Viernes 29 de marzo de 2024

Beatifican mañana en Guatemala a los diez mártires del Quiché

  • 22 de abril, 2021
  • Ciudad de Guatemala (AICA)
El Card. Álvaro Ramazzini, delegado pontificio, presidirá la beatificación de los tres misioneros españoles y siete catequistas laicos en Santa Cruz del Quiché.
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El viernes 23 de abril serán beatificados en Guatemala los “Mártires de Quiché”: tres misioneros españoles y siete laicos catequistas. El papa Francisco nombró al cardenal Álvaro Leonel Ramazzini, obispo de Huehuetenango, como su representante para presidir la solemne celebración eucarística.

Se espera una fiesta grande mañana en la región del Quiché, que finalmente verá reconocidos a sus mártires: los sacerdotes españoles José María Gran, Faustino Villanueva y Juan Alonso, misioneros del Sagrado Corazón de Jesús; y los catequistas de etnia maya Rosalío Benito, Reyes Us, Domingo del Barrio, Nicolás Castro, Tomás Ramírez, Miguel Tiú y Juan Barrera Méndez (un niño de 12 años), asesinados por “odio a la fe” en el marco de la guerra civil que azotó al país entre 1980 y 1991.

“Décadas después, su sangre derramada sigue dando frutos en abundancia”, explicó el obispo de Quiché, monseñor Rosolino Bianchetti.  “Nuestros mártires iban de casa en casa manteniendo viva la fe, con mucha entrega para que se diera un cambio, una Guatemala distinta”.

“Eran hombres de talla mayor”, señaló el prelado a VaticanNews, que con la Palabra de Dios y el Rosario en mano, recorrían sus comunidades asistiendo a los más necesitados: los sacerdotes guiaban a los fieles y actuaban ante el clamor del pueblo sufriente, mientras que los laicos (después de finalizar sus trabajos de agricultores) visitaban a los enfermos, anunciaban la Buena Nueva, prestaban servicio en la Iglesia y ayudaban a los campesinos a recuperar las tierras que injustamente les habían robado y que les pertenecían por sus antepasados”. 

La beatificación de estos mártires significa para todo el pueblo “entusiasmarnos, apasionarnos cada vez más en el seguimiento de Jesús, como discípulos suyos”, conservando esta “antorcha de fe” que dejaron los mártires.

Una tierra bañada en la sangre de muchos mártires
Anunciando la solemne ocasión, los obispos de Guatemala publicaron un mensaje en el que recorren la historia de esta tierra, bañada en la sangre de muchos mártires, “fieles testigos de Dios” y de su Evangelio, comprometidos para que la comunidad y la sociedad fuesen construidas según los valores del Reino.

El 23 de enero de 2020 el papa Francisco autorizó la publicación de los decretos de reconocimiento del martirio de los 3 sacerdotes y los 7 laicos, asesinados por odio a la fe entre 1980 y 1991. 

Los tres sacerdotes eran Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, todos nacidos en España. El padre José María Gran Cirera fue enviado a Guatemala en 1975, donde trabajó con los pobres y los indígenas. Fue asesinado el 4 de junio de 1980 junto con el sacristán y catequista Domingo del Barrio Batz, también entre los nuevos beatos, cuando regresaban de una visita pastoral a unos pueblos. 

En 1959 el padre Faustino Villanueva Villanueva fue enviado a Guatemala, donde desempeñó responsabilidades pastorales en varias parroquias de la diócesis de Quiché. Fue asesinado el 10 de julio de 1980. 

El padre Juan Alonso Fernández fue enviado a Guatemala en 1960, el mismo año de su ordenación. De 1963 a 1965 fue misionero en Indonesia. A su regreso a Guatemala, fundó la parroquia de Santa María Regina en Lancetillo. Fue torturado y asesinado el 15 de febrero de 1981.

Junto a ellos, serán beatificados 7 laicos. Además de Domingo del Barrio Batz, casado, asesinado junto al padre Cirera, están Juan Barrera Méndez, de 12 años, miembro de la Acción Católica; Tomás Ramírez Caba, casado, sacristán; Nicolás Castro, catequista y ministro extraordinario de la Comunión; Reyes Us Hernández, casado, dedicado a actividades pastorales; Rosalío Benito, catequista y agente de pastoral; Miguel Tiu Imul, casado, director de Acción Católica y catequista.

En su mensaje del 21 de marzo, los obispos de Guatemala recuerdan que “a lo largo de la historia de la Iglesia, en diferentes épocas y circunstancias, hombres y mujeres, discípulos fieles del Señor, han derramado su sangre hasta la muerte. Con el sacrificio de la propia vida, sellaron las convicciones más profundas que animaron su vida: vivir como Jesús, entregar la existencia por los demás y participar en su destino. Destino de persecución y muerte”.

En la historia reciente de la Iglesia en Guatemala, desde 2017 han sido ya beatificados cuatro mártires, que “en los años del conflicto armado interno, derramaron su sangre porque estaban convencidos de que no hay amor más grande que dar la vida por los demás, sobre todo cuando la Iglesia Católica se empeñaba en defender los valores del Reino, proclamados por el Señor Jesús: la defensa de la dignidad humana, el respeto a la vida, la justicia social y la defensa de los más débiles y vulnerables”.

“La vida de estos nuevos mártires se caracterizó por sus obras -continúan los obispos-, ya que estaban convencidos de que el cristiano no puede desentenderse de la realidad en que vive ni mucho menos encerrarse en un individualismo egoísta cerrado a las grandes necesidades de sus pueblos y comunidades. Fueron promotores de la justicia, constructores de la paz, artesanos del bien común, defensores inclaudicables de la persona y sus derechos, heraldos valientes del Evangelio, aun en medio de las pruebas a las que fueron sometidos sin olvidar la historia de mentiras, humillaciones, acusaciones y calumnias.

“Al contemplarlos como mártires de la Iglesia, un canto de gratitud y de alabanza surge de nuestro corazón –concluye el mensaje-. Bienaventurada la sangre derramada por estos hermanos nuestros, porque ellos, con su testimonio, nos mostraron lo que significa amar a Jesucristo. Bienaventurados los mártires de un pueblo indígena bendecido con la fe en Jesucristo, porque ellos nos mostraron hasta dónde puede llegar la entrega de un catequista o un misionero".

"Dios fue grande con nosotros porque en medio de la violencia incontrolable de aquellos terribles años, brilló la luz, la esperanza, y hoy se cosechan frutos de fidelidad y santidad por su testimonio”.