Viernes 26 de abril de 2024

Mons. Stanovnik alentó a celebrar con memoria viva el amor de Dios

  • 4 de mayo, 2021
  • Corrientes (AICA)
El arzobispo de Corrientes, monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, presidió el 3 de mayo la misa en honor de la Santísima Cruz de los Milagros.
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Con una misa presidida por el arzobispo, monseñor Andrés Stanovnik OFMCap, la comunidad de Corrientes celebró el 3 de mayo la misa en honor de la Santísima Cruz de los Milagros, que también ofició como cierre del mes de Corrientes, iniciado el 3 de abril en conmemoración de la fundación de la ciudad.

En su homilía, monseñor Stanovnik destacó que, desde los orígenes, en Corrientes “se fue conformando un pueblo de procedencias muy diversas, que aportaron cada cual sus propias cosmovisiones y sus particulares modos de ser y de estar en el mundo”, se fue gestando una identidad propia, que “hunde sus raíces en los valores del Evangelio”. “Hoy -señaló- tenemos la gracia y la responsabilidad de celebrar esa identidad, de cuidarla y transmitirla a las generaciones venideras”.

En referencia a la Palabra de Dios proclamada, el prelado destacó el “estar” de María junto a la cruz de Jesús. “Hay que tener mucha fortaleza para estar allí donde uno tiene que estar cuando el dolor arremete con fuerza y no desesperarse o huir”. La Virgen, aclaró monseñor Stanovnik, “sabía que Dios es fiel, que no la había abandonado” en momentos de desorientación, de desasosiego, de aflicción. “Aun al pie de la cruz, destrozada por el dolor, se sentía amada por Dios y sostenida por Él”.

“El misterio de la cruz, donde se revela que el amor de Dios es más fuerte que el odio, es el único camino que conduce a un encuentro profundo entre las personas y de éstas con Dios, disuelve todo vestigio de discriminación, y colma los auténticos anhelos de libertad que hay en todo corazón humano. Por ello, un pueblo que arraigó en su memoria el misterio de la cruz y ama a la Virgen, tiene todo para ser un pueblo libre y soberano”. 

“Estamos aquí para celebrar y agradecer a Dios el inmenso don de la vida de nuestro pueblo que, a lo largo de estos más de cuatro siglos, con sus luces y sus sombras, ha logrado que prevalezca providencialmente la conciencia y la práctica de los valores cristianos. Gracias a esos valores, las sucesivas generaciones pudieron conservar los rasgos principales de esa identidad, sin arrasar al que se presentaba culturalmente diverso y se animaron a la reciprocidad”.

En segundo lugar, animó a que el distanciamiento social ayude a “templar nuestros espíritus para el cuidado de los otros y de sí mismos”. 

“La capacidad de soportar, que significa llevar la carga juntos, nos puede unir y fortalecer mucho más que en tiempos de la normalidad anterior, si aprovechamos los extraordinarios recursos que nos da la fe en Dios y el amor a los hermanos y hermanas”, afirmó. “Celebrar agradecidos nos dispone mejor a abrazar la vida, aun allí donde duele y sobre todo donde se encuentra dañada y desprotegida. Celebrar nos abre la mente y el corazón para tener una mirada más amplia, más inclusiva y más sensible a las necesidades de aquellos con quienes convivimos todos los días y, en particular, hacia aquellos con quienes tenemos responsabilidades de servicio”.

En esa línea, animó a seguir el ejemplo de San José, el hombre de la “cultura del cuidado”: “Custodio de su mujer y de su hijo, estrechamente vinculado con Dios, su Creador y Padre, de quien los ha recibido como herencia y a quienes cuidó enfrentando enemigos hostiles y padeciendo el destierro. Un hombre que supo mantenerse fiel a los valores fundamentales de su tradición judía, con una capacidad extraordinaria para resistir a los engaños de adorar a los ídolos que le presentaban la vida fácil y centrada en sus propios gustos, como le sucede al ser humano en todos los tiempos y lugares, y nosotros hoy no somos la excepción de padecer esas tramposas seducciones”.

“San José nos habla hoy de realismo, de aprender a cuidar lo que somos y tenemos, porque aquel que abraza la vida recibida, descubre a Dios Padre Creador que nos sigue creando con mucho amor a su imagen y semejanza”. 

“Un pueblo que cuida a sus familias, en las que se aprende a proteger la vida de los más indefensos, es un pueblo con futuro, tal como lo venimos comprobando a lo largo de nuestra existencia también en estas tierras del Taragüí”.

“Los más de cuatro siglos que estamos conmemorando deben suscitar en nosotros profundos sentimientos de confianza y gratitud. La memoria agradecida evoca nombres de personas, recuerda lugares y acontecimientos que renuevan la esperanza de una familia, de un pueblo”, afirmó. “Tener buena memoria hace que la vida de hoy valga la pena de ser vivida, celebrada y transmitida a las nuevas generaciones. A la luz de lo que estamos diciendo, podemos entrever el riesgo que corren las personas y los pueblos cuando descuidan su memoria”.

“La mejor defensa ante el ataque colonizador y también el recurso más beneficioso para el intercambio con otra persona y con otro pueblo, es tener una buena, agradecida y fiel memoria”. 

Finalmente, monseñor Stanovnik señaló que “celebrar es comprometerse con la vida”. Al respecto, indicó: “La fe juega un papel determinante en la vida de las personas y de los pueblos, porque constituye su dimensión más profunda y trascendente. Por eso, no es indiferente agradecer a Dios el don de la vida y tampoco es suficiente hacerlo solo exteriormente”. 

“Corrientes nació creyente, se desarrolló creyente y no puede dejar de cultivar con todo cuidado el don de la fe, en este caso, la fe cristiana y católica, con sus peculiares peregrinaciones, su intensa y sentida devoción a la Madre de Dios en la tierna advocación de María de Itatí, sus fiestas patronales y sus ollas abiertas y compartidas con todos, porque es fiesta y nadie puede faltar, ni estar solo y sin compartir gratuitamente un plato de comida con otros. La fe cristiana es memoria viva que nos ayuda a entendernos a nosotros mismos y a descubrir todo lo que es verdadero, bueno y hermoso”, sostuvo.

Corrientes, detalló, “nació española y guaraní, se fue desarrollando en el tiempo mediante una asociación de rasgos provenientes de ambas culturas, enriquecidas luego con otros grupos humanos que se integraron a su convivencia. Hoy, pronunciar la palabra correntino es nombrar un largo proceso de encuentros y desencuentros, donde prevaleció, a pesar de todos los contratiempos, la fuerza de la vida y del amor por sobre el odio y la destrucción”. 

Por eso, llamó a “cuidar y madurar consciente y creativamente esos rasgos que se expresan mediante un modo original de ser y estar aquí en este lugar del país y del mundo, con sus propias lenguas, cantos, poesías, danzas y oraciones”. 

“Es necesario discernir lo que proviene de afuera, para ver si es digno de ser incorporado y si colabora a una mayor fraternidad y solidaridad en el pueblo, o, por el contrario, es un veneno cultural que aplana las mentes y convoca a que cada cual disfrute a su modo y como quiere, indiferente a lo que sucede a su alrededor”, alertó. 

“Nadie es dueño de esta identidad común que nos pertenece a todos, pero todos somos responsables de cuidarla y cultivarla, porque es la defensa mejor y más segura que posee una persona o un pueblo para no dejarse someter ante las fuerzas sutiles y oscuras, que pretenden colonizarlo y despersonalizarlo para dictarle lo que tiene que hacer y comprar, para sentirse vivo y gozar de la vida, sin importar cómo ni para qué”. 

“Desde los orígenes de nuestro pueblo aprendimos que Dios nos quiere libres para amar y que Él mismo se comprometió con su propia vida para que eso suceda. La Cruz es esa señal luminosa de Dios, la memoria viva de su amor que continúa realizando el milagro de la vida allí donde aparentemente pretende reinar la muerte. Por eso, hoy podemos celebrar la vida y su triunfo sobre la muerte, lo cual tiene que despertar un profundo sentido de gratitud, en primer lugar, a Dios y en seguida, a las generaciones que nos precedieron”, concluyó, suplicando a la Madre de Itatí “para que interceda ante su divino hijo Jesús y nos alcance pronto la gracia de superar esta enfermedad, y nos enseñe a ser más agradecidos, más pacientes, y más fraternos con todos”.+ 

» Texto completo de la homilía