la comunidad cristiana, mis primeras catequistas, dos hermanitas Ursulinas y la comunidad religiosa de los Sacerdotes Dehonianos (SCJ).

¿Cuál ha sido mi primera misión? A lo largo de nuestra formación en el seminario, las misiones juveniles de verano (durante las vacaciones) han sido eventos que marcaron mucho mi dedicación y entusiasmo por la misión. Escuchar a Jesús que llama a los discípulos para "estar con él y enviarlos a predicar" (Mc 3,14) muestra una doble dimensión del llamado: la vida comunitaria eclesial y la misión de ir al pueblo; son aspectos que se acentúan en la misiones juveniles y siempre los tengo en cuenta desde la primera misión de quince días en una comunidad en la diócesis de Cruz de Eje, Córdoba en 1979, y las misiones que vinieron después hasta el presente.

¿Cuál ha sido la experiencia más significativa y por qué? Uno podría tener en la vida muchas experiencias, a veces uno dice "voy a misionar, quiero tener una experiencia misionera?" Así, he visto y compartido con personas para quienes la misión está focalizada en uno, en la persona del misionero: "quiero ir a tal lugar, me gustaría esto o lo otro." Sin embargo, pienso que la misión como relatan el libro de Hechos o las cartas de san Pablo por ejemplo, se centra más bien en el apostolado y más allá de los planes personales. Yo creo que en mi caso, he tenido que esperar el momento de "ser enviado" a la misiones lejanas (ad gentes). Volviendo a la pregunta, la misión no significa solo "tener una experiencia de algo" sino, vivir en un estado permanente de envió, de disponibilidad al llamado y la necesidad de la Iglesia.

¿Cuáles han sido los problemas más grandes o los desafíos que he tenido en mi caminar misionero en el pasado y en el presente y cómo he buscado enfrentarlos? Dicen que cuando se acaban los problemas se acaba también la vida. Ser misionero no implica huir de los problemas sino como todo implica afrontar los problemas y desafíos. Algunos desafíos, para nombrar algunos, han sido el de conocer, asumir y compartir nuevas culturas, diferentes a la propia cultura. Esto lo comencé a vivir aun antes de salir de Argentina, porque me ha tocado compartir con misioneros, italianos, españoles, etc. He podido observar que la adaptación y el esfuerzo deben ser mutuo. Por razones de estudios he pasado algo más dos años en Europa, ahora hace doce años que vivo en el Asia, viviendo con Filipinos, Vietnamitas, Indonesios, y compartiendo con misioneros de distintas nacionalidades. Como enfrentar este desafío? Diría que allí donde se requiere el esfuerzo allí también reside la riqueza y el gozo de la comunión que nos desafía a una apertura de mente y corazón. De lo contrario ocurre una de las cosas más tristes que nos puede ocurrir, el encerrarse en uno mismo. Este reto yo lo expresaría con el título de una canción del cantautor Dehoniano Brasileño, el padre Zezinho: la dicha de ser un "Ciudadano del Infinito," y poder abrazar a todos en Jesús y María.

¿Por qué quise ser un misionero SCJ, Dehoniano? Qué significa eso para mí? Ser de una Congregación religiosa o de otra no es cuestión vestir una casaca de un club; es más bien tener una identidad, vivir un "carisma," que en nuestro caso se define en tres cosas: la actitud de disponibilidad ("aquí estoy"), la vivencia comunitaria ("sean uno") y la misión donde la Iglesia local más nos necesite ("el reinado del Corazón de Jesús en las almas y en la sociedad").

¿Cómo podrías describir tu actividad misionera en Asia, específicamente en las Filipinas, comparando con mi misión antes de la misión "ad gentes"? Considerando mis decenios en la vida religiosa y sacerdotal, me resulta difícil ver que haya habido un corte entre lo que fue mi misión antes y lo que fue después de mi partida para la misión "ad gentes." Desde joven he tenido la oportunidad y los superiores me han apoyado para que estudiara teología especialmente Biblia. No me considero un experto en la tarea docente, pero creo que el apostolado en el área de la formación en nuestras casas de formación, en los Seminarios catequísticos frecuentado por laicos y en los Institutos de Teología, que me relaciona con tantas diócesis y congregaciones religiosas ha sido un llamado y una gracia constante que me ha tocado, tanto en mi país como aquí en Filipinas. Esto implica también para mí una constante "puesta al día." Por lo tanto, puedo decir que mi misión en el Occidente y el Oriente lo percibo con un gran sentido de "continuidad."

Finalmente, ¿cuáles son para mí las fuentes inspirantes de la misión? Solo para mencionar algunos, nombro al Padre Dehon, su vida, su espiritualidad, tu testimonio de vida, y con él, el testimonio de tantos misioneros y misioneras en el mundo, comenzando por aquellos y aquellas personas con quienes vengo compartiendo desde mi infancia, y tantas otras que fui encontrando a lo largo de mi formación y compartiendo la pastoral en las distintas diócesis donde me tocó vivir, sobre todo en Buenos Aires, el Gran Buenos Aires y el Chaco. Esta fuente ha sido enormemente enriquecida en estos últimos años de misión "ad gentes." Y por sobre todo, la fuerza de la Palabra de Dios. Recuerdo mucho a Isaías: "A quién enviaré? Yo dije: Envíame!" y San Pablo: "Porque no me avergüenzo del Evangelio" (Rom 1,16).

Informes: (011) 4863-1357/4862-4136, correo electrónico comunicación@ompargentina.org.ar o en la página www.ompargentina.org.ar.+