Lunes 28 de abril de 2025

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Misa por el Papa Francisco

Homilía de monseñor Gustavo Carrara, arzobispo de La Plata, en la misa por el Papa Francisco (Domingo de la Misericordia, 27 de abril de 2025)

Celebramos hoy en el segundo domingo de Pascua, el domingo de la Misericordia. Y rezamos en esta Misa con corazón agradecido por la vida tan fecunda del Papa Francisco. Unimos hoy entonces la figura de Francisco y la misericordia. No es difícil hacerlo porque él permanentemente nos mostró la centralidad de la misericordia de Dios, para con una humanidad que tiene profunda sed de ella. Él nos enseñó con su magisterio hecho de palabras y gestos, que el nombre de Dios es Misericordia.

Francisco eligió un lema al ser nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires y que lo acompañó como Obispo de Roma, reza así: "Miserando atque eligendo", es decir "Lo miró con misericordia, y lo eligió". La escena bíblica que está detrás es la elección que Jesús hace de Mateo como su discípulo. Ante la mirada de misericordia del Señor Jesús, Mateo deja inmediatamente la mesa de recaudación de impuestos, ámbito en el que se daban muchas situaciones de pecado y corrupción, y lo sigue. Mateo empieza a formar parte de esa comunidad de discípulos que comparten con Jesús una intimidad itinerante y misionera (cf. Mt 9, 9-13).

Francisco se declara abiertamente en muchas ocasiones como un pecador perdonado y dignificado por la misericordia de Dios (cf. Lc 15, 11-32). Así se presenta en una cárcel en Santa Cruz de la Sierra-Bolivia, y les dice a las personas privadas de libertad: "¿Quién está ante ustedes?, podrían preguntarse. Me gustaría responderles la pregunta con una certeza de mi vida, con una certeza que me ha marcado para siempre. El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados. Y es así como me presento. No tengo mucho más para darles u ofrecerles, pero lo que tengo y lo que amo, sí quiero dárselo, sí quiero compartirlo: es Jesús, Jesucristo, la misericordia del Padre. Él vino a mostrarnos, a hacer visible el amor que Dios tiene por nosotros... Un amor que se acerca y devuelve dignidad. Una dignidad que la podemos perder de muchas maneras y formas. Pero Jesús es un empecinado de esto: dio su vida por esto, para devolvernos la identidad perdida, para revestirnos con toda su fuerza de dignidad"[1]. Aquí afirma con claridad que el mensaje del amor de Jesucristo que nos salva es inseparable del mensaje de la inmensa dignidad de cada ser humano.

Francisco nos invita una y otra vez, a entrar en la dinámica de la confianza en la Misericordia de Dios. Al comienzo de la exhortación la Alegría del Evangelio afirma: "Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia"[2]. Y en la exhortación que le dedica a Santa Teresita sostiene con contundente claridad: "El pecado del mundo es inmenso, pero no es infinito. En cambio, el amor misericordioso del Redentor, este sí es infinito".[3]

Una de las definiciones de Francisco más conmovedoras acerca de la Iglesia, es cuando la define como hospital de campaña: "Veo la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas... Y hay que comenzar por lo más elemental... ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro".[4]

Y es precisamente la parábola del Buen Samaritano la que va a ser el ícono de la carta encíclica Fratelli Tutti (todos hermanos) acerca de la fraternidad y la amistad social. El capítulo II está dedicado a comentar la narración de Jesús y a invitar a que la Iglesia sea una comunidad samaritana que reciba, abrace, se involucre y acompañe a los que están tirados en el camino de la vida. Francisco nos pone frente a una decisión que también es de carácter personal, elegir entre ternura o crueldad: "La narración es sencilla y lineal, pero tiene toda la dinámica de esa lucha interna que se da en la elaboración de nuestra identidad, en toda existencia lanzada al camino para realizar la fraternidad humana. Puestos en camino nos chocamos, indefectiblemente, con el hombre herido. Hoy, y cada vez más, hay heridos. La inclusión o la exclusión de la persona que sufre al costado del camino define todos los proyectos económicos, políticos, sociales y religiosos".[5]

En este domingo de la Misericordia, Jesús le muestra a Tomás sus llagas santas y gloriosas, y nos las muestra a nosotros como signo de su amor, hasta el extremo de dar la vida para que tengamos vida. Como si nos dijera que solo podemos entrar al corazón de Dios si tocamos su costado abierto. Hoy redescubrimos que solo podemos "tocar" a Dios a través de las llagas de Cristo. Y sabemos que Cristo sigue llagado en los niños, las niñas y adolescentes que sufren la indigencia, en los ancianos olvidados, en los enfermos, en los padres de familia que perdieron el trabajo.

Hoy hacemos experiencia de la misericordia de Dios, que no nos descarta, sino que se hace cargo de nosotros. Esa experiencia nos tiene que llevar a nosotros a no descartar a nadie, a no abandonar a nadie y convertirnos en comunidades que sigan los pasos de Jesús misericordioso. Por esta razón elegimos seguir organizando la esperanza, poniendo manos a obras concretas. No son hechos aislados, de una persona aislada, sino una comunidad que abraza el dolor del hermano, de la hermana. Abrirnos al sufrimiento humanizará nuestras comunidades de fe, las hará más evangélicas, más fraternas y por consiguiente, más misioneras.

En la historia de la Iglesia hay mucho pecado y también muchísima santidad. Santidad de las bienaventuranzas, santos de la puerta de al lado como enseñó Francisco[6]. A nosotros nos conmueve el testimonio de muchos hombres y mujeres que han llevado la luz de la misericordia a los lugares de sufrimiento y dolor; que han hecho obras grandes para con los más pequeños, para con los más pobres. Sin embargo lo que más nos impresiona es su exquisita humanidad.

Un testigo de la Misericordia de Dios que hoy nos conmueve profundamente es Francisco, y por ello damos gracias por su vida y lo confiamos a la Virgen, a la Madre de la Misericordia.

Mons. Gustavo Carrara, arzobispo de La Plata
27 de abril 2025


Notas:
[1] Francisco. Visita al centro de rehabilitación Santa Cruz-Palmasola. Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). 10 de julio de 2015.
[2] Francisco. Evangelii Gaudium. N° 3.
[3] Francisco. Exhortación Apostólica C'est la confiance, sobre la confianza en el Amor Misericordioso de Dios con motivo del 150° aniversario del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. N° 29.
[4]Antonio Spadaro SJ, Entrevista exclusiva del Director de la Civiltá Cattolica al Papa Francisco: "Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos" 19 de agosto de 2013.
[5] Francisco. Fratelli Tutti. N° 69.
[6] Francisco. Gaudete et exsultate. N° 6-9