Ef 4,1-6; Mt 25, 31-40
La Declaración de la independencia de 1816, proclamada por el Congreso General Constituyente de San Miguel de Tucumán, significa mucho más que una simple conmemoración de un suceso histórico, implica una reflexión minuciosa sobre la identidad nacional, la soberanía, los valores democráticos y los desafíos del presente.
El 9 de julio no es solo una fecha en el calendario, representa un hito en el proceso de lucha por la autodeterminación, la libertad y la construcción de una nación independiente, libre del dominio colonial español. Preservar este legado supone reconocer la importancia de este desarrollo histórico y su influencia en la Argentina actual. Este mojón evocador no sólo representó una ruptura, sino también la aspiración a la construcción de una sociedad basada en principios republicanos. La concreción de estos ideales fue un proceso largo y complejo que se construyó con el tiempo.
Hoy conlleva defender y promover esos valores, la participación ciudadana, el respeto a las personas y sus derechos, el fortalecimiento de las instituciones democráticas, la defensa de la soberanía nacional en todas sus expresiones, la capacidad de un país para gobernarse a sí mismo y tomar decisiones propias. En el contexto global actual, adherir a la independencia significa defender los intereses nacionales, promover la integración regional y participar activamente en la construcción de una patria más justa y soberana.
Tener presente este día es oportunidad para reflexionar sobre algunos desafíos actuales que enfrentamos como país frente al siglo XXI: volver a los ideales de ese grupo de congresistas, trabajar por la justicia, integración, inclusión, el desarrollo sostenible, luchar contra las desigualdades, la pobreza, la discriminación, valorar la diversidad cultural, cultivar la identidad nacional... son solo algunas continuaciones del espíritu de la independencia. Comporta un compromiso activo con los valores y principios que la fundamentaron con una participación ciudadana responsable en la construcción de una sociedad mejor. Un nuevo aniversario de la Independencia no es un acto pasivo, es exigencia continua y perseverante en el empeño de la edificación de una Argentina mejor, se trata de responsabilidad cívica y uno de los ejercicios más grandes del cristiano -como nos diría el papa Francisco- que es la caridad política.
La parábola que acabamos de proclamar de Mateo 25 se sitúa en el contexto de las enseñanzas de Jesús sobre la segunda venida y el juicio final que no es un evento arbitrario, sino la consecuencia natural de las acciones realizadas durante la vida. El criterio del juicio no se basa en la fe declarada, sino en las acciones concretas realizadas a los necesitados. Se enumeran seis obras de misericordia: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al extranjero, vestir al desnudo, cuidar al enfermo y visitar al encarcelado. Quienes realizaron estas obras serán llamados “benditos de mi Padre” e invitados a heredar el reino preparado desde la creación del mundo. Los justos se sorprenden al ser recompensados, no recuerdan haber realizado estos actos directamente para Jesús. Se les revela que al ayudar a los más carenciados, lo estaban ayudando a Él mismo, ya que los pobres, marginados y sufrientes son considerados como sus hermanos. La parábola es una fuerte llamada a la acción y a la compasión, el juicio se basa en la justicia y en la misericordia practicada en la vida diaria. El mensaje central es la importancia de vivir una vida de servicio y amor al prójimo, no sólo como condición para la salvación, sino como una expresión de la fe auténtica.
Pidamos al Señor en este día nos conceda la gracia de ser hombres y mujeres honestos y capaces, que amen y sirvan a la Patria como lo hicieron nuestros próceres, que seamos artífices de reconciliación en nuestra sociedad herida por la división, el enfrentamiento, la agresión, el desencuentro; que surja de entre nosotros una genuina solidaridad para con quienes están más heridos a causa de las injusticias y de la pobreza. “Jesucristo Señor de la historia te necesitamos”.
Mons. José Adolfo Larregain OFM, arzobispo de Corrientes