Viernes 22 de noviembre de 2024

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Solemne procesión por el 131º Aniversario de la Coronación Pontificia de la Virgen del Valle

Homilía de monseñor Luis Urbanc, obispo de Catamarca, en la solemne procesión por el 131° aniversario de la coronación pontificia de la imagen de la Virgen del Valle (1 de mayo de 2022)

Querida Madre del Valle:

Desde lo profundo de nuestro corazón brota un clamoroso GRACIAS por haber favorecido las condiciones sanitarias para que numerosos peregrinos, hijos e hijas tuyos, hayan podido venir desde distintos puntos del país a honrarte, a agradecerte y a suplicarte. Han sido días muy hermosos los de este septenario. Creemos que estás contenta con nosotros, que procuramos cambios en nuestras vidas para ser mejores cristianos, más hermanos y ciudadanos comprometidos y empeñados en la transformación de nuestra realidad social.

Por eso, te pedimos en el día de tu esposo José, hombre de trabajo serio, silencioso y tenaz, por todos los obreros del mundo y para que haya trabajo remunerado para todos a fin de que las familias tengan lo suficiente para vivir dignamente. Pero sobre todo te pido a Ti, Esposa, Madre y Ama de casa por todas las mujeres que fungen estas mismas labores, para que no se cansen frente a la rutina y faltas de valoración de lo que realizan; que no les falte el amor para recrearse cada día con la mirada puesta en Dios, fuente inagotable de Amor y Ternura.

Hoy en toda Argentina, por ser tercer Domingo de Pascua, es el ‘Domingo del Compartir’. Ayúdanos a tomar conciencia que la misión de la Iglesia de Evangelizar es obra de todos y debe ser financiada por todos.

También te pido, Madre amada, que nos acompañes en el camino sinodal que estamos transitando, para lograr los aprendizajes necesarios que nos permitan tener ese estilo sinodal que Jesús quiere para su Iglesia, de manera que, ‘Contigo, seamos discípulos-misioneros en salida’. Y que todo esto nos movilice para participar en la, tantas veces postergada, Asamblea Diocesana, que hemos fechado para el sábado 1 de octubre.

Pongo, de nuevo, en el huequito de tus manos todas las intenciones que a lo largo de este septenario te hemos confiado. Atiende, por favor, el clamor de tus hijos, en especial, el de los ucranianos que han sido invadidos y terriblemente destruidos. Por los millones de madres que han huido con sus hijos, ancianos y enfermos para refugiarse en países vecinos. Que ¡ya! termine ese infierno de muerte y destrucción y que los seres humanos comprendamos que con la guerra nada se gana, todos pierden, incluso los que están con el negocio de las armas. Que nos convenzamos que la violencia de cualquier tipo jamás puede traer algún bien a la humanidad.

Te confío la centésima vigésima Asamblea Plenaria del Episcopado Argentino que mañana iniciaremos. Son muchos y delicados los temas que tenemos que tratar. Intercede ante tu Hijo Jesús para que sepamos discernir a la luz del Espíritu Santo lo que conviene hacer o decidir. Suscita en el corazón de los fieles cristianos que recen por nosotros, sus pastores para que lo que pensemos, digamos o hagamos empiece en Dios y conduzca a todos a Dios, origen y término de nuestro peregrinar terreno.

Bendice, Madre de los afligidos, a nuestros gobernantes para que pongan todo su afán en velar por el Bien Común de todos los argentinos, que cesen las rivalidades estériles, los agravios, las mentiras, las falsas promesas, los atornillamientos a cargos, las corruptelas, los sobornos, los robos, las mezquindades, etc., que no son privativos de un sector de la sociedad, sino un mal endémico de la sociedad argentina. Haz que llegue el día que podamos decir que éstos y otros males son una rara excepción, y que lo normal sea la observancia de los mandamientos de Dios, el Padre de Nuestro Señor Jesucristo y Padre de la Humanidad. Que podamos decir y experimentar que vivimos en una Patria que sea antesala de la Celestial.

Madre de Bondad, a Ti recurrimos los desterrados hijos de Eva, para que nos enseñes a adorar sólo a Dios como Tú lo haces. Líbranos de los espejismos del camino de la vida. Otórganos la sensatez y la prudencia en el obrar de cada día. Socórrenos en la hora de las tentaciones y haz que reconozcamos los artilugios del maligno que no se cansa de hostigarnos. Consíguenos de Jesús y san José un vivo horror al pecado y motívanos, cada día a darnos el espacio necesario para la oración, para querer estar a largas con nuestro Buen Padre Celestial, a quien sea la Gloria, la Alabanza y el Honor por los siglos de los siglos.

Madre, Tú sabes que esta fiesta en tu honor, ha sido posible porque muchas personas han dedicado horas y días a servir en múltiples tareas, más o menos visibles, pero todas importantes. Por eso, te pido que los cubras con tu manto y los sigas haciendo crecer en el amor a Dios y al prójimo. Y que cuides de cada una de sus familias y trabajos.

Por último, Madre de los Peregrinos, te suplico que acompañes hasta sus hogares a todos los que vinieron a verte, honrarte, agradecerte y suplicarte. Que regresen en paz y rebosantes de gozo; y que encuentren a sus seres queridos sanos, unidos y renovados en su fe, esperanza, amor, piedad, confianza, generosidad, respeto, paciencia y disponibilidad. Amén

¡Viva la Virgen del Valle!

Mons. Luis Urbanc, obispo de Catamarca