Nos reunimos a celebrar la solemnidad de Santa María Madre de Dios. Volvemos nuestra mirada al pesebre y confesamos que Jesús es Dios hecho hombre por amor. Y por esta razón, la Santísima Virgen es Madre de Dios. Como dice el apóstol Pablo: “Dios envió a su Hijo nacido de una mujer” (Gal. 4, 4). Por eso “Herir a una mujer es ultrajar a Dios, que tomó la humanidad de una mujer”.[1]
A su vez nos convoca la celebración de la 55ª Jornada Mundial de la Paz. El tema que nos propone el Papa Francisco para reflexionar es: “Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera”.
Empezamos el año, y como si fuera un cuaderno de hojas en blanco, está todo por escribirse. Ahora bien, el parate covid, la pandemia, un poco a la fuerza nos ha hecho más humildes, renunciamos así a la tentación de querer prever todo, controlar todo.
Comenzamos el año. Es claro que no renunciamos a la esperanza, y es así que hoy pedimos la bendición de Dios. Cada uno de nosotros puede recibir en su corazón la bendición que leímos en el libro de los Números, y que tanto le gustaba pronunciar a San Francisco de Asís: “Que el Señor te bendiga y te proteja. Que el Señor haga brillar su rostro sobre ti, y te muestre su gracia. Que el Señor te descubra su rostro, y te conceda la paz”. (Nm. 6, 24-26).
La paz es un don de Dios y a la vez una tarea que Él nos confía. Y en cuanto a misión que se nos da, podemos decir que el camino de la paz es el desarrollo humano integral.
La paz es fruto del esfuerzo compartido y por eso como señala Francisco en Fatelli tutti Nº 228-232 es arquitectura y a la vez artesanía. “Existe, en efecto, una “arquitectura” de la paz, en la que intervienen las distintas instituciones de la sociedad, y existe un “artesanado” de la paz que nos involucra a cada uno de nosotros personalmente. Todos pueden colaborar en la construcción de un mundo más pacífico: partiendo del propio corazón y de las relaciones en la familia, en la sociedad y con el medioambiente, hasta las relaciones entre los pueblos y entre los Estados”.[2]
Con este espíritu de arquitectura y artesanado, Francisco propone tres caminos que confluyen y construyen el camino de la paz.
El primero es el diálogo entre las generaciones: “Dialogar significa escucharse, confrontarse, ponerse de acuerdo y caminar juntos. Fomentar todo esto entre las generaciones significa labrar la dura y estéril tierra del conflicto y la exclusión para cultivar allí las semillas de una paz duradera y compartida. Si sabemos practicar este diálogo intergeneracional en medio de las dificultades, podremos estar bien arraigados en el presente, y desde aquí frecuentar el pasado y el futuro: frecuentar el pasado, para aprender de la historia y para sanar las heridas que a veces nos condicionan; frecuentar el futuro, para alimentar el entusiasmo, hacer germinar sueños, suscitar profecías, hacer florecer esperanzas... Por un lado, los jóvenes necesitan la experiencia existencial, sapiencial y espiritual de los mayores; por el otro, los mayores necesitan el apoyo, el afecto, la creatividad y el dinamismo de los jóvenes”.[3]
El diálogo empieza por la escucha sincera del otro, respetándolo en cuanto otro. Y sigue con el reconocimiento humilde que mi pensamiento es incompleto, que me puede enriquecer el encuentro con alguien distinto a mí. Es decir no poseemos la verdad, sino que esta nos posee y nos atrae constantemente desde la bondad y la belleza.[4]
El diálogo entre generaciones nos hace pensar en la necesidad de otros diálogos en nuestra patria para el bien común. “Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación”. (FT 199). Necesitamos imperiosamente del diálogo para la amistad social y que éste sea encuentro hecho cultura. (Cf. FT 216-217).
Como bien sabemos en todo diálogo las ideas se discuten, pero la realidad se discierne.[5] Y aquí la realidad hay que pasarla por el corazón, a semejanza de María que “conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón”. (Lc. 2,19). Necesitamos ver claro, elegir bien y actuar en consecuencia.[6]
Abrimos así a los otros dos caminos que Francisco propone en esta jornada de la paz y que requieren de diálogo y discernimiento comunitario. La educación y el trabajo.
Mirando al mundo el Papa sostiene que el presupuesto en armas ha crecido, y que la educación se la mira como gasto. “El presupuesto para la instrucción y la educación, consideradas como un gasto más que como una inversión, ha disminuido significativamente a nivel mundial en los últimos años. Sin embargo, estas constituyen los principales vectores de un desarrollo humano integral: hacen a la persona más libre y responsable, y son indispensables para la defensa y la promoción de la paz. En otras palabras, la instrucción y la educación son las bases de una sociedad cohesionada, civil, capaz de generar esperanza, riqueza y progreso… Me gustaría que la inversión en la educación estuviera acompañada por un compromiso más consistente orientado a promover la cultura del cuidado. Esta cultura, frente a las fracturas de la sociedad y a la inercia de las instituciones, puede convertirse en el lenguaje común que rompa las barreras y construya puentes…”[7]
Quisiera dejar planteado para nuestro diálogo y discernimiento comunitario el siguiente desafío que nos interpela como sociedad. En concreto, ¿cómo vamos a salir a buscar a los chicos y chicas que en este tiempo de pandemia han abandonado la escuela?
Es necesario comenzar por la escucha atenta de la realidad. Aquí algunas preguntas que se escuchan en las periferias: “¿qué hago con mi hijo que se me está yendo de las manos?”, “¿cómo hago, porque se puso rebelde y ya no quiere ir al colegio?”, “¿Quién le puede hablar, está todo el día en la esquina con mala junta y tengo miedo que me lo traigan en un cajón?”, “¿Cómo hacemos con la bandita de la esquina, que le roban a la gente que se está yendo a trabajar?” y tantas otras. La agenda política debe responder a las necesidades de la gente.[8]
El otro camino de paz que se nos invita a discernir comunitariamente, en un diálogo que tiene que comenzar en las mesas familiares, y seguir entre los movimientos sociales, los sindicatos, los empresarios y el estado, es: ¿Cómo crear trabajo?
Algunos cultores de la post-verdad sostienen que el Papa no valora el trabajo. Además de ser un hombre laborioso y trabajador, afirma una y otra vez que el trabajo es uno de los ejes de la cuestión social.
En el mensaje para esta jornada Francisco vuelve a decir: “El trabajo es un factor indispensable para construir y mantener la paz; es expresión de uno mismo y de los propios dones, pero también es compromiso, esfuerzo, colaboración con otros, porque se trabaja siempre con o por alguien. En esta perspectiva marcadamente social, el trabajo es el lugar donde aprendemos a ofrecer nuestra contribución por un mundo más habitable y hermoso… El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. Tenemos que unir las ideas y los esfuerzos para crear las condiciones e inventar soluciones, para que todo ser humano en edad de trabajar tenga la oportunidad de contribuir con su propio trabajo a la vida de la familia y de la sociedad… En esta perspectiva hay que estimular, acoger y sostener las iniciativas que instan a las empresas al respeto de los derechos humanos fundamentales de las trabajadoras y los trabajadores, sensibilizando en ese sentido no sólo a las instituciones, sino también a los consumidores, a la sociedad civil y a las realidades empresariales. Estas últimas, cuanto más conscientes son de su función social, más se convierten en lugares en los que se ejercita la dignidad humana, participando así a su vez en la construcción de la paz. En este aspecto la política está llamada a desempeñar un rol activo, promoviendo un justo equilibrio entre la libertad económica y la justicia social”.[9]
Nuevamente invito a mirar desde el pesebre, es decir desde la periferia. Allí muchas veces descubrimos un pueblo que lucha por dignidad y libertad. Es necesaria una conversión de mirada. Por eso hay que revalorizar los trabajos de cuidado de las personas, especialmente entre las mujeres, no debidamente reconocidos. A su vez no tratar peyorativamente a quienes reciben el salario social complementario, para no caer en la indigencia, afirmando que no quieren trabajar.
Hace un tiempo en un encuentro en que participaban integrantes de una cooperativa de cartoneros, uno de ellos decía: “cómo me van a decir que no trabajo, si lo hago todo el día”. Y es verdad ¿Cuántos hombres y mujeres vemos tirando de un carro muchas horas al día con este calor sofocante o en el crudo invierno? Otro de sus compañeros con más responsabilidad en la cooperativa decía: “Yo el viernes no me voy tranquilo a casa, si mis compañeros no vendieron lo que juntaron, porque viven al día”.
Mientras una gran parte de nuestro pueblo, especialmente niños, niñas y adolescentes, viven en la miseria no podemos ser verdaderamente felices. El nuevo nombre de la paz es el desarrollo humano integral. Siempre la dignidad de la persona humana en el centro, en una lógica del cuidado y la misericordia.[10]
Es necesario empezar desde los últimos para llegar a todos. Junto a ellos tenemos que ser arquitectos y artesanos de la paz. Que bajo la Bendición de Dios y el cuidado de la Virgen, transitemos ese camino de paz en el 2022.
Mons. Gustavo Carrara, obispo auxiliar de Buenos Aires
Notas:
[1]Francisco. Santa Misa en la solemnidad de María Santa Madre de Dios LV Día Mundial de la Paz. 1 de enero de 2022.
[2] Mensaje del Santo Padre Francisco para la celebración de la 55ª Jornada Mundial de la Paz. Nº 1.
[3] Mensaje del Santo Padre Francisco para la celebración de la 55ª Jornada Mundial de la Paz. Nº 2.
[4] Cf. Francisco. Soñemos juntos. El camino para un mundo mejor. Editorial: Plaza & Janes Editores. Pág. 59.
[5] Cf. Francisco. Soñemos juntos. El camino para un mundo mejor. Editorial: Plaza & Janes Editores. Pág. 56.
[6] Cf. Francisco. Soñemos juntos. El camino para un mundo mejor. Editorial: Plaza & Janes Editores. Pág. 8.
[7] Mensaje del Santo Padre Francisco para la celebración de la 55ª Jornada Mundial de la Paz. Nº 4.
[8] Cf. Nuestra mirada. Documentos de los sacerdotes de las villas de la ciudad de Buenos Aires y del gran Buenos Aires. (2007-2009) Santa María. Pág. 62.
[9] Mensaje del Santo Padre Francisco para la celebración de la 55ª Jornada Mundial de la Paz. Nº 4.
[10] Cf. Francisco. Soñemos juntos. El camino para un mundo mejor. Editorial: Plaza & Janes Editores. Pág. 122.