Jueves 18 de abril de 2024

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Para servir y amar como Jesús

Editorial de monseñor José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa, para el suplemento diocesano "Peregrinamos", órgano de difusión de la diócesis (Octubre de 2020)

Quienes sentimos la llamada, con la consiguiente decisión y experiencia de ser enviados a la Misión, seguramente, que más de una vez, nos habremos identificado con la respuesta del profeta Isaías: Aquí estoy, envíame. (Is 6,8). Y este es, precisamente, el lema elegido para la Jornada Mundial Misionera de 2020, año de la pandemia del COVID- 19.

Sin duda alguna, tanto la disponibilidad interior como la prontitud en responder a la vocación de Dios y de la Iglesia, para colaborar en la misión de su designio salvador en favor de los hombres, son fundamentales para los discípulos de Jesús. María, Madre de Jesús, y su Hijo Jesucristo, Misionero del Padre, son los modelos mejores y más perfectos de la entrega total de la vida: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38), dijo María; y para Jesús, su alimento, oración, pasión y su vida entera, será: Padre, que se haga tu voluntad (cf. Mt 26, 42).

Al contemplar la vida y la enseñanza de Jesús, descubrimos que servir y amar hasta el extremo a los demás, es la síntesis de su ser y obrar, la motivación y concreción de la Voluntad divina. Con qué fuerza afirma: El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud (Mt 20, 28); con qué convicción dice a los suyos: Yo estoy entre ustedes como el que sirve (Lc 22, 27); y, a la vez, proclamará su principal y definitivo mandamiento: … Así como yo los he amado, ámense los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros (Jn 13, 34-35.

Así también, quienes a lo largo de la historia han escuchado la Palabra de Dios, procurando ponerla en práctica y siguiendo las huellas de Jesús y de María, no han hecho otra cosa más de su vida que servir y amar a Dios y a sus hermanos. Este mes de Octubre, mes de las Misiones y del Santo Rosario, está lleno de celebraciones, memorias y fiestas de grandes discípulos, amigos, misioneros y testigos de Jesús muerto y resucitado: Teresa del Niño Jesús, patrona de los misioneros, Francisco de Asís, Teresa de Jesús, de quien en el pasado veintisiete de septiembre recordamos el cincuentenario de su proclamación como doctora de la Iglesia; Margarita María Alacoque, Ignacio de Antioquia, Pablo de la Cruz, San Juan Pablo II, en este año centenario de su nacimiento, San Antonio María Claret… entre otros.

También nosotros, cada uno conforme a su propio estado de vida, estamos llamados a la santidad y a cooperar, con todas nuestras fuerzas y dones recibidos de lo alto, a la misión salvífica de la Iglesia. Aquí y ahora, en las circunstancias concretas de nuestra historia, en medio de los problemas y desafíos actuales del mundo y de la Iglesia. El pasado 25 del mes pasado de septiembre, con motivo del 75° período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Papa Francisco en un mensaje de vídeo, señaló algunos de los problemas y desafíos más urgentes de la crisis actual de la familia humana: La pandemia, la falta de respeto por la dignidad humana, ideologías reduccionistas y opresoras; deseos de poder y de control absolutos, persecuciones religiosas, refugiados y migrantes que sufren abusos; violencia contra la familia, mujeres y niños, ancianos abandonados; explotación y tratos degradantes; pobrezas, terrorismo, carrera armamentista, descuido del medio ambiente natural, etc.; flagelos y situaciones éstas que deben ser revertidas y convertirse en oportunidades para el bien, la concordia y la paz de la humanidad.

A los hombres de este mundo herido, deteriorado y frágil estamos llamados a anunciar y a vivir la Buena Noticia del Reino de Dios: Jesucristo, enviados para Servir y Amar como Él.

Mons. José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa