Querido Agustín, querido diácono Agustín. Hoy se cumplen justo 5 meses en que recibiste el orden del diaconado para servir, sin límites a tus hermanos. Para ser testigo de la Caridad de Jesús, expresada en cercanía y atención a sus necesidades, caridad que en nombre de la Iglesia asumiste con libertad y alegría. Sin duda que este servicio y deseo no termina con lo que en unos momentos vas a recibir, se plenifica con la ayuda del Señor y de tu renovada voluntad.
Tenemos buenos y ejemplares Pastores que pueden iluminarnos en nuestro propio camino de consagrados, pero hoy quisiera referirme a tres modelos que, deseo, te iluminen siempre tu camino sacerdotal. Harás tu camino, sin duda, pero nunca olvidando que lo transitarás sosteniendo e iluminado por el Espíritu Santo.
El Beato Eduardo Pironio, hombre fecundo, marcado por la Cruz, y siempre con alegría y esperanza le escribió en aquellos difíciles años de los 70 una carta a un futuro sacerdote, comparto un extracto de ésta:
Serás sacerdote: "el amigo de Dios para los hombres", el que sabe escuchar con interés, hablar con oportunidad, hacer cotidianamente el camino con los otros.
Serás presencial del Señor entre tus hermanos; el que sabe revelar a los hombres los secretos del Padre, comunicarles la gracia de su Amor, conducirlos en la Luz y en la serenidad hacia la Pascua consumada. ¿Qué puedo desearte? Lo que siempre he deseado para mí: que seas hombre de Dios, que tengas una amistad gozosa del Padre y que comuniques incesantemente a Dios a los demás... que seas hombre de Iglesia: con una perfecta fidelidad a su misión, con una entrega pronta por tu Obispo, con un amor sincero y generoso al Pueblo de Dios que te fuere encomendado. Que seas "el amigo de los hombres"; que los sepas comprender e interpretar, que tengas el corazón grande y tierno de Cristo. Que seas amigo y testigo de todos los que te necesiten: pobre y pecador, hermano y amigo; que los sepas siempre, sin decirlo, conducir a Dios por tu sola presencia, porque eres "el hombre de Dios", el sacerdote de Jesucristo".
Compartiendo y seguramente los sacerdotes también, que es un buen proyecto de vida sacerdotal, con este extracto, podríamos detenernos y rumiar cada palabra.
Y a sus 50 años de sacerdocio Pironio nos compartía:
"Si tuviera que dejar un mensaje, sería el de la fidelidad de Dios. 'Dios es fiel'. Y yo me siento feliz de gritar al mundo la alegría de ser sacerdote. Una invitación a todos a creer en un Dios que es amor, ser cotidianamente fieles, esperar contra toda esperanza".
En algunos de sus mensajes a los sacerdotes el Cardenal Pironio les compartía:
"El mundo espera de nosotros -los sacerdotes- que seamos fieles a nuestra original vocación de testigos de lo Absoluto... Que enseñemos a los hombres cómo es aún posible la alegría y la esperanza, la inmolación cotidiana a la voluntad del Padre y la donación generosa a los hermanos".
Sabía Pironio lo que en sus años sacerdotales ha ido compartiendo, que la identidad sacerdotal es ser profetas de las maravillas de Dios y signos claros y eficaces de su amor misericordioso. Más que nunca, predica Pironio en 1974, los "sacerdotes, debemos ser hoy los profetas de la Luz y los ministros de la comunión. Por eso los hombres del Espíritu".
Renuevo con mucha alegría y doy sinceras gracias a Dios por la posibilidad de poder celebrar una nueva ordenación sacerdotal.
Alegría porque se extiende el ministerio recibido con un joven que hará presente a Jesús Buen Pastor, mediador entre Dios y los hombres. Alegría y gratitud también porque de nuestra familia diocesana el Señor ha llamado a un hijo suyo para que sirva a esta familia eclesial.
Iglesia particular, personal, en donde la realidad de la Diócesis se hace presente donde están los militares y los miembros de las Fuerzas Federales de Seguridad y también sus familias. A ellos y por ellos somos enviados a servir.
El Señor ha elegido a Agustín con exclusividad. Habiendo realizado tu formación inicial y renovando tu deseo de seguir al Señor, habiendo sido ordenado Diácono, es importante volver a escuchar las palabras: "Con la ayuda de Dios y de nuestro Salvador Jesucristo, ELEGIMOS a este hermano nuestro para el Orden Presbiteral".[1]
Y es Dios que escucha nuestras oraciones, cuantos le pedimos como mendigos insistentes: ¡enviamos Padre, sacerdotes según tu corazón! Las vocaciones son respuesta de la fe a la comunidad orante por eso no quiero de dejar de dar gracias a todos los que diariamente rezan por el aumento de las vocaciones. Necesitamos jóvenes dispuestos a dejarlo todo, y todo es todo, para llenarnos solo del Señor.
Vamos a escuchar ahora, la disponibilidad para desempeñar siempre el ministerio sacerdotal, por medio del Orden del Orden Episcopal, apacentando el rebaño del Señor guiado por el Espíritu Santo, tu disponibilidad para Predicar el Evangelio, y enseñar la fe católica, para celebrar con fidelidad la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación, para alabanza de Dios y santificación de nuestro pueblo, para rezar por el pueblo que se te confiará, para unirte a Jesús y ser con Él ofrenda con tu corazón célibe, esto es, con un corazón no dividido, un corazón que ama a todos, que no ama solo a algunos. Un corazón que solo tiene la exclusividad del amor a Dios y desde Él, el amor a todos. A algunos, los que el Señor quiere, llama para que amen a Dios con exclusividad primera y con todas las fuerzas y Dios amen a todos. Aún experimentando alguna vez nuestra fragilidad, el Señor siempre da la gracia. A Agustín, les compartí en su ordenación diaconal, que, al llamarlo Dios, recibe también el carisma, la gracia del celibato.
Por eso los formadores no sólo disciernen la vocación a un estado de vida, disciernen también si hay capacidad para tener un corazón totalmente entregado a Dios para vivir en una vida célibe.
Los que estamos ordenados podemos y debemos renovar este compromiso alegre y gozoso de entregarnos, porque el Señor nos miró a los ojos con amor y nos llamó. Una vida célibe, plena y feliz, nos da un corazón libre.
San Alberto Hurtado, ha dejado una expresión sobre la Misa y la vida que es muy importante que la podamos meditar y asumir:
"Mi Misa es mi vida y mi vida una Misa prolongada"; él entendió que la Eucaristía no era un "agregado" a su vida y menos, a su ministerio. Era parte de su ministerio, la Misa para la cual fuimos y somos ordenados Presbíteros es parte fundamental de nuestro servicio como sacerdotes. Somos ordenados para dar a nuestro pueblo el Pan de Vida y a la vez como vida somos dados para nuestro pueblo, somos ordenados para nuestro pueblo, debemos hacer de nuestras vidas, vidas eucarísticas, donadas, ofrecidas... tomad y coman este es mi Cuerpo que será entregado por ustedes, tomen y beban porque este es el cáliz de mi Sangre será derramada por ustedes. Todo sumo sacerdote es tomado de entre los hombres para intervenir a favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios" (Hb 5,1)
Todo sacerdote es llamado a ser mediador entre Dios y los hombres. El Papa Francisco nos exhortaba a serlo y no ser "meros intermediarios". El mediador se pierde a sí mismo para unir las partes, el mediador paga con la propia vida, con el propio cansancio, con el propio trabajo y aquí, me viene a la memoria tu lema sacerdotal, extraído del Evangelio de San Juan (17, 19.23) ·"Por ellos me consagro" Para que sean perfectamente uno".
También nos ha recordado más de una vez que no somos funcionarios, somos discípulos, creyentes, "otros Cristos", somos como Cristo Cabeza y esto es una gracia muy grande y un desafío también muy grande.
El Papa León, les compartió a los seminaristas en junio que fueron llamados a amar el corazón de Jesús, pero recordaba el Papa que para aprender este arte hay que trabajar en la propia interioridad, donde Dios hace oír su voz y desde donde parten las decisiones más profundas y hay que convertir para que toda "su humanidad huela a Evangelio".
La postración significa esto: poner nuestra nada bajo la grandeza de Dios, nuestra pequeñez ante la grandeza de Dios, nuestra pobreza ante la riqueza de Dios. Sólo Él es todo, solo Dios basta, esto queremos vivir. "Me postre consciente de mi nada y me levante sacerdote para siempre", esta expresión del Santo Cura de Ars, da dos claves, la humildad de ministro (la nada) y la grandeza del Señor que, conociéndonos, nos llama a ser "sacerdotes para siempre".
Que San Juan de Capistrano, Patrono de los Capellanes Castrenses te anime a nunca bajar los brazos para batallar con el Señor para instaurar todo en Cristo. Y con el Santo Cura Brochero patrono del Clero de Argentina te ayude a buscar sin descanso que los fieles se encuentren con Jesús, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
Que María, nuestra Madre, en su advocación de Nuestra Señora de Luján, Patrona de la Patria y de nuestro Obispado, te acompañe siempre en tu ministerio, y en tu advocación de María Auxiliadora, que Ella te auxilie para que puedas conservar siempre, el fervor de este tiempo, que puedas gozar con tu ministerio, como si siempre fuera el primer día, y que conserve y avive en vos, el deseo de ser santo.
Mons. Santiago Olivera, obispo castrense
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Nota:
[1] Queremos ver a Jesús. BAC, Meditación XI, pág. 143.