Viernes 19 de abril de 2024

Recordaron al padre Ricciardelli a 14 años de su pascua

  • 18 de julio, 2022
  • Buenos Aires (AICA)
A 14 años de su fallecimiento, la comunidad parroquial de Santa María Madre del Pueblo recordó al padre Rodolfo Ricciardelli con una misa presidida por monseñor Gustavo Carrara.
Doná a AICA.org

A 14 años de su pascua, se celebró una misa en memoria del sacerdote Rodolfo Ricciardelli en su parroquia Santa María Madre del Pueblo, con una emotiva homilía del Padre José Zurita, que era el monaguillo del "padre Richar".

Durante la tarde del 13 de julio, vecinos del barrio que lleva su nombre (antigua villa 1-11-14)  -y allegados de barriadas lejanas- se acercaron al sepulcro del padre Ricciardelli a prenderle una velita y rezarle una oración.

El legado del "padre Richar" sigue muy vigente en el barrio. Miembro del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que dio origen al actual equipo de Curas Villeros, "Richar" fue el primer párroco de Madre del Pueblo. Vivió en esta villa del Bajo Flores -hoy Barrio Ricciardelli- desde 1973 hasta su muerte en 2008, y con el Padre Jorge Vernazza resistieron juntos el plan de erradicación de las villas del gobierno de facto apoyando y protegiendo a las familias del barrio.

Amigo y compañero del padre Carlos Mugica, enamorado de la Virgen de Luján, en el año 2007 el Padre Richar encabezó las firmas de la propuesta del actual equipo de curas de las villas, que presentó el proyecto de Integración Sociourbana en el que se reclama el respeto por la cultura villera.

En la misa en su memoria, a 14 años de su pascua, presidida por el vicario episcopal para las villas y obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Gustavo Carrara, la homilía estuvo a cargo del padre José Zurita, que vivió su infancia en la villa 1-11-14 cuando Ricciardelli era el párroco de esta iglesia -la primera parroquia villera-. El padre Zurita rememoró que Ricciardelli y el padre Jorge Vernazza fueron los primeros "curas obreros" en vivir en las barriadas ayudando a las familias a construir sus propias viviendas.

En sus palabras, el padre Zurita aseguró: "A mí realmente me llena el corazón este lugar, porque yo me crié acá. De los dos años hasta los quince, en la época del proceso, viví aquí. En esa época el padre Ricciardelli y el padre Vernazza formaron una cooperativa de autoconstrucción en el barrio Luján, donde había un lema que decía: "Construyamos una casa en la Tierra y otra en el Cielo".

"También recuerdo en mi corazón que siempre íbamos a Luján. La peregrinación de la villa, la peregrinación a pie, yendo casa por casa, así 'Richar' recorría toda la villa, que era larga. Yo ahora me sorprendo de cómo cambió, porque antes eran casitas, y acá al lado eran medio caños digamos. Y eran todas casitas de madera que después fueron haciendo de ladrillo, y Richar estaba con cada uno".

"Acá había paraguayos, chilenos, bolivianos… y cada vez que había una fiesta patronal nos juntábamos todos y cada uno con su baile, con su comida típica, y eso era la Patria Grande. Lo que él siempre quería era que nos sintiéramos todos hermanos. Y así 'Richar' fue caminando y nos enseñó a caminar. Realmente a mí me emociona estar aquí porque yo fui el primer monaguillo del padre Richar", recordó.

"Así fuimos creciendo junto a él, junto a muchos jóvenes de la parroquia, de las ermitas -que están aquí presentes-. Y para nosotros él significa mucho, como para ustedes también, que vinieron hoy a verlo, porque realmente lo sienten, y creo que Richar desde el Cielo debe estar feliz".

"Richar amaba mucho a 'los vagos' -como les decía a los cartoneros-; a los que él les decía 'los banqueros', porque de día dormían y de noche iban a trabajar, como hace ahora la gente sencilla. Y él les construyó una casita allá para que duerman, porque no tenían dónde dormir. Y a la gente que sufría la rescataba. Después hizo las capillitas en distintos lugares de la villa, hizo muchas cosas que guardo en mi corazón al hacer memoria de lo que significa esa persona que en vida ha dado mucho", enumeró.

"Cuando a él le agarró el cáncer, cuando durante un año lo detuvo su cáncer, yo justo había ido a hacer una experiencia a Bolivia, entonces Richar -teniendo cáncer- me dijo: mirá, yo te voy a ir a visitar. Él miraba muy fuerte a la Virgen de Luján, le tenía un amor impresionante y cuando la veía, esa luz que le salía de su vista hacia la Virgen creo que a él eso le dio la fuerza para viajar a Bolivia donde yo estaba. Y cuando llegó a Bolivia yo no lo podía creer, él me dijo: tengo que ir a cumplirle la promesa a la Virgen de Urkupiña, vamos a ir caminando con la peregrinación -que eran varios kilómetros- porque yo quiero agradecer, así que nos fuimos caminando, estuvo un mes conmigo allá. Así que estas enseñanzas me quedan en el corazón", relató.

"Richar le tenía un amor inmenso a la Virgen, de cualquier devoción, amaba la cultura de la gente que iba conociendo, caminando de aquí para allá, amaba a la gente y su idiosincracia, esa fe de la gente él la llevaba en su corazón", destacó.

"Cuando él ya sentía que se aproximaba su hora, uno de los vagos tenía estampitas en las manos, y Richar le preguntó: 'Vos, si de alguna manera Dios se te presenta y te dice «te falta poco», qué harías?' Y dice que el vago apretó las estampitas y le dijo: 'Padre, yo lo primero que voy a hacer es salir a repartir las estampitas por todos lados hasta terminarlas'. Y Richar se emocionó, le rodó una lágrima y dijo: este es el amor a mamá María".

Después de la misa hubo bendición con agua bendita para todos, y una comida compartida en comunidad: guiso de lentejas preparado y servido por las mujeres del barrio, que a cada agradecimiento por tan delicioso banquete responden como Richar: 'Soy de la Virgen, nomás'".+