Miércoles 4 de diciembre de 2024

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Heridas y sueños de Argentina

Reflexión de monseñor Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco, publicada el 21 de mayo de 2021

“El sol del veinticinco viene asomando…”

¡25 de mayo, día de la Patria!

No está de más recordar que “Patria”, entre otras cosas, evoca la “tierra de los padres”.

Como un eco del cuarto mandamiento: honrar padre y madre. Así también honramos y amamos la Patria.

Y anhelamos lo mismo: una Patria de hermanos, una casa común, una familia grande.

Dios creador nos ha regalado la tierra, nuestra casa común, y ha puesto la semilla de esa maravillosa diversidad que son los pueblos y naciones de la tierra. Argentina es una de ellas.

Geografía, cultura, historia compartida.

Patria es tu casa, tu familia, tus vecinos, tu pueblo o ciudad. Tu lugar en el mundo y lo que está más allá también. Los que amas y te aman. Los que ya no están y extrañamos. Pero también aquellos con los que tenemos alguna forma de distancia o desavenencia, incluso, al menos en algún punto, insalvable.

Cercanos y lejanos, amigos y extraños; los que piensan como vos y los que no. Aquellos con los que tenés afinidad… y otros con los que parece que nada hay en común.

Pero parece nomás, porque tenemos algo decisivo en común: la común humanidad… somos semejantes… y eso tiene que pesar. Es decisivo reconocerlo.

Cuando hoy pienso en Argentina, a la memoria del corazón me vienen dos imágenes: una Argentina “herida” y una Argentina “soñada”.

Hablar de heridas es evocar sufrimiento, dolor, desencuentros. También muertes, exilio, discordia. Hoy vivimos un tiempo de mucho dolor e incertidumbres. Sí, nos sentimos “heridos y agobiados”.

Mirar nuestras heridas no necesariamente es un acto negativo: como quien se goza en el dolor, para permanecer instalado allí.

Podemos mirar nuestras heridas y encontrar en ese dolor compartido la luz que necesitamos para mirar más hondo en la vida, ver lo que es realmente importante y, de esa manera, encontrar aliento para mirarnos a los ojos, caminar juntos y soñar el futuro.

Cuando salgo de mí mismo y trato de hacer mías, de alguna manera, las heridas y cicatrices de los demás, también de mis adversarios, algo profundo cambia en nuestro modo de percibir la vida. Algo realmente humano y humanizante.

Hay que atreverse a dar ese paso. Tal vez, este tiempo duro de pandemia, de tanto dolor, nos esté dando esa posibilidad.

Por eso, de esas heridas así reconocidas y compartidas puede nacer la Argentina “soñada” de la que hablaba antes. Un sueño nuestro para las nuevas generaciones de argentinos y argentinas que están creciendo. Una Argentina más luminosa.

Es un acto de Esperanza. Y escribo esta palabra sagrada y frágil con mayúsculas porque soy cristiano, discípulo de Jesús y su Evangelio. Creo en Dios y trato de servirlo hablando de Él, de su amor y misericordia.

Esperanza es un regalo que el mismo Dios hace surgir en los corazones en los que ha sembrado la semilla de la fe. Y mirar la vida con ese fuego que alumbra es ver el futuro con la mirada transfigurada.

Feliz día de la Patria.

Sí: ¡Viva la Patria!

Mons. Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco