Jueves 28 de marzo de 2024

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Mensaje de Pascua

Mensaje de monseñor Luis Antonio Scozzina OFM,obispo de Orán, para la Pascua 2021

"El Ángel dijo a las mujeres: No teman,
yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado"
(Mt. 28,5)

Queridos hermanos y hermanas: Paz y Bien.

En esta fiesta de Pascua, que celebramos este año 2021, quiero, de una manera muy especial, invitarlos a vivir en la alegría y la esperanza el momento presente. Especialmente, en este contexto de la pandemia de la COVID 19, en la cual experimentamos miedos, angustias, incertezas e inseguridades por nuestro futuro inmediato. Tememos que pasará mañana, cómo será nuestro futuro inmediato, cómo será el modo de relacionarnos y de vincularnos en nuestros ámbitos de trabajo o estudio; como nos encontraremos con nuestros seres queridos.

Alegría y esperanza que se fundan en la experiencia que tuvieron las mujeres que fueron a ungir el cuerpo de Jesús muerto en la cruz. "Sin embargo, resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor. A diferencia de muchos de los Apóstoles que huyeron presos del miedo y la inseguridad, que negaron al Señor y escaparon (cfr. Jn 18,25-27)." (Papa Francisco)

Hoy, en medio de la realidad cotidiana de sufrimiento y dolor. En medio de tantas dificultades que vive nuestro pueblo, por la falta de trabajo y oportunidades; en medio de tantas injusticias, falta de reconocimiento de la dignidad humana, de los derechos al trabajo, a la tierra y al techo propio. En medio de las realidades de muerte y pérdida del sentido de la vida que viven nuestros adolescentes y jóvenes, inmersos en las adicciones que le ofrece esta sociedad consumista. A pesar de todo, estamos llamados a vivir la alegría y la esperanza.

La COVID ha puesto de manifiesto una pandemia mucho más grave para vivir como hermanos en la casa común. La pandemia de vivir para los propios intereses, de vivir para sí mismos intentando salvarse solos. La enfermedad social de las situaciones de corrupción de muchos sectores de nuestra sociedad: comerciantes y empresarios inescrupulosos; funcionarios y agentes públicos que se borraron de sus responsabilidades en el servicio a la comunidad. A pesar de la ausencia de una ética política en gobernantes y políticos que, en la lucha del poder para dominar a los indefensos, niegan las posibilidades de vida a tantos excluidos y vulnerables. Que, como creyentes, podamos seguir caminando en la esperanza a pesar de la falta de sensibilidad social y amor social.

Es necesario que nos animemos en la esperanza que brota de la fe Pascual, que anima a seguir caminando, a pesar de la noche oscura que se cierne sobre muchas familias y sectores marginales. Podemos seguir caminando, a pesar de los signos de muerte, y legislaciones que atentan contra la vida inocente. Vale la pena el antídoto, la vacuna de la solidaridad, el respeto al derecho del hermano, el servicio y la entrega generosa en la construcción del bien común.

Estos sentimientos, que son los sentimientos de Jesús, nos ayuden a vivir como resucitados en tiempos de pandemia. Los hemos visto en tantos hombres y mujeres de buena voluntad. Nos lo asegura el Papa Francisco: "el ejemplo de tantos de nuestros hermanos y hermanas que arriesgaron su vida hasta perderla, suscita en todos nosotros una profunda gratitud y da pie a la reflexión". "Ante esta entrega, toda la sociedad se ve animada a dar un testimonio cada vez mayor de amor al prójimo y de atención a los demás, especialmente a los más débiles"... "Pudimos descubrir cómo muchas personas que ya vivían y tenían que sufrir la pandemia de la exclusión y la indiferencia siguieron esforzándose, acompañándose y sosteniéndose para que esta situación sea (o bien, fuese) menos dolorosa. Vimos la unción derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación. Y aunque la pregunta seguía siendo la misma: "¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?" (Mc 16,3), todos ellos no dejaron de hacer lo que sentían que podían y tenían que dar."

Que la fe pascual, la fe en Jesús Resucitado, nos anime a ser hombres y mujeres que luchan, que buscan, que construyen el bien de los hermanos. Para eso, debemos ser capaces de dejarnos movilizar por los rostros sufrientes de hermanos que muchas veces esquivamos. Que podamos ser como el buen samaritano, que dejo su trabajo y sus ocupaciones para dar su tiempo al hermano caído, al hermano herido.

Queridos hermanos y hermanas, celebrar la Pascua, es un momento de encuentro en la liturgia pascual, que esperamos compartirla juntos. Que celebremos la memoria de la muerte y resurrección de un Dios que se entrega por amor, de un Dios que nos ayuda a vivir en la entrega cotidiana y en el servicio. Que vivamos la Pascua como un paso de la muerte del egoísmo a la plenitud del amor fraterno. Que podamos arriesgar nuestra vida en el cuidado de los hermanos curando sus heridas.

Que la Pascua de Jesús Resucitado nos anime a vivir en la alegría de saber que, haciendo el bien, construyendo el bien y buscando el bien de todos, es el único modo de ser felices en plenitud.

Que María, Madre de la Esperanza nos fortaleza y que la bendición del Padre Misericordioso llegue a cada familia y a cada comunidad. Fraternalmente.

Mons. Luis Antonio Scozzina OFM, obispo de Orán