Domingo 24 de noviembre de 2024

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Elías, Simón Pedro y María

Reflexión de monseñor Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco, publicado en "La voz de San Justo" (9 de agosto de 2020)

Para esta semana que se inicia les dejos tres nombres, tres historias, tres encuentros con Dios.

“Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta…”  (1 Re 19, 12-13).

ELÍAS. El primer profeta conocido. Es fuego puro. Hombre de soledades, no teme a ninguna criatura. Hasta que su bravura es amenazada realmente. Este domingo, la liturgia nos deja al borde de uno de sus últimos encuentros con Dios. Elías, que ha sentido el paso del huracán, del terremoto y de la tormenta, siente el paso de Dios en la brisa suave. Hay que afinar el oído, salir de la cueva y exponerse para percibir su paso fugaz.

“Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: «Señor, sálvame»”. (Mt 14, 30).

PEDRO. Es también impetuoso. Tanto como generoso, desinhibido, hasta temerario. En medio de la tormenta le pedirá a Jesús, que camina sereno sobre las olas del mar, que le permita ir hacia él, caminando sobre las olas. El miedo, sin embargo, siempre llega en la vida. Simón Pedro, el impetuoso, sabrá entonces suplicar y pedir ayuda. Será la mano de Jesús la que lo sostenga: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.

“María dijo entonces: «Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi salvador, porque el miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán feliz…”. (Lc 1, 46-48).

MARÍA. Hacia el fin de semana -el sábado 15 de agosto- celebraremos una de las fiestas marianas más hermosas: su asunción en cuerpo y alma al cielo. Es la Pascua de Nuestra Señora. La escucharemos cantar las “maravillas que Dios hizo” en ella. Joven, embarazada y cantando. Vida que triunfa, exuberante y fresca, porque viene del Dios que ama la vida. Digámoslo sin vueltas: solo el alma de una mujer puede sentir y reconocer así la irrupción del Dios de la vida. Un anticipo de lo que vivirá otra mujer ante la tumba vacía. También de nombre “María”, no de Nazaret, sino de Magdala.

Tres nombres que encierran tres itinerarios que se entrecruzan con nuestros propios caminos. También nosotros, después de las tormentas, hemos podido reconocer el paso de Dios en las brisas suaves de los atardeceres. O, como al pescador de Galilea, en medio de la tormenta, mientras nos hundimos, hemos sentido su mano firme que nos sostiene y levanta. O, como la joven virgen de Nazaret, hemos sentido que no podíamos dejar de cantar lo que Dios va tejiendo en nuestra vida.

Tres nombres, tres encuentros, tres biografías para relatar la experiencia cristiana de Dios.

Mons. Sergio O. Buenanueva, obispo de San Francisco