Martes 16 de abril de 2024

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Hesayne, más que profeta

Artículo de monseñor Virgino Domingo Bressanelli SCJ, obispo emérito de Neuquén sobre Mons. Hesayne (11 de mayo de 2020)

HESAYNE, MÁS QUE PROFETA[1]

 

El 1° de diciembre de 2019 murió en la ciudad de Azul (Buenos Aires, Argentina) el Padre Obispo Miguel Esteban Hesayne, obispo emérito de Viedma. Habría cumplido 97 años algunos días después, el 26 de diciembre. Hasta tres semanas antes de su muerte, momento en el que fue afectado por un ACV, mantuvo una buena lucidez mental que le permitió acompañar, con una mirada crítica y de fe, los avatares del pueblo argentino y el ministerio de la Iglesia dentro de esa historia.

Todos los Medios de comunicación social se hicieron portadores de la noticia, destacando la personalidad y valentía de Hesayne en la lucha por los Derechos Humanos y su decidida postura contra las violaciones efectuadas por las Fuerzas Armadas Argentinas durante el período de la dictadura militar sufrida por el País entre los años 1976 y 1983. Todos lo calificaron como “profeta de los derechos humanos”, sin ahondar en la mística y las razones profundas que operaron en la mente, el corazón y la vida entera de Hesayne.

Recordarlo solo por su postura social y por su benemérito compromiso en favor de la justicia, la defensa de los últimos y los Derechos Humanos, sería desconocerlo y descontextualizar lo que él era y enseñaba. A una persona no se la define por las coyunturas, sino por la opción fundamental que atraviesa toda su vida.

Ciertamente fue un “profeta”; pero también “mucho más que profeta”. Su personalidad es la de un hombre cabal, que vibraba, gozaba y sufría con todo lo humano; un cristiano cuya carta magna fue siempre el Evangelio; un sacerdote convencido; un obispo jugado; un apóstol de la Palabra; un hijo fiel de la Iglesia, a la que amó hasta el extremo y trató de sentir siempre con ella; un padre de los pobres y defensor de los débiles, ofreciendo la gracia de Cristo a todos; un servidor de la vida consagrada, sobre todo vivida en la secularidad, acompañando el Instituto Cristífero; un místico centrado en la Eucaristía, de mucha oración, con grande amor a María de la Visitación. Su deseo era morir orando. Los testigos de sus últimos días y horas hablan de su ansiedad por celebrar o recibir la Eucaristía y como, cuando aparentemente estaba inconsciente, “seguía orando, pronunciando el nombre de Jesús”[2]

Parecería casi la descripción de un ser ideal; pero la característica de Hesayne es que todo eso lo vivía y lo expresaba en la vida normal y cotidiana. Era algo habitual en él, cuyo propósito era vivir el misterio de la encarnación, en el corazón del mundo sin ser del mundo, a través de su ministerio. Al mismo tiempo era el hombre que gustaba del asado y del mate, visitas a las familias, encuentros con las personas, reuniones con amigos, largos diálogos con sacerdotes o con hermanos obispos, con discursos fraternos, simples y comprometidos; y muchos espacios de “silencio”, estudio, reflexión y oración. Todo en la espiritualidad de la Visitación, como cuando María se encontró con Isabel.

Datos biográficos[3]

Nació el 26 de diciembre de 1922 en la ciudad de Azul provincia de Buenos Aires. Realizó sus estudios en el Seminario de La Plata y fue ordenado sacerdote el 12 de diciembre de 1948.

Ya sacerdote, fue Prefecto del Seminario Diocesano de Azul, luego profesor de Latín y de Literatura. De allí estuvo en las Parroquias de: Tapalqué, Veinticinco de Mayo, Lamadrid, Las Flores y en la Catedral de Azul. Fue Capellán Auxiliar (no castrense)[4] del Regimiento 10 en Azul y luego Capellán Auxiliar de la Base Naval Azopardo. Vicario Diocesano de Pastoral, formó y alentó el Equipo Diocesano de Pastoral Rural y promovió los Equipos Parroquiales. Se vinculó activamente a la COEPAL (= Comisión Episcopal de Pastoral) a través de su Obispo Mons. Manuel Marengo, que la integraba junto con Mons. Vicente F. Zazpe y Mons. Enrique A. Angelelli[5].

Cursó estudios de Teología Pastoral en el Departamento de Pastoral Social de la Universidad de Teología de Lille (Francia) y estudios de Eclesiología con el Teólogo Yves Congar en París.

Fue nombrado Obispo de Viedma, Río Negro, el 7 de marzo de 1975; ordenado el 4 de junio, se hizo cargo de la Diócesis el 8 de julio del mismo año; servicio que prestó durante 20 años. En ese período, propició la creación de las Diócesis de Alto Valle de Río Negro y de San Carlos de Bariloche, ambas desmembradas de Viedma.

En 1995, con el beneplácito de S.S. Juan Pablo II, renunció al gobierno pastoral de la Diócesis para dedicarse a la formación socio-política cristiana del laicado desde la Enseñanza Social de la Iglesia, y para acompañar en especial al laicado consagrado, en y desde el Instituto Cristífero, Instituto Secular de vida consagrada del cual fue co-fundador con la Srta. Esperanza Beatriz Abadía, llamada también “Betty” Abadía. Este Instituto nació en la localidad de “Veinticinco de Mayo” (Prov. De Buenos Aires) en el año 1955. Se constituye en dos ramas: Miembros plenos y Matrimonios asociados.

En el año 1979, con Miembros de varios Institutos Seculares, fundó la Junta Nacional de Institutos Seculares de Argentina (JISA). Fue durante varios años Asesor y luego Delegado Episcopal de esta Junta Nacional. Participó de los Congresos Mundiales de Institutos Seculares realizados en Roma en los años 1980 y 1984 y en Brasil en 1996; y de los Congresos Latinoamericanos realizados en Buenos Aires en 1978, en Colombia en 1982, en Chile en 1986 y en México en 1990. Asesor Nacional de la Obra Kolping Argentina, durante varios años.

Al dejar el gobierno pastoral de Viedma fundó, con el obispo Metodista Aldo Etchegoyen, la “Asociación Jaime de Nevares”, destinada a la formación política de los laicos, con cursos a distancia y semipresenciales.

Fueron editados 6 libros con sus escritos: “Cartas por la Vida”, “Una Voz del Sur”, “Hambre de dignidad”, “Jesucristo Vida para el Pueblo”, “Desde los pobres a Todos” y “Perfil cristiano”. A esta colección vale añadir también el libro “Diálogos en Azul” (con el subtítulo: Tres peregrinos, un camino y el Concilio Vaticano II). Es un diálogo entre el Padre Obispo Hesayne, el Pbro. Juan Ángel Dieuzeide y el Pbro. Carlos Alberto Moia; un libro que revela el pensamiento, el sentido social-eclesial-sacerdotal y la interioridad de los tres.  También es autor del Documento Final del Sínodo Diocesano de Río Negro y de varios artículos sobre temas pastorales y de espiritualidad cristiana en diversas revistas. Dio Conferencias en las Universidades de: Buenos Aires, Mar del Plata, La Plata, Azul, Olavarría, etc. y en las Municipalidades de Azul y de Saladillo. Cursos en Buenos Aires, San Antonio de Arredondo (Córdoba), Río Cuarto, y otros centros.

En los años 1995 y 1997, invitado por Sacerdotes de Alemania, dio en varias Parroquias alemanas Cursos sobre Comunidades Eclesiales de Base. Tuvo un Sitio en Internet (www.cristifero.com.ar), en el que todos los domingos presentó la homilía dominical, hasta el fin de su vida.

Fue distinguido por la Universidad Nacional de Río Cuarto (Córdoba) que le otorgó el título de Dr. Honoris Causa el 31 de Mayo de 2001, por su defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos «en un momento en que la palabra podía ser castigada con la muerte» (Rector Leonidas Cholaky)[6].

Fue titular de la Cátedra de Derechos Humanos en la Universidad Nacional del Centro de la Pcia. de Buenos Aires. El Concejo Deliberante del Partido de Azul le otorgó la “distinción de Ciudadano ilustre del Partido de Azul”.

El 10 de diciembre de 2004, el presidente Néstor Kirchner lo distinguió con el premio “Azucena Villaflor de Vincenti”, por su denuncia de los crímenes de la dictadura y su lucha contra la impunidad. Junto con la Sra. Olga Márquez de Arédez, esposa de un médico desaparecido, fue la primera persona a recibir este reconocimiento, que Hesayne aceptó, bajo la condición de que en los planes de enseñanza primaria en Argentina se incluyera el tema de los Derechos Humanos y su defensa.

Sentido de familia

El talante humano, que lo hacía cercano a todos, transparente, capaz de los más hondos sentimientos de compasión ante el dolor ajeno, y su actitud de diálogo tienen su origen en el ámbito familiar. Allí fue gestando la mirada de fe sobre las personas, las cosas y los acontecimientos, como también su sentido de familia, su calidez en las relaciones humanas y su respeto por los demás.

Estando al testimonio de él mismo, estos valores eran patrimonio familiar.  Hablaba de una hermana fallecida como santa, y de su hermano casado que se hacía cuestión de comunicar lo mismo a sus propios hijos. Su papá era un emigrante libanés llegado a Argentina con el pasaporte del Imperio Otomano. Por eso sus colegas (compañeros, sacerdotes, obispos…) llamaban al padre obispo Hesayne con el apodo de “Turco”[7]. Su mamá era argentina descendiente de vascos franceses. Ambos, con fuertes convicciones de la fe católica, de la unidad de la familia y del valor del trabajo, educaron sabiamente a los hijos.

Lo poco que sabemos de su padre, don Elías, delinean la semblanza de un hombre recto y cariñoso, muy cercano a los hijos. Su madre (doña Pepa) transcurrió sus últimos años en la residencia del Instituto Cristífero de la ciudad de Azul. Su relación con él era muy tierna y respetuosa. “Solía llamarlo cariñosamente “Lito”, y cuando alguna actitud del padre obispo Miguel Esteban no la dejaba muy conforme le decía: “Escúcheme, señor obispo…”. Y el padre hacía gala de su buen humor y le seguía la corriente como un buen hijo”[8]

Este perfil familiar lo extendía para con el clero, con los seminaristas y también con los laicos. De temperamento bueno y alegre, le gustaba invitar a una linda mesa y ser invitado. Y no desdeñaba invitaciones. Por otra parte, le disgustaban aquellas “cenas que perdían el aroma familiar, porque detrás existía el interés de observarlo más de cerca. Es también en este ambiente donde relucía una característica que mantuvo toda su vida: jamás se prestaba a “chismes”, habladurías o críticas sobre otras personas.  “Nunca le escuché criticar o desdeñar negativamente a alguien”, dice un testigo [9], y con él concuerdan todos los amigos más apreciados que tuvo.

Este aire familiar trató de infundirlo en la Diócesis (por ende, en la Iglesia) y en el Instituto Cristífero. En este clima de familia también aceptaba las miradas distintas que los cercanos a él podían tener sobre la realidad. Eso no lo distanciaba, ni siquiera de las personas que lo rechazaban, lo criticaban o que, en los momentos difíciles, por temor al compromiso llegaron a ignorarlo, hacerle el vacío, o a acusarlo de “temporalista” que él recordaba “sin resentimiento alguno”[10]. Cuando se le insinuaba algo acerca de la discrepancia que, en los años de la dictadura militar, tuvo con algún hermano obispo, solía cerrar el tema diciendo: “un día nos sentaremos juntos, uno al lado del otro, en la mesa del Reino”.

Un ícono de su vida fue ciertamente la “mesa de familia”, signo emblemático de la Eucaristía, la Palabra que ilumina el camino de la fe, la vida compartida, el compromiso con la historia cotidiana, su entrega ministerial, su imagen de Iglesia, a la que amó y obedeció filialmente hasta en el detalle, y su esperanza de la vida eterna.

Este “sentido de familia”, trató de imprimirlo a fuego en la Iglesia Particular de Viedma, por la que se entregó a fin de que fuera “Familia de Dios, cuya misión es construir fraternalmente la nueva Civilización del Amor, anunciando y anticipando así el Reino de Dios definitivo” [11].

Su opción vocacional

En la última carta que dirige un mes antes de su muerte al Episcopado Argentino, reunido en Asamblea Plenaria, Hesayne recuerda con gratitud su formación en la Acción Católica cuando era adolescente y joven. Allí “conocí la Doctrina Social de la Iglesia, que me despertó una inquietud social en los diversos momentos de mi vida pastoral” [12]. En ese contexto, el testimonio de un sacerdote de la Diócesis de Azul, lo hizo cuestionarse sobre su vocación.

Contó varias veces: “Yo pensaba ser militar”. Pero la pregunta directa de un sacerdote: “¿Nunca pensaste en ser cura?”, quedó dando vuelta en su corazón. “Se decidió y entró al seminario (a los 13 años) en contra de la opinión de su padre. Comentaba siempre que no podía tomar sopa dado que, estando en el seminario, en plena hora del almuerzo, se presentó su papá para hablar con él y exigirle-rogarle que volviera a su casa, que dejara el seminario. Me contó que su papá había llorado y luego ante su negativa se retiró. “Ese mediodía no pude seguir almorzando y vomité la sopa que había tomado…”[13].

Optar por ser sacerdote, fue para él una opción sufrida, tanto más si se piensa en la relación afectuosa con su papá y el resto de la familia. En ese contexto, significó para Miguel Esteban un salto de calidad y un paso firme que nunca volverá a cuestionarse. Ha puesto la mano al arado y no mirará para atrás. Eso marcará el perfil de seminarista y de pastor que él será.

Una mención, posiblemente autobiográfica, que Hesayne hace en una homilía, describe el tipo de candidato al ministerio sacerdotal que él fuera y el tipo de pastor que se propuso ser, pues refleja una opción pastoral que marcó toda su vida: “Devolver al pobre su dignidad humano divina” [14].  Dice:

“Tratando el tema de los pobres, una primera instancia es no caer en simple sentimentalismo de lástima y de ayuda material de aquello que nos sobra. …el hilo conductor (es el) de Dios y los pobres; es admirable la predilección del Dios viviente, el Dios real, hacia la persona pobre, carenciada. El pobre por ser pobre, tiene una preferencia divina. Por eso que en clave humana y tanto más en clave cristiana[15], la primera instancia es devolverle la dignidad prioritaria de ser persona humana. Les comento esta anécdota. Hace años un seminarista que ya vestía sotana, se acercó a una boletería de trenes locales en el Gran Buenos Aires; solicita el boleto y paga lo correspondiente. Se da vuelta y encuentra a un hombre mayor tullido pidiendo una limosna con la simple actitud de tener un tachito en sus rodillas para que le depositaran algunas monedas. El joven seminarista quedó entre sorprendido y dubitativo y atinó a decirle al anciano que lo perdonara porque no tenía un centavo más; el anciano tullido le expresó: no es nada padre, quédese tranquilo. Entonces el seminarista le preguntó cómo se llamaba, si tenía familia, etc…; comenzó una conversación con el anciano. Siente que se acercaba el tren, entonces nuevamente extendiéndole la mano para despedirse, se disculpa pidiendo perdón por no haberle dado nada. El tullido tomando su mano entre sus dos manos le expresa: ‘No padre, usted me ha dado lo que en 20 años nadie me ha dado’. El joven seminarista le dice: ‘Señor, yo no le he dado nada’. ‘No padre, le responde, usted me ha preguntado cómo me llamaba, me ha considerado una persona y no una simple alcancía; en 20 años que vengo a este lugar nadie me preguntó quién era, me depositaban solamente el dinero’.

“Esta escena me enseñó para toda mi vida de sacerdote y obispo, que lo primero que debemos entregarle al pobre es devolverle su dignidad de ser humano. Pasados los años meditando la Palabra de Dios en las cartas de Santiago apóstol, encuentro esta misma escena con enseñanza divina… (cfr. St 2, 1-4)”. Hesayne, en la respuesta al llamado de Jesús, encontró su identidad: ser padre de los pobres y “desde los pobres (darse) a todos”.

Todo para todos

Fue ordenado sacerdote el 12 de diciembre de 1948, fiesta de Ntra. Sra. de Guadalupe, madre del Pueblo aborigen y latinoamericano. ¡Todo un signo! S. Juan Pablo II, dice con claridad que la gracia sacramental del Orden Sagrado, al sacerdote “lo hace partícipe no solo del ‘poder’ y del ‘ministerio’ salvífico de Jesús, sino también de su ‘amor’; al mismo tiempo, le asegura todas aquellas gracias actuales que le serán concedidas cada vez que le sean necesarias y útiles para el digno cumplimiento del ministerio recibido”[16]. Esto lo percibimos a lo largo de todo el ministerio sacerdotal de Hesayne.

Al rico substrato humano que recibió en su familia, a la buena formación obtenida en los años de la Acción Católica y en el Seminario de La Plata, se le añade la gracia sacramental que encontró un sujeto con corazón eclesial, bien dispuesto, abierto a las novedades de Dios y a los signos de los tiempos. Armonizando ese hermoso patrimonio, Hesayne es un pastor que se fue haciendo y creciendo hasta el final de su vida. Una atenta lectura de su historia nos hace descubrir a alguien que sintió y gustó con hondura la paternidad de Dios, nunca dejó de ser discípulo de Jesús, trató de inspirarse siempre directamente en el Evangelio, adhirió y asimiló el magisterio de la Iglesia para sentir con ella, cultivó una profunda espiritualidad mariana, escuchó con compasión el grito de los pobres y sufrientes, supo acudir al consejo de sus hermanos en el sacerdocio y luego en el episcopado.

Es decir: “Papito Dios”, Jesús, el Evangelio, la Iglesia, María, los Pobres, la Comunión presbiteral y episcopal son las certezas básicas e incuestionables que hicieron de Miguel Esteban el sacerdote-pastor que él fue.  Fueron las grandes coordenadas de su vida, presentes desde el comienzo de su ministerio sacerdotal. Actuaron como puntos de referencia para el discernimiento en su camino espiritual y en su apostolado. Constituyeron el soporte que, aun en situaciones muy difíciles, le permitieron perseverar en el tiempo con fidelidad gozosa a su opción fundamental, siempre abierto a las novedades de Dios. Fueron los cimientos y pilares de su espiritualidad sacerdotal.

De hecho, la semblanza sacerdotal de Hesayne nos revela al pastor que trató de ser todo de Dios y todo para su Pueblo. Un pastor que se fue haciendo en la práctica de su ministerio, a través de una serie de respuestas discernidas ante instancias históricas que requirieron de él disponibilidad a la gracia y una insospechada conversión de mentalidad, de corazón y de conductas que le originaron nuevos compromisos de vida a semejanza con el Buen Pastor. Algunas de estas instancias, o hitos históricos, son como “saltos de calidad” que señalan un antes y un después, dando una impronta más evangélica a su existencia. Valgan como ejemplo: su posicionamiento vocacional ante el desgarrador pedido de su padre que abandonara el Seminario; el primer destino parroquial cuando al llegar al lugar asignado encuentra una casa inhabitable y sucia que le reproduce físicamente los vómitos mencionados en el paso anterior; el acompañamiento a Esperanza Beatriz Abadía en su búsqueda de consagrarse en secularidad, como forma de vida cristiana nueva en la Iglesia, desconocida para ambos,  y luego la consiguiente fundación del Instituto Cristífero; su postura ante los militares en la defensa de los Derechos Humanos, cuando hasta entonces había creído -como muchos argentinos- en la honestidad y honorabilidad de las Fuerzas Armadas; etc…

Cada uno de esos pasos marcaron su personalidad y su historia. Lo hicieron más pastor. Fueron situaciones en las que debió reafirmar la opción fundamental que arrancó con el primer “SI” al llamado de Dios, y que se fue renovando, concretando y cualificando en muchas respuestas personales, ministeriales y pastorales. S. Juan Pablo II nos recuerda que se puede hablar de una vocación que se desarrolla dentro del sacerdocio. “En realidad, Dios sigue llamando y enviando, revelando su designio salvífico en el desarrollo histórico de la vida del sacerdote y de las vicisitudes de la Iglesia y de la sociedad”[17]. Se podría decir, quizá, que la vocación sacerdotal toma consistencia y se visibiliza carismáticamente a través de los posicionamientos interiores y pastorales que el sacerdote es capaz de realizar en su vida.

Este talante sacerdotal no se construye de un día para otro, no se improvisa. Es fruto de una unidad interior en la que convergen la gracia y la capacidad del sacerdote de sumergirse incondicionalmente en la ‘forma’ sacerdotal y pastoral de Cristo, hasta llegar a un estado de comunión e identificación cada vez mayor con la persona, la causa, el estilo y el destino pascual de Cristo. A partir de lo cual el sacerdote puede decir con humildad como Pablo: “…estoy crucificado con Cristo; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí…” Gal 2, 19b-20. Ahí es cuando el sacerdote comienza a ser a su vez “forma del rebaño” para el Pueblo de Dios.

Ya en los orígenes de su ministerio sacerdotal, Hesayne, siendo profesor en el seminario y ayudando en el servicio parroquial, manifiesta un vínculo indisoluble con Jesús, con la Madre Iglesia y con el Pueblo que le fue confiado. Dice un testigo: Creo que pocas veces he oído hablar a alguien tanto de Jesús. Es más, me contó varias veces que incluso un sacerdote llegó a decirle: “Usted habla demasiado de Jesús”. Y a ese Jesús lo encontraba en la Celebración de la Eucaristía y en la escucha de la Palabra, que lo conducían a discernir la realidad cotidiana… Nunca supe que haya dejado de celebrar la Eucaristía diariamente; de rezar la Liturgia de las Horas; de hacer lectura orante. Aun cuando viajábamos en auto juntos, el que hacía de acompañante leía el evangelio del día… Hemos salido de El Bolsón (punto extremo de la Diócesis) a la madrugada y llegados a Viedma por la noche (el otro extremo diametralmente opuesto) muy cansados, lo primero que me decía era: “Bueno, ahora vamos a celebrar la Misa, después cenamos…” Cuando mi ordenación sacerdotal, tres horas antes me hizo ir con él y pasamos esas casi tres horas rezando y hablando frente al Santísimo en la capilla del Obispado y me dijo: “Prométeme que vas a celebrar cada día la Eucaristía, nunca dejes de hacerlo”[18].

Un corazón eclesial

Su sentir con la Iglesia (y por lo tanto su amor a ella) fue permanente y creciente. Por sus anécdotas personales, sus actuaciones pastorales, su enseñanza y sus escritos, se pueden describir las distintas expresiones de esta experiencia vital de fe en la Iglesia.  Hay un fuerte sentido de pertenencia básica, que ciertamente trae de la familia y de la Acción Católica, que en sus primeros años de sacerdocio se manifestó en una obediencia filial a las normas litúrgicas y disciplinarias que raya con cierto escrúpulo. Él mismo contaba haber ido, de joven sacerdote, a un paraje lejano donde la gente se había concentrado para la Misa y él, con dolor en el alma, no la celebró por haberse olvidado las velas de cera, como pedían entonces las rúbricas. Con mucha transparencia, al volver a la Parroquia contó todo a su Párroco, quien sabiamente le dijo: “Tú has cumplido; pero hubieses podido celebrar la Misa”[19]. Allí entendió que a la Iglesia se le obedece fielmente; pero que, en ese mismo espíritu, guiado por la caridad pastoral, está también el aprender a subordinar las rúbricas a un bien superior.

Su espíritu eclesial era mucho más profundo. Fue permanente su adhesión al Magisterio, cuya enseñanza acogió siempre con cordialidad, estudió, profundizó y trató de aplicar en su vida pastoral. Su referencia explícita a la doctrina de la Iglesia, y a la enseñanza conciliar y del Papa, fue constante hasta el final de su vida. Sintió la necesidad de penetrar en el misterio de la Iglesia, de allí sus estudios eclesiológicos en París bajo la guía del teólogo Fr. Yves Congar. Su mirada eclesial fue ampliándose más aún durante el pastoreo de la Diócesis de Azul por Mons. Manuel Marengo (1956-1982), un pastor ejemplar que volcó sobre esa Iglesia Particular la gracia del Concilio Vaticano II. Hesayne mencionaba con frecuencia la respuesta de Marengo cuando le preguntaban si era un obispo conservador o progresista: “No me veo ni en lo uno ni en lo otro, quisiera ser un obispo plenamente CONCILIAR”[20].

Hesayne, siguiendo la senda de Marengo, seguirá profundizando en la eclesiología del Vaticano II, y llegará a sentir hondamente la solicitud por todas las Iglesias. Tendrá una preocupación que acompañará su vida hasta la muerte: tratar que la Iglesia que está en Argentina, libre de toda ideología y condicionamientos, anuncie el Evangelio sin glosas, fiel a Jesucristo en todas las circunstancias que debe afrontar, y no defraude al Pueblo. En su último aporte a los Obispos Argentinos reunidos en Asamblea Plenaria, les escribe una carta haciéndose eco del “sufrimiento” y “tristes sentimientos de defraudación”, que vive “gran parte del pueblo”, por el creciente deterioro social y político que afecta sobre todo a los más pobres. Escribe: “Motivado por el espíritu de renovación eclesial que estamos viviendo con las orientaciones de nuestro Papa Francisco, es hora que no sigamos defraudando a nuestro pueblo al no hacer el suficiente esfuerzo pastoral para que nuestra Iglesia, con una sólida catequesis inicial, nuestra juventud, desde la adolescencia, recupere el conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia; … para que surjan nuevas generaciones de líderes políticos, y nuestro pueblo viva la evangelización de la periferia política tan alejada del evangelio”[21]. Detrás de esta insistencia, por la que a veces Hesayne puede parecer monotemático, estaba la convicción de que “la Iglesia, en la Argentina, está desnaturalizada por culpa de muchos católicos sin compromiso evangélico. Son los del cumplimiento[22]; con actos piadosos vaciados del contenido del amor solidario que es real cuando pasa por la justicia social y en libertad”[23].

Hesayne, como en su momento también el Bto. Enrique Angelelli, Jaime de Nevares, Jorge Novak y otros Obispos Argentinos, estaba empeñado en que la Iglesia en Argentina fuera fiel a su misión evangelizadora. De allí su postura crítica frente a la Dictadura Militar y a los sucesivos gobiernos democráticos que defraudaron reiteradamente al Pueblo. Escribiendo en 1980 al Card. Francisco Primatesta, que lo llamó a la serenidad a raíz de la carta abierta que le dirigió al Pte. Jorge R. Videla, explica: “Me siento urgido a hablar, porque lo creo lo más prudente, por amor a la iglesia para que no aparezca ni por asomo, comprometida en una u otra política”. Y le hizo notar: “Lo que en Ud. ha faltado y en parte al Episcopado como tal, es la coherencia del testimonio público frente al pecado público y de personas públicas. Esa incoherencia, ante nuestro pueblo cristiano, se lee como timidez y cobardía… En buena parte, está en sus manos, el que la Conferencia Episcopal no ‘aparezca’ ante el pueblo como ‘comprometida’ con el gobierno de turno, y de modo especial con el actual que es de hecho uno de los más violadores de la dignidad de la persona humana y con el agravante sacrílego (objetivamente al menos) que se presenta haciendo profesión de fe católica”.[24]

Si bien su mirada eclesial sobre la realidad del País difería de la que tenían otros Obispos, nunca se creyó, ni quiso ser, vocero de “otra iglesia”, sino que sus denuncias las hace desde el corazón mismo de la única Iglesia Católica que está en Argentina, lo hace como parte de ella, en su nombre. “Nunca lo hizo fuera del espacio institucional. Fue un signo de contradicción dentro de la propia Iglesia, pero, como bien lo dijo él en más de una ocasión “nunca sacaré los pies del plato”. Lo hizo a pesar del costo que tuvo que pagar por ello”.[25] De allí el testimonio de la Junta Directiva de la CEA, al anunciar la muerte de Hesayne: “Siempre atento a acompañar el camino de la Iglesia con sus aportes y reflexiones, ha sido para nosotros un edificante testimonio de fraterna comunión espiritual”[26]

Sintetizando, “… fue un hombre obediente a la Iglesia, aun destacando cosas que otros interpretaban diversamente… Instaba a la participación política y al conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia, que siempre está del lado de los pobres” [27].

Guía Espiritual y Co-fundador

Su identificación sacerdotal y pastoral con Jesús lo llevó a que, en su ministerio, diese importancia a la atención personalizada de los fieles, a la dirección espiritual y al sacramento de la reconciliación. “Fue realmente un pastor, un padre espiritual, un maestro exigente” … “quería mucho a los jóvenes. Les decía: ‘fórmense; no se achiquen; no se dejen engañar; sepan ser abnegados’ … ‘no pretendan quererlo todo, quieran lo mejor; deseen a Jesucristo; busquen una sociedad más justa, más digna, que integre el valor de la persona humana”.[28]Betty (Abadía) misma ha contado que el padre era un sacerdote muy exigente sobre todo en lo que se trataba a formación doctrinal, cumplimiento de los mandamientos y preceptos y en el decoro en el modo de vestir y presentarse”[29].

Por su forma de ser, y por su mirada apostólica, estaba naturalmente dispuesto al diálogo pastoral-formativo. Aún en sus últimos años “recibía gente todos los días: sacerdotes, periodistas, políticos, profesionales, jóvenes… gente común, hasta que, por su estado de salud, los médicos pusieron algunas restricciones” [30]. No era un pasatiempo; eran encuentros que tenían su proyección edificante en la vida de quienes se acercaban a él, quien, por su parte, más que maestro y consejero, actuaba como acompañante que discernía los caminos del Espíritu en la historia viva de esas personas. Pero, al mismo tiempo, solía él someter sus propias inquietudes al discernimiento de los demás. A los sacerdotes que más lo frecuentaron les llamaba la atención su actitud de recoger sus manos, crear un espacio de silencio y pedir, con sencillez, que se le ayudase a discernir lo que el “Padre Dios” esperaba de él en cuestiones muy puntuales. Esto, hasta el final de su vida.

En este contexto, siendo vicario de la Parroquia Ntra. Sra. del Rosario de la ciudad de “Veinticinco de Mayo”, fue guía espiritual de la joven Esperanza Beatriz Abadía (= Betty), cuyas inquietudes de vida consagrada en la secularidad no encontraban cabida en ninguna congregación religiosa. A Hesayne esa búsqueda le resultó una novedad. No conocía aún la amplitud de vocaciones, carismas y posibilidades que tiene la vida consagrada. Añádase que, en esos años (1954), en la Iglesia de Argentina, la consagración secular era una realidad desconocida.  Con todo, Hesayne le ofreció su acompañamiento en la búsqueda de la voluntad de Dios.

Iniciaron un camino donde ambos estaban a oscuras, hasta encontrar la respuesta en la vida, la experiencia y la doctrina de la Iglesia Católica. Sus horizontes se aclararon con el Magisterio Pontificio de Pío XII en la Constitución Apostólica “Provida Mater Ecclesia” (1947), que fue la “carta magna” de los Institutos Seculares, complementada al año siguiente (1948) con el motu proprio “Primo feliciter”, también de Pío XII, y con la Instrucción “Cum sanctissimus” de la Sagrada Congregación de Religiosos. Esos documentos fueron para Betty Abadía la respuesta de Dios a sus inquietudes más profundas, y para Hesayne fueron instrumentos de la gracia para incorporar la vida consagrada a sus horizontes pastorales y asumir un compromiso que marcó en adelante su ministerio sacerdotal hasta la muerte. Se trató de un “SI”, dentro del “SI” a la vocación fundamental. 

Es así que, en 1955, Esperanza Beatriz Abadía, eligiendo para sí misma consagrarse a Dios con la “profesión verdadera y completa, en el mundo, de los consejos evangélicos”[31], funda el Instituto Cristífero.  Se trata de una consagración en la secularidad. Hesayne pasa a ser su co-fundador. Ambos recordaban a menudo con gratitud ese regalo  que les hizo la “Madre Iglesia”, que se fue enriqueciendo con los aportes del Concilio Vaticano II[32], con el Magisterio de Pablo VI y de los Papas siguientes, hasta encontrar una adecuada definición canónica en 1983, en el canon 710 del CDC que dice: “Un Instituto Secular es un instituto de vida consagrada en el cual los fieles, viviendo en el mundo, aspiran a la perfección de la caridad y se dedican a procurar la santificación del mundo sobre todo desde dentro de él”. Cabe señalar también la iluminadora ayuda del Card. Eduardo Pironio, como prefecto de la Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares (1975-1984) y luego como Presidente del Pontificio Consejo de los Laicos (1984-1996).

El Instituto Cristífero se reconoce a sí mismo como una “realidad eclesial”, “una célula de la Iglesia”, un espacio eclesial”, donde un grupo de mujeres reasumen “con lucidez y firmeza el compromiso bautismal, hasta las últimas consecuencias, en la profesión de la Secularidad Consagrada con los votos sagrados” … y, en alabanza de la gloria de Dios (cfr. Ef 1, 12), viven insertas en la historia de cada día, entregadas al servicio fraterno de hombres y mujeres de nuestra época[33]. “El Instituto se denomina al interior de la Iglesia CRISTÍFERO, porque en su nombre se sintetiza el SER y ESTILO de vida y acción de cada una … (de las consagradas). A la manera de María Santísima … primera portadora de Jesús …” cada una de ellas aspira llevar “la sobreabundancia de la gracia de Cristo, para difundirla ‘en’ y ‘desde’ la comunidad humana” en la que viven y sirven[34]. Por eso el misterio que las identifica y que resume su espiritualidad es el de la Visitación de María a Isabel. Tiene una fundamentación teológica y espiritual muy profunda. Podríamos decir que es un Instituto con una fuerte inspiración cristocéntrica, eclesial, mariana y secular.

El Instituto Cristífero, después de una larga preparación previa que comienza en 1954, queda oficialmente fundado el 22 de julio de 1957. Con la aprobación del Papa Benedicto XVI, fue elevado al grado de Derecho Pontificio el 15 de agosto de 2011. En las razones que sustentan esta gracia de la Santa Sede estuvo la amplia difusión que alcanzó el Instituto en Argentina. Consta actualmente con 64 personas consagradas, distribuidas en 13 Diócesis, ubicadas en 9 provincias distintas. Pero pesa, más aún, la significación eclesial y la solidez formativa del mismo. De modo que, a los 54 años de vida, por la aprobación pontificia se lo reconoció oficialmente como un don del Espíritu Santo a toda la Iglesia, un genuino camino de espiritualidad cristiana, y un modo de presencia apostólica significativa en el corazón del mundo.

Su fundadora fue la Srta. Esperanza Beatriz Abadía (1930-2016)[35]. A Hesayne, con todo derecho, se lo reconoce como su co-fundador por haberlo acompañado en su gestación y crecimiento a lo largo de 63 años, alimentando y cuidando la fidelidad al espíritu fundacional, ocupándose con la Srta. Abadía de garantizar siempre una adecuada formación, que es lo que le da hoy al Instituto la firmeza, la fortaleza y la capacidad de responder creativamente a los desafíos que la realidad secular plantea hoy al cristiano.

Padre Obispo[36]

 En 1975 fue nombrado Obispo de Viedma; ministerio que ejerció por 20 años, hasta que en 1995 presentó su renuncia para dedicarse al seguimiento del Instituto Cristífero y a la formación de Laicos en la Doctrina Social de la Iglesia a fin de que actúen en política cristianamente. La Diócesis de Viedma, en ese tiempo, abarcaba toda la Provincia de Río Negro, en la Patagonia Norte, con una extensión de 165.321 Km2. Tenía en ese entonces, aproximadamente, 320.000 habitantes. La localidad más distante de Viedma (la Sede) era El Bolsón a 1.111 km por la ruta más practicable, lo que significaba cerca de 15 horas de viaje en un buen vehículo.

El paradigma, o la carta magna, de su ministerio episcopal fue la pastoral de la Iglesia Apostólica según el libro de los Hechos de los Apóstoles. A sus amigos nombrados obispos solía con frecuencia recordarles que las orientaciones para un buen pastoreo de la Diócesis las encontrarían en ese modelo eclesial. Así concibió su servicio episcopal, hacer de Río Negro una “Iglesia-comunidad, orante y misionera, pobre y libre, servidora de la justicia, el amor y la paz, transparencia viviente de la Pascua -el Paso del Señor- a través de los rionegrinos”.… “Así seremos la Iglesia grávida de salvación integral, a la manera de la Virgen Misionera y Auxilio de los cristianos” [37].

El compendio de lo que quiso que fuera, y lo que de hecho fue, su ministerio episcopal lo encontramos resumido en dos documentos: su Exhortación Pastoral Post-Sinodal de Viedma (07.04.1985) y el pequeño Discurso de Bienvenida al Papa Juan Pablo II, con ocasión de su visita a la Patagonia, en Viedma (07.04.1987). Su meta fue anunciar a Jesucristo “en el hoy y el futuro de Río Negro”. Su propuesta pastoral fue: “Evangelizar al hombre rionegrino a partir de su realidad, iluminada por la verdad sobre Jesucristo, la Iglesia y el Hombre, desde los pobres a todos, formando comunidades integradas en Parroquias, signos vivientes de comunión y participación en la Iglesia Particular rionegrina, Familia de Dios, cuya misión es construir fraternalmente la nueva Civilización del Amor, anunciando y anticipando así el Reino de Dios definitivo”[38].

“… le costó aceptar venir a Viedma. Decía: ‘Yo casi no tenía idea donde estaba…. Nunca se me había ocurrido ni viajar por esa zona” [39]. Pero llegaba con un buen bagaje humano, cultural y pastoral, firme doctrinalmente, decidido a integrar en su ministerio los horizontes del Concilio Vaticano II, de Medellín y San Miguel, luego, más adelante todo enriquecido por Puebla. “Llegó a Viedma con el Concilio, después de haber mamado en Azul la sabiduría y capacidad pastoral de Monseñor Marengo” [40]. Cargó de entrada con la Diócesis; de inmediato se abocó a visitar las parroquias, a conocer al clero y adoptó un estilo misionero, en continuidad con la destacada acción de los misioneros salesianos. Se dedicó a recorrerla palmo a palmo. En 2O años lo hizo muchas veces. Se propuso ante todo ver, mirar, escuchar, tomar contacto con todo el rebaño, desde sus inmediatos colaboradores hasta el más alejado de sus fieles.  Conoció la realidad geográfica, humana, social y religiosa de su pueblo; apreció su cultura y su forma de ser y de expresarse; hizo suyos sus planteos, sus desafíos, sus problemas, sus necesidades. “Se dedicó con todo a recorrer la Provincia de Río Negro, inculturando el pensamiento cristiano, respetando la cultura (criolla, gringa y mapuche). En este sentido la "Virgen Misionera de Río Negro" (María, en camino) le ayudó a unir los estilos y, a la vez, a mostrar lo válido de lo diferente” [41]

A la primera decisión pastoral, la de “ser misionero”, se le añade la de “estar presente”, es decir llegar a todos, asegurando su presencia en toda la Diócesis. Era un hombre que escuchaba, se interesaba, se emocionaba y conmovía cuando descubría realidades impensadas. El hecho de andar de un lado a otro hacía que deseara tener un buen auto, siempre a punto… en un año a uno de esos autos le hicimos 110.000 kilómetros. Sé que era criticado por tener siempre un auto nuevo… y a veces hasta yo mismo le he dicho: “padre, porque no andamos en un Citroën o en un Fitito (= Fiat 600) … y él respondía: ‘NO...porque tenemos que llegar a todos y lo más rápido posible’. En 1979 quiso vivir una Semana Santa recorriendo toda la Diócesis…salimos de Viedma el jueves anterior al domingo de Ramos y dimos un giro por toda la provincia… ese mismo año nació la Peregrinación con la Virgen Misionera…esa vuelta nos llevó casi 40 días de auto”[42]. Durante los meses de verano (enero y febrero) eran cerca de 50 los grupos misioneros que iban a la Diócesis de Viedma a evangelizar los lugares más recónditos de la Provincia de Río Negro. Hesayne los visitaba a todos. Dice el mismo testigo: “Esto lo sé ‘en vivo y en directo’. Como yo no era nativo de la provincia me decía: ´vos más que los demás tenés que conocer a la gente de acá...y yo también’…”[43].

De este conocimiento, toma de conciencia y mirada de fe, sobre la porción del Pueblo de Dios que el Espíritu Santo y la Iglesia le confiaban pastorear, Hesayne hizo una reflexión y discernimiento que lo llevaron a marcar las líneas esenciales de su conducción de la Diócesis. Vio ante todo la necesidad de reafirmar en Viedma el concepto teológico y pastoral de “Iglesia Particular”, según el Concilio Vaticano II (cfr. CD 11), y de “Clero Diocesano” según el Decreto Conciliar Presbyterorum Ordinis. Pensó en una “Iglesia Familia” que se realiza en la comunión, donde las comunidades que integran la Parroquia se van haciendo y consolidando sobre los cuatro grandes pilares de Hechos de los Apóstoles 2, 42: la enseñanza de los Apóstoles (la Biblia, el Magisterio, la catequesis), la comunión fraterna y de bienes, la fracción del pan (Eucaristía) y la oración cristiana. “Iglesia Pueblo de Dios” que peregrina en la historia, comprometida con todas las realidades que tienen que ver con las necesidades y aspiraciones básicas de la gente, como sacramento universal de salvación. “No es ‘el Reino’ en sí misma, sino un instrumento para la llegada del Reino”[44]. Eso dio pie a la formación de las Comunidades Eclesiales de Base (las CEBs), sobre las que hizo docencia en Argentina y también en el exterior (p. ej. En Alemania). Es solo una expresión de la fe, la esperanza y la caridad vividas en “comunidades a medida humana… cuyo tamaño posibilite una auténtica relación interpersonal”[45], donde todas las personas, iguales en dignidad, diferenciadas solo en sus funciones y ministerios, interactúan y todas son, a la vez, objeto y sujeto de la misión evangelizadora de la Iglesia[46].

Así como en la vida de San Agustín se recuerda que solo se es cristiano cuando estamos realmente dentro de la Iglesia, para Hesayne “no hay vida cristiana sin comunidad. Solo en comunidad podemos escuchar, acoger y anunciar a Jesucristo. Ella nos permite lograr concretamente la comunión eclesial y constituirnos así en un signo positivo de que han germinado en el corazón humano los valores del Reino…testimonio de una real ‘comunión’ con Dios y los hombres”[47]. Es una afirmación categórica que Hesayne, en sintonía con lo auspiciado por el Sínodo Diocesano, donde “la mayor cantidad de propuestas sinodales” se manifestaron en este sentido[48], tradujo en exigencia pastoral que, al tratar de implementarla, en sus comienzos le trajo varios inconvenientes con algunos sacerdotes y con algunas comunidades[49]. No fueron momentos agradables para Hesayne; pero quiso ser fiel al Sínodo y a su intuición pastoral, discernida en la oración, que concluyó en una decisión resolutiva: “En consecuencia y en búsqueda concreta del objetivo del Sínodo Pastoral Diocesano resuelvo animar con el mayor esfuerzo pastoral, en toda la Iglesia particular Rionegrina, la transformación gradual de cada parroquia de la diócesis en comunidad de comunidades”[50]. Luego, precisa con esmero las características sociológicas, teologales, eclesiales y pastorales que deben tener esas pequeñas comunidades para expresar y mantener su identidad católica. Posiblemente, Hesayne, pastor precavido y sabio, quiso eliminar los prejuicios y objeciones de algunos acerca de las CEBs, asegurándose que estuvieran cimentadas en el Evangelio y en la Enseñanza y Disciplina de la Iglesia, evitando cualquier contaminación ideológica. Luego agrega que dichas comunidades “están constituidas por pocos miembros, en forma permanente, que procuran una vida evangélica en el seno del pueblo, colaborando para interpelar las raíces egoístas y consumistas de la sociedad y explicitando la vocación de comunión con Dios y con sus hermanos (cfr. Doc. Puebla 641-642)”[51].

En este espacio eclesial, y con la mirada puesta en la evangelización de la cultura rionegrina, apostó a la “corresponsabilidad y participación efectiva de los laicos”, dentro y fuera de la Institución Eclesial. Esta fue otra de sus grandes convicciones pastorales. Propició dicha participación también a través de “una más variada distribución de los diversos servicios y ministerios” que la Iglesia puede confiar a los laicos, varones y mujeres[52]. Sin embargo, dice: “…quede muy claro que la tarea primera e inmediata del laicado católico ‘no es la Institución y el desarrollo de la comunidad eclesial” … “El campo propio de su actividad evangelizadora, es el mundo vasto y complejo de la política, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación… la familia, la educación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc…”[53].

Tenía un afecto especial por el laicado. Creyó en la fuerza renovadora que trae consigo. Soñaba con un laicado bien formado, evangelizado y evangelizador. Repetía hasta el cansancio que se leyeran con atención los números 70 y 73 de la Evangelii Nuntiandi. Los laicos debían estar presente no solo ejecutando tareas, sino también en las instancias de estudio, planificación, consulta y decisiones del Consejo Diocesano de Pastoral, el Consejo de Asuntos Económicos, la Secretaría Diocesana de Coordinación y Planificación, las Comisiones Diocesanas, etc. Actuando según las competencias otorgadas por el Derecho Canónico. Hubo laicos que fueron, más que colaboradores, artífices directos en su servicio episcopal, entre ellos Jorge Kelly y su esposa Alicia, para con quienes Hesayne guardó siempre su gratitud.

El Sínodo Diocesano de Viedma fue un botón de muestra de la participación de los laicos. Lanzado en 1980, preparado con esmero, incluyó primero las Asambleas Parroquiales, luego las Vicariales, hasta lograr su culmen en las Sesiones Plenarias de octubre de 1983 con 256 participantes y de agosto 1984 con 311 sinodales. La decisión de Hesayne fue llevar adelante el Sínodo escuchando a todos, de modo especial a los laicos y laicas, incluso no creyentes. En esta acción eclesial tuvo como colaborador muy estrecho y valorado a su Obispo Auxiliar Carmelo Juan Giaquinta[54].

La “opción por los pobres y desde ellos a todos” marca quienes fueron los destinatarios de su tarea evangelizadora, y cuál fue el estilo pastoral que se propuso. Dice: “La Iglesia, ella misma pobre, despojada de los medios de poder, se identifica con los pobres asumiendo su condición y sus proyectos para evangelizar a todos sin exclusión, ya que todos estamos llamados al Reino”[55]. “Los pobres son los predilectos de Dios” (Juan Pablo II; cfr. DP 1143, “y la Iglesia de Río Negro quiere ser la Iglesia de los pobres. Lejos de ser excluyente, esta opción preferencial y solidaria realiza el amor de Dios y de la Iglesia por todos los hombres. No significa, en manera alguna, unos contra otros, sino unos en favor de todos”. … “Preferir a los pobres significa amar a todos los hombres en aquello que les es más fundamental: su dignidad humana elevada a la dignidad de hijos de Dios” [56]

 Esta opción pastoral implica que los pobres sean vistos no solo como ‘objeto’ de evangelización, sino también como ‘sujeto’ de la misma. Para eso Hesayne pedía una conversión de la Iglesia”, pues comprueba “la necesidad de hacerles lugar a los pobres; y no cualquier lugar, sino un lugar de privilegio, un lugar real, como sujeto en las decisiones pastorales, para dejar de ser simples objetos de ayuda … Tenemos que confesar que en la Iglesia católica hemos repetido muchas veces los esquemas de poder impuestos por el mundo materialista … Y esto es lo que debemos cambiar de raíz si queremos ser realmente la Iglesia de Jesucristo”[57]. Convertirse a una Iglesia pobre, es decir asumir como Iglesia la pobreza evangélica que caracterizó a Jesús, lo cual hace de ella un “signo sacramental del Reino”[58]. Desde los pobres a todos es el camino para lograrnos como Iglesia pobre, desprovista de todo poder humano, “contando en forma ilimitada con la fuerza de Cristo Resucitado; lugar de comunión visible, mediante verdadera participación de bienes y personas; camino de gozo y de esperanza de un mundo rionegrino más justo y fraterno, para gloria de Dios bendito”[59].

El Sínodo Diocesano reconoció el rostro real de la pobreza en Río Negro: hambre, falta de viviendas, desocupación, marginación de muchos trabajadores; la opresión de los aborígenes, primeros dueños de esta tierra de la que fueron desposeídos; peones de chacras desprotegidos socialmente; migrantes especialmente chilenos en situaciones penosas; pobladores de barrios periféricos y zonas marginales, etc. etc…[60]… Sin olvidar que, “entre todas las necesidades de los hombres, la más profunda es la necesidad de Dios”. Carecer de la fe en Dios y de la conciencia de su cercanía amorosa, y la ausencia de la Iglesia en las periferias humanas (Francisco diría: periferias existenciales), son formas reales de pobreza que han de incluirse también en ese listado. De allí que la evangelización y la liberación del oprimido no se cumple solo con la denuncia, la concientización, el acompañamiento en la promoción humana, el trabajo por la justicia y los derechos de los débiles … exige también la Evangelización del mundo de los débiles y de los pobres, con “el llamado igualmente urgente a su conversión a la fe de Jesús, a la libertad interior, al servicio del otro”[61].

Su mirada y atención a los Aborígenes (Mapuches) habitantes de Río Negro, la sintetiza frente a Juan Pablo II, con ocasión de su visita a Viedma. Dice: “Los que habían sido los dueños de este suelo, fueron avasallados y despreciados por el blanco cristiano. Los descendientes de mapuches, aún hoy, se encuentran confinados en inhóspitas reservas o dispersos en barrios marginales de nuestras ciudades. Todavía no hemos reparado el pecado histórico cometido. Tu visita es una luz de esperanza que les permita dar pasos firmes y en paz, hacia la posesión real de la tierra, derecho actual, inalienable de nuestros hermanos mapuches”[62]. Un año antes, con motivo de los 100 años del nacimiento de Ceferino Namuncurá (*26 de agosto de 1886)[63], Hesayne escribía: “Las lágrimas de Ceferino son un lenguaje que debe llegarnos a lo más profundo, a nosotros los habitantes de la Patagonia y quienes vivimos en su misma tierra.  … Ceferino lloraba ante su padre al ver la misérrima condición de su gente …. ¿Este año centenario de Ceferino no nos estará señalando la hora de concretar en realidad lo deseado y señalado en la Exhortación Pastoral Post Sinodal: el atender con corazón de Iglesia en primer lugar a la gente de la tierra a los mapuches, dominados, avasallados, despreciados y oprimidos por el huinca, por el blanco cristiano? Es una tarea impostergable. Hay que valorar su patrimonio y ayudarlos a defenderlo. Hay que darles el lugar de privilegio que les corresponde”. La presencia de Hesayne el 11 de noviembre de 2007 en Chimpay con motivo de la celebración de la Beatificación de Ceferino, su último viaje a su Río Negro, ¿no habrá querido como testamento volver a darnos este legado?[64]

Su pastoral lo llevó a conocer con compasión la situación de marginación y múltiples formas de pobreza en las que estaban sumidos los aborígenes en Río Negro. Hesayne apreció y defendió su cultura; luchó para que se les reconociera su dignidad, su identidad, su lengua y sus derechos ancestrales. Asumió sus reclamos. Los ayudó a que se pusiesen de pie. Denunció las injusticias y los abusos históricos y actuales cometidos contra ellos. Se hizo portavoz de sus derechos: al reconocimiento jurídico como pueblos originarios y al relevamiento de sus territorios comunitarios. Se preocupó de su evangelización y su lugar en la Iglesia. Su postura coincide con el despertar de la Pastoral Aborigen en Neuquén con Don Jaime de Nevares, y en el resto de Argentina a través de ENDEPA (Equipo Nacional de Pastoral Aborigen) y de los Equipos Diocesanos de Pastoral Aborigen (EDIPA).

 Su formación y convicción de que la Doctrina Social de la Iglesia constituye el aterrizaje del Evangelio en el seno de la comunidad humana, lo llevó a tener una sensibilidad especial frente a cualquier problema, conflicto o necesidad de orden social. Fue una constante esencial de su pastoral y ministerio episcopal. Un hecho emblemático fue el acompañamiento de los trabajadores de HIPASAM en Sierra Grande (RN) en la década de 1990. HIPASAM (Hierro Patagónico Sociedad Anónima Minera) fue una empresa mixta creada en 1969, durante el gobierno del Presidente de facto Juan Carlos Onganía, formada por Fabricaciones Militares, el Banco Nacional de Desarrollo y la provincia de Río Negro, la cual llegó a tener la mina subterránea de hierro más grande de Latinoamérica, con 414 m. de profundidad y 98 km. de longitud. Fue una inestimable fuente laboral que por algunos años dio vida a ese lugar desértico. “Se edificaron los complejos de viviendas para el personal de la empresa y sus familias y se montó toda la infraestructura necesaria para ello: acueductos, instalaciones de gas y electricidad, trazado y asfalto de caminos, calles y rutas, escuelas, hospital, municipio, etc. Durante esta construcción arribaron a Sierra Grande miles de jóvenes trabajadores que vivieron en campamentos administrados por HIPASAM y las empresas contratistas, alrededor de los cuales se instalaron miles de personas que, aprovechando el mercado de trabajo abierto por estas circunstancias, establecieron comercios o se desempeñaron como profesionales de la salud, la educación o la función pública”… “HIPASAM es recordada por sus trabajadores como una gran escuela, donde los obreros aprendían el manejo de grandes maquinarias, física, química, geología y mecánica[65].

Sin embargo, ya durante la dictadura, este proyecto tuvo sus opositores desde el ministerio de Economía de la Nación (Juan Alemann y otros) que lo consideraron inviable e intentaron cerrarlo. Sin lograrlo, porque impedido por el gobierno militar, Alemann arremetió de nuevo en el período democrático, encontrando su respaldo en el Presidente Carlos Saúl Menem que, en su afán de privatizar todo, en 1991 intervino la empresa y decretó su cese de producción, originando un gran éxodo de la población y poniendo a la localidad de Sierra Grande en situación de “emergencia social, económica y sanitaria”. En enero de 1992 decretó la liquidación de la empresa y el cierre definitivo de producción; la vació de sus instrumentos de trabajo y desalojó las familias que habitaban sus barrios. En 1993, los restos de HIPASAM pasaron al gobierno de la Provincia de Río Negro que se comprometió a licitarla a capitales privados, concretando recién en el 2004 la concesión a empresas de capital chino[66]. Desde entonces la extracción de la materia prima en bruto es transportada directamente a China, dejando a nuestro País un beneficio limitado y dudoso. En el 2017 la empresa China paralizó la actividad en dicha cantera aludiendo a la no rentabilidad económica, quedando así 250 obreros sin trabajo, lo cual provocó un nuevo éxodo en la comunidad de Sierra Grande. Hoy sigue concesionada a capitales chinos; pero no está en producción[67].

HIPASAM fue un gran proyecto en vista de un mayor desarrollo de la industria siderúrgica en Argentina. Era una fuente laboral y una escuela de formación profesional de sus trabajadores. Fue concebida con una cierta visión integral que favorecía al trabajador y a su familia. Había logrado una buena organización sindical y un lugar de aprendizaje para la lucha obrera en defensa de sus legítimos derechos. No se escapó, sin embargo, de los conflictos ligados a la coyuntura política y económica de los años ’70. Así que en noviembre de 1975 el movimiento obrero sufrió una dura represión por “un grupo comando integrado por el V cuerpo del Ejército, la Gendarmería Nacional y la policía de Río Negro” en el intento de sofocar una huelga, que concluyó con la expulsión de 400 trabajadores y el arresto de los delegados sindicales y organizadores del movimiento obrero. “Con el retorno de la democracia los trabajadores de HIPASAM conformaron una nueva delegación sindical, políticamente heterogénea, de fuerte impronta católica y muy combativa, que obtuvo distintas conquistas laborales y logró organizar cooperativas de trabajo y de consumo” [68].

Fue en este contexto que Hesayne se hizo cargo de la Diócesis de Viedma (julio de 1975), y comenzó el acompañamiento de los trabajadores y de sus familias en el reclamo justo y pacífico de sus derechos y de la defensa de esta fuente laboral. Su presencia de pastor, su claridad doctrinal, su coherencia a toda prueba y su postura firme en la lucha por la justicia, la democracia, la libertad y la participación ciudadana, libre de toda ideología y de intereses políticos, hicieron de Hesayne una autoridad moral que recogió la credibilidad y la confianza de los mineros y del pueblo de Sierra Grande. Este tema estuvo presente durante los 20 años de Hesayne en Viedma (1975-1995), pues la concesión a los capitales chinos (2004) fue más allá de su ministerio en Río Negro. Acompañó las fases más duras de la historia de HIPASAM, desde la represión de 1975, ocurrida a los pocos meses de su llegada a la Diócesis, hasta su vaciamiento, su cierre definitivo, su entrega al gobierno provincial rionegrino y llamado a licitación privada. En todo ese tiempo Hesayne, fiel a su principio “desde los pobres a todos” asistió a la larga agonía de la empresa, al lado del tendal de problemas humanos y sociales que la política económica liberal de Menem provocó en Sierra Grande, como en el resto del País. Como signo y gesto de su cercanía y de su camino solidario con los sufrientes, en esa ciudad celebró su última Misa Crismal como Obispo de Viedma (año 1995)[69].

El editorial del N°15 de la Revista Nueva Tierra hace mención de la “dramática situación de los obreros de HIPASAM, SOMISA y Altos Hornos de Zapla, etc” … “de la angustia por el trabajo amenazado, de las marchas y protestas, de la insensibilidad y la impunidad de quienes pueden decidir sobre la vida de las personas, ciudades y de todo el pueblo sin que se les quite el sueño. El país en el que conviven la frivolidad exasperante con la muerte en cuotas”[70]. En esta situación se alude al llamado de Hesayne (y en este caso también de otros Obispos: Laguna, Castagna y Rubiolo) denunciando que “aquí está en juego la vida y la muerte de nuestros hermanos”, por lo que la opción evangélica no deja lugar a dudas. “El pobre, marginado, excluido es el rostro de Yavé y no hay imperativo técnico o macroeconómico que pueda pasar por encima de esa realidad”. Se necesita un trabajo serio para pensar un orden económico distinto con otras estrategias y herramientas, con otras formas de organización y de gestión, y con una mística y horizontes nuevos, manteniendo firme las “opciones que nos señalan al ser humano como el centro de toda realización”[71].

La acción social de Hesayne fue una verdadera pastoral, porque en el centro estaba su preocupación por la persona humana, imagen viva de Cristo. Iluminó toda su acción con la Palabra de Dios y la Doctrina social de la Iglesia, se mantuvo distante de toda ideología, supo dialogar con todos y dio razones de su esperanza trascendiendo las coyunturas, proponiendo una mirada superadora, anunciando el Reino de Dios que comienza en esta historia pero que tiene su plenitud en la Pascua eterna. Así lo recuerda un testimonio laico: “Fue un servidor de su pueblo rionegrino, con sencillez, humildad y sensibilidad. Acompañando a trabajadores en el conflicto de HIPASAM en la década de 1990, marcando rumbos con el Sínodo pastoral del año 1985 que definió para la Iglesia diocesana una clara opción preferencial por los pobres, gestando en el año 1987 el proyecto educativo Paulo VI, propiciando la campaña “Una oveja para mi hermano” luego de la gran nevada de 1984, fomentando la creación de la revista De Pie y de Radio Encuentro, medio comunitario que hasta hoy sigue siendo voz de los que no tienen voz….fue un gran hombre, un defensor de los derechos humanos, un pastor”[72].

Como pastor de Viedma, Hesayne buscó que cada pueblo tuviese la presencia de la Vida Consagrada; en ella veía la cercanía de Dios para con su pueblo, para con los pequeños, los últimos. En el pasar de los años muchas comunidades de consagrados/as se han retirado de Río Negro, de la diócesis de Viedma, fundamentalmente por no tener nuevos obreros que asumieran la posta; pero han dejado una profunda huella, lo cual confirma lo tan acertado que estuvo en buscar, acompañar y apoyar esas presencias carismáticas y misioneras.  A modo de ejemplo de su aprecio y reconocimiento a la Vida Consagrada es significativo lo que él escribió a los 100 años del nacimiento de Ceferino (1986): “Admirar a Ceferino nos lleva a admirar y agradecer, como él, la obra evangelizadora en la Patagonia, y más concretamente en río Negro, de los hijos de don Bosco. Lo hacemos con verdadero gozo”[73].

Una de las tareas, no menor, que Hesayne realiza en la Diócesis, en los últimos 5 años que estuvo en función de gobierno de la misma, fue la creación de las Diócesis del Alto Valle de Río Negro con sede en General Roca y la de San Carlos de Bariloche, desmembrándolas de Viedma; quedando así tres Diócesis dentro de los límites geográficos de la Provincia de Río Negro. Hesayne experimentaba la importancia de que el Obispo estuviese lo más cerca posible de sus fieles; y esto era determinante. Experimentaba también lo que significa administrar un territorio tan grande cuya población crecía rápidamente, y sentía el desgaste de los largos viajes en las soledades de la Patagonia, con sus muchas rutas de ripio o de greda a veces dificultadas también por las inclemencias del clima. Además, más allá del proyecto frustrado del Pte. Alfonsín de implantar en ese territorio la Capital de la República[74], la provincia de Río Negro crecía en importancia y relevancia a nivel nacional por el desarrollo de la industria petrolera, la fruticultura y el turismo. La Santa Sede anuncia la creación de las nuevas Diócesis el 22 de julio de 1993 y nombra al P. Marcelo A. Melani como Obispo Coadjutor de Viedma. En el primer encuentro personal con Hesayne, a los pocos días de su nombramiento, registra lo siguiente: “Hablamos del Sínodo que se había celebrado en Viedma algunos años antes (1983-1984) y de cómo él veía a la Iglesia: una familia que se reunía “a medida humana” para celebrar el amor de Dios y que interviene en el mundo para el bien de los más pobres. Recuerdo que me contó las dificultades y los constantes pedidos que había hecho para conseguir la división de la Diócesis que ciertamente era necesaria, consideradas las distancias que había entre Viedma y las localidades de la Cordillera”[75].

En la Diócesis de Viedma, Hesayne “Marcó una línea: la del Concilio Vaticano Segundo, junto a Medellín-Puebla y los documentos de San Miguel. En este sentido fue un gran pedagogo acerca de lo que quiere la Iglesia, siempre fiel y libre frente al Magisterio y/o las personas” … “Enseñó desde el compromiso con el Evangelio, con la Iglesia, con la Trinidad de Dios. Sólo desde ahí se puede entender que lo suyo no fue lo político partidista y menos lo ideológico” … “Siempre documentado, reflexivo y contundente en sus propuestas, sus medidas episcopales y su saberse rodear por gente en la que podía confiar, confrontar y dar pasos de renovación en la Iglesia”[76]. Fue un buen padre y hermano de su Obispo Coadjutor, Marcelo A. Melani, como también de sus Vicarios, a quienes pedía información y transparencia y les brindaba total confianza, compartiendo todo con ellos, aún lo personal. Tuvo “cerca un gran ‘ladero’: el vasco (Pbro.) Juan Bengochea, que como Vicario general le apoyaba con toda honestidad, desde su corazón grande de sacerdote diocesano” [77]; como también gozó del apoyo incondicional del Pbro. Carlos Moia vicario en Bariloche y del Pbro. Gustavo Vietti, vicario en Viedma[78]. Lo mismo podemos decir de su vínculo con el P. Orlando Yorio, que nombró secretario pastoral, teniendo en cuenta su experiencia pastoral y su formación teológica y canónica[79]. Una de sus cualidades de buen pastor que tenía Hesayne fue saber elegir a los colaboradores, confiar en ellos, mantener con ellos un diálogo y una comunión real y visible, basada en la verdad y la caridad[80].

El Padre Obispo Melani recuerda con gratitud y aprecio los dos años de intenso diálogo, colaboración, fraternidad y amistad vividos con Hesayne, siendo su Coadjutor. Su primer impacto fue cuando se encontraron después de su nombramiento. Hesayne le regala el anillo episcopal, que a su vez había recibido de Don Tonino Bello, entonces Obispo de Molfetta (Italia), muy comprometido en lo social, muerto prematuramente con fama de santidad. Luego le dice a Melani: “No te olvides que he pedido un Obispo Coadjutor, no un Obispo Auxiliar, así que la Diócesis es también tuya. Haz lo que te parece importante, solamente te pido que me avises para que nadie pueda pensar que estamos siguiendo dos caminos distintos” … “Busqué en el Derecho Canónico que se me pedía y encontré solamente que ejerciera mis ‘funciones en unión de acción e intenciones’ con el Obispo Diocesano (cfr. CDC 407 # 3). Les puedo asegurar que no fue para nada difícil realizar este dictamen, pasé casi dos años conviviendo con él en una perfecta unidad”[81].

El concepto que Hesayne tenía del Obispo, lo plasma sencillamente, en la homilía de ordenación episcopal de Mons. Melani y en la Misa de recepción en la Diócesis de Mons. Carmelo Giaquinta.  “El Obispo es ‘padre de la Iglesia-comunidad’, es ‘hermano’. Su paternidad eclesial lo lleva lejos de títulos, blasones y dignidades mundanas y principescas; es discípulo de Cristo…como él que más presenta la fe en Jesucristo como una realidad que humaniza….cuanta veces encara la acción evangelizadora, promueve la dignidad humana y cuando organiza la promoción de todos los hombres y de todo hombre no se detiene hasta presentar en forma explícita y lúcida la Buena Nueva de Jesucristo… Amar desde los pobres a todos es también amar a los ricos, como los amó Jesús…en síntesis el obispo es el hombre de Dios – el hombre de la Iglesia – el hombre del mundo de los hombres…Estás llamado a acompañarme a presidir, animar y celebrar la Iglesia del Verbo Encarnado…una Iglesia más y más consciente de vivir suspendida en la Trinidad Beatísima por la fe, la esperanza y la caridad teologal, pero surgiendo, con el mayor realismo, de las mismas bases de la sociedad viedmense-rionegrina”[82]. “Si es preciso debe sellar este amor con su propia sangre como Pedro y Pablo, y tantos otros hasta nuestros días como recientemente en tierra latinoamericana, monseñor Romero, arzobispo de El Salvador, y por qué no decirlo, monseñor Angelelli, en La Rioja, en nuestro país”[83]. La perspectiva de un ministerio episcopal que, en su ejercicio, llega hasta la disponibilidad de derramar la propia sangre estaba presente en la vida de Hesayne. Abierto a las novedades de Dios, este horizonte lo había fijado en su lema episcopal: “Para servir y dar la vida”. Por otra parte, su estrecho vínculo con Angelelli, a quien admiraba como hombre de Iglesia - pastor y profeta, impactó muy fuerte en su vida y en su ministerio. La muerte de Angelelli fortaleció en Hesayne su postura fundamentada en el Evangelio y en la Doctrina de la Iglesia Católica.

El Profeta

Lo más conocido de Hesayne, fuera del espacio eclesial, fue su valiente defensa de los Derechos Humanos, de la vida humana en forma integral y de la dignidad de toda persona, y la denuncia contra toda violación y atrocidades cometidas por el terrorismo de Estado instaurado durante la última dictadura militar (1976-1983) con detenciones, secuestros, torturas, desapariciones, muertes, robos de niños, robos materiales, etc…

Ernesto Sábato, que presidió La CONADEP (= Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), instituida por el Presidente de la Nación Raúl Alfonsín, para investigar el hecho de los DESAPARECIDOS, al presentar el informe final en varias carpetas, que sumaron más de 50.000 folios documentados, después de 280 días de trabajo que permitió probar la existencia de un plan sistemático perpetrado desde el gobierno militar mismo, dijo: “después de haber recibido varios miles de declaraciones y testimonios, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje” … ” todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda considerarse como delictivo, para alcanzar la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad”…  Con la técnica de la desaparición y sus   consecuencias, todos los principios éticos … fueron pisoteados y bárbaramente desconocidos”[84].

La CONADEP[85] como lo dice su nombre, se dedicó exclusivamente a investigar sobre los DESAPARECIDOS durante la dictadura militar. Registró testimonios acerca de la existencia de 8961 desaparecidos y de 380 centros clandestinos de detención (CCD). Argentina se hizo tristemente famosa en el mundo por estos aberrantes hechos, tanto que esta desafortunada categoría de personas entró en todas las lenguas con el término castellano, sin admitir otra traducción. El informe final de la CONADEP fue publicado en forma de libro con el nombre de “Nunca Más”. De la siguiente manera resume Ernesto Sábato quienes fueron los DESAPARECIDOS: “Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado la enseñanza de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esos amigos, gente que había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura. Todos en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores” [86].

Hesayne, llevado por una gran compasión humana y por su celo pastoral, denunció con valentía todos esos hechos y se puso en camino con los perseguidos por la Dictadura. Pero no se detiene a solo ese período, es crítico con las políticas económicas liberales que fomentan la pobreza y que condenan al hambre, a la subalimentación, a la marginación, al descarte social, a la relegación educativa, al no acceso a la vivienda, al descuido de la salud pública y de infraestructuras sanitarias en los barrios más humildes, … como también la falta de trabajo y posibilidad de un justo desarrollo humano … problemas que perduran en el sistema democrático, desmerecido por la corrupción y el decaimiento de las Instituciones del Estado y la devaluación de la política, por carencia de líderes que estén a la altura de los tiempos y al servicio desinteresado del bien común… a lo que se añaden también los temas del aborto, de la ecología y de otras cuestiones relacionadas con la bioética.

Agradeciendo la distinción concedida por el Presidente Kirchner, “Premio Azucena Villaflor”, el 10.12.204 en la Casa Rosada, por haber ‘denunciado, demandado y advertido sobre los hechos aberrantes que se produjeron durante la pasada dictadura militar’ (cfr. Introducción de Kirchner), Hesayne no pierde la oportunidad de denunciar que las violaciones a los derechos humanos se reflejaban también en la "injusticia social" que surgió en la década de los 90 y consideró que si bien la situación "se está recuperando", aún "hay que apurar el paso". Y, refiriéndose a sí mismo, con humildad añadió que en los años ’70 él se centró en "hacer lo que un ser humano hace cuando descubre que se violan y se hacen desaparecer personas", y recordó también que en esos años "llamaba a la conversión a los responsables de las torturas que eran de las Fuerzas Armadas"[87].

El profetismo de Hesayne tiene su raíz en el mismo Evangelio, por eso abarca todo lo que tiene que ver con la lucha por la dignidad de la persona humana. No se remite solo a un período coyuntural del país, ni se reduce a algún aspecto puntual, desconociendo la amplia gama de los Derechos Humanos, cada uno con muchas derivaciones. El profetismo de Hesayne atraviesa toda su existencia. Precede los tiempos de la dictadura y sigue después de ella. Es fruto de una fe viva, de una gran compasión por los sufrientes, y de estar comprometido en cuerpo y alma con la acogida del Reino de Dios en las conciencias y en la sociedad. Es profeta porque es cristiano y es un pastor según el corazón de Dios. El 31.05.2001, al recibir el Título de Dr. Honoris Causa por su defensa de la libertad, la democracia y los derechos humanos, otorgado por la Universidad de Río IV, Córdoba), se definió como «un autodidacta hecho en la lucha diaria con moral cristiana, pero en sus formas más concretas». Allí mismo, dejó asentado que “Los principios de los derechos humanos los reestableció Jesús con la frase ‘la ley (el sábado) es para el hombre no el hombre para la ley (el sábado)’, y con esto puso al hombre en el centro de las problemáticas sociales”[88]. En el libro ‘Diálogos en Azul’, refiriéndose a su actuación durante la Dictadura militar, dijo: “Cuando yo supe que había hermanos míos en situación límite, torturados, presos o desaparecidos, desde mi fe cristiana me puse a defender sus derechos. No lo tomé como una bandera social política (sino como) un nuevo campo de evangelización, al expresar que los Derechos Humanos no fueron creados por la ONU, sino que son creados por el mismo Dios”[89].

Pero, durante la Dictadura, hay un hecho doloroso que funcionó como detonante y como salto de calidad en el compromiso de Hesayne por los Derechos Humanos. Él mismo lo contó muchas veces, y a muchas personas, y lo dejó asentado en su testimonio en el ‘Juicio a las Juntas”, el 02 de agosto de 1985. Se trata de la detención-secuestro, tortura y encarcelamiento del joven Eduardo “Bachi” Chironi, militante de la Juventud Peronista de Viedma, cuyos compañeros de grupo habían sido ya secuestrados. Ante el temor de entrar en la categoría de los “desaparecidos”, se presentó a Hesayne y pidió que lo aconsejara, quien le sugirió que, siendo inocente, él mismo se presentara a la Policía Federal de Viedma para descargar las sospechas que pesaban sobre él. Hasta ese momento, Hesayne creía en la institucionalidad y la honorabilidad de las Fuerzas Armadas Argentinas y de los servicios de seguridad en nuestro País. Bachi (éste era el apodo familiar) se presentó el día 13 de diciembre de 1976, y quedó detenido. De allí, sin aviso alguno a su familia, fue trasladado (a Bahía Blanca) al Comando del V Cuerpo de Ejército el 15 de diciembre de 1976, ingresado a “la escuelita” (CCD = Centro Clandestino de Detención) donde fue interrogado y sometido a torturas; luego ingresado a la cárcel de Villa Floresta – Bahía Blanca- (UP 4) el 24 de diciembre de 1976, donde ingresó en un estado grave de salud. Trasladado el 22 de agosto de 1977 a la cárcel de Rawson … recuperó su libertad en marzo del ’78” … “Como consecuencia de las graves torturas padecidas, se le produjeron lesiones gravísimas que no cesaron con su libertad ni el cese de maltrato”, y que fueron causa de su muerte, el 23 de septiembre de 2008, a los 57 años de edad. [90]

Hesayne, al enterarse que Bachi había sido secuestrado, se presentó a la Policía Federal exigiendo que le dijesen donde estaba. Después de habérselo negado varias veces, le notifican que había sido derivado a Bahía Blanca y puesto en manos del V Cuerpo del Ejército. Viajó a esa ciudad, esperó por horas, antes que lo atendieran. El hacer esperar y el hacer ir reiteradas veces era una estrategia común, muy utilizada también por el General Albano Eduardo Harguindeguy, ministro de Interior, en el intento de desanimar los reclamos. Padecieron lo mismo otros Obispos, entre ellos el que fuera entonces Obispo de Comodoro Rivadavia, Mons. Argimiro Moure sdb, que aguantó muchas horas de espera sumando las veces que se presentó para pedir por algunas personas desaparecidas[91]. En el caso Bachi un testimonio directo dice: “…acompañé a Hesayne al Quinto de Infantería en Bahía Blanca. Yo manejaba el auto y al llegar Hesayne pidió entrevistarse con el General Teodoro Catuzzi. Quedé esperando en una sala contigua al despacho del General y escuchaba por momentos la voz muy alta de Hesayne y otra voz (supongo del general). Estuvimos varias horas. Logró que le dijeran que Bachi estaba ahí; entonces exigió verlo. Supe que lo vio muy golpeado /torturado. Hesayne me contó esto en el auto al regresar a Viedma. 

Creo que eso hizo que Bachi pasara luego a disposición del Poder Ejecutivo y al penal de Rawson. Sin duda eso le salvó la vidacuando Bachi fue liberado, mucho después, vino al Obispado con su esposa y otros familiares y celebramos Misa en la capilla del Obispado”[92].

La acción de Hesayne por Bachi, no se limitó a eso. Emprendió valientemente una ardua tarea para lograr su liberación total.  “Volvió, también una y otra vez, escribió cartas pidiendo su intervención al entonces Presidente de facto, Jorge Rafael Videla, al Ministro del Interior, Albano Eduardo Harguindeguy, y al gobernador de Río Negro, Contralmirante Julio Acuña” … “Su preocupación e insistencia trajo sus frutos. Hesayne convirtió a Chironi casi en un tema de Estado para las autoridades regionales y finalmente su situación fue blanqueada. Permaneció detenido durante varios meses y luego pudo regresar a Viedma” … La esposa de Bachi, Cristina Ceboli recuerda a Hesayne como “un hombre de mucho coraje”[93].

“La suerte de Eduardo “Bachi” Chironi fue un parteaguas en la vida de Hesayne. Con él descubrió la oscuridad que imperaba en la realidad institucional argentina”[94]. Es aquí donde se produce ese otro “SÍ” a la propia vocación que lo cualifica teologalmente como cristiano y pastor. Hay un antes y un después de este hecho que desata toda la creatividad y la parresía de Hesayne en torno al tema de la defensa de los Derechos Humanos. Hesayne era de no hablar de lo que él hizo. Hasta le molestaban las muchas distinciones que recibió después en su vida. Inclusive rechazó algunas y condicionó otras para ser coherente con el Evangelio. Sin embargo, la historia de Bachi, que gracias a él tuvo un final feliz, Hesayne la contó muchas veces pues le pesó el inicio. En su exposición, en el Juicio de las Juntas, dijo con fuerza: “Ante las respuestas dilatorias y negativas de las autoridades comencé a sospechar que (Bachi) podría estar en el tobogán de la muerte, y que yo lo había puesto, por otra parte; y eso también lo sabía la familia y sobre todo lo sabía mi conciencia” [95].

Hesayne fue cayendo en la cuenta del plan maquiavélico que los responsables máximos de la Dictadura habían asumido para combatir la guerrilla, justificando el uso de cualquier medio. Esto lo vio confirmado en el frustrante encuentro que tuvo con el Ministro del Interior Albano Harguindeguy de visita a Río Negro, el 21 de abril de 1977. El Obispo le presentó los casos de violaciones de los Derechos Humanos denunciados en el Obispado. Tres días después, el 24.04.1977, en una carta abierta dirigida a Harguindeguy, Hesayne expresó: “Regresé de dicha entrevista angustiado, apenado y embargado de un gran temor por el futuro inmediato de nuestro país”. Había comprobado que no se trataba de “errores cometidos por algunos” sino que “desde la alta oficialidad se reniega prácticamente del Evangelio al ordenar o admitir la tortura como medio indispensable”. También señaló públicamente: “La tortura es inmoral, la emplee quien la emplee. Es violencia y la violencia es antihumana y anticristiana[96].

A partir de eso, en su entrega a Jesucristo Camino, Verdad y Vida, Hesayne gana en discernimiento, en lucidez y en parresía. En su defensa de los Derechos Humanos, durante la Dictadura, une tres aspectos que definen su postura profética: la palabra, la presencia y los gestos oportunos, con mucha paz interior, simplicidad y respecto por las personas. Su denuncia es a la vez, siempre, una propuesta de conversión de vida. En su estilo, dichos y hechos adquiere una firmeza ejemplar y gran claridad. Sin faltar a la verdad, nunca será agresivo, jamás recurrirá a soportes ideológicos, menos aún a los artificios de lo políticamente correcto. Mantendrá un gran respeto por las autoridades y les ofrecerá lo propio del Pastor: la luz del Evangelio.

Hesayne fue un gran comunicador. Tenía el don de la palabra que puso al servicio de la Palabra Encarnada. Supo utilizar en forma asombrosa todos los medios de comunicación que tuvo a su alcance diarios, revistas, radio, televisión, informática…  Escribió libros, artículos, cartas abiertas a todos los presidentes de la Nación (a algunos más de una vez)[97]  y a funcionarios de turno; cartas a la Conferencia Episcopal Argentina y a autoridades dentro de la Iglesia; firmó solicitadas en los diarios, emitió comunicados; pronunció discursos, conferencias, docencia y horas de cátedra en la universidad y muchas homilías (sus homilías siempre tocaban algo de la realidad); concedió entrevistas y participó en paneles y debates; incursionó en las redes que utilizó como instrumentos de comunicación, de formación y de denuncia sobre todo en sus últimos años, hasta tener un sitio online para  transmitir su reflexión dominical. Casi todo lo que dijo lo dejó asentado, escrito o grabado. No será difícil estudiar su pensamiento; un buen investigador encontrará mucho material. Su postura está bien documentada. “Sus denuncias, en cartas públicas, desnudaron el pretendido barniz cristiano con el que buscaron encubrir ese terrorismo de Estado. Fue su forma de ejercer el rol profético” [98].

Su servicio profético pasa también por su presencia y acompañamiento a las personas víctimas de la violencia ejercida desde el Estado, a sus familias y a muchos que se involucraron en la lucha por el respeto de los Derechos Humanos. Mantuvo un vínculo con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y su lucha por encontrar a sus hijos o nietos. Tomó parte de la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos (APDH), fundada el 18.12.1975, pocos meses antes del golpe militar, en la Casa de Retiro de la Parroquia Pasionista “Santa Cruz” de Buenos Aires[99]. También tomó parte y vinculó la Diócesis de Viedma con el MEDH (Movimiento Ecuménico de los Derechos Humanos), al cual aún sigue vinculada[100]. El MEDH tiene su origen el 22 de febrero de 1976, dos meses antes del golpe, realizando una primera celebración ecuménica en la Catedral Inmaculada Concepción de Quilmes, con Mons. Jorge Novak, obispo de esa Diócesis, a la cabeza, junto con el obispo metodista Federico Pagura y el pastor Rodolfo Reinich de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata. Fue una liturgia pública de oración y solidaridad para con los detenidos y desaparecidos y sus familiares. Su acompañamiento es mayor aun cuando entró a ocuparse directamente de casos puntuales. Trató de involucrarse en el problema, no solo mirarlo desde afuera. Lo miró con compasión, pues se estaba ocupando de personas concretas, con las cuales se identificaba Cristo mismo (cfr. Mt 25, 40). 

 Así es como se ocupó de Eduardo “Bachi” Chironi, de Néstor Busso y de muchos otros secuestrados, torturados y desaparecidos. Néstor Busso, de la Diócesis de Azul, buen comunicador social, había sido representante de los jóvenes en el Consejo de Pastoral. Habiendo sido secuestrado, Hesayne “le salvó la vida, como a muchos más, con gestiones ante las autoridades militares”, tuvo que exiliarse, y al regresar al País (1983), se radicó en Viedma, donde el Obispo lo hizo su secretario de comunicaciones.

En esta misma entrega generosa, profética, Hesayne sabe tener la oportunidad de los gestos, que a veces dicen más que la palabra y la presencia. Dicho de otra manera, los gestos revelan la intencionalidad real de la palabra y de la presencia. Revelan el compromiso silencioso de una opción tomada y de un amor hacia el hermano hasta las últimas consecuencias. Hesayne se moviliza para buscar soluciones, aguanta muchos desplantes, persevera más allá de la soledad y la crítica que lo condena y quiere desanimarlo. “Dirigió su servicio episcopal a la actividad y el compromiso concretos, no sólo mediante la denuncia sino con la acción y la gestión directa ante los Cuerpos del Ejército y de las otras fuerzas regulares del gobierno de facto a favor de la aparición con vida de ciudadanos de su diócesis detenidos irregularmente; algunos, más tarde desaparecidos”[101].

Los gestos arriesgados en favor de los demás son obras de amor. Nacen en la entrega de uno mismo, fruto de la fe y de la convicción de la propia vocación de servicio. Esto no fue algo fácil en la Dictadura, pero el cristiano-pastor tiene un imperativo interior que lo moviliza, recordándole la palabra de Jesús que quien quiera salvar su vida la perderá, pero quien la pierda por Jesús y por el Evangelio la salvará (cfr. Mc 8, 35). Ese tipo de gestos, donde se entrega la propia persona y se arriesga la vida, repercuten más allá de la Iglesia.  Un testimonio de Viedma así resume la actitud profética de Hesayne durante la Dictadura: “Recordamos especialmente sus gestiones incansables por detenidos de nuestra ciudad, el acompañamiento a sus familias, las cartas enviadas a los mandos de la dictadura con el único objetivo de defender la vida”[102]

Es así como se solidariza también con Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz (1980)[103], haciendo públicamente una gira en toda la Diócesis con él, en el año 1981, para apoyar y celebrar este reconocimiento internacional, en un momento que muchos encumbrados, de la Iglesia y de afuera, lo desconocieron y le hicieron un vacío. Asumió la misma actitud en relación a Néstor Busso y otras personas ignoradas por sus posturas críticas hacia el régimen militar imperante.

En este mismo orden de cosas, Hesayne con don Jaime de Nevares obispo de Neuquén, Mons. Jorge Novak obispo de Quilmes en Buenos Aires y Mons. Marcelo Mendiharath obispo de Salto -Uruguay- (en ese tiempo exiliado en Argentina por el régimen militar uruguayo en el poder), en una celebración en la Catedral de Neuquén el 04 de agosto de 1983, subscribe públicamente el pedido de investigación judicial acerca de la muerte de Mons. Enrique Angelelli, convencido desde el primer momento que ese había sido un asesinato atribuible a los servicios represivos del gobierno militar argentino. Eso dio pie a que en Neuquén mismo se abriera la causa de Angelelli, que luego pasó a La Rioja, concluyendo, con el dictamen del Juez Aldo Morales en 1986, que había sido un “homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima”. Este fallo primero fue cajoneado en Córdoba y luego en 1990 beneficiado también por las llamadas “leyes de impunidad”. Hesayne no se dejó estar; siguió trabajando en forma reservada para que la causa no prescribiera[104]. Reabierta la causa en diciembre de 2012, Hesayne colaboró como testigo. Después de un minucioso proceso muy documentado, quedó ratificado que Mons. Angelelli fue asesinado, a través de “una acción premeditada, provocada y ejecutada en el marco del terrorismo de Estado”[105].

En la modalidad de ir poniendo gestos resolutivos, Hesayne, en plena Dictadura, retomó públicamente el tema Angelelli con ocasión de la llegada a la Diócesis de su Obispo Auxiliar Mons. Carmelo Giaquinta (27.06.1980), cuando en la homilía, recordándole la misión del obispo, lo invitó a estar dispuesto a llegar hasta el amor extremo de dar la vida, como había hecho Mons. Romero “… y, por qué no decirlo, Mons. Angelelli, en La Rioja, en nuestro País[106]. Lo mismo hizo al dar la bienvenida al Papa Juan Pablo II en Viedma, el 07.04.1987, al afirmar que “En estos últimos años en Argentina, ser fiel al Evangelio fue una audaz aventura que llevó a dar la vida a muchos hermanos en la fe: sacerdotes, laicos, religiosas y hasta un obispo, nuestro hermano Obispo Enrique Angelelli”[107]. En ambos momentos la repercusión mediática que tuvieron esas afirmaciones, provocó la reacción de personas y sectores que se sintieron afectados. Las afirmaciones de Hesayne no eran ni ingenuas, ni maliciosas, él sentía el deber de hacer memoria y de crear una nueva conciencia acerca del posicionamiento personal que exige la verdad de los hechos, el arrepentimiento público y su adecuada reparación, para que se pueda promover la reconciliación y el perdón.

Su denuncia audaz, frontal y determinante tuvo sus consecuencias en la hostigación, soledad e incomprensiones que tuvo que sufrir. En algún momento tuvo intimidaciones y amenazas de muerte de agentes anónimos, que siempre se movieron en la oscuridad. Pero sobrellevó con valentía y paz el vacío que le produjeron personas desde el interior mismo de la Iglesia.  A él más le dolía la indiferencia frente a los bochornosos hechos de violación del que fue víctima el País. Es poco lo que Hesayne dice sobre esto. “En la Iglesia de Viedma me sentí muy apoyado por sacerdotes, la mayoría, salvo uno o dos. Pero de los fieles, de un buen grupo de católicos, me sentí hasta marginado. Era el obispo descarriado”, recordó en Diálogos en Azul. Creo que la dinámica pascual, que había imprimido a su vida, le permitía vivir las crucifixiones sin amargura ni guardar rencor. Él sabía que había sacerdotes que en la Diócesis no lo nombraban en la plegaria, lo cual implicaba que no lo reconocían como obispo y ni siquiera deseaban orar por él; jamás le sentí una expresión de rechazo. Hemos llegado a dormir en un motel del Automóvil club porque en una parroquia no tenían lugar para recibirnos: y sabíamos que había varias habitaciones libres” [108].

En su solicitud por la misión de la Iglesia en Argentina, no dudó escribir a la CEA en muchas ocasiones, hasta el final de su vida; escribió e interpeló a algún hermano obispo (arriba hemos recordado la carta enviada al Card. Primatesta en 1980); y planteó con sencillez y amor su divergencia estratégica con la postura oficial de la CEA frente a las actuaciones del Gobierno militar. “A nosotros nos han matado fieles porque nos han entretenido en cabildeos. Ciertamente otra cosa hubiera sido si lo que se les dijo en secreto se hubiera dicho en público y en todo caso los muertos hubiéramos sido nosotros y la definición hubiera sido netamente evangélica”[109]. De hecho, todos los cuadros de la Iglesia en Argentina tuvieron bajas por muertos, desaparecidos, torturados y/o encarcelados. Entre la “nube de testigos” (cfr. Hb 12, 1) de la Iglesia del siglo XX, hay obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y muchos laicos, sobre todo jóvenes catequistas y dirigentes de las distintas ramas de la Acción Católica, de las Comunidades y de los Movimientos Apostólicos de la Iglesia [110]. La Iglesia que está en Argentina tiene una asignatura pendiente, una deuda hacia sí misma, la de recuperar la memoria histórica de tantos testigos de la fe, ajenos a cualquier ideología, que dieron su vida por anunciar el Evangelio a los más pobres o por estar dirigiendo grupos de formación, reflexión y oración cristiana; o simplemente por mostrar públicamente su desacuerdo con la postura del gobierno militar sobre la “Seguridad Nacional”, y su accionar ilegal en la lucha contra la guerrilla. Hubo quienes murieron o fueron desaparecidos por defender a otras personas cuyos derechos humanos no eran respetados. A modo de ejemplo contundente valgan: por una parte, la memoria del catequista paraguayo Antero Daniel Esquivel (28 años), miembro de la comunidad de la Virgen de los Trabajadores de Villa Caraza (Partido de Lanús), y miembro fundador del EPPA (Equipo Pastoral Paraguayo en Argentina)[111], catequista e integrante de la JOC [112]; por otra parte, entre adultos que lucharon por defender los derechos de todos recordamos a las religiosas francesas, Hnas. De las Misiones Extranjeras, Alice Domon desaparecida 08.12.1977 y Lèonie Duquet desaparecida el 10.12.1977.

En Hesayne, su mirada desde el evangelio y su destacada coherencia interior lo llevaron a abrazar todas las causas que tienen que ver con el respeto de la vida y de las personas. Así es como manifestó su rechazo a la guerra de las Malvinas (1982) y cualquier otra forma de violencia. Consideró importante que sobre temas como estos la Iglesia se expidiera con claridad. Recibiendo al Papa Juan Pablo II, en Viedma, dijo: “Hoy, querido Juan Pablo II, desde la Patagonia queremos comprometernos a seguir el camino de la fidelidad evangélica y pedir perdón porque, como Iglesia, no siempre nos hemos identificado con el pobre, el necesitado, el perseguido. Será nuestro aporte diocesano a la Argentina que soñamos: que nunca más conozcamos la demencia de la guerra interna y externa; que nunca más tengamos que lamentar muerte de jóvenes, soldados y civiles, ni desaparecidos, ni torturados, ni gente con hambre y sin trabajo. Por el contrario, que vayamos forjando una gran familia que cante las glorias de Tata Dios, porque vivimos hermanados en el Espíritu del Resucitado, a la espera de la plenitud del Reino, comprometidos solamente con el Evangelio de Dios”[113].

Su lucha por los Derechos Humanos prosiguió más allá de la Dictadura. Se extendió hasta el final de su vida. Sólo la muerte lo calló, aunque sigue vivo a través de sus escritos y en la memoria de muchos. Se opuso a las leyes de la “supuesta amnistía”, promulgadas por el Pdte. Raúl Alfonsin, llamadas “Ley del Punto Final” (24.12.1986) y “Ley de la Obediencia Debida” (08.06.1987) que, junto con los indultos realizados por el Pdte. Carlos S. Menem (1989-1990), son conocidas como “leyes de impunidad”, declaradas por la Corte Suprema de la Nación inválidas constitucionalmente y abolidas el 14.06.2005. Además, de alguna manera, abordó todos los temas vigentes que tienen que ver con la dignidad de la persona y la calidad y sacralidad de la vida. Coherente con su opción fundamental, fijó claramente su postura contra el aborto y fustigó las medidas neoliberales impuestas en los años democráticos, abogando por los más pobres, excluidos de los bienes básicos necesarios a todo ser humano. “Lo hizo como en los tiempos anteriores, a través de entrevistas y cartas a los funcionarios y presidentes, publicando solicitadas, editando libros escritos con claridad y firmeza, sin tener en cuenta los colores políticos de quienes ocupaban la primera magistratura” [114].

Como botón de muestra, en 1999 defendió a Mons. Rafael Rey, presidente de Caritas Argentina, rebatiendo al Presidente Carlos S. Menem que afirmaba que en su gestión la pobreza había bajado, siendo lo contrario. Hesayne, haciendo implícitamente alusión al reconocimiento que la Secretaría de Estado del Vaticano le diera años antes a Menem por su postura en defensa de la vida ante la ONU, entre otras cosas le dice: "Usted puede hasta engañar al Papa con sus falacias políticas, pero no a Jesucristo, para quien todos sabemos que verdaderamente hoy la pobreza es demasiada". Al Pdte. Menem, ya el 25 de diciembre de 1993, le había enviado una carta contundente sobre la pobreza y problemas anexos que había creado el cierre de HIPASAM, de lo cual Menem era responsable. Le recordaba que “en la campaña electoral había prometido que desde la zona de Sierra Grande iba a comenzar la revolución económica y que en cambio el cierre de la mina de hierro (decidida en esos años) había provocado una mayor pobreza” [115].   

Asimismo, en una Carta Abierta del 21.12.2000 dirigida al Pdte. Fernando de la Rúa le critica sus políticas neoliberales. Le escribe sin eufemismos: “Llamemos a las cosas por su nombre: su gobierno, en vista a pagos legales (no justos), viene tomando medidas (también el anterior lo hacía) socioeconómicas que son un genocidio de guantes blancos para una sociedad denominada neoliberal, pero crimen horrendo para Dios, quien clama se haga justicia a sus pobres”. Se refería a las políticas de ajuste, ya iniciadas con Menem que el Pdte. de la Rúa continuaba, en vistas a solventar la deuda externa que Argentina había comenzado a contraer durante la Dictadura. En este caso, Hesayne cuestionó a la ideología neoliberal subyacente en la orientación política-económica de ese Gobierno y, siendo que es católico, le pregunta si “… ¿es lícito que comulgue un cristiano que, de hecho, asume la ideología neoliberal que engendra una situación de muerte para con millones de habitantes..., muerte infantil a poco de nacer, muerte acelerada a ancianos y muerte lenta a generaciones de jóvenes con una salud endeble, etc..?”[116].

 Lo mismo hará frente al Pdte. Eduardo Duhalde, quien pedía que se le diese tiempo para salir de la crisis. Le recuerda que él ha jurado sobre el Evangelio, lo que supone, asumir “sus valores éticos” y comprometerse “hasta dar la vida personal … en el cumplimiento de las coordenadas esenciales del mensaje cristiano: búsqueda de la verdad, defensa de la libertad, cumplimiento de la justicia desde un real amor solidario. Si falta una de estas cuatro, se viola el juramento”. Le recuerda que ha prometido erradicar la corrupción generalizada, “pero los corruptos siguen premiadoslos responsables de la miseria argentina gozan hasta de un irritante bienestar. No es por venganza sino por elemental justicia que se los ha de juzgar y el pueblo debe saber la verdad…” Y afirma categóricamente que "… con la «caridad limosnera» o «ayuda social» no se cumple con la justicia social. El primer derecho de un hombre o de una mujer es el trabajo dignamente remunerado. Van a ser 26 años que vengo escuchando la promesa de que, una vez arregladas las grandes finanzas y pagadas las deudas del Estado, se va a encarar la solución del problema social en forma digna. Se lo oí al ministro Martínez de Hoz en noviembre de 1976, en al aula episcopal pidiendo paciencia a los obispos. Y ahora se escucha de usted y colaboradores que se tenga paciencia"[117].

Para estos gobiernos, que se declamaban católicos, Hesayne les hizo un planteo de coherencia cristiana, que conjugara las medidas políticas y económicas con los principios básicos sociales que se desprenden de la fe y la ética del Evangelio. En la clase magistral dictada en Río IV, con ocasión del Título de Dr. Honoris Causa, Hesayne presentó con mucha claridad las cuatro coordenadas que surgen de esta mirada.  Trazó primero un cuadro de la Globalización que vivimos (globalización tecno-económica, globalización socio política, globalización cultural). Invitó a atreverse a ir contra la corriente neoliberal, imitando a “aquellas cuatro mujeres heroicas, excepcionales, que se atrevieron a enfrentarse al mercantilismo esclavista de los siglos XVI - XIX, cuando nadie, ni en la sociedad ni en las iglesias, se atrevió a negar la supuesta negatividad del sistema esclavista dominante»[118]. Y luego expuso las cuatro coordenadas que han de reordenar humanamente nuestra sociedad globalizada: «la primacía del trabajo sobre el capital, de la ética sobre la técnica, de la persona sobre todo poder y de la vida humana digna sobre cualquier otro valor» [119].

Siguiendo su modalidad de dar siempre razones de su esperanza, además de la libertad que se tomó de exponer todo en una explícita clave cristiana, así concluye Hesayne su clase magistral: “Hay que buscar estrategias adecuadas y en lugar de grandes esperanzas de cambiarlo todo a la rápida, los cristianos siguiendo la estrategia del Evangelio, tenemos la esperanza del grano de trigo y de la levadura. En lugar de elefantes busquemos redes de hormigas. En lugar de la toma del poder por la violencia de las armas o la violencia del “mercado” pensemos en pequeños cambios que irán transformando el escenario socio-económico – político – cultural desde abajo hacia arriba. Estoy persuadido -desde la Iglesia- que el poder no se evangeliza desde el poder. Hay que ir a la casa del pueblo y formar su conciencia ciudadana con criterios evangélicos… Mi augurio orante para con todos Ustedes es que … logren el magnífico lema de la Universidad Nacional de Río Cuarto: “CREER, CREAR, CRECER”.  En clave de Fe Cristiana: Creer en Jesús, Señor de la Historia, para Crear la nueva civilización del Amor y así todos Crecer en humanidad”[120].

Con ocasión de dicha mención, el Rector de la Universidad Nacional de Río Cuarto describió así la personalidad y el aporte específico de Hesayne en favor de un futuro mejor para los argentinos: “La idea clave de Miguel Hesayne es la adjudicación de una dimensión política al Evangelio cristiano, y desde la perspectiva espiritual y pastoral considera que su tarea es anunciar su dimensión profética. Su mensaje no es un mensaje abstracto, sino que se encarna en la realidad histórica, y que la Fe, se debe vivir a través de la práctica de la solidaridad humana, y de la justicia. No es casual que ese objetivo, el de la búsqueda de ese destino común y equitativo de todo un pueblo, sea también el principal elemento que genera reacciones, al que los espíritus dominantes de otras culturas buscan debilitar y diluir para homogeneizar y colonizar, por lo cual también Hesayne ha sido, y es aún hoy, silenciado. Por ello es una de las voces más proféticas de nuestro país, y es así, una figura de la Iglesia Católica Argentina contemporánea. Podría detenerme en destacar la calidad humana, y reconocer su valiosa contribución a la humanidad en favor de la paz, el encuentro fructífero de los hombres, y la trascendencia de las acciones cotidianas. Pero sobre todo deseo realzar su profunda humanidad, su sencillez y su sincera modestia, sus dones de padre espiritual, sus valores éticos, morales y su coherencia”[121].

En Hesayne se percibe la unidad de un binomio consustancial con su persona: su calidad humana y su vivencia evangélica. Ambos aspectos lo acompañaron hasta la muerte. Ya recordamos su deseo ardiente de morir orando, y como el Señor le concedió esa gracia. En ese mismo contexto afloró con fuerza su calidez humana, que nunca le faltó y fue parte de su ser y de su espiritualidad. Cuando ya no podía expresarse bien y le quedaba solo la posibilidad del “signo”, tuvo un gesto sorprendente, que repitió dos veces. Llamó a todos los que le asistían para encomendarles el futuro del Instituto Cristífero, para despedirse de ellos, agradecerles y quizás también disculparse de algo. Dice el Pbro. Lafforgue, arguyendo que esto también lo podrían testimoniar: “Marina Rodríguez (que siempre lo asistió) y Maria Beatriz Pérez actual presidente del Instituto junto a Martha Kyskia” … “nos enviaba a llamar a cada ratito, para casi compulsarnos a reunirnos y pensar en el futuro del Instituto. En dos ocasiones, en esos últimos días, me demostró su capacidad de afecto: me hizo un gesto con la mano para que me acercase; yo pensé que era para decirme algo al oído porque, además, no tenía muchas fuerzas para hablar... y en realidad fue para darme un gran abrazo; ahí confirmé que siempre me había ofrecido y buscado lo mejor para mí incluso cuando con firmeza me corregía en mis jóvenes años de cura…”. No hay profecía cristiana donde pueda estar ausente la cercanía íntima con Dios o la calidez humana, porque la profecía, cuando viene de Dios, junto a la parresía del Espíritu, trae consigo el designio de justicia y ternura del Padre para con los que sufren (la viuda, el huérfano, el pobre, el oprimido, el extranjero…), y la verdad y compasión del corazón de Cristo, que vino para redimir y llamar a la conversión a todos.

La Junta Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina, al dar sus condolencias a la Diócesis de Viedma resumió así la vida de Hesayne: “Hacemos memoria agradecida de este Hermano nuestro Miguel Esteban, celoso pastor de su pueblo que desde la fidelidad al Evangelio de Jesucristo trascendió las fronteras de la Iglesia, de cuya enseñanza social fue siempre ardiente discípulo y testigo. Con su vida y su palabra anunció incansablemente con voz profética la inviolable dignidad de la persona humana, entrañable amor a los pobres y, hasta sus últimos días, servidor del Evangelio de la vida”[122].

Espiritualidad Encarnada y Pascual

Hesayne dejó el gobierno de la Diócesis de Viedma el 28 de junio de 1995. Tenía 72,6 años. Lo hizo por decisión propia pidiendo al Papa Juan Pablo que aceptara su renuncia, aun cuando le faltaban 2 años y medio para cumplir la edad canónica [123]. Sabía que dejaba la Diócesis en buenas manos, las de su Obispo Coadjutor, Marcelo Melani sdb.

En junio de 1995 Hesayne fue a Roma. Al volver comunicó someramente que había logrado una entrevista con el Papa Juan Pablo, aun cuando no se había anotado previamente, y convocó para el día siguiente a su Coadjutor p. o. Marcelo Melani y a su Vicario General Pbro. Gustavo Vietti. Fue para decirles, según narra Melani, que “había obtenido la aceptación de su renuncia (dos años antes de los 75 años) y que entonces desde el día siguiente iba a tener a mi completo cargo la Iglesia local. Cuando le pregunté porque no lo habíamos hablado antes, me contestó (lo recuerdo bien) “porque tú no hubieras estado de acuerdo, pero lo he rezado mucho y es mejor así. Tengo que dedicarme al Instituto de las Cristíferas y quiero organizar una escuela para laicos para prepararlos a la vida social y política. Es algo que desde tiempo creo necesario hacer, pero no he tenido el tiempo para realizarlo”[124]. Baronetto dice: “Consciente de la responsabilidad laical, cuando dejó la titularidad de su diócesis, creó en Azul un instituto de formación para fortalecer la responsabilidad de los cristianos con las realidades, siempre necesitadas del compromiso evangélico transformador”[125]. Lo hizo en colaboración con el obispo Metodista Aldo Etchegoyen, creando la “Asociación Jaime de Nevares”. Sabemos que Hesayne, una vez que tomaba una decisión, discernida en la oración, la cumplía enseguida, sin vacilar. Su propósito lo llevó adelante hasta el final.

Una significativa acción pastoral, cumplida ya como obispo emérito con ocasión de los 25 años de la celebración del Sínodo Diocesano (2010), fue regalar su Báculo “a María, Virgen Misionera de Río Negro y Auxilio de los cristianos”, en el pequeño santuario ubicado en la Colonia San Juan, sobre la Ruta Nacional 250 a 16 km. de la ciudad de General Conesa. Dicho Santuario es fruto de la devoción popular a María, después de una peregrinación por la Diócesis de 5.500 km, realizada del 27 de noviembre al 22 de diciembre de 1978. La imagen fue entronizada en esa Capilla el 12 de octubre de 1979. Poniendo en las manos de María su báculo, Hesayne agradecía a la Madre su acompañamiento durante los 20 años de su gestión diocesana. Al mismo tiempo le encomendaba el seguimiento materno de ese pueblo de Río Negro que amó entrañablemente y que él seguiría visitando todas las veces que María, desde el Santuario y peregrinando, escuchase los ruegos de sus hijos.

 Como Obispo emérito, vuelto a Azul su ciudad de origen, Hesayne no se retira a cuarteles privados, emprende un ritmo nuevo que le permite seguir inserto plenamente en el lugar y la historia donde Dios lo puso. Fueron 24 años y 4 meses cargados de sentido hasta el fin. Gozando de plena lucidez hasta la muerte, desempeñó una actividad que se fue moderando con el avanzar de su edad. Mucha de la actividad, mencionada arriba, la siguió ejerciendo y, en parte, se potenció en esta etapa de su vida: docencia en la universidad, participación en congresos, conferencias, homilías, cursos de formación política y social, cursos de formación teológica y espiritual, visitas a lugares – grupos y personas con los objetivos claros de evangelizar y/o de suscitar el compromiso social en orden al bien común; muchas entrevistas, diálogos con las personas, formación especial de las cristíferas, sostén y promoción de la  Junta de los Institutos Seculares, etc…; además participó de las Asambleas de la CEA hasta que pudo y  de desplegó la actividad apostólica que se le suele pedir a un sacerdote o a un obispo emérito. Entre sus actividades, siempre tuvieron un espacio importante la oración, el silencio contemplativo, el estudio teológico-pastoral, el encuentro con las personas, etc. Recurrió al diálogo con algún sacerdote y/o hermanos obispos buscando discernir sus cosas más profundas y recibir sus consejos.  Con el disminuir progresivo de su actividad exterior, a causa de la edad y los problemas de salud, en forma inversamente proporcional fue creciendo y emergiendo aún más su camino según el Espíritu.

De su espiritualidad, solo estamos en condición de dar algunas pinceladas. Es un aspecto de la vida de Hesayne que habrá que estudiar en profundidad pues aparenta haber sido una espiritualidad muy honda, actual, simple, iluminante y en crecimiento a lo largo de toda su vida. En este sentido su semblanza cristiana y sacerdotal es muy cercana a todos, de tal modo que el heroísmo, con que actuó en momentos puntuales de su vida, parece también más accesible a todos. Hay en él una santidad de lo cotidiano que es pequeña en las apariencias; pero significativa por su perseverancia, por la coherencia y su unificación interior, por la fuerza de su convicción, por la naturalidad como la manifestó y por las opciones de caridad pastoral que generó.

Trató de nunca perder el contacto con la realidad. Su espiritualidad estaba encarnada en el “HOY” de Dios; por eso miraba poco para atrás, pues tenía las espaldas bien cubiertas: su confianza y abandono en la misericordia de Dios. “Su síntesis entre mirar con sabiduría “el pasado” y afrontar con esperanza “el hoy” la expresaba muy gráficamente así: “es como cuando uno conduce un coche, no hay que perder de vista el retrovisor, pero atentos en mirar hacia adelante”[126].   En los últimos años se confesaba con frecuencia, valorando mucho este sacramento. Caminaba siempre de cara a Dios con una gran compasión por el mundo, que alimentaba con el espíritu que él mismo insufló en la Diócesis y resumió en este texto: “Un buen evangelizador debe tener en una mano el Evangelio y en la otra el ‘diario’. Hay que estar muy atentos a los hechos acaecidos tanto en el territorio parroquial como en Río Negro, en Argentina, en Latinoamérica y en el mundo. Pueden ser ‘llamadas’ de Dios que, iluminadas, clarificadas por la Palabra de Dios, pueden provocar la fe. En el encuentro del acontecer humano con la iluminación del dinamismo pascual se realiza el ‘acontecimiento salvador’”[127].

El misterio de la Visitación de María a Isabel, donde con el simple “shalom” le transmite la presencia del Salvador a la vez que se dispone al servicio de la prima en las cosas más menudas, marcó la vida de fe y el ministerio de Hesayne. En efecto, “La Virgen María … yendo a servir a Isabel en la circunstancia del parto, le hace el servicio mucho mayor de anunciarle el Evangelio con las palabras del Magnificat”[128]. La Visitación no fue solo un ícono devocional o ideal de vida, que trasmite también a las Cristíferas, sino que es copia de lo que fue su itinerario espiritual, donde todo su servicio a los demás (aun la acción de denuncia) se constituyó en un llamado a abrirse al Evangelio y a la consiguiente conversión de vida.

Más arriba recordábamos que Hesayne, al recibir el “Premio Azucena Villaflor”, casi minimizando lo que hizo durante el tiempo de la Dictadura, afirmó que en esos años se centró en "hacer lo que un ser humano hace cuando descubre que se violan y se hacen desaparecer personas” … y en llamar “a la conversión a los responsables de las torturas que eran de las Fuerzas Armadas"[129]. De allí se comprende la mansedumbre de la palabra y de los gestos que acompañaban denuncias precisas, fuertes y nunca contemporizadoras. Para él era claro que la acción y justicia social -propuesta en sus categorías de presencia, anuncio y denuncia- es parte constitutiva de la evangelización. Afín a esto se entiende su propuesta de una espiritualidad encarnada. Siguiendo, sin demora, el itinerario de María, nos ponemos en el camino del Dios hecho carne, “centro de la historia”, “punto de enlace entre el cielo y la tierra”, origen de la fraternidad humana y de la justicia realizada en la verdad y el amor[130]. Desde esta mirada lo social aborda substancialmente la opción por los pobres, en sí cristológica, que alcanza su finalidad plena en la conversión y la salvación de todos, hasta del mismo opresor.

Hesayne hablaba mucho de Jesús. Lo hacía en clave pascual. “Era un hombre empapado por la ‘dinámica pascual´: Cristo Muerto y Resucitado. Era desde la dinámica de la Pascua que el Reino se tenía que ir construyendo. Desde esta dinámica leía la historia presente: anunciaba y denunciaba. La dinámica pascual creo que le permitía vivir las crucifixiones sin amargura ni guardar rencor” [131]. En lo personal, esto parece poder explicar la fuerza que tenía en el ministerio de la Palabra y por otro lado la virtud del silencio. Se recordó arriba que a muchas personas que trataban con él les asombraba que nunca criticara a alguien, que eludiera dar nombres cuando debía narrar algo que podría ser en desmedro de alguna persona, casi nunca hablaba de aquellas actuaciones suyas que merecieron el reconocimiento nacional y hasta mundial, tampoco hacía hincapié en su sufrimiento por posturas, distintas a las suyas, que afectaron la imagen y la credibilidad de la Iglesia. De su boca no se recuerdan expresiones de resentimiento, de rencor, ni de subvaloración o descrédito hacia quienes llegaron en algún momento hasta a ignorarlo. Era capaz de reconstruir la memoria histórica de los hechos con amor y con alegría por las maravillas de Dios. Cuenta Melani: Su enfermedad le impidió en los últimos años salir de Azul, así que con algunos hermanos obispos decidimos ir a visitarlo antes de su cumpleaños (26 de diciembre). Fue una linda decisión que se repitió en todos estos últimos años. Nos permitía compartir varias horas con él, escuchar sus recuerdos de obispo participante de la Conferencia Episcopal en momentos difíciles y complejos. Sus recuerdos eran siempre muy precisos, pero nunca nombró a los distintos miembros de la Conferencia, nunca lo escuché hablar mal de alguien o criticar su comportamiento. Siempre noté en él un gran dolor por lo que había pasado en esos años negros, y una grande admiración para algunos de sus hermanos, en particular para el “pelado Angelelli” como solía llamarlo”[132].

Su mirada pascual se tradujo en la opción pastoral que fundamentó su acción ministerial, dio semblanza a la Iglesia Particular de Viedma, y marcó su paso por la historia de Río Negro y por la vida de muchos. Dicha mirada está prolijamente expresada en los capítulos VIII y IX de su Exhortación Post-sinodal. En la Misa de clausura del Sínodo, el 19.08.1984, afirmó que “queriendo ser fiel a la Iglesia Católica”, que lo llamó al servicio episcopal en Río Negro, se proponía “discernir” las conclusiones de dicho Sínodo “a la luz de la fe, en el hecho de la Redención por la Encarnación” … para ofrecer “una exhortación pastoral, en clave pascual”, capaz de orientar la evangelización del hoy y el futuro de Río Negro[133]. Es emblemático el hecho que la publicó el día de Pascua de Resurrección de 1985.

Estaba convencido que “la Iglesia-comunidad, en la medida de su fe pascual, es germen de vida y liberación integral. Desde el corazón de la comunidad cristiana el Espíritu de Amor y Vida del Resucitado irrumpe en la historia humana” [134], convirtiendo el corazón del hombre y todos los tejidos estructurales de la sociedad, quitando los signos de muerte y dando paso a la vida humana dignificada por Jesucristo. Si los cristianos, con la fuerza del Resucitado no son capaces de transformar la sociedad, no tienen derecho a considerarse seguidores de Jesús. Por eso la Iglesia como Pueblo de Dios, por su fe en Jesús Resucitado, apropiándose de la Pascua de Cristo, es decir sumergiéndose en ese misterio, pasando existencialmente de la muerte a la vida, debe reconocer y aceptar su vocación pascual y asumir su tarea no solo de anunciar la salvación sino de realizarla en la historia. “Los hombres y mujeres que ‘pasan’ de muerte a vida, del pecado a la gracia, por la fe y los sacramentos, y se constituyen en Iglesia-Familia de Dios, son el pueblo convocado por el mismo Dios a ser activa y conscientemente el instrumento que impulse a los demás a la lucha contra la fuerza de la muerte, de lo que oprime o rebaja al hombre, en búsqueda de una liberación integral”[135].

Esta es la vocación de la Iglesia, así realiza su vocación a la santidad, a pesar de las muchas debilidades que arrastra. “Su misión es anunciar y hacer vida en el mundo y en la historia el Evangelio de Jesús Resucitado; luz potente que permite reconocer lo que es fuerza de muerte y retroceso humano y lo que es fuerza de vida y verdadero avance o aceleración de la historia” … “… a tal punto que se puede afirmar que ‘la vocación de la Iglesia es el mundo’, y ‘la vocación del mundo es ser Iglesia-comunidad’ …”[136]. Desde su fe pascual, la Iglesia-comunidad, por su estilo de vida, las actitudes del corazón y los criterios evangélicos que la rigen y conducen, es signo de la presencia misteriosa y real de Jesucristo, que “dentro de la historia humana va operando la salvación de la humanidad”. Así es como se anuncia y anticipa el Reino de Dios definitivo[137] .

El amor a la Iglesia marcó en forma determinante la espiritualidad de Hesayne, tal como se ha mencionado más arriba. Un amor a la Iglesia real, la Iglesia histórica como misterio que nace de la Trinidad y se encarna en personas, comunidades, estructuras, culturas y lugares concretos. Una Iglesia con valores y defectos; pero siempre más santa que pecadora. Privilegió el aspecto de la Iglesia como misterio de comunión y pueblo de Dios al servicio de los hombres. Por eso se sintió siempre parte viva y responsable de la Iglesia Católica en Argentina así como era, trabajando para que fuera instrumento fiel para una mejor acogida del Reino.  De esa manera se entiende que su espiritualidad se unifica entorno a Jesucristo - La Iglesia - María - y el Hombre, viviendo y proclamando la Buena Noticia a todos, pero desde los pobres, los últimos.

Hesayne estaba convencido de la victoria real y actual de Cristo sobre el dolor, el mal, el pecado y la muerte. Creyó con firmeza en la misteriosa presencia del Reino de Dios en la tierra, cuya plenitud definitiva esperaba teologalmente más allá de los términos de este mundo. Afirmó, casi como una confesión de fe, que “El misterio del Reino en su accionar de levadura, acelerando la historia, evangélicamente, acerca en forma decisiva la gloria de Dios y el gozo eterno de la humanidad” [138]. Sintió que su vida estaba engarzada en la trama de la historia de la salvación. De allí que, sobre todo en sus últimos años, aun pisando fuerte en la tierra, proclamando sin cesar el misterio de la Encarnación, era recurrente que hablara en términos pascuales y ‘escatológicos’ a la vez, señalando la presencia viva del Resucitado, apuntando a la posesión del Reino que Dios ha preparado desde la creación del mundo para quienes hayan encarnado su amor a Jesucristo “en el tiempo y en las necesidades y problemas de esta historia en cada prójimo”[139]. En la última entrevista concedida a Radio María, parecía que Hesayne estuviese varado en esa tensión escatológica. Más allá que se le notara cierta dificultad en el hablar y expresarse, gozaba de esta verdad en la que involucró y gastó toda su vida.

“Ven Señor Jesús”

La elección de Bergoglio como Papa, acompañada de palabras, gestos y silencios precisos, coherentes y significativos, fue para Hesayne la confirmación del camino que había recorrido durante su vida y de su ministerio sacerdotal y episcopal. Además de coincidir casi literalmente en muchas expresiones verbales, los horizontes eclesiales, espirituales y pastorales eran los mismos. La alegría de Hesayne fue inmensa y fue creciendo en la medida de una mayor exposición pública de Francisco. Se había propuesto ir a visitarlo, pues “tenía algo para decirle que no quería escribir”, secreto que se llevó a la tumba pues no pudo viajar. Estaba casi todo dispuesto para viajar en el inicio del otoño europeo (septiembre-octubre) de 2015 o 2016. Francisco le había pedido que se alojara en Santa Marta. Pero, su precario estado de salud y el consejo de sus amigos lo invitaron a desistir. Quizá, se podría decir que, además de los puntos de coincidencia en los horizontes generales de la evangelización, entre Francisco y Hesayne hubo un “parentesco espiritual” en la capacidad de usar y de recurrir constantemente al discernimiento, como forma de sintonizar con la voluntad del Padre.

Su salud sufrió un fuerte deterioro en abril de 2017. El día 8 de ese mes, estando en la ciudad de Saladillo por controles médicos, tuvo un improviso ‘síndrome coronario agudo’, que le exigió cuatro días de terapia intensiva siguiendo luego internado hasta el 17 de abril. Volvió a Azul recién el 21 de abril, entrando en una etapa de rehabilitación que duró varios meses. Hacia fines de ese año, poco antes de que cumpliera los 95 años, lo visitó el grupo de obispos amigos, como hacía habitualmente para esa fecha. Juntos celebraron la Eucaristía, compartieron el habitual asado que Hesayne solía ofrecer en ocasiones similares, y dialogaron muchas cosas sobre la realidad del País y de la Iglesia en ese momento. Hesayne sorprendió a todos por su participación, su mirada lúcida y su constante preocupación sobre la fidelidad de la Iglesia al Evangelio y al Pueblo que Dios le regalaba, para que lo pastoreara y lo condujese hacia la posesión de “la vida en abundancia”.

La relativa estabilidad de su salud en sus últimos dos años, su obediencia a los límites impuestos por los médicos en orden a disminuir las entrevistas que solía conceder y el ritmo metódico que siempre tuvo, le permitieron organizar su tiempo de descanso, de estudio y de diálogo con las personas.  Asimismo, intensificó su tiempo de oración, contemplación y silencio. Lo central en su vida fue siempre la Eucaristía, celebrada diariamente. Hablaba con gozo de su encuentro con Jesús. Mons. Hugo Salaberry, actual obispo de Azul, que presidió las exequias de Hesayne, en la homilía afirmó: “Apreciamos en Miguel Esteban, un hombre de fe y de Iglesia, obediente a la voluntad del Padre, que lo llevó por caminos que, efectivamente, al comienzo de su vida no los conocía”, recordó, y destacó ese diálogo íntimo, genuino y estrechamente fraternal que el obispo fallecido tenía con el Señor”[140]. Por su parte, en esa misma celebración, Mons. Esteban Laxague, sdb, actual obispo de Viedma, recordó a Hesayne como “servidor bueno y fiel”, … “un hombre que me marcó en mi formación sacerdotal” [141].

 Dedicaba un especial esmero a la oración por el Pueblo de Dios a través de la Liturgia de las Horas. A un obispo amigo le confiaba la larga meditación que cada día hacía sobre alguno de los salmos, ayudándose con las meditaciones cotidianas de Noël Quesson[142]. Dice Lafforgue: Como obispo emérito… las Cristíferas pueden atestiguar su afán por la formación seria, su apertura, su estar al día y dedicar horas al estudio. Su celebrar a diario la Eucaristía, sus momentos de oración. Cuando le fueron apareciendo las limitaciones de la vejez, que sin duda lo sacudían, buscaba cómo poder superar y seguir andando: la operación de sus ojos, el audífono, el andador… y hasta el final, no se amilanaba. Y nos seguía presionando para que no aflojemos…”[143].

Así como tuvo el don de la palabra, tuvo también el don del silencio. Mons. Marcelo D. Colombo, arzobispo de Mendoza, lo definió como “testigo audaz y veraz del Señor, sea en la defensa de los derechos humanos, como en la proclamación a tiempo y a destiempo de los principios de la doctrina social de la Iglesia”[144].  El Pbro. Enrique 

Lafforgue testimonia que aprendió de Hesayne “a hacer silencio para no decir frivolidades sino para decir palabras esenciales. El ‘padre’ (así llamaban a Hesayne en el Instituto Cristífero) decía palabras esenciales siempre"[145].

El 10 de noviembre de 2019 sufrió un ACV (= Accidente Cerebro Vascular) que tuvo como desenlace final su pascua definitiva. A partir de ese momento comenzó a hablar con mucha dificultad. Era difícil entenderle. Con todo, seguía orando. Después de días de internación, al ser llevado a su cuarto, repetía: “Gracias Padre Dios”. El 29 de noviembre le dictó a Marina Rodríguez, cristífera que lo atendía, unas palabras dirigidas al Instituto y a su asesor: “Estoy convencido que el trabajo de hoy en adelante es de ustedes…que nadie se achique. Eso es la nueva misión. Jesús es el que salva, no hay otro. Vamos en búsqueda de Jesús. Le pido a Kiko (Lafforgue) que desarrolle este tema durante todo el año…”[146]. “Su agonía fue “cruenta”, dice Lafforgue, Yo celebraba al lado de su cama y se iba apagando, tenía pequeñas convulsiones y el médico nos aconsejó internarlo para que no sufriera con los espasmos, y para poder hidratarlo mejor. Y entró en la Pascua el primer domingo de Adviento, todo un signo de lo que él soñaba: Una Iglesia en camino, aún en la oscuridad y el conflicto, hacia un pesebre. Una Iglesia que se apoyara en el Vivir de la Eterna Trinidad… Y su frase en el Instituto: “Ven Jesús. Ven Espíritu Santo. Sí, Padre. Al modo de María de la Visitación”[147].

María Beatriz Pérez, actual presidenta del Instituto Cristífero, en sus exequias afirmó: "Tenía una fe inquebrantable. Creía en cada palabra, en cada punto y en cada coma del Evangelio... nos decía a nosotras: ‘ustedes tienen que anunciar a Jesucristo muerto y resucitado, pero no discutan ni quieran convencer; el Evangelio se anuncia con el desborde de la vida’ y eso se transmite. Estos últimos veintiún días fueron como una confirmación de todo lo que predicó. Estando no del todo lúcido, no del todo consciente, decía ‘quiero recibir a Jesús; ¿a qué hora es la misa? Un día me dijo: ‘Dios me habla y yo le contesto: aquí estoy Señor’. Fueron palabras que confirmaron, como broche de oro, todo lo que fue su vida. Creo que toda su vida se preparó para esto. Ahora, desde el cielo él nos estará viendo y dirá mirando el ataúd: ‘eso es el pasado''[148].

Hesayne, al ser ordenado obispo, inspirado en Mc 10, 45, asumió un lema que resume toda su vida y su ministerio “Para servir y dar la Vida”. No le cupo algo mejor. Su vida fue un constante servicio a todos, sin excluir a nadie. Su existencia fue para Cristo y para los demás, fiel al Evangelio, defendiendo la vida en todas sus expresiones para que TODOS tuvieran VIDA en abundancia. En Argentina puede ubicarse entre los pastores que,   insertos en su momento histórico, mejor supieron ofrecer el mensaje cristiano, integrando todas las dimensiones del ser humano y el sueño de felicidad plena que el Padre Dios tiene para con todos sus hijos.

Resistencia, Chaco, 11 de mayo de 2020.

Mons. Virginio D. Bressanelli SCJ, obispo emérito de Neuquén

115° aniversario de la muerte del Beato Ceferino Namuncurá, hijo del Pueblo Mapuche nacido en Chimpay, Diócesis de Viedma

Atención: Me disculpo si son excesivas las notas a pie de página. Algunas parecerían innecesarias. De hecho así lo es para aquí, en Argentina; pero como este estudio, inicialmente, fue pedido por una revista extranjera, aunque solicitaba algo mucho más corto, al cambiar el género del documento, me pareció oportuno abundar en la explicación de datos que ayudan al contexto de lo que expuse.


[1] Este largo artículo sobre el Padre Obispo Esteban Miguel Hesayne, fue redactado con la intención de dar un bosquejo, lo más completo posible, de su personalidad y ministerio eclesial, evitando que se redujera su semblanza a un solo aspecto de su vida muy importante, por cierto, que fue su lucha por los Derechos Humanos. Como fuente se recurrió a mucho de lo que fue publicado en los Medios y Redes con ocasión de su muerte. Además, se recurrió al testimonio de varias personas que tuvieron con él un estrecho vínculo, y a extractos de su fecunda producción literaria (libros, cartas abiertas a distintas personalidades, homilías, etc…).  Mucho de lo que se atestigua procede también del conocimiento personal del autor de este artículo.

[2] Testimonio de la consagrada María Beatriz Pérez, actual Presidente del Instituto Cristífero, del que Hesayne fue co-fundador.

[3] La mayor parte de datos de la “Reseña histórica” tienen como fuente el Archivo del Instituto Cristífero, Bolívar 495, ciudad de AZUL, provincia de Buenos Aires, gracias a la gentileza de la Laica Consagrada Cristífera Marina Fabiana Rodríguez.

[4] Los “Capellanes Auxiliares” no pertenecen al clero castrense. Son sacerdotes religiosos o seculares incardinados en una Diócesis que, además de los oficios que cubren en esa Iglesia Particular, dentro de sus posibilidades, también prestan servicios pastorales a los destacamentos militares de esa zona, por falta o imposibilidad del clero castrense.

[5] COEPAL (= Comisión Episcopal de Pastoral) surge por un impulso renovador del Episcopado Argentino al finalizar el Concilio y querer aplicarlo a la realidad argentina. Ver la Declaración Pastoral del Episcopado Argentino “La Iglesia en el período postconciliar” del 13 de mayo de 1966. Se proponía: la asimilación de las ideas y del espíritu del Concilio; consolidar y perfeccionar la forma comunitaria de la Iglesia; fomentar una mayor apertura al mundo por parte del clero y del laicado. Se nombraron a los Obispos que la constituyeron (Marengo, Zazpe y Angelelli) a quienes se le encomendó la preparación de un anteproyecto de Plan Pastoral a nivel nacional. Ellos a su vez convocaron como peritos teológicos y pastorales a sacerdotes y religiosos/as que impulsaron esa iniciativa, quienes comenzaron a reunirse y a trabajar desde los comienzos de agosto de ese mismo año. El Plan, aprobado por la CEA, fue editado el 18 de octubre de 1967. Los frutos más visibles de esa Comisión fueron, además: la formación e intercambio de un grupo significativo de teólogos y pastoralistas que reflexionaron sobre la realidad eclesial y socio-cultural argentina; los aportes para la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrado en Medellín – Colombia desde el 24.08.1968 al 06.09-1968; los aportes al documento de San Miguel, sobre todo el capítulo VI sobre Pastoral Popular, en la Asamblea de la CEA del 21 al 26 de abril de 1969. La COEPAL dejó de funcionar a inicios de 1973.

[6] Leonidas Cholaky Sobari, rector en ese tiempo de la Universidad Nacional de Río IV (Córdoba).

[7] “Encuentros con Hesayne”. Testimonio del P. Obispo Marcelo A. Melani, sdb, que fue Obispo Coadjutor de Hesayne en Viedma por casi dos años (18.09.1993-27.07.1995). Luego fue su sucesor en esa misma Sede hasta el 09.01.2002, en que fue nombrado Obispo de Neuquén, asumiendo esa Sede el 06.04.2002. Desde fines de 2019 Melani (81 años) es misionero en el Vicariato Apostólico de Ycayali, con capital en Pucallpa en la Amazonia peruana.

[8] Testimonio personal del Pbro. Enrique Alberto Lafforgue, Vicario General de Viedma. Siendo seminarista conoció a Hesayne; lo acompañó en muchas de sus visitas pastorales; fue ordenado sacerdote por Hesayne. Es el actual Asesor Espiritual del Instituto Cristífero, nombrado por Hesayne, a quien E. Lafforgue asistió en sus últimos días de vida.

[9] Idem…

[10] “Carta de Hesayne a la CEA” del 31.10.2019, un mes antes de su muerte.

[11] “Exhortación Pastoral Post-Sinodal de Viedma”, 07.04.1985. Dicho Sínodo, anunciado por Hesayne en la Pascua de 1980, después de una conveniente y larga preparación, en la que se trabajó a nivel parroquial y luego a nivel zonal, se concretó en dos grandes sesiones: la 1ª.  8--12.10.1983 con 265 participantes, y la 2ª. 15--19.08.1984 con 311 sinodales, en ambas la mayoría laicos.

[12] Carta a la CEA del 30.10.2019. Ya citada.

[13] Test. Pbro. E. Lafforgue.

[14] Homilía online del domingo 26.08.2018.

[15] Esta llamada de atención en letra negrita se debe al mismo Hesayne.

[16] S. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica “Pastores dabo vobis”(PDV) 70e, del 25.03.1992.

[17] Idem:  PDV 70i-j.

[18] Test. Pbro. E. Lafforgue.

[19] Test. Personal del autor de este artículo. Por su parte, el p. o. Marcelo Melani dice: “era muy atento a la liturgia, no creo que era riguroso, pero si atento y con alegría cumplía las normas importantes. Era una de sus maneras de ser fiel a la Iglesia”.

[20] Idem…

[21] Carta de Hesayne a la CEA del 30.10.2019.

[22] Este llamado de atención en letra negrita es del mismo Hesayne.

[23] Carta de Hesayne al Pdte. Eduardo Duhalde, del 22.02.2002.

[24] Test. de Luis M. Baronetto, en “Hoy Día Online”, Córdoba 05.12.2019.

[25] Washington Uranga, Página 12, 02.12.2019.

[26] CEA, Junta Directiva, Comunicado del 01.12.2019.

[27] Entrevista a María Beatriz Pérez, actual Presidenta General del Instituto Cristífero.

[28] Idem…

[29] Est. Pbro. E. Lafforgue

[30] Entrevista a Ma. Beatriz Pérez.

[31] Cfr. Perfectae Charitatis (PC) 11.

[32] Idem…

[33] Cfr. Estatutos del Instituto Cristífero 1-3. El 15.08.2011, la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA), al elevar el Instituto Cristífero al grado de Derecho Pontificio, por el mismo Decreto (Prot. N. I.s. 5660/04), “aprueba el texto renovado de sus Estatutos, según el ejemplar que se conserva en el archivo de este Dicasterio”. Firman el Card. Prefecto Joâo Braz de Avis y el subsecretario P. Sebastiano Paciolla, O. Cist.

[34]  Idem 4.

[35] Esperanza Beatriz Abadía, llamada también “Betty Abadía”, nació en la ciudad “Veinticinco de Mayo” (prov. de Buenos Aires) el 10.11.1930. Hizo sus estudios en esa ciudad. Fue docente y asistente social. En la Parroquia Ntra. Sra. del Rosario fue miembro de la Juventud de Acción Católica, luego delegada de Aspirantes y en 1952 elegida Presidenta. Comienzan sus inquietudes y camino de consagración en 1954. Ya consagrada fue enviada a Chile por Mons. Marengo, entonces Obispo de Azul, para especializarse en Catequesis en la Universidad Católica de Chile. Al volver sirvió a la Diócesis en esa área. Promovió cursos de Teología para Laicos, dirigió el Instituto Cristífero como “Responsable” del mismo hasta 1984, cuando por motivos de salud renunció al gobierno del mismo y se dedicó a profundizar y animar el carisma que lo inspira. En 1979 formó parte del grupo de personas que fundó la JISA (=Junta Nacional de Institutos Seculares de Argentina). Murió el 28 de octubre de 2016. 

[36] Los subrayados en letra negrita de esta parte y de la siguiente del presente estudio son del autor del mismo.

[37] Hesayne: Discurso de Bienvenida al Papa Juan Pablo II, en su visita a Viedma y toda la Patagonia, 07.04.1987.

[38] Exhortación Pastoral Post-Sinodal de Viedma, Introducción, pág. 3.

[39] Test. Pbro. E. Lafforque.

[40] Test. del p. o. Fernando Carlos Maletti, actual Obispo de Merlo-Moreno desde el 15.06.2013. Había sido Obispo de San Carlos de Bariloche desde el 22.09.2001 hasta el 06.05.2013. Es un buen conocedor de Hesayne, habiendo sido siempre muy próximo a él. La Diócesis de Bariloche es territorio de la Provincia de Río Negro, era parte de la Diócesis de Viedma hasta el 22.07.1993.

[41] Idem…

[42] Test. Pbro. E. Lafforgue.

[43] Idem…

[44] Exh. Post-Sinodal, 4,2.

[45] Idem VI, Introducción y 6.5.

[46] Idem 6.4.

[47] Idem 6.1

[48] Idem VI, Introducción.

[49] Test, del p.o. Melani, quien agrega que al llegar él a la Diócesis, en 1993, este tema había entrado en su cauce y “las cosas ya se habían apaciguado”.

[50] Exh. Post-Sinodal, 6.6. El subrayado en negrita es original de Hesayne.

[51] Idem 6.7.

[52] Idem 6.10.

[53] Idem 6.13. Cfr. EN 70 y 73.

[54] Mons. Carmelo Juan Giaquinta (22.06.1930--22.06.2011), fue Obispo Auxiliar de Viedma (27.06.1980--16.06.1986). Fue Obispo de Posadas, Misiones, (1986--1993) y Arzobispo de Resistencia, Chaco, (1993--2005).

[55] Exh. Post-Sinodal, capítulo V.

[56] Idem 5.4.

[57] Idem 5.7; cfr. Mensaje de Navidad de 1984.

[58] Idem 5.8.

[59] Idem 5,10.

[60] Idem 5.3.

[61] Idem 5.8; cfr. Segundo Galilea, El Camino de la Espiritualidad, pág. 183. Ed. Paulinas Bs, As. 1984).

[62] Disc. de Bienvenida al Papa, 07.04.1987.

[63] Beato Ceferino Namuncurá, nacido en Chimpay, hoy Prov. de Río Negro, el 26 de agosto de 1886, era hijo del Cacique Mapuche Manuel Namuncurá y de Rosario Burgos, mestiza chilena. Hizo los estudios secundarios en el Colegio Salesiano Pío IX de Buenos Aires. Aspiraba a ser sacerdote “para ser útil a su pueblo”. Contrajo tuberculosis en 1903. Buscando un lugar más saludable volvió a Viedma por un tiempo; con el mismo fin Mons. Juan Cagliero (1838-1926) lo llevó a Italia; primero a Turín el 19.07.1904, y luego a Roma. Fue asistido por el médico del Papa. Murió santamente en el Hospital S. Juan de Dios de la Isla Tiberina el 11.05.1905. Fue beatificado el 11.11.2007, en Chimpay. Sus restos, desde el 12.08.2009, descansan en una capilla en forma del “Kultrum” (= bombo) mapuche edificado en su Comunidad de origen, en San Ignacio, Departamento  Huiliches, provincia de Neuquén.

[64] Test. del p. o. E. Laxague sdb.

[65] Juan Gournalusse, antropólogo, docente e investigador de la UBA y del CONICET. Artículo: “HIPASAM: un proyecto de desarrollo del noreste patagónico” publicado por la A.P.U. (Agencia Paco Urondo) el 23.11.2012.

[66] Idem.

[67] Test. del p. o. E. Laxague, actual obispo de Viedma.

[68] Idem.

[69] Test. del p. o. Melani, que en ese momento era Obispo Coadjutor de la Diócesis de Viedma.

[70] Editorial “Revista Nueva Tierra N° 15”, noviembre de 1991, pág. 3.

[71] Idem.

[72] Bibiana Sorge, Tesorera – Secretaria, Partido Socialista de Río Negro, 03.12.2019.

[73] Test. del p. o. E. Laxague.

[74] El Pdte. Raúl Alfonsín, el 15.04.1986 propuso el traslado de la Capital Argentina a Viedma, incluyendo en esa área también Carmen de Patagones (Prov. Bs. As) y Guardia Mitre (RN). Su intención formal fue la de impulsar el desarrollo federal del País, favoreciendo que pueda “crecer hacia el sur, hacia el mar y hacia el frío”. Tuvo aprobación del Congreso Nacional el 27.05.1087, convirtiéndose en la ley 23.512. El proyecto fue anulado por el Pdte. Carlos S. Menem con el Decreto 1256, el 22.11.1989, disolviendo el ENTECAP, que era la empresa del Estado con amplios poderes y con manejo de recursos para la construcción de la nueva Capital, y liquidando los bienes que administraba, dejando sin efecto dicha construcción.  Existe una duda jurídica si la ley 23.512 tiene aún valor o está derogada, siendo que no fue incluida en el nuevo Digesto Jurídico Argentino sancionado el 14.05.2014.

[75] Test. del p. o. Melani.

[76] Test. del p. o. Maletti.

[77] Test. Pbro. E.  Lafforgue.

[78] Test. del p. o. E. Laxague.

[79]  El sacerdote Orlando Yorio (20.12.1932--09.08. 2000) fue primero religioso jesuita, profesor de teología dogmática en San Miguel (Buenos Aires). Fue secuestrado junto con el P. Francisco Jalicz, de nacionalidad húngara, nacido en 1927. Se incardinó más tarde en la Diócesis de Quilmes. Ambos fueron secuestrados el 23.05.1976, de la Villa del bajo Flores donde evangelizaban con un grupo de jóvenes catequistas que sufrieron la misma suerte y no aparecieron más. Torturados durante cinco días, estuvieron encadenados y encapuchados por cinco meses. Fueron liberados el 23.10.1976. A pedido de Mons. Jorge Novak, el P. Yorio fue a Roma y estudió Derecho Canónico. Prestó un servicio a la Diócesis de Viedma en los años 1989-1993, servicio que Hesayne valoró y agradeció mucho.

[80] Dice el p. o. Maletti: “se supo rodear por gente en la que podía confiar, confrontar y dar pasos de renovación en la Iglesia”

[81] Test. del p. o. Melani.

[82] Homilía en la Misa de Ordenación Episcopal del p. o. Melani, 18.09.1993.

[83] Homilía en la Misa de Recepción en Viedma de Mons. Carmelo Giaquinta, 27.06.1980, como Obispo Auxiliar.

[84] Ernesto Sábato, Discurso ante el Pdte. Raúl Alfonsín, el 20 de septiembre de 1984, al entregar los resultados de la investigación hecha por la CONADEP. Ernesto Sábato (24.06.1911--30.04.2011), un reconocido escritor y físico progresista. Fue elegido presidente de la comisión por el resto de sus miembros. Así en algún momento, se definió a sí mismo: “Aunque fui comunista activista, el anarquismo siempre me ha parecido una vía de conseguir justicia social con libertad plena. Y valoro el cristianismo del Evangelio. Este siglo es atroz y va a terminar atrozmente. Lo único que puede salvarlo es volver al pensamiento poético, a ese anarquismo social, y al arte”.

[85] La CONADEP. Comisión ad hoc, instituida el 15.12.1983 que terminó de funcionar al cumplir su cometido el 20.09.1984. Se le había asignado el objetivo de Realizar un informe sobre las desapariciones ocurridas durante el Proceso de Reorganización Nacional, estableciendo los métodos y esquemas utilizados por los gobernantes de facto”. Fue conformada con 13 personalidades reconocidas y respetadas del país, de distintos ámbitos del conocimiento y por su postura en favor de los Derechos Humanos, fuera de toda ideología. Constaba además con 6 secretarios, que respondían a distintas áreas de investigación sobre los desaparecidos. Formó parte de esa Comisión Don Jaime Francisco de Nevares (29.01.1915-19.05.1995), Obispo de Neuquén y activo defensor de los derechos humanos y del estado de derecho.

[86] Ernesto Sábato. Discurso del 20.09.1984, entregando el Informe Final de la CONADEP.

[87] Redacción del Diario Río Negro, 11.12.2004.

[88] Discurso y diálogo en la Universidad Nacional de Río IV (Prov. de Córdoba), 31.05.2001.

[89] Diálogos en Azul, publicado por la Ed. PPC, año 2016.

[90] Dr. Córdoba (Fiscal), Caso Eduardo Mario CHIRONI:  Alegato de fiscalía. 8. 26. – 01.08.2012.

[91] Test. del autor de este artículo. Dato presente en la memoria histórica de muchos sacerdotes de Comodoro Rivadavia.

[92] Pbro. E. Lafforgue. 

[93] Carolina González, Viedma, en la Aplicación Enlace Crítico, 02/12/2019.

[94] Idem.

[95] Idem.

[96] País 24, Online, 02.12.2019; Texto completo en Revista Canto Maestro N°11.

[97] Test. del p. o. Melani.

[98] Luis Miguel Baronetto. Artículo ya citado arriba.

[99] La APDH es  una organización no gubernamental de derechos humanos. Entre sus fundadores figura don Jaime de Nevares obispo de Neuquén y varias otras personalidades religiosas, civiles, políticas, gremiales e intelectuales. Fue un amplio grupo de personas autoconvocadas ante la escalada creciente de violencia y de transgresión de los más elementales derechos humanos que se vivía en Argentina.

[100] Al MEDH están vinculadas activamente, aún hoy, las Diócesis de Quilmes, Viedma y Neuquén, (como fundadoras, con algunas Iglesias evangélicas), y también la Provincia Religiosa Argentina de las Hnas. Franciscanas Misioneras de María. En un tiempo participó también la Diócesis de Puerto Iguazú (prov. de Misiones). Es muy importante la documentación realizada por el MEDH sobre personas desaparecidas que pertenecían activamente a la Iglesia Católica y a las denominaciones de Iglesias Cristianas que fueron más sensibles al tema de los Derechos Humanos, cuyo compromiso finalizó en el secuestro, la tortura, la desaparición y/o la muerte.

[101] Armando Borgeaud, “Hesayne: auténtico luchador por los Derechos Humanos”, Artículo en la Aplicación “Enlace Crítico”, 08.12.2019.

[102] Bibiana Sorgue, Comunicado del Partido Socialista de Río Negro, 03.12.2019.

[103] Adolfo Pérez Esquivel, nacido en Rojas (Bs. As.) el 26.11.1931. Escultor, Pintor y Arquitecto. Profesor universitario en la Universidad Nacional de La Plata. Católico práctico y comprometido socialmente en la defensa de la democracia y los derechos humanos, como también de los pueblos aborígenes y de los pobres en cualquier situación se encuentren, siguiendo la línea “no violenta” de Gandhi, Martin Luther King y Hélder Câmara, desde el año 1971. Promotor de muchas iniciativas locales e internacionales en la defensa de los Derechos Humanos. Varias veces detenido. Despojado de su cátedra en la universidad y encarcelado durante la dictadura militar. Premio nobel de la Paz en 1980.

[104] El 29.10.2002, Hesayne, con la colaboración de algún Superior General Religioso, hizo llegar a las mismas manos del Papa Juan Pablo II una documentación que recogía la acción judicial de La Rioja con el veredicto final del Juez Aldo Morales del 19.06.1986, más la sentencia de la Corte Suprema de Justicia de la Nación del 16 de febrero de 1988, resolviendo la cuestión de competencia entre la justicia civil y la militar en la causa Angelelli. Otro documento entregado fue un estudio de jurisprudencia que garantizaba la validez del juicio realizado en La Rioja, ratificando que la muerte de Angelelli había sido un asesinato.

[105] Veredicto judicial, punto 4, fechado el 12.09.2014).

[106] Luis Miguel Baronetto: “Miguel Hesayne, testigo y profeta”. Hoy Día online (Córdoba), 05/12/2019.

[107] Discurso de Bienvenida a la Patagonia al Papa Juan Pablo II.

[108] Test. Pbro. E. Lafforgue). 

[109] Baronetto, artículo ya citado

[111] EPPA (Equipo Pastoral Paraguayo en Argentina), fundado en 1970 en Buenos Aires por el jesuita Francisco de Paula Oliva, que fuera misionero español en Paraguay. Agrupó, desde el inicio, a agentes pastorales sacerdotes, religiosos/as y Laicos/as.

[112] Desaparecido el 02.02 1977. De él sale en defensa pública Mons. Desiderio Elso Collino (1926-2002), Obispo de Lomas de Zamora (1972-2001), con la carta pastoral de cuaresma (20.02.1977), donde entre otras cosas dice: “…podemos dar fe que Daniel nunca se ha metido en cuestiones políticas ni siquiera de su propio país, muchísimo menos nunca ha estado en contubernio con los guerrilleros… Por eso hoy me siento en la obligación de conciencia de levantar públicamente mi voz, denunciando un hecho que debe llenarnos de bochorno, así fuera ese sólo caso…”. Otros nombres entre tantos:  MARÍA CLARA CIOCCHINI, de 18 años, (dirigente JEC), desaparecida, secuestrada con otros 15 adolescentes en la tristemente conocida “Noche de los Lápices”. Desaparecidos el 16 de septiembre de 1976. EDUARDO LUIS RICCI, dirigente nacional de la JEC. Había sido el delegado argentino al Encuentro Mundial de Estudiantes Católicos (Holanda 1974). Desapareció el 29 de diciembre de 1977. CÉSAR LUGONES, MÓNICA Ma. MIGNONE y Otros jóvenes catequistas, desaparecidos el 14.05.1976.  Una primera lista del MEDH, publicada en Chile en el año 1987, trae los nombres de 6 laicos muertos y 33 laicos desaparecidos durante la Dictadura, la mayor parte eran dirigentes juveniles muy comprometidos en la vivencia de la fe cristiana. Todos ellos tenían un fuerte vínculo eclesial.

[113] Cfr. Discurso de Bienvenida al Papa, 07.04.1987 en el Aeropuerto de Viedma, ya citado.

[114] A. Borgeaud, art. ya citado.

[115] Test. del p.o. Melani.

[116] “Carta Abierta al Pdte. Fernando de la Rúa”. Texto completo en “Carta a las Iglesias” AÑO XXI, Nº465, 1-15 de enero de 2001).

[117] Carta Abierta al Pdte. Duhalde el 22.02.2002. Texto Completo, Página 12, de ese mismo día.

[118] Hesayne en esta disertación no da los nombres de estas mujeres. - Silverio E. Escudero, en su artículo sobre Hesayne, en “Comercio y Justicia” (online) del 04.12.2019, refiriéndose a su discurso en la Universidad Nacional de Río IV, menciona a Lucretia Mott (1793-1880) y Elizabeth Cady Stanton (1815-1902), que propugnaron la abolición de la esclavitud en EEUU y en el mundo, como también el haber luchado por el derecho de los negros y para que la mujer tenga derecho a voto. Ambas encabezaron un movimiento de mujeres que también es el comienzo del feminismo en EEUU. - Ver también el libro de Aurelia Martín Casares y Rocío Periáñez Gómez, “Mujeres esclavas y abolicionistas en la España de los Siglos XVI al XIX”, ed. Iberoamericana, Madrid, 2014.

[119] Disc. de Hesayne en la Univ. Nac. de Río Cuarto (= UNRC), el 31 de mayo de 2001. Disertación sobre “Globalización y valores éticos”. Departamento de Imprenta y Publicaciones de la UNRC, Serie Doctor Honoris Causa – Número 3 – Agosto 2203, pág. 15-32.

[120] Idem. - Ver también el elocuente testimonio completo, ya citado, de Silverio Escudero sobre el p. o. Hesayne.

[121] Idem. pág. 8-14, obra citada. Disc. del Rector de la UNRC, Prof. Leonidas Cholaky Sobari, en la entrega a Hesayne del título Dr. Honoris Causa.

[122] Comunicado CEA 01.12.2019.

[123] CDC 401,1.

[124] Test. del p. o. Melani.

[125] Baronetto, art. Citado.

[126] Test. del p. o. E.  Laxague.

[127] Exh. Past. Post-sinodal 3.3.

[128] Doc. Puebla [DP], 300.

[129] Sus palabras en la Casa Rosada, 10.12.2004, reportadas en los diarios.

[130] DP 301.

[131] Test. Pbro. E. Lafforgue.

[132] Test. del p. o. Melani.

[133] Homilía de esa Misa.

[134] Exh. Past. Post-Sinodal, cap. VIII, introducción.

[135] Idem 8.1.

[136] Idem 8.2.

[137] Idem, cap. IX.

[138] Exh. Past. Post- Sinodal, 9.3.

[139] Idem 9.2 y Mt 25, 34b.

[140] AICA, 03.12.2019.

[141] Test. de Mons. Esteban Laxague en “Línea Noticias” (online) de Azul, 03.12.2019.

[142] Noël Quesson,  ‘50 Salmos para todos los días’, 2 tomos, ediciones San Pablo, Colombia, 1996.

[143] Test. Pbro. E. Lafforgue. Él asumió el encargo de asesor espiritual del Instituto Cristífero, aún en vida Hesayne. 

[144] cfr. AICA, 03.12.2019.

[145] Idem.

[146] Test. Marina Rodríguez.

[147] Test. Pbro E. Lafforgue.

[148] AICA, 03.12.2019.