‘’María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá,
entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel…’’ (Lc.1,29)
Querida comunidad diocesana:
El pueblo de Dios en camino, es muy significativo y constante en la escritura, ya que Israel fue un pueblo peregrino, como ya lo expresaba el profeta Isaías: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos y María es la que se dispone prontamente en el camino del servicio, y el mismo Jesús es el predicador itinerante que anuncia la noticia del Reino desde las periferias de su pueblo.
La Iglesia en su misión de compartir la buena noticia a todos los pueblos nos propone un caminar juntos en estos tiempos de pandemia y lo propone como sinodal: caminar juntos. Dice el Papa Francisco que en la experiencia personal de Dios no puedo prescindir del camino, diría que a Dios se lo encuentra caminando, andando, buscándolo y dejándonos buscar por Él… puede ser por diversos caminos: el del dolor, la soledad, la luz, la oscuridad.
En el evangelio de la visitación, María, siempre atenta a lo que sucede, a la realidad de su prima, aún en su estado, se compromete, se hace cargo, se pone en camino. Ese camino la lleva al encuentro, un encuentro donde la experiencia espiritual de Isabel le hace proclamar que es la madre del Señor y a María, la servidora, la que va ayudar a la anciana embarazada, la pone en la sintonía de la gratitud para cantar en el Magnificat: las gracias del Señor y su grandeza, expresando la alegría de la salvación y el amor por su pueblo.
Estamos transitando como pueblo un camino de postración, de sufrimiento, de soledad y miedo, la pérdida de trabajo, más el rigor de la muerte que ha traído la pandemia. Se suma a ésta, primero la sequía, luego el vendaval de lluvia, los incendios forestales, la falta de acceso a los servicios básicos, y la otra pandemia, la de la deuda…
Pero también avanzamos en el camino con gestos de grandeza, de solidaridad, entrega y encuentro, de tantos hermanos que son, para cada uno de los que viven este servicio, experiencias de salvación comunitaria.
Como a María, la experiencia de salir al camino y encontrarnos, puede suscitar en nosotros actitudes nuevas, puede cambiar nuestra mirada, puede animar a la esperanza y la confianza en un Dios que siempre está, y en el Espíritu que anima y alienta nuestros pasos, nos aclara en las dudas y confirma nuestros discernimientos.
Estamos celebrando nuestra fiesta patronal, celebrando a nuestra Madre y Reina de la Paz, que ha cuidado y acompañado a nuestro pueblo en las históricas horas luctuosas por la guerra y muerte entre los argentinos. A ella venimos, también hoy, a implorar su intercesión amorosa para que esta experiencia de caminar juntos, de encuentro y comunión, nos ayude a respetarnos, a reconocernos hermanos y hermanas de muchos y seguir proclamando con gestos y palabras el mandamiento del amor.
Hemos elegido esta fiesta para culminar oficialmente, como diócesis, el Año de San José. ¡Gracias!, a todas las comunidades por la devoción al padre nutricio de Jesús, por salir a caminar con san José y que muchos experimentaran su bondad e intercesión. Por acercarse un poco más a su persona, a este servidor fiel que le enseñó al Hijo de Dios no sólo a rezar y a trabajar, sino que fue para él, el modelo de padre en la tierra que le hiciera vislumbrar la bondad, el cuidado, la ternura, la paciencia y la misericordia de su Padre Dios.
Por eso hoy, nos encomendamos a Nuestra Señora de la Paz, nuestra patrona y a su esposo; peregrinos, sabedores de caminos en comunión, para que acompañen el caminar sinodal de nuestra iglesia diocesana con valentía, comprometidos en la participación y disponibles para la misión.
Mons. Jorge R. Lugones SJ, obispo de Lomas de Zamora