Viernes 22 de noviembre de 2024

Mongolia y el rostro misionero de la Iglesia coreana

  • 23 de agosto, 2023
  • Ulán Bator (Mongolia) (AICA)
Casi un tercio de los misioneros presentes en la pequeña comunidad católica que acogerá al Papa Francisco dentro de unos días proceden de Corea del Sur.
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La pequeña comunidad católica de Mongolia que el Papa Francisco visitará del 31 de agosto al 4 de septiembre, mantiene desde hace años, un estrecho lazo misionero con la hermana Iglesia en Corea del Sur. Desde el servicio educativo de las monjas de San Pablo de Chartres hasta los sacerdotes fidei donum de la diócesis de Daejeon que, por elección del entonces obispo Lazarus You Heung-sik, desde hace años envían a los seminaristas de quinto año de verano a Mongolia. 

Bayanhushuu es un barrio pobre de la periferia de Ulán Bator -ilustra la agencia AsiaNews en una nota- donde una extensión de casas de campo en ruinas se levanta junto a miles de ger, las tradicionales tiendas de campaña mongolas: residencias baratas para quienes emigran de las estepas circundantes en busca de una vida menos dura, pero que en la capital tienen dificultades para encontrar oportunidades de emancipación.

En lo alto de una colina yerma, inesperada en comparación con la degradación circundante, destaca un gran y moderno edificio de ladrillo rojo: es el colegio que dirigen las monjas surcoreanas de San Pablo de Chartres, presentes en Mongolia desde 1996, y que el Papa Francisco visitará para encontrarse con una Iglesia fundada hace tres décadas y que apenas cuenta con 1.500 fieles.

"Abrimos este instituto hace dos años y hoy asisten a él doscientos alumnos del distrito", explicó a AsiaNews la directora, hermana Clara Lee Nan Young, mostrando las acogedoras y cuidadas aulas, los laboratorios de informática e inglés y la biblioteca. Mientras que aquí estudian los niños hasta la edad de bachillerato, los más pequeños se alojan en el edificio contiguo, una guardería de estilo Montessori donde multitud de niños uniformados juegan a las construcciones sobre las alfombras que cubren los suelos de parqué. En cada detalle resplandece la filosofía de estas misioneras: incluso los hijos de las familias más desfavorecidas tienen derecho a la mejor educación.

Las hermanas de San Pablo de Chartres, que pertenecen a la provincia de Taegu de la congregación y se dedican a la labor educativa y sanitaria, representan sólo una de las caras de la Iglesia surcoreana en Mongolia. 

Del país asiático proceden 23 de los 77 misioneros -sacerdotes, monjas, laicos- presentes en Ulán Bator, Arvaikheer, Erdenet y Darkhan. Proceden de distintas congregaciones, desde la Congregatio Jesu a los salesianos, pasando por las Hermanas de la Madre Teresa. 

Quizá, el signo más significativo del vínculo privilegiado entre las Iglesias de estas dos naciones vecinas, sean, de hecho, los sacerdotes fidei donum, actualmente cuatro, de la diócesis surcoreana de Daejeon. 

Los sacerdotes fidei donum, una estrecha amistad
Una amistad que comenzó hace 25 años, y que fue fuertemente apoyada por el entonces obispo (hoy cardenal) Lazarus You Heung-sik, que alentó la decisión de enviar regularmente a los seminaristas de quinto año de su diócesis a un período de experiencia misionera estival precisamente en Mongolia.

Entre ellos estaba el padre Thomas Ro Sang-min, ahora párroco de la iglesia de Santa Sofía, situada al final de un camino de tierra en el mismo distrito de Bayanhushuu. 

"Todos los jueves, junto con un grupo de adolescentes, vamos a repartir comida a las familias necesitadas que viven al borde de un vertedero", cuenta este sacerdote de 38 años, que dirige la parroquia fundada en 2012 por otro fidei donum de su diócesis. Con los jóvenes, el padre Thomas también organiza salidas y actos sociales: "Vamos a la ciudad, al cine o a patinar sobre hielo, o hacemos senderismo por las montañas de los alrededores". Además, por supuesto, de momentos de oración, catequesis y formación. "Intento estar al lado de estos jóvenes, que a veces no respiran un ambiente sereno en casa, y a través de ellos me acerco también a las familias: los adultos tienen que afrontar hoy una situación difícil, con la falta de trabajo, la devaluación y unas políticas sociales insuficientes".

Un centro de salud en la catedral de Ulán Bator
La hermana Veronica Kim Hye Kyung, que hoy dirige la clínica Santa María, abierta por la prefectura apostólica en la catedral de Ulán Bator, también trabaja al servicio de los pobres. "Es un centro de salud para quienes no pueden permitirse un tratamiento", explica la religiosa. "Cada año, gracias a la ayuda de médicos también voluntarios, garantizamos unas 10.000 operaciones". Y en algunos casos fue posible ayudar a pacientes con necesidades especiales a ser tratados en el extranjero, a través de contactos con la propia Iglesia surcoreana.

Uno de los rostros más representativos de este fuerte vínculo misionero -en un contexto en el que también es muy popular la cultura pop de Seúl, desde la música a las series de televisión- es el del padre Kim Stephano Seong Hyeon, vicario general de la prefectura apostólica de Ulán Bator y párroco de la catedral de los Santos Pedro y Pablo, fallecido repentinamente en mayo, con sólo 55 años. También sacerdote diocesano en Daejeon, había llegado a Mongolia en 2002, donde, entre otras cosas, había trabajado para establecer la parroquia de Santa María de la Asunción en Khan Uul, en la capital: la primera iglesia que erigió en el distrito era un sencillo “ger” tradicional (la yurta de las lenguas turcas, es una vivienda utilizada por los nómadas en las estepas de Asia Central).

Entre los jóvenes necesitados que el padre Kim había atendido al comienzo de su misión se encontraba el padre Peter Sanjajav, que se convirtió en el segundo sacerdote indígena de la historia de la Mongolia moderna (el primero fue el padre Joseph Enkh-Baatar en 2016). 

"Su testimonio de servicio fue decisivo para mi vocación", cuenta hoy el padre Peter, que asistió al seminario en la misma Daejeon. "Un día, le pregunté por qué él y los demás misioneros habían elegido dar su vida en un contexto difícil, con un clima duro como el de Mongolia. Él, en respuesta, me mostró el crucifijo. Y una nueva vida se abrió para mí".+