Viernes 19 de abril de 2024

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Despedida de la diócesis de Lomas de Zamora

Carta de monseñor Jorge Torres Carbonell, obispo electo de Gregorio de Laferrere de los fieles de la diócesis de Lomas de Zamora (3 de agosto de 2020)

Muy queridos hermanos

Ya cerca de partir y también de continuar mi vida en la Iglesia ahora en una Diócesis vecina, en Gregorio de Laferrere, quería dejar mi recuerdo y mi agradecimiento por estos cinco años compartidos con ustedes.

Desde que fui ordenado Mons. Lugones me asigno la Vicaria de Esteban Echeverría-Ezeiza, que en realidad pasaron a ser mi lugar pastoral habitual, porque si bien desde que me traslado a la Vicaria de La Ribera, no pude casi moverme, solo dos reuniones en esa zona pude compartir y luego nos sobrevino a todos este tiempo de pandemia con la necesidad de guardarnos y así realizar una tarea pastoral, que ciertamente fue muy limitada, pero con nuevos desafíos. Las preocupaciones por lo que más convenía realizar, impidieron celebrar y visitar a las comunidades. Si hubo tareas para estar cerca y sostener a los que de otros modos, especialmente por las ayudas que a Caritas y de otros que se ocuparon y se ocupan de las urgencias. Pero todo lo previsto para la Cuaresma y la Pascua se hizo de “modo virtual”.

Tuve la alegría de vivir estos años la tarea de acompañar a las comunidades del oeste en aquellos municipios. Y confieso que a medida que fueron pasando estos años aquella ausencia inicial de no tener comunidad que viví al dejar de ser párroco, empezó a tener otra dimensión al visitar las Parroquias y las Capillas, conociendo a muchos de ustedes y que a medida que paso el tiempo y al repetirse esos encuentros se dimensiono de un modo nuevo esa “comunidad” que se fue generando al compartir con muchos de ustedes.

Se conjuga muy lindo entonces la confianza y amistad con los curas y lo subrayo, con muchos de ustedes que al confiarme la cercanía pude visitar, compartiendo tanto que me llevó en estos días a poner un título a lo vivido: la mochila cargada de vidas y nombres, que tan lindo lo dice el Padre Julián Zini: el Avío del alma. Llevo el corazón muy cargado y feliz.

Lleno, muy lleno está ese avío. Lleno de celebraciones, de encuentros luego de haber hecho presente a Jesús en misa, muy rodeado de monaguillos y monaguillas. Haber celebrado la confirmación en tantos que reafirmaron la fe, lleno con las salidas con la Virgen, lleno en el andar por los barrios más alejados, lleno por la entrega casi sin límites en los comedores, lleno por la dedicación en las escuelas. Por visitar las capillas, a las que en ocasiones algunos de ustedes me invitaban y luego tenía que avisarle al cura, por si se mandaron solos en el pedido.

En este recorrido se me confirmo la confianza, que es un valor que llevo en el corazón, que me marcó la vida y que se visibilizó este andar juntos, compartiéndola, viviendo esa confianza que sostiene en la vida que a muchos se les hizo difícil, pero al brindarse y así encontrarnos, siempre pudimos sostener la esperanza. Y entonces al volver a repetirnos una y otra vez con tantos encuentros, la verdad que fue siempre una alegría que me definió con mucha claridad lo que el ser obispo es ser Padre. Haber vuelto a pasar por muchos de estos lugares también me permitió ver crecer a los más chicos, hoy jóvenes, como retengo de un mensaje: “hoy siendo más familia”. Guardo muy bien estas palabras porque expresan esto que recibí.

El haber vivido la paternidad, con unos y otros, con las religiosas y religiosos, con los curas y con los laicos. Descubrí y viví así esta dimensión que Dios me siguió pidiendo y que me hizo descubrir que así somos comunidad. Una alegría, sinceramente y de verdad y al escribir me fluyen muchísimos nombres que me marcaron el corazón y que llevo muy presentes, incluso en fotos. Me encantó cuando me decían: “otra foto, para actualizar imagen”. Eso solo, me compraba el corazón, obvio que si miro otras muchas fotos, encuentro bautismos en las barriadas, el Vía crucis interminable y lleno de fe e historia de barrio en Suarez. Aquí me salí del libreto en no particularizar, pero son tantos los recuerdos agradecidos, que seguiría.

También, porque la Diócesis es muy grande me fue tocando ir a otras comunidades en las otras Vicarias, solo en dos parroquias no pude celebrar, pero fue la gran ocasión para replicar de modo más esporádico el vínculo grande que tuve en la Vicaria a mi cargo, pero como digo con sinceridad hubo y hay muchos con los que con un par de veces de visita, fue creciendo esta gran familia diocesana en mi corazón, desde Budge y Fiorito hasta San Vicente, yendo por Temperley y avanzando por Glew, Claypole, Guernica, A. Korn. Un recuerdo que fue providencial, fue el llevar las reliquias de San Cayetano, que en Burzaco dispusieron para que celebrara en nueve capillas, de las catorce que hay en la Diócesis y fue esa linda ocasión de conocerlas y celebrar, de otra manera los días 7, no hubieran alcanzado.

Y todos los encuentros diocesanos que siempre fueron esa ocasión de grandes celebraciones y con el signo muy grande de no medir distancias para poder concurrir. La tarea diocesana tiene esta realidad y con muchos que detrás se ocupan y se entregan: en la misión, en las instituciones, en Caritas, en la pastoral de jóvenes, en la liturgia diocesana, los scouts, Acción Católica. Siempre con ese deseo de seguir creciendo y que va en relación directa a la historia de Lomas, afirmada en Nuestra Señora de la Paz que tiene en su origen histórico una riqueza que se ha ido desentrañando en los años con la fuerza de su presencia.

Mi agradecimiento está muy presente a Mons. Jorge Lugones que me recibió y ordeno obispo, en los curas con los que vivimos la confianza que nos ayudó a mirar la vida queriendo acompañarnos. Esto lo expreso con claridad porque lo viví como un valor que me hace extrañarlos de un modo muy particular, esto es muy sincero y al escribirlo me emociono, de verdad. A las religiosas y religiosos, sin dudas que el lugar de las Carmelitas es el propio de quienes no solo sostienen a la vida diocesana, a los curas de un modo especial. Al seminario de la Santa Cruz, que con sus curas tan queridos y los muchachos que están haciendo su camino, le darán mucho a los barrios que los esperan.

Mi vida ha sido y seguirá siendo una andar “acompañando los pasos del pueblo peregrino”, que lo llevo como lema y que broto de mi camino previo a ser obispo, definiendo así mi lugar en la Iglesia, tratando de ser cercano para acompañar en los lugares en los que oportunamente hiciera falta, para algunos y en muchas ocasiones a los más ocultos y feliz que así haya sido porque quedó solamente la huella de Dios en lo vivido y compartido.

Gracias mis queridos amigos, voy a un lugar muy cercano de Lomas, no será necesario mostrar documentos para cruzar el limite! Y creo que lo bueno en esto es que hay tareas que son comunes y en este querido conurbano compartimos desafíos que nos necesitan a todos muy unidos y comprendiendo tantas realidades. De hecho en este tiempo previo a mi partida en encuentros que ya tuve con la diócesis de Laferrere “vía zoom”, como ya acuñamos todos, hay muchas actividades que están relacionadas, o sea el vecindario cuenta! Por eso, nos veremos asomados en la orilla del algún arroyo, en alguna visita de la Virgen o en algún servicio o urgencia de las barriadas.

Los quiero y los recuerdo con ese amor de Padre que recibí y lo quiero hacer ofrenda en mi oración, en mi corazón y en los recuerdos que son sellos que Dios sabe cómo me han ayudado. Gracias!! Y Mi bendición.

Mons. Jorge Torres Carbonell, obispo electo de Gregorio de Laferrere