Lunes 6 de octubre de 2025

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Iglesia de Mendoza, Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa

Homilía de monseñor Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza en la fiesta patronal de la Virgen del Rosario (Santuario de Nuestra Señora de Lourdes, El Challao, 5 de octubre de 2025)

Queridos hermanos

Con mucha alegría, renovamos nuestra esperanza junto a la Virgen del Rosario, en esta, su Casa del Challao. Capilarmente presente en los departamentos de nuestra Arquidiócesis, la Iglesia mendocina renueva junto a María su empeño y fervor por caminar junto a sus comunidades y familias. La presencia de parroquias lejanas es un vivo testimonio de esa sentida pertenencia eclesial que conmueve y alienta.

Los últimos dos años, por razón de mi participación en el Sínodo de Obispos, no pude acompañarlos sino a través de los medios y las redes. Hoy puedo estar aquí junto a Uds. y lo experimento como una gracia que el Señor me concede para fortalecer mi servicio como pastor de esta querida Iglesia mendocina.

El grito de júbilo y alegría trasmitido por el Profeta Zacarías, llena de esperanza al pueblo de la Alianza, ¡viene el Señor! En el seno de María, tendrá lugar el cumplimiento de esa promesa, largamente anhelada. Animados por esta invitación, muchos pueblos se sentirán convocados por la Palabra hecha carne, seguros del triunfo del Dios con nosotros.

La Llena de gracia no dejaría de alentar a la Iglesia que nacía para prolongar entre los hombres esa presencia salvífica de su Hijo. Serena en el dolor y la aflicción, acompañó la oración de los apóstoles en la partida de Jesús al Padre, y será en adelante una segura intercesora por los hombres ante el Padre.

En las palabras del Magnificat nos reconocemos agradecidos a Dios por su obra en la vida de María y su pueblo. María, embarazada de Jesús, visita a su prima Isabel, quien, a pesar de su ancianidad, espera un niño que será más tarde Juan el Bautista. El espíritu de servicio lleva a María a no preocuparse tanto por ella misma, sino por su prima, y decide acompañarla para asistirla. En este texto tan hermoso, ambas mujeres alaban a Dios. Isabel recibe la llegada de María, y en su vida se produce entonces un reconocimiento muy importante de quien la está visitando. En su vientre, su hijo salta de alegría.

Tres palabras, alabanza, asombro y alegría, se hacen presentes en el canto de Isabel, que dará origen a nuestro Ave María: Alaba a Dios por su obra en María, se asombra ante la visita de la Virgen -que será la madre del Salvador- y se alegra por el reconocimiento del Salvador por el pequeño Juan en el vientre.

Esas tres actitudes -la alabanza, el asombro y la alegría de Isabel- preceden al Magnificat e invitan a escuchar a María referirse a la obra de Dios en ella y en su pueblo. En el Magnificat se anticipan las Bienaventuranzas. En diálogo con ellas, María canta la obra de Dios, que se ocupa de los pequeños y sencillos, y quiere hacerlos participar de los bienes materiales, tan necesarios, y de los bienes eternos, imprescindibles.

En nuestra celebración de hoy, queremos especialmente hoy dar gracias por el patrocinio de María sobre nuestra Iglesia en Mendoza. Celebrando a la Virgen del Rosario, recorremos con la mente y el corazón, las distintas comunidades que están a ella encomendadas, desde aquellas primeras comunidades huarpes de las Lagunas.

¿Cómo hacer presente en este tiempo de los hombres, la alegría de María, y testimoniar la obra de Dios en la Iglesia, pueblo de la Alianza, para el bien de los hombres? Nuestra Madre y Patrona viene a alentar nuestra comunión y ayudarnos a profundizar nuestra identidad de Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa mientras seguimos a su hijo Jesús, camino, verdad y vida.

1. Cristo camino de una Iglesia sinodal
El Señor, con su entrega generosa hasta la muerte, y su pasión por hacerse presente en nuestras vidas, especialmente entre los más pobres y frágiles, es el camino a seguir. Su persona, su mensaje, sus opciones, están para ser asumidas por nosotros, con humildad a causa de nuestra fragilidad, pero con entusiasmo porque en ello nos va la vida misma.

La renovación permanente de la Iglesia para crecer en su fidelidad a Dios y a su vocación y misión, nos ha llevado en este tiempo a fortalecer los espacios sinodales en la Iglesia universal, en nuestra Iglesia mendocina y sus comunidades parroquiales, movimientos, asociaciones e instituciones. Animado por el camino iniciado por mis predecesores y sus colaboradores en estos últimos cuarenta años, vengo convocando a todos los espacios participativos de la Iglesia en Mendoza integrado por sacerdotes y diáconos, consagrados y laicos, para reflexionar de manera permanente sobre los diferentes aspectos de la vida eclesial mendocina para contribuir a su crecimiento y extensión.

Ante el clero de Roma, el Papa León daba estas oportunas indicaciones que nos ayudan a pensar nuestro trabajo en los consejos diocesanos y parroquiales.

“Se trata, ante todo, de trabajar por la participación activa de todos en la vida de la Iglesia. En este sentido, una herramienta para fortalecer la visión de una Iglesia sinodal y misionera son los órganos de participación. Estos ayudan al Pueblo de Dios a ejercer plenamente su identidad bautismal, fortalecen el vínculo entre los ministros ordenados y la comunidad, y guían el proceso desde el discernimiento comunitario hasta las decisiones pastorales. Por ello, los invito a fortalecer la formación de órganos de participación y, a nivel parroquial, a revisar los pasos dados hasta la fecha o, donde estos órganos no existan, a comprender los obstáculos y superarlos.” (León, Palabras al Clero de Roma en el comienzo del año pastoral, 19.09.2025)

Nos sentimos muy confortados y animados por estas palabras del Papa y el itinerario de aplicación del Sínodo que se ha presentado para recorrer estos próximos años. En sintonía con él, nuestra Vicaría de Evangelización ha preparado un trabajo que guiará la preparación de la próxima Jornada Juntos Caminamos 2026. El texto, denominado “Brújula y corazón”, acoge las orientaciones de la Jornada Juntos Caminamos 2025 que priorizó en tres palabras la animación pastoral diocesana: Misión - Formación – Espiritualidad; para este trabajo, se tuvieron en cuenta los frutos de distintos espacios de reflexión: el presbiterio en sus jornadas de pastoral, las sesiones del Consejo arquidiocesano de pastoral, el reciente informe de síntesis de la Pastoral juvenil, entre otros. Como signo de este camino sinodal arquidiocesano, recibiré hoy de manos del Consejo Pastoral el texto “Brújula y corazón” que difundiremos para su conocimiento y aplicación en esta misma semana a todas las parroquias, movimientos y asociaciones.

Una Iglesia auténticamente sinodal es profecía para un mundo fragmentado, polarizado, atomizado detrás de propuestas que muchas veces soslayan decididamente el bien de los hombres. Resuenan con fuerza las enseñanzas del documento final del Sínodo:

“Vivimos en una época marcada por el aumento de las desigualdades, la creciente desilusión con los modelos tradicionales de gobierno, el desencanto con el funcionamiento de la democracia, las crecientes tendencias autocráticas y dictatoriales, el dominio del modelo de mercado sin tener en cuenta la vulnerabilidad de las personas y la creación, y la tentación de resolver los conflictos por la fuerza en lugar del diálogo. Las prácticas auténticas de sinodalidad permiten a los cristianos desarrollar una cultura capaz de profetizar críticamente frente al pensamiento dominante y ofrecer así una contribución distintiva a la búsqueda de respuestas a muchos de los retos a los que se enfrentan las sociedades contemporáneas y a la construcción del bien común.” (Sínodo de la Sinodalidad, Documento final, n.47)

En nuestra provincia y en nuestro país, la Iglesia mendocina quiere ser signo de esperanza: es posible y necesario el diálogo; es posible y necesario construir juntos, es posible y necesario trabajar con todos los hombres y mujeres de buena voluntad. En la bendición que haremos de los nuevos miembros del Consejo arquidiocesano de Pastoral, expresaremos el deseo de una Iglesia sinodal, señal de esperanza y promesa de una comunidad que se renueva en sus relaciones, estructuras y vínculos.

2. Cristo verdad, tesoro de una iglesia misionera
Las enseñanzas del Señor, su testimonio del Padre, su pasión, muerte y resurrección, constituyen el tesoro que queremos compartir con todos los hombres.

“Cada bautizado responde a las exigencias de la misión en los contextos en los que vive y trabaja desde sus propias inclinaciones y capacidades, manifestando así la libertad del Espíritu en la concesión de sus dones. Gracias a este dinamismo en el Espíritu, el Pueblo de Dios, escuchando la realidad en la que vive, puede descubrir nuevos ámbitos de compromiso y nuevas formas de realizar su misión. Los cristianos que, en distintas capacidades -en la familia y en otros estados de vida, en el lugar de trabajo y en las profesiones, en el compromiso cívico o político, social o ecológico, en el desarrollo de una cultura inspirada en el Evangelio como en la evangelización de la cultura del ambiente digital-, recorren los caminos del mundo y en sus ambientes de vida anuncian el Evangelio, están sostenidos por los dones del Espíritu.” (Sínodo de la Sinodalidad, Documento final, n. 58)

En este Mes misionero, los invito a animar en sus parroquias y comunidades, movimientos y asociaciones, la preparación de la Misión de Adviento y Navidad que hace algunos días atrás presenté a todos. Alentados por la rica experiencia del año jubilar y su eco en las parroquias y decanatos, queremos recibir al Señor lejos del consumismo y la frivolidad para vivir una Navidad con Cristo entre nosotros, llamados una y otra vez a ser pesebres del Dios vivo y verdadero.

Hay una dimensión de la misión de la Iglesia que tiene en el Santo Padre y en el colegio de los obispos, como responsables permanentes. Me refiero a la misión ad gentes, aquella misión que va más allá de las fronteras de la propia patria. Traemos a nuestra oración a Analía Lucero, misionera en la diócesis de Puerto Maldonado, en la parroquia San Juan Bautista, enviada por nosotros para participar de la misión argentina en la Amazonia. Que Dios la siga alentando en su testimonio generoso del Evangelio.

Y en este contexto solemne y festivo de la Iglesia mendocina, he querido también, junto a Uds., enviar a las hermanas Luzmenia González y María de Luján Leguizamón, Obreras Catequistas de Jesús Sacramentado que parten como misioneras a la diócesis de Luena, Angola, África, a la parroquia San Idelfonso. Preciado fruto de la Iglesia mendocina, las queridas Hermanas Obreras Catequistas fundadas por nuestro primer obispo Mons. José Aníbal Verdaguer, nos asocian a este sentido impulso misionero fruto de su último capítulo que quiere reflejar ante nuestros hermanos de Angola, la alegría del Evangelio.

3. Cristo vida se hace presente en una Iglesia misericordiosa
En la última etapa del Sínodo de la Sinodalidad, el Papa Francisco nos instó a ser una Iglesia de la misericordia.

“Conocemos la belleza y la fatiga del camino. Lo recorremos juntos, como pueblo que, también en este tiempo, es signo e instrumento de íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano (cf. LG 1). Lo recorremos con cada hombre y cada mujer de buena voluntad y para todos ellos, pues en cada uno de ellos trabaja invisiblemente la gracia (cf. GS 22). Lo recorremos convencidos de la esencia relacional de la Iglesia, cuidando que las relaciones que nos han sido donadas y que han sido encomendadas a nuestra responsable creatividad sean siempre manifestaciones de la gratuidad de la misericordia. Alguien que se dice cristiano y no entra en la gratuidad y en la misericordia de Dios es simplemente un ateo disfrazado de cristiano. La misericordia de Dios nos hace confiables y responsables.” (Francisco, Discurso inaugural en la 1° congregación general de la 2da sesión del Sínodo de la Sinodalidad, 2.10.24)

Cáritas y nuestras pastorales de trinchera testimonian la misericordia de Dios y quienes sirven en ellas son portadores de la buena noticia del Reino que se hace presente entre los pobres y sencillos. Como una prolongación del Magnificat y una concreción de las Bienaventuranzas, las pastorales de trinchera reciben la vida como viene y le ponen el hombro a los dolores y esperanzas de nuestra gente de la calle, los adictos en recuperación, los adultos y niños víctimas de la trata, los enfermos, los migrantes en busca de un digno porvenir para sus familias y los privados de libertad a causa de una condena, entre otros.

Lamentablemente no constituyen la prioridad de los gobiernos, fervorosos cultores del equilibrio fiscal que no atienden las señales del fuerte deterioro social que vivimos. Las estadísticas no reflejan las angustias y necesidades de nuestras familias, especialmente en la vida de los jubilados y las personas en extrema necesidad. Los nuevos asistidos por Cáritas provienen de una clase media atormentada por los créditos y las deudas difíciles de revertir. Si el Estado en todos sus niveles y expresiones, no acompaña las distintas iniciativas en materia de prevención y lucha contra las adicciones, lo único que avanza es el narcotráfico.

Por todo esto, les pido que no dejemos de sostener con nuestra ayuda, a estas pastorales que son de la Iglesia, que no tienen otra inspiración que las urgencias de Mateo 25: tuve hambre, tuve sed, estuve de paso, desnudo, enfermo… y me diste de comer, de beber, me vestiste y me visitaste. Roguemos a Dios que podamos seguir sumando servicios estables y crecientes a cuantos necesitan nuestra ayuda personal y comunitaria. Pero, además, que la proverbial solidaridad del pueblo mendocino llame la atención de quienes gobiernan, más allá del tiempo de las pasarelas electorales, cuando se apaga la luz del recuento de votos, para acompañar la vida de los vulnerables desde su lugar de servicio. Con el Papa León decimos:

Los pobres no son una distracción para la Iglesia, sino los hermanos y hermanas más amados, porque cada uno de ellos, con su existencia, e incluso con sus palabras y la sabiduría que poseen, nos provoca a tocar con las manos la verdad del Evangelio. Por eso, la Jornada Mundial de los Pobres quiere recordar a nuestras comunidades que los pobres están en el centro de toda la acción pastoral. No solo de su dimensión caritativa, sino también de lo que la Iglesia celebra y anuncia. Dios ha asumido su pobreza para enriquecernos a través de sus voces, sus historias, sus rostros. Toda forma de pobreza, sin excluir ninguna, es un llamado a vivir concretamente el Evangelio y a ofrecer signos eficaces de esperanza.” (León, Mensaje para la Jornada mundial de los pobres 2025, n. 5)

Queridos hermanos, nuestra Iglesia mendocina quiere ser fiel al Maestro, camino, verdad y vida, siendo plenamente una Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa. Que transitemos esta etapa final del año jubilar, haciéndonos nosotros mismos, señales de esperanza. Y nuestra Madre del Rosario nos siga acompañando con su oración, testimonio e intercesión, porque el Señor hace grandes cosas en sus hijos.

Mons. Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza