Viernes 22 de noviembre de 2024

La Iglesia salvadoreña agradece al Papa el reconocimiento del martirio del P. Spessotto

  • 28 de mayo, 2020
  • San Salvador (El Salvador)
El arzobispado de San Salvador, monseñor José Luis Escobar Alas, expresó su alegría y gratitud por el reconocimiento del martirio del sacerdote italiano Cosme Spessotto
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El arzobispado de San Salvador, monseñor José Luis Escobar Alas, expresó su alegría y gratitud por el reconocimiento del martirio del sacerdote italiano Cosme Spessotto, asesinado en El Salvador en 1980, y que permitirá su beatificación.

 



A través de un mensaje en sus redes sociales, el arzobispado de San Salvador, monseñor José Luis Escobar Alas, expresó su alegría y gratitud después de que la Santa Sede informó que el papa Francisco reconoció el martirio del sacerdote italiano Cosme Spessotto, asesinado en El Salvador en 1980, y que permitirá su beatificación.



“Hoy el mundo se alegra con la aprobación que el Papa Francisco ha hecho, haciendo brillar la virtud de este sacerdote, Cosme Spessotto. Un santo, no solo porque murió de esa manera, sino por su sacerdocio”, escribió el arzobispo.



Cosme llegó como misionero a El Salvador en 1950. Se le asignó la parroquia de San Pedro Nonualco y allí se ganó el cariño de todos los fieles.



Durante los años de guerra civil salvadoreña el mártir denunció las injusticias y atrocidades que se estaban realizando y ayudó a enfermos y cuantos le necesitaban. Recogía cadáveres en las cunetas y los enterraba. No hacía distinción de bandos: “A todos los he bautizado, todos son hijos de Dios”.



En una ocasión y tras el asesinato de seis jóvenes ofreció ayuda a sus madres pobres. Les dio dinero, les ofreció cristiana sepultura y ofreció misas por los jóvenes. Era un párroco comprometido y no parecía que tuviera problemas. No obstante, él ya había recibido amenazas de muerte.







Le mancharon de rojo el asiento de su Jeep, le enviaron anónimos para que detuviera su misión. Él destruía todo y lo escondía. No quería que nadie sufriera por ello. Lo único que realizó fue escribir un testamento para cuando fuera asesinado:



“Presiento que, de un momento a otro, personas fanáticas me pueden quitar la vida.



Pido al Señor que a momento oportuno me dé fortaleza para defender los derechos de Cristo y de la Iglesia.



Morir mártir sería una gracia que no merezco. Lavar con la sangre, vertida por Cristo, todos mis pecados, defectos y debilidades de la vida pasada, sería un don gratuito del Señor.



De antemano perdono y pido al Señor la conversión de los autores de mi muerte. Agradezco a todos mis feligreses que, con sus oraciones y con sus manifestaciones de aprecio, me han animado a darles el último testimonio de mi vida, para que ellos también sean buenos soldados de Cristo.



Finalmente, el sábado 14 de junio de 1980, mientras rezaba antes de oficiar la Santa Misa por su recuperación (acababa de ser diagnosticado de leucemia) fue abatido a balazos por desconocidos, frente al altar mayor de su Iglesia parroquial. +