Domingo 24 de noviembre de 2024

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Domingo 15° durante el Año

Homilía de monseñor Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza, para el 15° domingo durante el año (12 de julio de 2020)

En la primera lectura, el Señor nos manifiesta su deseo de llegar a nosotros, de manifestarnos su voluntad, de comunicarse con nosotros. Así como la lluvia o la nieve, hacen un proceso en la tierra, dando lugar al ciclo de la fecundación, de la siembra y la cosecha de los alimentos, la Palabra de Dios hace historia, transformándola, la nuestra personal, la de un pueblo, la de la Humanidad ...

Comenzamos este domingo a leer el capítulo 13 del Evangelio de Mateo, que nos irá entregando en estas próximas semanas un conjunto de parábolas iluminadoras de nuestro crecimiento en la fe. ¡Cuántas veces hemos leído la parábola del sembrador! Y siempre, tiene una novedad para aportarnos. La explicación del mismo Jesús nos ayuda a descubrir su sentido.

Como el sembrador que esparce su semilla, Dios sale a nuestro encuentro para entregarnos su Palabra. Busca iluminar nuestras vidas y es su deseo fecundarnos para dar mucho fruto.

Los distintos terrenos que reciben la semilla nos hacen entender nuestras actitudes a la hora de recibir la Palabra de Dios, así como el proceso interior que le sigue: el camino, las piedras, las espinas y la tierra buena, reciben esa semilla por igual; sin embargo, cada uno de estos tipos de terreno tiene distintas aptitudes a la hora de la recepción plena de la semilla.

a) El camino recibe la semilla. Pero no hay tiempo ni espacio para que la semilla anide en la tierra. La dispersión de los caminantes, la prisa de los viajeros no la dejan arraigar. Nos pasa con nuestras dispersiones y distracciones que no nos permiten hacerle lugar a la Palabra. Hay apuro, cosas que hacer, compromisos a los que llegar…. Y la Palabra queda rebotando sin que la acojamos en nuestro interior.

b) Las piedras reciben la semilla. Los huecos entre las piedras, la poquita humedad que los habita, permite que la semilla se haga pequeña planta sólo que no va a durar mucho…. No es tanto lo que la alimenta y le permite crecer… Flaqueará con el tiempo… inconstante como nosotros que recibimos la Palabra con alegría, pero después aflojamos y nos dejamos ganar por la inconstancia. 

c) Las espinas reciben la semilla. Y la ahogan. En realidad, no quieren la semilla. Les molesta. Quieren quedarse como dueñas absolutas del espacio. Nos pasa con la Palabra. No le damos espacio. Preferimos otras cosas, algunas nos dan bienestar, otras inclusive nos quitan paz y serenidad. A la sana inquietud de la Palabra y la libertad que nos da, preferimos el agobio de lo material, de la negatividad y otras cosas que nos oprimen.

d) La buena tierra recibe la semilla y se deja fecundar por ella. Así nos pasa cuando dejamos a Dios serlo en nuestras vidas, no impidiéndole actual sino aceptando lo bueno y lo grande que Él ha hecho en nosotros, para que lo que somos, sea definitivamente el lugar donde Él nos lleve a plenitud.

¿Qué tierra, qué espacio somos para la Palabra de Dios en esta cuarentena? Dios nos llama a recibirlo, nos invita a encontrarnos, nos busca para fecundarnos…. Se trata de disponernos para hacerle lugar en nuestro corazón, en nuestra vida, en nuestras actitudes. La Palabra activa nuestra solidaridad y nuestra esperanza. Si recibimos la Palabra, se abre para nosotros un camino nuevo, aún en estos tiempos difíciles, muchas veces de desolación interior ante los embates de una época inédita que tendremos que elaborar para contar a las generaciones futuras. Y Dios seguirá invitándonos a seguir caminando en su presencia. Para dar fruto. Mucho fruto.

Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza