Lunes 25 de noviembre de 2024

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"Soñemos por una humanidad nueva"

Mensaje de monseñor Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, en la apertura de la Semana Social 2021 (12 de julio de 2021)

Para el Papa Francisco los sueños no tienen nada que ver con lo ilusorio sino que para él, constituyen el primer paso para la concreción de realidades. No son deseos incumplibles que se expresan de modo inconsciente sino que como queda claro en Querida Amazonia al plantear el sueño social, ecológico, cultural y eclesial, son verdaderos impulsos que se despliegan en propuestas concretas. En este caso son el resultado de un Sínodo en el que se expresó de un modo contundente la Alianza y el compromiso de la Iglesia con las comunidades vulnerables de la región en su lucha por la dignidad humada y por los derechos humanos.

El Papa Francisco también destaca la importancia que tienen los sueños cuando cita reiteradamente este texto del profeta Joel: “Derramare mi espíritu sobre toda carne, sus hijos e hijas profetizaran, sus ancianos tendrán sueños y sus jóvenes verán visiones”.

Queda muy claro aquí que la búsqueda de horizontes para los jóvenes solo se podrá concretar si se insertan como una verdadera raíz en la memoria de los ancianos evitando la ruptura de las generaciones y la fragmentación.

La pandemia que abarca a toda la humanidad ha puesto de manifiesto, como lo ha dicho el Papa reiteradamente, una gran desigualdad e inequidad.

Al comienzo de la cuarentena pudimos comprobar que en muchas regiones de nuestro país no se podía vivir el distanciamiento social, que había manos que no podían lavarse por falta de agua y falta de cloacas, distancias que no podían tomarse por la precariedad e las condiciones de vivienda en muchos sectores de nuestra Patria.

Luego se fue revelando gradualmente que la pandemia vino acompañada por otras pandemias: el aumento de la pobreza, la falta de trabajo y la asechanza del hambre. En este momento la desigualdad se manifiesta claramente también en la falta de equidad en la distribución de las vacunas en el mundo entero. Vivimos en un mundo en el que la pobreza más desgarradora convive con la riqueza más inconcebible. El 1% de los habitantes del planeta concentra en sus manos la mitad de la riqueza del otro 99% a esta situación se ha unido el maltrato de la tierra que ha sido seguramente una de las causales más profundas de la pandemia, algo se ha desmadrado y ha salido de su ambiente natural propio para perjudicar a la humanidad.

En esta circunstancia no podemos darle la espalda a tanto dolor, a tanta muerte y a tantos hermanos y hermanas doloridos por haber perdido seres queridos. Por eso debemos detenernos y pensar profundamente en un cambio de rumbo que nos conduzca a una nueva humanidad.

Para el Papa nos encontramos frente a una nueva oportunidad para poder mejorar cualitativamente nuestra convivencia social, para poder combatir el hambre y el cambio climático y la violencia generalizada, se impone un cambio cultural que nos permita salir de la cultura del descarte y entrar en la cultura del servicio.

Debemos vivir algo semejante al gran Jubileo Bíblico, este era un tiempo que se vivía cada 50 años y que tenía la sabiduría de reparar, perdonar y restablecer vínculos, era un volver a hermanarse con la naturaleza y recrear la convivencia social.

En el libro Soñemos Juntos el Papa Francisco nos invita a no perder contacto con la realidad, debemos dejar de sentirnos blindados por la indiferencia pensando que lo mejor es “no sentir”.

En medio de la pandemia ha aumentado enormemente el consumo de drogas. Más allá del drama que esto significa para nuestras generaciones más jóvenes las adicciones representan el símbolo más claro de una cultura evasiva, de una cultura que huye de la realidad y que nos invita a distraernos de ella. Esta civilización de la imagen que vivimos nos hace correr el riesgo de hacernos creer que estamos en contacto con la realidad pero en cierto sentido nos impide mirarla de frente. En este proceso debemos superar el narcicismo, el desánimo, la queja y la tristeza que nos mueven a cerrar los ojos y a refugiarnos en nuestro bienestar.

Los 8 primeros capítulos del libro de Nehemías nos hablan de la reconstrucción del templo de Israel luego del exilio. En ese tiempo se vivió una alegría profunda por el reencuentro del pueblo con sus verdaderas raíces: “La alegría del señor es nuestra fortaleza”.

A semejanza de esta situación es imperioso para nosotros reconstruir nuestra convivencia social y nuestra relación con el planeta iniciando procesos que nos permitan cambiar estilos de vida, repensar hábitos de consumo, avanzar hacia una educación en la austeridad y en el uso ordenado de los bienes, necesitaremos un nuevo humanismo y la irrupción de la fraternidad para terminar con la globalización de la indiferencia y la hiperinflación del individuo.

Una crisis es el resultado de haber olvidado quienes somos, por eso debemos recuperar valores e ir a las raíces, sabernos amados por Dios, confiar en Él y transformar el miedo en esperanza.

Para realizar este cambio agradecemos al Papa Francisco todo su magisterio en tiempo de pandemia, sus homilías, las catequesis para “Curar el Mundo” y particularmente su Encíclica Fratelli Tutti.

El carácter y la fibra de un pueblo de manifiestan en el modo de responder al sufrimiento. Es fundamental trabajar en el sentido de pertenencia al pueblo ya que una persona desarraigada y sin pertenencia es muy fácil de dominar y manipular. El Señor nos ha confiado la vida humana para poder servirla, la vida nunca es una carga, exige que le hagamos lugar ya que si nuestra autonomía exige la muerte de una persona entonces nuestra autonomía no es otra cosa que una jaula de hierro. En el mismo libro Soñemos Juntos Francisco cita un antiguo Midrash sobre la torre de Babel que era un verdadero monumento al ego del pueblo. En su construcción buscaba llegar al cielo. Si se caía un ladrillo se detenía el trabajo y el albañil negligente era castigado con severidad pero si un obrero caía y se moría, el trabajo continuaba como si tal cosa, el trabajo del obrero era reemplazado enseguida. Es necesario definir que nos importa más si el ser humano o el ladrillo. O ponemos en el centro al dinero o bien a la persona humana creando una lógica de misericordia y del cuidado.

Que en esta semana de la Pastoral Social podamos poner los cimientos para desplegar el sueño hacia una humanidad nueva.

Lunes 12 de julio de 2021. Año de San José.

Mons. Oscar Ojea, obispo de San Isidro y Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina