Sábado 12 de julio de 2025

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9 de Julio

Homilía de monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo, en el tedeum por el aniversario de la Declaración de la Independencia (9 de julio 2025)

Evangelio de San Marcos 9,38-40

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos hoy con memoria agradecida el nacimiento de nuestra Patria. Y lo hacemos como creyentes, abriendo el corazón a la Palabra de Dios que nos llega desde el Evangelio de San Marcos: “El que no está contra nosotros está a favor nuestro” (Mc 9,40). Jesús corrige la tentación de los suyos -de todos los tiempos- de encerrarse en el pequeño grupo de los supuestos puros o predilectos, de excluir a los que hacen el bien desde otros caminos. El Maestro nos invita, en cambio, a construir con otros, a reconocer el bien donde florece, y a sumar esfuerzos en vez de dividirlos.

Nuestra independencia no se produjo a partir de un gesto aislado, ni debido al arrebato momentáneo de unos pocos. Fue un proceso de años en medio de convulsiones políticas, encantos y decepciones. Se gestó en comunidad de Representantes con sentido federal, en diálogo. No debemos pasar por alto que las reuniones se realizaron en una casa de familia prestada, en Tucumán, donde los diputados sesionaron durante meses. Llegaron de distintas provincias, con miradas y culturas diversas, trayendo tensiones y desacuerdos. Pero supieron, con paciencia y amor a la tierra, encontrar consensos, no a partir de uniformidades, sino de la conciencia de un bien superior.

No se excomulgó a nadie por pensar distinto. No se construyó la Argentina desde la lógica del descarte, sino desde la búsqueda de una causa mayor: como había reclamado el general Don José de San Martín, se necesitaba un ejército de una Nación independiente para liberar a los pueblos hermanos. La independencia Argentina iba a servir a otros pueblos de América para que vivieran en libertad y justicia.

Entre aquellos diputados, recordamos con especial afecto a Fray Justo Santa María de Oro, dominico, sanjuanino, sacerdote y político, nuestro primer obispo de San Juan de Cuyo. Su voz en la Asamblea fue la de la fe lúcida que no se desentiende de la historia. Fue él quien defendió con firmeza la participación de los pueblos del interior, promovió el respeto por las provincias, y demostró que se puede ser hombre de Dios y servidor de la Nación, sin contradicciones ni dobleces. Su testimonio es faro para nosotros hoy, cuando muchas veces se contrapone lo religioso con lo público, lo espiritual con lo social, y se olvidan los aportes valiosos que la fe puede ofrecer a la vida nacional.

Nuestro presente también nos desafía. Argentina atraviesa una etapa compleja, donde muchas veces se imponen la desconfianza, la fragmentación y el “sálvese quien pueda”. Pero desde esta celebración solemne del Te Deum, Dios nos llama a promover la cultura del encuentro y la amistad social, como tantas veces ha exhortado el Papa Francisco. Nos llama a no encerrarnos en las fronteras del partido, del sector o de la ideología, sino a mirar con altura el bien de todos, especialmente de los más frágiles.

Hoy necesitamos una nueva épica, no de caudillos solitarios, sino de acuerdos generosos. Una independencia que no sea solo recuerdo, sino motor de compromiso y responsabilidad. Una democracia que se fortalezca no solo en las urnas, sino en el trabajo cotidiano por una sociedad más justa, más fraterna, más solidaria.

Desde la Iglesia valoramos mucho la vocación política. Sigamos sembrando unidad donde hay división, respeto donde hay ofensa, y diálogo donde hay gritos. No todos pensamos igual, pero todos amamos esta tierra. Y en eso podemos encontrarnos. Porque como dice el Evangelio, si no están contra nosotros, entonces están a favor. Y eso nos basta para caminar juntos.

Que María, Virgen del Carmen de Cuyo, Generala del Ejército de los Andes, nos inspire a todos en la misión de ser constructores de paz y esperanza. Y que el Dios de la vida bendiga a nuestra amada Patria Argentina. Amén.

Mons. Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo