María se puso en camino con prontitud
Así nos la presenta el evangelio después del anuncio del Ángel.
Presurosa, pero no ansiosa.
Al respecto decía el Papa Francisco: "María es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de ternura, de contemplar y caminar hacia los
demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización" (EG n° 288).
Sigue caminando entre nosotros cuando, por medio de la imagen peregrina, o incluso cuando por medio una imagen o estampita, de una vela o de una medalla, de un rosario o Ave María, entra en una casa, en la celda de una cárcel, en la sala de un hospital, en un asilo de ancianos, en una escuela, en una clínica de rehabilitación... para decir: «¿No estoy aquí yo, que soy tu madre?» (Nican Mopohua, 119).
Es mujer que camina con delicadeza y ternura de madre, visita nuestra vida familiar, desata uno que otro nudo de los tantos entuertos que logramos generar, y nos enseña a permanecer de pie en medio de las tormentas.
Camina junto a tantas vidas que han perdido o le han robado la esperanza.
Camina el barrio o nuestro pueblo no con soluciones mágicas, promesas fantásticas, eternamente incumplidas.
Caminando con ella nutrimos el corazón con la riqueza multicultural y religiosa de nuestro pueblo, que custodia:
El sentido de Dios y su trascendencia, la sacralidad de la vida, capacidad de hacer fiesta el respeto por la creación, los lazos de solidaridad,
Con corazón de madre, ella busca levantar y dignificar a todos aquellos que, por distintas razones y circunstancias, fueron inmersos en el abandono y el olvido.
María encarna un protagonismo que no le tiene miedo a la ternura y la caricia, y que sabe que su mejor rostro es el servicio.
Un protagonismo que significa dignificar a todo el que está caído.
Atención y concreción
En el evangelio vemos a la Virgen atenta al momento divino y al momento humano.
Actitud vigilante del yo sobre los demás.
Prontitud para advertir los signos del sufrimiento en torno a uno, para darse.
Nuestra Señora de la prontitud la hemos llamado:
Comprende la necesidad de su prima y corre en su ayuda.
No espera una petición de socorro, no ha tenido necesidad de palabra.
Su mirada ha comprendido aquello que se debe hacer más allá de los signos, más allá de toda comunicación verbal.
Donde hay amor, el ojo ve aquello que ninguna mirada carente de amor sería capaz de ver.
La virgen encarna esa Capacidad de escuchar y comprender el misterio del otro: ella no encuadra a Isabel en un esquema, una estadística, no traza un plano de intervención en abstracto, sabe que los pobres no son para ser contados, sino para ser abrazados,
Ella sin vueltas, sin encuestas ni sondeos muchas veces engañosos, va al encuentro, entrando en una sintonía tan plena con Isabel que su voz se convierte en un puente entre dos corazones, en una verdadera y plena sintonía del alma.
La Virgen al igual que muchas mujeres sabias de nuestro pueblo: sabe ver lo esencial. Desplaza los conceptos racionales y va hacia las realidades existenciales. Aprenden a partir de la experiencia, de los encuentros interpersonales, de los acontecimientos, y va a lo concreto de lo que siente que Dios le pide.
Fieles a nuestra identidad de discípulos misioneros sepamos que Un sacerdote, un diácono, una consagrada, un agente pastoral laico comprometido, no puede ser un funcionario, ni un administrador de la espiritualidad, ni un custodio de un museo sagrado-
Es alguien que a ejemplo del Maestro y a ejemplo de la Virgen Santísima, se pone en camino en dirección a los otros. A esas Isabeles que son todos aquellos que están necesitados de un cuidado maternal: nuestros viejitos depositados y olvidados en los asilos, nuestros hermanos privados de libertad, nuestros discapacitados dejados al costado del camino, nuestros jubilados desamparados, nuestros enfermos crucificados en las guardias, nuestros niños enfermos sin la atención que en justicia merecen, nuestros jóvenes seducidos por negociantes inescrupulosos, perversos; a través de la droga, la trata, las apuestas on line. Los migrantes: "esas barcas que esperan avistar un puerto seguro en el que detenerse y esos ojos llenos de angustia y esperanza que buscan una tierra firme a la que llegar, que no pueden y no deben encontrar la frialdad de la indiferencia o el estigma de la discriminación...necesitamos acogerlos, mirar a los ojos a los que llegan para abrirles los brazos y el corazón...
Hoy casualmente es también el jubileo de los misioneros y misioneras: La misión lleva al encuentro personal para transmitir a Cristo. La misión es relación, es vínculo. No hay misión si no me relaciono con el prójimo. La misión necesita de la cercanía cordial.
Y el desafío, desde esta cercanía, es llegar a todos sin excluir a nadie".
María -nos dice el papa Francisco- es la Madre de la consolación, porque permanece con quien está solo o sufriendo. Ella sabe que para consolar no bastan las palabras, se necesita la presencia; allí está presente como madre. Permitámosle abrazar nuestra vida.
Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, ella es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia.
En los momentos de abatimiento y de debilidad, esos momentos en que tocamos el límite, en que no sabemos cómo seguir, es cuando tenemos más cerca a la Virgen para exponerle todos nuestros pesares frente a las fragilidades, nuestros despojos y nuestros pecados. Creo que nos hace bien ir a cobijarnos cariñosamente a los brazos de la Virgen porque es un lugar del que difícilmente podemos huir.
¡Vengan a mí! Las palabras del Señor encuentran un eco fiel en el corazón de nuestra Madre... Ella nos vuelve a decir VENGAN A Mí...
Ir a ella, para que nos vaya guiando por los senderos de la vida hacia el Señor, o nos reoriente cuando la niebla de nuestras dificultades nos haga confundir las sendas, o nos traiga de vuelta al camino cuando engañosamente seducidos, encaremos por atajos que no nos llevan a Dios sino a peligrosos acantilados.
Vengan a mí...
Venimos a vos, a tu corazón maternal.
A vendar los corazones heridos.
liberarnos de nuestros cautiverios, y prisiones.
A consolar nuestros duelos.
A quitarnos nuestras ropas de luto por el traje de fiesta y de alegría.
Pero no tenemos que olvidar, como nos recuerda San Pablo que "somos consolados para poder consolar"
Hemos heredado de Cristo resucitado el oficio de consolar, para darle una manito en esto de acompañar en el dolor, de secar alguna lágrima, de ayudar a curar alguna herida.
Venimos a la casa materna a juntar fuerzas porque allá afuera hay un mundo doliente del que no nos podemos desentender, un mundo que nos concierne, que nos necesita. De aquí salimos enviados, misionados para llevar tu consuelo a nuestros hermanos y hermanas, especialmente a los más cascoteados por la vida.
O como cantamos en la misa:
Llévame donde los hombres
necesiten tus palabras
necesiten ganas de vivir,
donde falte la esperanza
donde todo sea triste
simplemente por no saber de ti.
Y que la Virgen, nuestra Madre nos dé ese empujoncito cariñoso que necesitamos.
Card. Ángel Sixto Rossi SJ, arzobispo de Córdoba