En los últimos años, ya desde nuestro primer Sínodo, como diócesis venimos buscando caminos de evangelización para nuestro tiempo. Sabemos que estamos en una transformación de época que nos exige tener una comprensión de la realidad en que vivimos, y amar a Dios y a nuestros hermanos, como a nosotros mismos, como nos enseña en el Evangelio de este domingo (Mt 22,34-40). Sólo aquellos que amamos podemos evangelizar, porque la misión de la Iglesia no es condenar al mundo, sino salvarlo.
Esta cuestión de situaciones difíciles que tendremos que encarar, implica los tres temas que hemos asumido especialmente para nuestra pastoral: el laico y la santidad en el mundo; cómo evangelizar a los jóvenes y cómo evangelizar a la familia. Cada día experimentamos muchos desafíos potenciados por una sucesión ininterrumpida de cambios con los cuales nos enfrentamos. No bien digerimos algunos de estos cambios ya aparecen otros nuevos. Deberemos tomar conciencia de que el pluralismo social, está instalado de hecho en la realidad, y carece de sentido, en nuestra pastoral, vivir enojados o frustrados por lo que nos toca.
Muchas veces encontraremos que esta realidad contradice nuestros criterios, y es cierto que no tendremos que ceder a nuestra identidad, desde ya que no. Pero es necesario que entremos en diálogo y procuremos conocer más a fondo «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo» (GS 1). Por eso tenemos que ser discípulos misioneros, es decir, tenemos que ser testigos de Cristo en esta realidad, pero si nos equivocamos de realidad y la idealizamos, no la podremos evangelizar.
Con esta realidad convivimos en nuestra pastoral, con posturas diferentes, con rutinas, en la inestabilidad, con la ausencia de la visión de conjunto, con una cultura fragmentada, con una cultura que vive en contacto permanente con lo efímero y con lo descartable. Los agentes de pastoral muchas veces, no encontramos cómo comunicar el Evangelio en este contexto cultural cambiante. Si no partimos de una verdadera comprensión de la realidad, difícilmente podremos llegar a nuestros jóvenes y a nuestras familias.
«La verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad. Pero hoy todo se puede producir, disimular, alterar. Esto hace que el encuentro directo con los límites de la realidad se vuelva intolerable. Como consecuencia, se opera un mecanismo de "selección" y se crea el hábito de separar inmediatamente lo que me gusta de lo que no me gusta, lo atractivo de lo feo. Con la misma lógica se eligen las personas con las que uno decide compartir el mundo. Así las personas o situaciones que herían nuestra sensibilidad o nos provocaban desagrado hoy sencillamente son eliminadas en las redes virtuales, construyendo un círculo virtual que nos aísla del entorno en el que vivimos.» (Fratelli tutti 47)
Los temas frente a lo nuevo pueden provocar, también, en nuestros agentes de pastoral, actitudes regresivas hacia lo tradicional, peleándose desde una realidad que ya no existe, con discursos rígidos, y no pudiendo encontrar respuestas que lleven a asumir los desafíos de la nueva realidad, que permitan anunciar a Cristo, el Señor. En este contexto deberemos evangelizar y humanizar nuestra cultura, interpretar sus códigos, corregir, asumir y plenificar.
Conocer y amar la realidad será un modo concreto de evangelizar. Sólo desde el auténtico amor a Dios y al prójimo podremos hacer frente a los desafíos de nuestro tiempo.
Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas