Miércoles 4 de junio de 2025

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"No he venido a ser servido, sino a servir y dar la vida..." (Cf. Mt. 20.28)

Homilía de monseñor Gustavo Carrara, arzobispo de La Plata, durante el tedeum del 25 de Mayo de 2025 (Iglesia catedral, 25 de mayo de 2025)

Celebramos hoy un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo, nuestro primer paso hacia la Independencia. Rezamos Te Deum, es decir: "A ti Dios". Le damos gracias a Dios Creador por habernos regalado la patria que habitamos. Y este año lo hacemos en el Jubileo de la esperanza.

A veces contamos los años casi sin darnos cuenta de quién es la persona que marcó definitivamente la historia de la humanidad. Esa persona es Jesús de Nazareth. Los cristianos confesamos que hace 2025 años, Dios se hizo hombre por amor a cada uno de nosotros.

1. Al servicio de la dignidad humana
El mensaje del amor de Dios que nos salva es inseparable del mensaje de la inmensa dignidad de cada ser humano. Como nos recordaba Francisco: "Identificándose con los más pequeños de la sociedad (cf. Mt 25,31-46), «Jesús aportó la gran novedad del reconocimiento de la dignidad de toda persona, y también, y, sobre todo, de aquellas personas que eran calificadas de "indignas". Este nuevo principio de la historia humana, por el que el ser humano es más "digno" de respeto y amor cuanto más débil, miserable y sufriente, hasta el punto de perder la propia "figura" humana, ha cambiado la faz del mundo, dando lugar a instituciones que se ocupan de personas en condiciones inhumanas...”
[1].

Y en la encíclica Fratelli tutti, quiso reforzar la convicción de la dignidad inalienable de toda persona humana más allá de toda circunstancia[2]. Esta expresión significa que no existe ninguna circunstancia que haga que una persona sea de menos valor. De hecho, su dignidad sigue siendo inmensa e inviolable en cualquier contexto, en cualquier situación. El valor inmenso y sagrado de cada persona humana. Un bebé en gestación, un anciano, alguien que está en la cárcel, alguien que tiene una discapacidad, un enfermo, etc. Dignidad inalienable e inviolable. De este principio se derivan un sinfín de consecuencias.

En el evangelio que acabamos de leer vemos que la madre de los Zebedeos, es decir de Santiago y Juan, se acerca a Jesús para pedirle un lugar para sus hijos, intuye que Jesús tiene poder, y quiere ubicar a sus hijos en un lugar relevante. Los otros diez discípulos escuchan, se ponen celosos, y empiezan a discutir sobre quien es el más importante, ellos también se encandilan con el poder. Y ahí empiezan las internas y las divisiones. Y Jesús los reúne y les enseña que el poder es para servir, no para servirse de los demás, y les invita a beber el cáliz del servicio.

Todos los que detentamos algún tipo de poder, tenemos que ponernos al servicio del bien común, especialmente de aquellos que están más heridos en su dignidad, y hacerlo al modo de Jesús que se abajó para lavarnos los pies. Servir es fundamentalmente cuidar con ternura, y defender con firmeza, la fragilidad de nuestro pueblo. A la vez ese camino de servicio es fuente de alegría para quien se decide a transitarlo, aún en medio de las dificultades, incomprensiones, e incluso persecuciones.

2. Al servicio de la comunidad humana
La dignidad que tenemos nos da derecho a ser felices, o a intentar al menos ser felices. Ahora bien, los seres humanos no podemos alcanzar la felicidad solos. Somos seres sociales, necesitamos de vínculos, de relaciones. Existir es convivir. Necesitamos de la comunicación y de la comunión, nuestro corazón anhela la comunidad humana.

La primera comunidad humana es la familia. Hasta el mismo Dios quiso nacer en una familia hace 2025 años. Es verdad que no existe la familia perfecta. Cada familia tiene sus problemas y también sus grandes alegrías. En ella cada persona es valiosa porque es distinta a las demás, cada uno aporta lo suyo. Y ante las dificultades es imprescindible el diálogo y el perdón. Francisco nos recordaba que "La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí, mientras se puede. La familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos[3].

Además de la familia aparecen otras formas históricas y concretas de comunidad humana. Son núcleos humanos que se reúnen en la búsqueda de un bien común particular. Son las llamadas asociaciones intermedias, y pueden ser de índole religiosa, cultural, política, económica, etc. A modo de ejemplos podemos nombrar: las sociedades vecinales, las escuelas, los partidos políticos, los clubes deportivos, los gremios, los movimientos sociales, las entidades que representan empresas, los municipios, los diferentes cultos religiosos. Cada uno contribuye según su fin al cuidado de la dignidad de la persona humana y la búsqueda de la felicidad.

Si el servicio es fuente de alegría, el pertenecer a una comunidad también lo es. Por eso es necesario apostar por las acciones que fortalecen la vida comunitaria, que integran a las personas en una comunidad, y de este modo seguir organizando la esperanza.

3. Al servicio de la comunidad nacional
Sin embargo, por sí mismas las personas, la familia, y las distintas expresiones de la comunidad humana, son insuficientes para lograr un nivel de vida más plenamente humano. Es así que necesitan reunirse cooperando en la búsqueda de un bien común más universal que posibilite la felicidad de todo el pueblo. Surge así la comunidad nacional, y en ella el Estado como comunidad política y como autoridad.

Una presencia inteligente del Estado debe velar por la dignidad de las personas, la igualdad de todos los ciudadanos, y ayudar a su participación plena en la vida de la comunidad. La Constitución Nacional es la ley suprema, si en todo el territorio nacional se garantizaran los derechos, y se cumplieran las obligaciones que esta manda, todos viviríamos con mayor dignidad.

En la carta magna está la base de todo proyecto nacional que se precie de tal. Para ello es necesario rehabilitar la política, muchas veces desprestigiada. La acción política es la más alta forma de la caridad, porque se ocupa del bien común, de la organización de la comunidad municipal, provincial y nacional, para la felicidad de los habitantes del suelo argentino. Aquellos que sienten tan noble vocación es conveniente que vuelvan una y otra vez sobre el sentido y el propósito de por qué hacen lo que hacen.

Es necesario apelar a un proyecto que ponga en el centro la dignidad de cada persona humana y el bien común, y que conciba la economía como la adecuada administración de nuestra casa común, evitando endiosar al dinero. Porque un sistema económico centrado en el dios dinero necesita saquear para sostener el ritmo frenético del consumo. La ambición desenfrenada del dinero que gobierna la vida genera esa corrupción que les roba a los más pobres lo que por derecho les pertenece.

La corrupción es proselitista, crece, contagia, se justifica, y llega un tiempo en el que se terminan sacrificando al dios dinero las convicciones de toda una vida, amistades, la propia familia. Y frente a la tentación de la corrupción el Papa Francisco proponía el antídoto de la austeridad en la propia vida, es decir, predicar con el ejemplo. Y esto de manera especial para los políticos, para los dirigentes sindicales, sociales, empresarios, y también para los religiosos. Estamos todos muy expuestos a esta tentación y cuando pensamos haberla derrotado, ella se puede volver a presentar, disfrazada de otro modo.

Este año se cumplen cuarenta años de aquellas primeras elecciones legislativas del retorno de la democracia. Y este año volvemos a votar. Siempre un acto eleccionario es un valioso momento democrático, por eso es muy importante que todos podamos participar, y que luego nos sintamos realmente interpretados y representados por las leyes que se voten.

En la primera lectura el apóstol nos invitaba a elevar súplicas y peticiones a Dios por nuestras autoridades. Hoy aquí rezamos por los que nos gobiernan, por los que legislan, por aquellos que velan para que las leyes se cumplan. Deseamos para ellos lo mejor, es decir que cumplan la vocación a la que se sintieron llamados, que sean servidores de su pueblo. Pedimos que busquen la felicidad del pueblo empezando por los más frágiles, para llegar verdaderamente a todos, y que así florezca nuestra patria.

Pedimos por los que nos gobiernan y por cada uno de nosotros como pueblo para que seamos artesanos y arquitectos de la paz. Como nos enseña el Papa León XIV empecemos por lo más elemental el buen trato: "La paz se construye en el corazón y a partir del corazón, arrancando el orgullo y las reivindicaciones, y midiendo el lenguaje, porque también se puede herir y matar con las palabras, no sólo con las armas”[4].

Que Dios los bendiga a todos. Y viva la Patria.

Mons. Gustavo Carrara, arzobispo de La Plata.
25 de mayo de 2025.


Notas:
[1] Francisco. Dilexit Nos. N°170.
[2] Cf. Francisco. Fratelli tutti. N° 39. 98. 121. 127. 133. 168. 232.
[3] Francisco. Viaje apostólico a Ecuador, Bolivia, y Paraguay, Santa Misa por las Familias. Guayaquil. 6 de julio de 2015.
[4] Santo Padre León XIV. Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 16 de mayo de 2025.