Sábado 23 de noviembre de 2024

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Conmemoración por los caídos en Malvinas

Homilía de monseñor Enrique Eguía Seguí, obispo auxiliar de Buenos Aires en la misa por los caídos en Malvinas (Catedral de Buenos Aires, 2 de abril de 2022)

Como hace tantos años -más de 15 al menos- nos reunimos aquí para celebrar esta conmemoración de los queridos caídos en Malvinas, familiares de ustedes, cercanos, conocidos.

Hoy son muchos los recordatorios en el país de este acontecimiento del comienzo de la guerra en Malvinas de la que participaron sus hijos, hermanos, sobrinos, amigos...

Pero esta conmemoración tiene un tono especial, personal, porque lo hacemos desde el dolor de la ausencia de las vidas que no están y pudieron ser...

Esto es lo que más duele..., lo que pudieron ser...

¿Cómo se sana esa herida? ¿Cómo se llena ese vacío? Solo es posible en el recuerdo, en la memoria, en la fe.

Ustedes varios años atrás buscaron a quien era el cardenal Bergoglio, para encontrar el consuelo de la fe. Y así comenzaron estas misas de conmemoración en la Iglesia Catedral, cuando había mucho silencio sobre Malvinas, sus héroes y los caídos en combate. Y encontraron el consuelo y la fortaleza de la Fe.

La Fe que nos dice y enseña que la muerte no es la última palabra sino el amor que vive para siempre.

Por eso debemos poner nuestra mirada en el gesto de amor por la patria de los héroes de Malvinas caídos en combate. Dejaron sus casas, sus amigos, muchos de ellos apenas siendo adolescentes; asumieron el desafío de poner en juego sus vidas; se acompañaron y protegieron en la línea de fuego; se arriesgaron para alcanzar un objetivo; extrañaron a sus afectos con apenas algunas comunicaciones a la distancia y manifestando -para no llevar preocupación- “acá estamos bien..., no se preocupen”. Claro que amaron..., amaron mucho a través del sacrificio de la entrega.

La identificación y el nombre escrito en las tumbas del cementerio fue un paso importante para sanar ese vacío. Aquél viaje que tuve el privilegio de acompañar, fue un desahogo enorme en medio de la tristeza del recuerdo. Pero igualmente fue sanante, consolador.

Hoy somos testigos de nuevas amenazas de dolor en el marco de la guerra en Ucrania. La experiencia vivida en Malvinas, y sus muertos inocentes, nos anima a dar un fuerte grito por la paz.

Por ese motivo en esta conmemoración, haremos un breve concierto por la paz y por la necesidad de dejar de lado en las relaciones humanas toda forma de violencia. Nos unimos a lo que dijo el Santo Padre, el Papa Francisco en el Ángelus del 13 de marzo pasado: "a la voz del pueblo común, que implora el fin de la guerra. En nombre de Dios, que se escuchen los gritos de los que sufren y que cesen los bombardeos y los ataques. Que haya un enfoque real y decisivo en la negociación, y que los corredores humanitarios sean efectivos y seguros. En nombre de Dios, les pido: ¡detengan esta masacre!”.

Al cumplirse hoy 40 años de la muerte de los caídos en Malvinas, nos acompañamos en el dolor para saber que no estamos solos, que el recuerdo de cada uno de los caídos hace posible que los mantengamos vivos en el corazón y presentes en nuestra historia.

Cercanos a la celebración de la Pascua ponemos la vida de estos héroes en manos de Dios, bajo el acontecimiento de la Resurrección de Cristo, que nos anima a mantener la esperanza y la alegría, sabiendo que Dios Padre puede dar luz en medio de cualquier oscuridad. María como buena madre que entiende el dolor por haber acompañado a su hijo sufriente, nos proteja y anime a seguir adelante.

Los cirios que encenderemos por cada uno de los caídos en Malvinas y la oración en el “Olivo de la Paz” -al cual nos acercaremos al culminar la misa- será reflejo de nuestra fe y de nuestra convicción: ellos siguen vivos en nuestros corazones y en el corazón de nuestra querida Argentina. ¡El amor no pasará jamás!

Mons. Enrique Eguía Seguí, obispo auxiliar de Buenos Aires