¡Cuánto nos cuesta entender los misterios de Cristo y, más aún, reproducirlos, poniéndolos en práctica! Porque una cosa es conocer la Palabra de Dios y querer ser familia de Jesús; pero otra muy distinta, es cumplir y hacer la voluntad de Dios; y sólo, son verdaderos hermanos y discípulos de Jesús, quienes cumplen y hacen la voluntad del Padre Dios (cf. Mt 12, 50; Lc 28).
Pasó el mes de julio, dedicado a Nuestra Señora del Carmen, Madre y Patrona del Pueblo de Formosa. Continuamos todavía con los límites y las oportunidades de la pandemia del COVID-19. Hicimos memoria de grandes santos, los amigos de Dios y de los hombres, cuya entrega y testimonio de vida nos estimulan siempre a seguir, cada día más, a Jesús y a servir y a amar, más y mejor, a la Iglesia. Mencionamos a algunos de ellos: Santo Tomás apóstol, Santa Nazaria Ignacia, San Benito, Santa María Magdalena, San Francisco Solano, Santiago Apóstol, Santa Marta y San Ignacio de Loyola… cada uno de ellos, con su propia vida y carisma. Todos se manifiestan firmes, constantes y perseverantes en la fe y en el servicio, para la gloria de Dios y el bien de sus hermanos.
Y en el presente Agosto, tiempo previo de una nueva Primavera, mes dedicado a los Catequistas, nos acompañarán, en la Oración y en la Liturgia, otros grandes testigos de la fe; algunos, patronos de nuestras comunidades cristianas: San Juan María Vianney, San Cayetano, Santo Domingo, San Lorenzo, Santa Clara y San Maximiliano; San Juan Eudes, San Bernardo, San Pío X, San Bartolomé, San Luis Rey, Beato Ceferino, Santa Mónica y su hijo San Agustín, Santa Rosa de Lima y San Ramón Nonato; y en el centro del mes y de todos ellos: la Bienaventurada Virgen María, Madre de Jesús, en la Solemnidad de su Asunción al cielo. El mero hecho de recordarlos y pronunciar sus nombres provoca en nosotros una gran alegría, ejemplaridad y súplicas de intercesión; es como tener presentes a muchos hermanos de una gran familia. Y así somos: la Familia de los hijos de Dios.
La Palabra de Dios, los Sacramentos, sobre todo la Eucaristía y la Reconciliación, la Oración, la vida y compañía de los Santos, la abnegación y austeridad, y el amor y el servicio a los más pobres, son realidades que debemos potenciar e intensificar en este tiempo del coronavirus global. Se avecinan, y ya están presentes, graves crisis sociales y pobrezas en muchos hermanos. Es, por tanto, el tiempo oportuno para acrecentar nuestra fe y la confianza en la bondad de Dios, tiempo de caridad creativa, de acciones solidarias concretas en favor de los demás; verdaderamente, Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman (Rom 8,28).
Pido a todos una oración muy especial al Espíritu Santo por el Clero de Formosa: presbíteros y diáconos, junto a su Obispo, Dios mediante, del 10 al 13 de este mes, realizaremos, de modo virtual, nuestros Ejercicios Espirituales Anuales. Y al finalizar los mismos, el viernes 14, en la Iglesia Catedral, celebraremos la Misa Crismal, con la Renovación de las Promesas Sacerdotales, la Consagración del Santo Crisma y la Bendición de los Óleos de los Catecúmenos y de los Enfermos; celebración, que teníamos pendiente desde el pasado mes de Abril.
Sigamos, conforme a nuestro lema pastoral diocesano, manifestando la Vida de Jesús y de María, e imitando su entrega generosa. Busquemos siempre y en todo, la Gloria de Dios. Vivamos, como ellos, para servir y dar la vida por los hermanos.
Mons. José Vicente Conejero Gallego, obispo de Formosa