Sábado 20 de abril de 2024

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Tedeum del 9 de Julio

Homilía de monseñor Adolfo A. Uriona FDP, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto, durante el tedeum motivo del Día de la Independencia (Iglesia catedral, 9 de julio de 2022)

La declaración de la Independencia Nacional que celebramos en este día fue un acto soberano y colectivo, el cual proclamó la existencia de una nueva nación, libre e independiente.

Por eso nos reunimos para orar agradeciendo a Dios por el don de esta nación que nos cobija, cumpliendo así una tradición que se remonta desde los orígenes de la misma. 

Rezamos para ello el “Te Deum”, que es un antiguo himno de la Iglesia. Un himno de Acción de Gracias que acompañó a nuestros próceres quienes se atrevieron, en circunstancias oscuras y frágiles, a declarar la independencia y a cantarlo después.

La Patria significa la herencia recibida de los antepasados, se trata de la herencia cultural, de las tradiciones, de las costumbres. La Nación Argentina desde sus orígenes, quiérase o no, estuvo impregnada de principios y sentimientos cristianos dando lugar a un estilo de vida inspirados, con sus luces y sombras en los avatares de su historia, en ideales de justicia, de fraternidad y de paz.

Para este momento de nuestra vida civil la Palabra de Dios nos brinda su iluminación…

Nos expresa a través de San Pablo que “estamos llamados a vivir en libertad” y que esta libertad bien entendida nos debe conducir al diálogo y al servicio que se realiza desde el amor porque “si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, terminarán destruyéndose unos a otros” y en Evangelio la enseñanza de Jesús a sus apóstoles “el que quiera ser grande que se haga servidor de todos”…

Respecto al diálogo también el Papa Francisco nos ofrece su palabra iluminadora… En el capítulo sexto de la encíclica “Fratelli tutti” titulado “Diálogo y amistad social” expresa claramente:

“…Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar… El diálogo entre las generaciones, el diálogo en el pueblo, porque todos somos pueblo, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abiertos a la verdad. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación… 

Particularmente en estos momentos de crisis donde percibimos que nos gana la confrontación, considero fundamental volver a sentar las bases de un diálogo auténtico, particularmente en las clases dirigentes que tienen la grave responsabilidad de gobernar a nuestro pueblo, a fin de reconstruir el tejido social fragmentado.

Sigue el Papa en otro número de la encíclica: “La falta de diálogo implica que ninguno, en los distintos sectores, está preocupado por el bien común, sino por la adquisición de los beneficios que otorga el poder, o en el mejor de los casos, por imponer su forma de pensar. Así las conversaciones se convertirán en meras negociaciones para que cada uno pueda rasguñar todo el poder y los mayores beneficios posibles, no en una búsqueda conjunta que genere bien común. Los héroes del futuro serán los que sepan romper esa lógica enfermiza y decidan sostener con respeto una palabra cargada de verdad, más allá de las conveniencias personales...” El auténtico diálogo social supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos. Desde su identidad, el otro tiene algo para aportar, y es deseable que profundice y exponga su propia posición para que el debate público sea más completo todavía...

Creo, por tanto, que es posible conseguir la convivencia en paz, siempre que desde el poder -político, eclesial, económico, social- se dé un ejemplo de concordia y sepa utilizarse el diálogo sincero y honrado.

Todos queremos una sociedad más justa. Todos deseamos el desarrollo y perfeccionamiento de nuestro pueblo y aspiramos a un futuro mejor. Hay mucho más cosas que nos unen. Amamos a nuestra patria y queremos lo mejor para esta sociedad en la que hemos de realizarnos como personas.

El patriotismo sincero y leal, y la fe para los creyentes, nos obligan a convertirnos en instrumentos de convivencia en paz. El diálogo es la expresión culta y civilizada de una sociedad pluralista y democrática. El diálogo es hoy más necesario que nunca en nuestro país.

Que el Señor sea nuestro guía hacia una fraternidad fundada en la verdad, en la justicia, en la libertad y en el amor social y que María Inmaculada mire con ternura a nuestra querida Argentina que se acoge a su amparo maternal.

Mons. Adolfo A. Uriona FDP, obispo de Villa de la Concepción del Río Cuarto