En la primera lectura, el Libro de la Sabiduría, nos habla de la paciencia de Dios frente al actuar del hombre. Dios es paciente, justo, actúa a su tiempo. El tiempo de Dios no coincide con el tiempo del hombre. Nuestra impaciencia, nuestros apuros, nuestra impulsividad nos llevan a actuar muchas veces sin adecuada objetividad, sólo como reacción y sin tener en cuenta que “el justo debe ser humano” en cuanto a la comprensión de las acciones de los demás. Dios es justo y misericordioso y nos ayuda a crecer en una mirada más abarcadora de la realidad para no actuar por impulsos e injustamente.
El evangelio, nos presenta otra parábola vinculada a la vida agraria del pueblo de Israel. La parábola del trigo y la cizaña nos narra una historia muy significativa, donde la obra de un hombre es traicionada por su enemigo que, aprovechando de la noche, siembra cizaña junto al trigo que había sido sembrado antes…. En la oscuridad, de la noche, la siembra de quien desea hacer el mal.
La tentación es arrancarlo todo… El dueño pide esperar…. A su tiempo se podrían diferenciar trigo y cizaña… Sino, se correría el riesgo de arruinarlo todo. Es ahora Jesús, el que nos revela en la actuación prudente del dueño, el tiempo de Dios, la espera de Dios.
El tiempo nos da a los hombres, la oportunidad de considerar el conjunto de un ciclo, para observar con más tranquilidad, diferenciar las cosas y tomar mejores decisiones…
La parábola del trigo y la cizaña nos habla de procesos necesarios que hay que hacer, de esperas importantes que tener, que no sean ingenuas o negligentes, pero que consideren todos los elementos que hay que tener en cuenta a la hora de decidir… Nos enseña el Papa Francisco, “Para llegar a un punto de madurez, es decir, para que las personas sean capaces de decisiones verdaderamente libres y responsables, es indispensable dar tiempo, con una inmensa paciencia. Como decía el beato Pedro Fabro: «El tiempo es el mensajero de Dios»” (EG 171).
La espera nunca deberá ser cómplice de lo negativo… no esperamos para empeorar las cosas, sino que mientras aguardamos, seguimos obrando el bien. En esta larga cuarentena, hablar de espera, de tiempo, nos resulta dolorosamente actual, aplicable a lo que nos pasa… Esperamos, pero con angustia, sin horizonte, a veces haciéndonos eco de la desesperanza de los otros o de su malhumor…. Esperemos, pero con voluntad, con ganas, apostando a que vendrá un momento en que veremos con más claridad; entonces, como fruto de la prudencia, de acciones bien meditadas, de un obrar delicado y responsable, tendremos algo mejor, y podremos salir adelante juntos.
Hoy recordamos a Mons. José Aníbal Verdaguer y Corominas, a los ochenta años de su fallecimiento (El Plumerillo, 15 de abril de 1877 - Mendoza, 19 de julio de 1940), primer Obispo de Mendoza desde 1934 hasta su muerte; lo recordamos con afecto pidiendo por su eterno descanso y agradeciendo su fecunda obra entre nosotros, en la que se destaca la fundación de las hermanas obreras catequistas en 1937 y su importante labor como historiador, con publicaciones tan importantes como la Historia Eclesiástica de Cuyo (1931) y la Historia de Mendoza (1935).
Mañana es el día del amigo. Aunque no podremos ver a tanta gente querida como en otros años, bien sabemos que el don de la amistad es superior a la posibilidad del encuentro material…. Lo trasciende y lo agradecemos presente en nuestros recuerdos y en la vida diaria… Recemos por los amigos y honremos nuestra amistad, según el testimonio de Jesús, el amigo fiel.
Mendoza, 19 de julio de 2020.
Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza