Viernes 22 de noviembre de 2024

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Fiesta de San Cayetano

Homilía de monseñor Luis Alberto Fernández, obispo de Rafaela, en la Fiesta de San Cayetano (7 de agosto de 2020)

Queridas hermanas y hermanos, celebramos hoy la Fiesta de San Cayetano, este año 2020, como casi todo lo que vamos viviendo, de una forma muy especial, unidos a toda la humanidad, ante la “angustia y dolor” del Coronavirus, conscientes de que “todos estamos en la misma barca”, en medio de un “mar tumultuoso y embravecido”.

Por eso, lo primero que le pedimos al Santo del “Pan y del trabajo” es que nos ayude a ser capaces de “transformar juntos” este momento que se presenta como un “caos”, como una “fuerza invencible e invisible”, “frente la vulnerabilidad humana”, que pareciera “sin posibilidades y sin fuerzas” y hasta con la tentación de “bajar los brazos”.

Algunos, sintiéndose como dioses, que tienen todo dominado, pero “desentendiéndose” de los hermanos que “no les interesan ni le importan”, con actitudes “autorreferenciales”, que muestran lo más egoísta y bajo del ser humano, abren la posibilidad de nuevos contagios. Otros dejándose arrastrar por “ideologías” que llevan más al “miedo” que paraliza y aísla, creyendo que no hay “salida”, son los “profetas de calamidades”. Les es más fácil refugiarse en “componendas de juzgar” sin el profundo discernimiento que estos momentos difíciles exigen la capacidad y el trabajo verdaderamente humano.

¡Cuánto le rogamos hoy al Santo del Trabajo!, para que nos siga “comprometiendo” a todos, a poner lo mejor de nosotros mismos, a laburar antes que nada en lo profundo de nuestras vidas, para transformar este tiempo “incierto y angustiante”, “contemplando la realidad”, como San Cayetano, desde la mirada de Dios, es decir como “oportunidad” capaz de poner en funcionamiento lo más grande y valioso de cada mujer y de cada hombre, al servicio del “Bien común”. Como ya muchos lo están haciendo, desde los más niños, que acompañados por sus padres, aprenden desde pequeños lo hermoso y maravilloso que es la vida en “familia en casa”, donde todos aportamos, nos sacrificamos y jugamos juntos viviendo con “amor y sencillez”, la paciencia que se necesita en toda convivencia humana. Así como los ancianos, que después de haber vivido ya tantas experiencias en la vida, siguen poniendo con heroísmo la sonrisa, que no se pierde en tiempos duros, sabiendo que el principal trabajo humano pasa fundamentalmente por el corazón que sabe ser agradecido y que no se deja vencer ni por la misma muerte; cuando hay nietos, hijos y un país que hay que seguir construyendo, no solo en el campo, en la industria y en el comercio. Conscientes también de que lo esencial de la vida pasa por la dedicación del tiempo y el sacrificio que uno da para formar una familia para toda la vida, que es la herencia más bella que se puede dejar, habiendo vivido con dignidad del trabajo imprescindible, que es “derecho de todo ser humano”.

El Santo del trabajo y del pan, San Cayetano, nos pide a cada uno hoy, allí en tu casa, a vos que estás siguiendo por televisión, que este año tuviste que quedarte en “casa” allí junto al Santito y a tu familia en el altarcito que armaste, que es necesario como nunca mantenernos “unidos en el amor”, entre los de casa, con los vecinos, en el barrio, en la ciudad y con toda mujer y hombre, que vivamos siempre en paz, porque todas y todos somos hijos del mismo Padre Dios, amigos y hermanos entre nosotros.

Cuando parecía que ni lo íbamos a poder Celebrar a San Cayetano, hoy el trabajo y el esfuerzo humano, han hecho que El Santo llegue a nuestras casas por el “milagro de las redes sociales”, y nos pide seguir siendo “solidarios”, fraternos y compasivos, unos con otros, sabiendo compartir lo poco que tenemos, pero sin perder el esfuerzo, que huye de las prebendas y arreglos mezquinos que solo conforman a pocos y nos distancian de ser verdadero pueblo de Dios. Una alegría sencilla y humilde, que pone nuestro pensar y obrar, no en el “acaparar, ni en ponerte por encima de los demás”, y menos aún, en utilizar y manipular a los demás por ansias de poder, dinero o privilegios que tanto deshonran a la patria y al bien común de un pueblo trabajador y honesto.

San Cayetano danos esa lucidez que hoy necesitamos, inspira nuestros pensamientos, motiva, corrige y danos la santa confianza, que es una manera de ser, que no divide, ni enfrenta, ni humilla o descalifica, sino que se abre a lo nuevo cada día y es capaz de engendrar siempre vida que vale la pena. Ayúdanos a seguir creyendo que la mutua ayuda es un tesoro inmenso que le diste al pueblo argentino, que vale mucho más que las peleas y enfrentamientos, discusiones que retrasan el verdadero crecimiento, donde todos tengan las mismas posibilidades, y caminemos animados con esperanza.

Tu San Cayetano, que siempre estás y nos ayudas, confortas, que desde tu mirada tierna, nos llamas a tener actitudes abiertas y creativas para el trabajo, danos el don de querernos escuchar con docilidad, confiando y creyendo en el que tengo delante, abandonándome con fe al Dios Misericordioso como lo hacés vos, teniendo al Niño Jesús en tus brazos fuertes, que nos sostienen y cobijan a todos.

Querido Santo del Pan y del Trabajo, que no olvidemos nunca que todas y todos somos imagen del amor de Dios, y eso hay que “trabajarlo” siempre, cada día de nuestra vida y transmitirlo con bondad a las generaciones futuras, no imponerlo sino mostrarlo con una vida sencilla, sacrificada, honesta y alegre.

San Cayetano ayúdanos a preparar el futuro, no perdiendo nunca de vista la “dignidad a la que está llamada cada mujer y hombre” de este mundo. Ayúdanos a no perder de vista el “Bien Común” que tenemos que construir entre todos cada día de nuestra vida. Santo del pan que en la mesa de los pobres no falte el pan ganado con honestidad y esfuerzo cada día. Querido San Cayetano que no olvidemos jamás la destinación universal de los bienes, que no son para unos pocos y que podamos cuidar con amor esta casa común que Dios nos ha confiado. Amén

¡VIVA SAN CAYETANO!

Mons. Luis Alberto Fernández, obispo de Rafaela