Mateo 23:1-12
Escuchamos en la lectura del Evangelio de hoy a Jesús que prevenía a sus discípulos de aquellos maestros y señores que solo predican y dicen lo que hay que hacer, pero sin mover un dedo de su parte para poner en práctica lo que anunciaban de palabra.
Allí encontramos en el propio ejemplo de Jesús la gran diferencia de por qué Él era seguido por multitudes: predicaba como quien tiene autoridad. Amaba no de palabra sino, de obra y de verdad.
Justamente los santos son aquellos que con su vida (obra y palabra) se van asemejando cada vez más a Jesús. Asumieron con su vida las enseñanzas de Jesús y las llevaron a cabo.
En san Luis Rey encontramos un claro ejemplo de cuanto digo. Con una particularidad que nos explica también por qué llegó a desarrollar una vida verdaderamente cristiana y esa tierra fértil ha sido sin duda, su familia. Sobre todo, el ejemplo y enseñanza de su madre Blanca de Castilla. Mirar a San Luis Rey, será entonces para nosotros, al tomarlo como ejemplo, mirar también a su familia. Y eso debemos imitar también. Crear las condiciones necesarias para propiciar verdaderas familias cristianas. Cristianas en sus valores y en un modo de vida que refleje el evangelio, no cristianas por el solo nombre o las formas. Cristianas en esencia. En obra y en verdad.
Si ponemos la mirada en lo que significa la importancia de la verdadera familia, llegamos a la Sagrada Familia de Nazaret. El Hijo de Dios, para encarnarse necesitó de una Madre que lo gestara y de un padre que velara por Él y por su Madre. El seno mismo de la Sagrada Familia fue Sagrario que contuvo al Creador. Y esa santidad ha iluminado a numerosas familias que tomaron su ejemplo de fidelidad y de entrega. La misma ha llegado hasta a una casa real como la de San Luis.
Su santidad se la ve reflejada en su preocupación por estar cerca y al servicio de los más humildes. Su opción por los más pobres la ha tomado del mismísimo San Francisco de Asís, al unirse como Terciario Franciscano. Y justamente, por ser Rey, nada fácil fue su cometido. Y eso mismo no fue óbice ni impedimento. Lo ha demostrado por sus obras concretas. Nos ha demostrado que ha sido y sigue siendo posible vivir el Evangelio desde todo lugar. Jesús siempre alertó del peligro de los bienes materiales como tentación para cerrarse sobre uno mismo y perder así la mirada hacia el prójimo. El peligro de seguir de largo frente a la tentación de los bienes materiales. El Papa Francisco, en "Gaudete et exultate N° 107 nos dice:
"Quien de verdad quiera dar gracias a Dios con su vida...está llamado a obsesionarse, desgastarse y cansarse intentando vivir las obras de misericordia".
Claramente reflejo de este pensamiento lo encontramos en el ejemplo de vida del rey Santo.
En la misma Exhortación Apostólica N° 67 nos dice:
“El Evangelio nos invita a reconocer la verdad de nuestro corazón, para ver dónde colocamos la seguridad de nuestra vida. Normalmente el rico se siente seguro con sus riquezas, y cree que cuando están en riesgo, todo el sentido de su vida en la tierra se desmorona. Jesús mismo nos lo dijo en la parábola del rico insensato, de ese hombre seguro que, como necio, no pensaba que podría morir ese mismo día (cf. Lc 12,16-21)”.
La conversión también significará para nosotros poner la seguridad en la Providencia de Dios y no solo en aquellas cuestiones materiales que nos dan seguridad.
Por otra parte, para nosotros el camino de santidad, nunca puede estar desligado de la Iglesia. Y cuando decimos “la Iglesia”, debemos verla en toda su dimensión de Pueblo Santo de Dios. Que incluye fieles y pastores. Pero en particular significa estar en comunión con la autoridad suprema, es decir, el Papa. Y en esto, no nos quedemos tan solo con San Luis Rey…, todos los santos…, especialmente los santos fundadores, han estado siempre preocupados por su comunión con la Iglesia en la persona del Papa. Me preocupa que a veces, perdemos esa dimensión o la desdibujamos dada la cercanía (única) de tener hoy un Papa nacido en nuestra misma patria. Corremos el peligro de perder esa dimensión eclesial y nos quedamos con una mirada simplemente humana, que deja de lado la dimensión de Misterio que significa la Iglesia. Creo que, en este punto, como argentinos, debemos estar particularmente atentos de estar en profunda comunión con el Papa y su Magisterio actual.
Digo esto porque justamente hoy, Francisco nos da pautas bien concretas y claras en su Magisterio, para aprender a construir una vida de Santidad. Mirar a los santos a quienes tenemos que imitar, mirar sus virtudes y sus ejemplos pueden correr el riesgo de no saber verlos a la luz del mundo que nos toca vivir.
En un caso como el de San Luis Rey, no debemos repetir acciones propias de su época, con la particular dificultad de estar marcadas por una realidad tan lejana a la nuestra, como lo es la de la vida de la realeza, tan distantes cultural y social a nuestras historias de vida.
Debemos saber actualizar su vida y obra para que tenga incidencia en nosotros en nuestra vida, en nuestro mundo, para construir hoy y ahora el Reino de Dios con fidelidad.
Fíjense con cuanta claridad lo mismo encontramos expresado en Gaudete et exultate:
N° 173 “…. No se trata de aplicar recetas o de repetir el pasado, ya que las mismas soluciones no son válidas en toda circunstancia y lo que era útil en un contexto puede no serlo en otro. El discernimiento de espíritus nos libera de la rigidez, que no tiene lugar ante el perenne hoy del Resucitado. Únicamente el Espíritu sabe penetrar en los pliegues más oscuros de la realidad y tener en cuenta todos sus matices, para que emerja con otra luz la novedad del Evangelio.”
Nos toca a nosotros ser evangelizadores y testigos de la Buena Nueva en el hoy y ahora de San Luis. En la Diócesis y Provincia de San Luis.
Nuestro Santo Patrono nos invita a fortalecer por una parte los lazos familiares.
La construcción de familias cristianas frente a una cultura que claramente y por opción, corrompe la esencia de las familias perdiendo de este modo uno de los mayores cimientos para la construcción de una sociedad sana que vele por el bien y salvaguarde la vida de todos sus hijos. Hoy, más que nunca ese buen ejemplo debemos preservar, cuidar y construir. Insisto… no nos distraigamos con las formas, sino buscando la VERDAD en nuestras opciones. Cuánto tiempo se pierde cuando tan solo nos distraemos con la mundanidad de velar por las formas que solo atiende a la preocupación del qué dirán.
Por otra parte, siguiendo con la mirada pueda en nuestra Diócesis de San Luis y en nuestro compromiso evangelizador, San Luis Rey nos da el ejemplo de la Santidad al alcance de los Laicos.
La santidad no viene solo de la mano del Orden Sagrado o de los Votos Sagrados, sino que viene desde un principio desde el BAUTISMO. Ojalá dimensionemos la importancia del bautismo. El llamado universal a la santidad lo tenemos todos los cristianos desde ese momento en el que hemos sido incorporados a la Iglesia por el Bautismo, por medio del Agua y del Espíritu Santo. Y como laicos insertos en el mundo, ir transformando y evangelizando desde el silencio de cada día…, desde las estructuras propias de la sociedad.
San Luis ha puesto por obra frente a personas concretas, aquellos dones apreciados bajo la luz de la enseñanza cristiana recibida. Ha puesto sus dones al servicio. Él se hizo servidor dejando de lado su real condición. Tal como lo hizo Jesús y ha podido experimentar que: «hay más dicha en dar que en recibir» (Hch 20,35).
Finalmente quiero recordar que esta celebración se enmarca en un tiempo SINODAL para toda la Iglesia. Nos lo ha propuesto Francisco desde Roma, pero para toda la Urbe. Y nosotros hemos avanzado en la escucha propia del pueblo y en él… de lo que nos dice el Espíritu. Ojalá al igual que San Luis Rey, vivamos una vida de penitencia y conversión que nos permita ser santos en nuestro camino evangelizador. Capaces de actualizar el mensaje al mundo de hoy para iluminar sus tinieblas y para lavar y sanar las heridas que el mundo va causando con sus injusticias e inmundicias. Desde el lugar de servidores. Ojalá entendamos desde lo más profundo que estamos para servir y no para acomodarnos y ser servidos.
Le pedimos que, por su intercesión, esta Iglesia Particular que lleva su nombre, se caracterice por seguir su ejemplo de servicio. Le pido de un modo en especial que, nosotros que hemos sido llamados a ser pastores de esta grey no busquemos tanto ser servidos como servir. Que pongamos nuestros dones y talentos a favor de los demás.
María ha sido la Estrella de la mañana que guio sus pasos para estar más cerca de Jesús.
María ha sido la Bienaventurada que, con el dolor causado, por la espada que atravesó su corazón, siguió fiel hasta el final dejando que el Espíritu obre en ella y haga fecunda su vida, llevando luz aún a aquellas cosas que no comprendía.
San Luis Rey, nos confiamos a vos. Nos ponemos una vez más bajo tu amparo.
Bendice nuestra bendita Provincia, danos cuanto necesitamos para ser santos como vos fuiste capas de serlo. AMEN.
Mons. Gabriel Bernardo Barba, obispo de San Luis
En San Luis, a 25 días del mes de agosto del Año del Señor dos mil veintidós, Fiesta de San Luis Rey