Lunes 28 de abril de 2025

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Misa exequial del Papa Francisco

Homilía de monseñor Gustavo Gabriel Zurbriggen, obispo de Concordia, durante la misa exequial del Papa Francisco (II domingo de Pascua, 27 de abril de 2025)

Queridos hermanos: en estas vísperas del II domingo de Pascua, estamos celebrando la Eucaristía pidiendo por el eterno descanso del Papa Francisco. En la mañana del lunes 21, cuando todavía resonaban en nuestro corazón los cantos alegres y esperanzadores del domingo de Pascua, nos enteramos con tristeza de la muerte del Papa. Aunque todos sabíamos que ese momento iba a llegar, porque su salud estaba muy deteriorada, sin embargo, estas noticias siempre nos toman de sorpresa y nos entristeció el corazón. Sin embargo, todavía resonaban las palabras del mensaje del Papa en la celebración de la Vigilia Pascual, en el que nos decía: “…Cristo resucitado… Éles la esperanza que no declina. Él es el amor que nos acompaña y nos sostiene. Él es el futuro de la historia, el destino final hacia el que caminamos, para ser acogidos en esa vida nueva en la que el mismo Señor enjugará todas nuestras lágrimas «y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor» (Ap 21,4)”[1]. Al recordar estas palabras, regresó la alegría de la Pascua a nuestro corazón. La tristeza se convirtió en Esperanza porque Cristo Resucitado venció definitivamente el sufrimiento, el pecado y la muerte.

Al recordar las enseñanzas del Papa Francisco, hechas de gestos y palabras, damos gracias a Dios por el pastoreo de Francisco a lo largo de 12 años de pontificado. Fue un pastor cercano, que nos habló con palabras sencillas, capaces de ser comprendidas por todos; un pastor que nos transmitió el Evangelio con gestos: un abrazo, una sonrisa, una caricia, una mirada atenta y respetuosa. Al decir de un cardenal italiano, Francisco “se acercó a la gente porque quería comunicar a todos el amor de Dios por la humanidad concreta, tal como es, sin filtros y sin hipocresía”[2].

Pero Francisco fue también un pastor que nos legó un importante y fecundo magisterio. Sin pretender ahora hacer referencia a todos sus escritos, deseo mencionar solamente algunos, empezando por su primera Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, el documento programático de su pontificado, como él mismo lo expresó. Nos recordaba que la Iglesia es para la misión. Nos invitaba a ser una Iglesia en salida, en busca de todos los hermanos, que no le tiene miedo a “ensuciarse” los pies yendo a las “periferias geográficas y existenciales” para anunciar la alegría del Evangelio. Porque, nos decía el Papa, “si hay algo que deba inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia es que haya tantos hermanos nuestros que vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo…” (EG, 49).

También fue el pastor que predicó infatigablemente y con mucha valentía la dignidad infinita de todo ser humano. Monseñor Víctor Fernández, con ocasión de los 10 años del pontificado de Francisco escribía en La Nación: “Francisco, que no deja de hablar de un Dios que ama y que espera, de un Cristo que salva y siempre da una nueva oportunidad, por eso mismo se ha convertido en un profeta de la dignidad humana. Quizás este sea el tema central de su mensaje: esa dignidad, más allá de cualquier circunstancia, ya que todo ser humano tiene un valor infinito por el inmenso amor de Dios que lo sostiene...”[3].

Las dos importantísimas encíclicas sociales que nos legó en su pontificado, Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común, la que Dios creó para todos sus hijos, y la encíclica Fratelli Tutti, sobre la fraternidad y amistad social, se fundamentan en la común dignidad del ser humano. Para los que tenemos Fe, la dignidad humana se sustenta en que Dios nos ha creado a su imagen y semejanza, únicos e irrepetibles. El contenido de todas sus enseñanzas sociales está fundamentado en que todos los seres humanos, todos creados por Dios, tenemos la misma dignidad, que debemos respetar, promover y cuidar especialmente en los hermanos más abandonados y descartados de la sociedad.

Al final, quiero hacer referencia a su última encíclica Dilexit nos. El Papa que en Evangelii Gaudiuminicia su magisterio pidiéndonos anunciar lo más importante, el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, predicando el Evangelio que llena de alegría el corazón, termina su magisterio hablándonos del amor misericordioso del Corazón de Cristo. En este documento nos decía “el Corazón de Cristo, que simboliza su centro personal, desde donde brota su amor por nosotros, es el núcleo viviente del primer anuncio”[4].

Queridos hermanos: repasando someramente el magisterio del Papa difunto, de algo estamos seguros, el Papa Francisco siempre quiso anunciar a Jesucristo, su amor, su misericordia, su Evangelio, mensaje de salvación para todos los seres humanos…

En este domingo II de Pascua, también llamado domingo de la Divina Misericordia, hemos escuchado que Jesús resucitado manda a sus discípulos a la misión y a ser instrumentos de misericordia, perdonando los pecados. Hoy, al Papa que nunca dejó de predicar la misericordia de Dios, diciéndonos que Dios no se cansa de perdonar, lo encomendamos al Corazón bueno y misericordioso de Jesús y al cuidado de la Virgen María, a quien confió su sacerdocio, su episcopado y su misión de pastor universal.

Querido papa Francisco, pastor bueno, DESCANSA EN PAZ.

Mons. Gustavo Gabriel Zurbriggen, obispo de Concordia


Notas:
[1] Cfr. Homilía de la Vigilia Pascual de 2025, Ciudad del Vaticano. Texto del Papa Francisco, leído por el cardenal Giovanni Battista Re.
[2] Cfr. https://www.infobae.com/america/mundo/2025/04/24/el-cardenal-matteo-zuppi-uno-de-los-candidatos-para-ser-papa-despidio-a-francisco-queria-comunicar-el-amor-sin-hipocresia/
[3] Mons. Víctor Fernández, La Nación, 12/3/2023
[4] Cfr. Francisco, Dilexit nos, 32.