Viernes 19 de abril de 2024

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Fiesta de la Virgen de Huachana

Homilía de monseñor José Luis Corral SVD, obispo de Añatuya, en la fiesta de la Virgen de Huachana (31 de julio de 2022)

Hoy nos sentimos felices de estar reunidos juntos en la casa de la Madre, Ella nos convoca junto a su Hijo Jesús, nos alegra reencontrarnos después del tiempo de pandemia y volver a sentirnos una sola familia unida en la fe, en el amor de Dios y en la esperanza de la vida nueva.

Esta es la casa de todos, todos somos bienvenidos, esperados y acogidos, la Virgen nos abraza a todos en su corazón y nos renueva las fuerzas para vivir y caminar de su mano y en compañía de Jesús. Nuestra Madre conoce nuestros dolores, cansancios, necesidades, hartazgos y también nuestras esperanzas, gozos y anhelos. Ella sana nuestros desgarros, guarda nuestras soledades, nos consuela en los ahogos y nos levanta de las caídas. Bajo su manto verde nos amparamos todos para dejarnos volver a gestar y alumbrar en la esperanza y en la paz.

Este año nos ilumina el lema “Peregrinos de la esperanza, mensajeros de la paz”. Este Santuario, Huachana, este lugar hace 202 años se convierte para todos: peregrinos, devotos, servidores y fieles en un rincón de esperanza y en un remanso de paz. Es donde se alumbra la vida nueva, donde renacemos, donde nos rehacemos y volvemos a empezar para seguir andando renovados. Es fogata que nos enciende los sueños, es manantial que nos sacia la sed de vida, es cuna y escuela donde mamamos y aprendemos a vivir como hermanos.

El camino recorrido para llegar hasta aquí, algunos con muchos sacrificios y distancias, el pasar unos días o unas horas junto a la Madre y en familia, haber acampado y convivido como buenos y solidarios vecinos, estar ahora celebrando como comunidad nuestra fe … ya es por sí mismo, un signo de esperanza, testimonio de fe y experiencia de paz. Llegar a Huachana, permanecer en Huachana y regresar al lugar de nuestra vida cotidiana es decir que somos peregrinos de la esperanza y que nos comprometemos a ser mensajeros y constructores de paz.

Pedimos a la Virgen, nuestra Madre, que nos ayude a cuidar y alentar la esperanza viva, a no dejar que ningún viento la ahogue o apague, que no nos falten fuerzas para dar razones de la esperanza. Estamos llamados a iluminar y a comunicar vida, no nos dejemos cautivar por cosas que sólo generan oscuridad y desaliento, que no animan para caminar con confianza hacia el futuro, que corroen las relaciones y que apolillan el dinamismo misionero. Hoy necesitamos sobre todo personas de fe que nos indiquen el camino hacia el Reino y de esta forma mantengan viva la esperanza.

Como Nación, región y Provincia también estamos atravesando momentos difíciles, de crisis económica y política, de valores y de convivencia ciudadana, hay incertidumbre y miedo, deterioro y falencias. Muchos argentinos no la están pasando bien: sin tierra, sin techo, sin trabajo, sin pan, sin salud, lesionados en sus derechos y oportunidades por una pobreza que crece sin pausa. Debemos delinear, cada uno desde su lugar y responsabilidad, nuevas soluciones con estructuras y medios que recompongan condiciones más justas y superadoras. Es tiempo de reconstruir la esperanza, la amistad y la paz social, en lugar de fomentar la crispación y el conflicto con un clima que propicie el diálogo y el encuentro para lograr una patria para todos.

Nosotros quisiéramos que lo que se vive en Huachana lo podamos extender a todo lugar y otros territorios para erradicar la indiferencia, la hostilidad y la discordia y hacer que este templete y casa de la Virgen se imprima en nuestros ambientes.

La esperanza nos orienta hacia el futuro, no nos deja encerrados en la negatividad, en el desencanto y en el pesimismo que nos hace pensar que “nada va a cambiar”, “no hay nada más que hacer”, “todo está mal” o “nadie puede arreglarlo”. La esperanza busca el Reino y siempre genera historia. Cristo resucitado es la fuente profunda de nuestra esperanza, y no nos faltará su ayuda para salir adelante y cumplir la misión que nos encomienda.

Hoy junto a María renovamos el compromiso de ser suyos, familia unida y pueblo en camino que sale del aislamiento y deja el enfrentamiento para dar paso a la cercanía y al encuentro. Cuando miramos a la Madre, ella nos mira con cariño y amor, y nos hace mirar a nuestro lado al hermano y a la hermana a quien podemos extender la mano para el servicio generoso y la solidaridad compasiva que sabe compartir; tenemos cerca de cada uno personas entregadas y generosas que nos muestran de cuánta belleza, heroicidad y santidad todavía es capaz nuestra humanidad.

Que anticipemos un mundo nuevo donde se abran surcos de verdad, de bondad, de justicia, de dignidad; que nos dejemos tomar por los grandes ideales y sueños que nos contienen a todos, no nos contentemos con conseguir favores que dejan a muchos excluidos y que estrechan el horizonte. Seamos protagonistas y escribamos una nueva página de la historia, una página llena de esperanza, llena de paz, llena de reconciliación donde las dificultades y problemas pueden ser afrontados y resueltos conjuntamente.

Somos artesanos de la paz cada día cuando no consentimos a la violencia, a la agresividad, a la venganza, al odio y al rencor; es una tarea que nos involucra a todos para generar en nuestros entornos armonía y unidad. Somos mensajeros de la paz, de aquella paz verdadera y duradera, sólida y real, la que nace del amor que nos promete y entrega Jesús; y no de una paz frágil, superficial y efímera que es producto de negociados y arreglos egoístas de escritorio que benefician a pocos.

Le pedimos a la Virgen María, Reina de la Creación, Reina de las familias, Reina de la Paz que nos despierte y enseñe para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad.

Y como María, la Madre de Jesús, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad, para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación. Que la Virgen nos impulse a crear sociedades más sanas y un mundo más digno, sin hambre, sin pobreza, sin violencia, sin guerras. Ella asunta al cielo, con el poder del Resucitado, coronada como Reina y sentada junto a su Hijo, quiere parir un mundo nuevo, donde todos seamos hermanos, donde haya lugar para cada descartado de nuestras sociedades, donde resplandezcan la justicia y la paz que deben ser conquistadas cada día.

Mons. José Luis Corral SVD, obispo de Añatuya