Viernes 22 de noviembre de 2024

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Misa Crismal

Homilía de monseñor Fernando M. Croxatto, obispo de Neuquén, en la misa Crismal (Fiesta de la Exaltación de la Cruz, 14 de septiembre de 2020)

"La cruz es cosa grande y preciosa. Grande porque ella es el origen de innumerables bienes. Preciosa, porque la cruz significa sufrimiento y trofeo, en ella sufrió su muerte voluntariamente y trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y con él, fue vencida la muerte".
San Andrés de Creta

Queridos todos los que nos acompañan, querida Iglesia de Neuquén:

Después de este tiempo tan complejo y particular en el que estamos... ‘en esta situación de pandemia, en la que nos encontramos viviendo más o menos aislados, distanciados y alejados de nuestro modo habitual y cultural d encontrarnos, aun así, estamos invitados a redescubrir y profundizar el valor de la comunión que une a todos los miembros de la Iglesia’. Y que en cada Misa Crismal queremos significar como Pueblo de Dios, como ese Cuerpo de Cristo que formamos, y que nos sostiene, ya que unidos a Cristo nuestra Cabeza nunca estamos solos. Unión que en este tiempo se ha alimentado de un modo muy fuerte por y con la oración.

Aunque pensábamos que a este día llegaríamos con otras aperturas, para poder compartir esta celebración de un modo más presencial, sin embargo, seguimos zarandeados ‘por una presencia invisible que transformó nuestra cotidianeidad en desdicha y en dolor en muchos casos, que nos deja al descubierto nuestra precariedad y nuestra incapacidad ‘para convivir y confrontarnos con lo desconocido’. No obstante, decidí no postergar más esta celebración tan querida por todos nosotros y que en el día de la Exaltación de la Santa Cruz nos es muy oportuna.

El Señor nos reúne hoy y al escuchar su Palabra, no podemos dejar de conmovernos y agradecerle…’Tanto amó Dios al mundo que nos entregó a su Hijo, para que todo el crea en El no muera, sino que tenga vida eterna ..y que el mundo se salve por El ‘ (Jn.3,16s). Y La Cruz elevada es su gran signo de Amor..¡Te adoramos Cristo y te bendecimos…porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo!...

Siempre hay vida en la Cruz, estamos invitados siempre a mirarla, a tenerla delante nuestro, ¡cómo sería de desear que en nuestros hogares la tuviéramos a la vista, cuidada, querida no como simple adorno o costumbre! Hoy rezábamos un texto de San Andrés de Creta: ‘La cruz es cosa grande y preciosa. Grande porque ella es el origen de innumerables bienes. Preciosa, porque la cruz significa sufrimiento y trofeo, en ella sufrió su muerte voluntariamente y trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y con él, fue vencida la muerte’. Me ha quedado hoy también una expresión que nos puede ayudar, ‘la cruz es el BASTÓN del peregrino’… Me recuerda siempre donde apoyarme porque ‘estoy salvado’…

El camino de cada día es arduo, se hace pesado, cansa, es inseguro, escabroso, necesitamos apoyarnos en algo, nosotros tenemos la Cruz, es nuestro Bastón. Tomarse de la Cruz, es mirarla, es contemplarla…, nos fortalece, nos trae siempre la paz…Y algo más, no nos deja encerrarnos, adormecernos, acomodarnos, nos saca de nuestro egoísmo, nos libera, porque me habla de los crucificados de hoy (¡y cuántos hay!), porque me invita a la donación, a despertarme a la entrega generosa con mi vida, porque en Ella morir es Vivir siempre. Jesús nos dice mírame en la Cruz, ‘VINE A SALVARTE’. Me gloriaré siempre en Ella dirá Pablo.

Y de esa Cruz, de ese costado abierto de su Amor, ha brotado la Iglesia, ha salido la fuerza de estos óleos que hoy vamos a consagrar y que son instrumentos de su vida divina, de su gracia, de la vida del Resucitado. Y en este contexto de hoy, los podríamos llamar ‘los respiradores del alma’, los que dan el oxígeno que necesitamos para recuperar la plena dignidad de la vida de hijos de Dios, para contrarrestar ‘el virus del mal que infecta y desequilibra nuestra vida y nos postra como humanidad, nos debilita…

Ese virus está, en muchos aparentemente asintomáticos, por afuera parece que todo está bien, pero por dentro se está contagiado, es lo que Pablo dice: ‘el pecado está en mí’… y en otros, se apodera fuertemente que los termina matando, esas encarnaciones del odio, la venganza, la corrupción, la insensibilidad, el abuso, la manipulación, la especulación, el adulterio, tantos instrumentos de esta cultura de la muerte tan evidentes hoy, aun en medio de esta pandemia en la que estamos todos metidos y donde siempre los que más pierden son los más vulnerables, los más pobres, indefensos e inocentes…

Por eso los sacramentos son vitales para la vida sana, verdadera y son garantía de esa vida eterna, de la vida plena que brota de la Cruz, así lo dijo el Señor. Este tiempo de pandemia nos tiene que ayudar a redescubrirlos más hondamente, para que no nos quedemos pegados solamente al rito sacramental, como algo mágico y darnos cuenta que el Sacramento es ´más que un rito puntual’, sino que exige vivir sacramentalmente, exige una vida sacramental acorde al sacramento recibido. Me bautizaron, se hizo el rito, pero la fuerza de esa vida divina recibida sigue activa y la he recibido para que mi vida cotidiana sea expresión de la vida de Jesús.

La Eucaristía es insustituible y la añoramos, y sabemos ‘que no podemos vivir sin ella’, aquí está el Misterio Pascual y Cristo Vivo en su Palabra y en el Pan y que lo recibimos para que vivamos su consigna ‘Hagan esto en memoria mía’, en nuestro hacernos pan partido y entrega generosa cada día y dar la vida por los hermanos.

Por eso hoy ‘renovaremos los sacerdotes las promesas sacerdotales’ para hacer posible el rito insustituible y que así sea posible una vida ‘sacramental al modo de este Cristo crucificado, sacramento del Padre y salvación para todos nosotros’. La salvación es obra de Cristo y que se acerca a muchos a través nuestro. El es el que salva y ustedes y yo, sus servidores, sus siervos inútiles como lo enseñó Él…Llamados a ser ‘sacerdotes, profetas y reyes’, cada uno a su modo propio y forjar un cielo nuevo y una vida nueva, desde ahora para la plenitud en la vida eterna.

Queridos hermanos sacerdotes, queridos diáconos, enseguida renovaremos nuestras promesas delante del Señor, de este modo virtual pero no menos real. También nosotros hemos sido expuestos y ‘afectados personal y comunitariamente en nuestra vulnerabilidad y fragilidad’ y también nosotros ‘y en nuestras limitaciones, correr el grave riesgo de replegarnos y quedar “mordisqueando” la desolación que la pandemia nos presenta’…

Como escuchamos muchas veces, ¡No nos dejemos robar la Esperanza! Que sea ‘la esperanza la que impulse nuestra creatividad, nuestro ingenio y nuestra capacidad de respuesta, junto a nuestro pueblo que nos sigue enseñando la valentía y la solidaridad para seguir acompañando al caído…Anhelando nuestra vida comunitaria, sigamos alentando la ‘comunión y misión de este Cuerpo del Señor que formamos’ y que hoy nos mantiene fuertes en esa presencia de su Palabra la cual hoy todos podemos tener.

Pongamos en las manos llagadas del Señor, como ofrenda santa, nuestra propia fragilidad, la fragilidad de nuestro pueblo, la de la humanidad entera. El Señor es quien nos transforma, quien nos trata como el pan, toma nuestra vida en sus manos, nos bendice, parte y comparte, y nos entrega a su pueblo… Participamos con Jesús de su pasión, nuestra pasión, para vivir también con Él la fuerza de la resurrección".

Mons. Fernando M. Croxatto, obispo de Neuquén