Miércoles 12 de marzo de 2025

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¡Es ahora! Con la alegría de Cristo, al corazón del hermano

Carta pastoral de monseñor Gustavo G. Zurbriggen, obispo de Concordia, para la Cusresma 2025

1. Queridos hermanos: iniciando este tiempo de cuaresma deseo acercarme a cada uno de Uds. para invitarlos a vivir intensamente este tiempo de conversión, a través de la oración, la penitencia y la limosna (cfr. Mt. 6,1-8.16-18). La Cuaresma es el tiempo litúrgico que la Iglesia nos propone para disponernos a celebrar la fiesta principal de nuestra fe, la muerte y resurrección de Jesucristo y la renovación de la gracia bautismal.

“¡Es ahora! Con la alegría de Cristo, al corazón del hermano”
2. Por otra parte, estamos comenzando un nuevo año pastoral animados por las Asambleas del Pueblo de Dios realizadas desde fines de 2023. Como todos saben, porque muchos han sido protagonistas de estos encuentros, en el mes de julio, hemos elegido como lema pastoral para los años 2025-2028 “¡Es ahora! Con la alegría de Cristo, al corazón del hermano”. Este lema, fruto de la oración, del escucharnos mutuamente, del dialogar, discernir y decidir, quiere animar la tarea evangelizadora en nuestras comunidades. Es el lema que nos identifica como Diócesis y quiere entusiasmarnos en la misión evangelizadora.

3. El “¡Es ahora!” nos habla de la urgencia de la misión. Pareció resonar con toda su fuerza el mandato misionero de Jesús resucitado: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” (cfr. Mt. 28, 16ss; Mc.16, 14-16; Jn. 20,21; Hch. 1,8). Como nos enseña el Papa Francisco, “...es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo” porque la alegría del Evangelio es para todo el pueblo sin excluir a nadie[1].

4. Y este anuncio evangelizador debe ser realizado “con la alegría de Cristo” porque estamos llamados a anunciar y testimoniar una profunda experiencia del amor Salvador de Jesús en nuestra vida que nos ha renovado y llenado de alegría espiritual. Para misionar tenemos que contagiar la alegría de Jesús. Porque no hay evangelización sin la alegría del Evangelio. Hay que volver a reflexionar las palabras de Francisco: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría. En esta Exhortación quiero. invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría”[2].

5. Para llegar con convicción creyente “al corazón del hermano” primeramente tendremos que haber hecho nosotros la misma experiencia de los discípulos de Emaús (cfr. Lc.24,32). Solo escuchando y meditando las palabras de Jesús, y habiendo “sentido” su amor en nuestro corazón, podremos anunciar el Evangelio “al corazón del hermano” porque “el corazón habla al corazón”, como nos enseñó San Francisco de Sales[3]. Para San Francisco de Sales no es suficiente hablar bien, es necesario compartir al corazón del hermano la experiencia creyente del propio corazón. También el Santo Cardenal Newman estaba convencido que “las almas son ganadas a Cristo por el corazón” a través del contacto personal, de la cercanía llena de amor, porque “el amor por Jesucristo precede al conocimiento, y que el amor, y sólo el amor, hace que el conocimiento tenga sentido”[4]. Solo podremos anunciar la alegría de Jesús si tenemos nuestro propio corazón lleno de su Amor, porque “de la abundancia del corazón habla la boca” (cfr. Lc. 6,45).

Las metas pastorales de la Diócesis para los años 2025 -2028
6. En la Asamblea de noviembre pasado, después de todo un año de caminar juntos, orando, dialogando y decidiendo, hemos elegido tres metas pastorales que quieren responder a los clamores que hemos escuchado del Pueblo de Dios. Las metas expresan lo que la Iglesia diocesana de Concordia desea alcanzar al cabo de cuatro años de trabajo pastoral. Estas metas tienen que orientar la programación de acciones pastorales que, con entusiasmo y creatividad, las comunidades parroquiales, los movimientos, las áreas y servicios diocesanos tendrán que programar. Son las comunidades, los movimientos, los servicios y áreas pastorales las que tendrán que decidir comunitariamente qué acciones u objetivos, realizables en un determinado tiempo, posibles y evaluables, podrán realizar para encaminarnos hacia la consecución de cada una de las metas elegidas.

7. Intentaré hacer una breve reflexión sobre cada una de las metas pastorales interpretándolas desde el clamor a la que intentan responder. También a Uds. los invito a escudriñar estas metas para, entre todos, descubrir en ellas todo el potencial de trabajo pastoral para los próximos años.

La meta “AFIANZAR el acompañamiento y REVITALIZAR todos los sectores parroquiales PARA generar procesos de encuentro, propiciar la escucha, valorar a cada integrante de la comunidad y como hermanos, ser una Iglesia viva, sanadora, en comunión y participación” responde al clamor “El Pueblo de Dios clama ser escuchado”

8. Revitalizar todas las comunidades parroquiales exige que los pastores, consagrados y laicos encargados de los grupos, movimientos, servicios y áreas pastorales, acompañemos con un estilo de pastoreo que anime la participación de todos los bautizados. Hay que afianzar un liderazgo capaz de promover que “todos los sectores parroquiales” sean comunidades orantes, fraternas y misioneras.

Para eso, tenemos que animarnos “a un camino de renovación espiritual y de reforma estructural para hacer a la Iglesia más participativa y misionera”[5]. Una espiritualidad comunitaria renovada “requiere escucha de la Palabra de Dios, la contemplación, el silencio y la conversión del corazón”[6]. Esta espiritualidad exige ascesis, humildad, paciencia, disponibilidad para ser perdonado y perdonar. También saber acoger con gratitud los dones y tareas distribuidos por el Espíritu Santo a todos los bautizados para el servicio del único Señor. La espiritualidad de los que quieren “afianzar el acompañamiento y revitalizar todos los sectores parroquiales” pide renunciar a las ambiciones de poder y a las envidias, a los deseos de dominio o control. Hay que comenzar a frecuentar la escuela del Evangelio para que nos enseñe el modo de relaciones comunitarias queridas por Jesús[7] para poder ser una Iglesia que genere, como pide la meta pastoral, procesos de encuentro, propicie la escucha, valore a cada integrante de la comunidad y como hermanos, seamos una Iglesia viva, sanadora, en comunión y participación. No podemos desconocer que son las relaciones humanas las que sostienen la vitalidad de una comunidad y animan sus estructuras[8].

9. Generar encuentro, escucha mutua y respetuosa y alimentar la corresponsabilidad, también hace necesario la renovación de las estructuras de comunión: consejos pastorales, consejos económicos, equipos de áreas y servicios, comisión de capillas, etc. Parece imprescindible contar con reglamentos que indiquen el funcionamiento de estos organismos de comunión. También, estos “lugares” de comunión, participación y misión deben tener un método de escucha, dialogo, discernimiento y toma de decisión que entusiasme y anime la participación de todos sus miembros. El Documento Final del XVI Sínodo de los Obispos, nos dice:

La conversación en el Espíritu es una herramienta que, aun con sus limitaciones, resulta fructífera para permitir la escucha y el discernimiento de “lo que el Espíritu dice a las Iglesias” (Ap. 2,7). Su práctica ha provocado alegría, asombro y gratitud y se ha experimentado como un camino de renovación que transforma a las personas, a los grupos y a la Iglesia. La palabra “conversación” expresa algo más que un mero diálogo: entrelaza armoniosamente pensamiento y sentimiento y genera un mundo de vida compartido. Por eso puede decirse que en la conversación está en juego la conversión. Es un dato antropológico que se encuentra en pueblos y culturas diferentes, unidos por la práctica de reunirse solidariamente para tratar y decidir sobre cuestiones vitales para la comunidad. La gracia lleva a término esta experiencia humana: conversar “en el Espíritu” significa vivir la experiencia de compartir a la luz de la fe y en la búsqueda del querer de Dios, en un clima evangélico en el que el Espíritu Santo puede hacer oír Su voz inconfundible”[9].

Aprender bien este método u otro similar, puede ayudar a la eficacia de los equipos y consejos pastorales y responder, de este modo, al deseo del Pueblo de Dios, que clama ser escuchado.

 “TRANSFORMAR nuestras actitudes, a la manera de Jesús, PARA llevar la Buena Nueva a las distintas realidades que nos interpelan” es la meta que responde al clamor “Clamamos ser una Iglesia en salida, necesitada de una profunda conversión, que acoge y acompaña”.

10. Con mucha claridad la meta pastoral nos dice que, para anunciar la Buena Noticia, hace falta convertirnos a Jesús para aprender de él sus cualidades evangelizadoras y ser discípulos misioneros según su estilo pastoral. Para esta conversión personal y comunitaria, para ser “a la manera de Jesús”, puede ayudarnos leer el capítulo II de la Carta Encíclica Dilexit nos del Papa Francisco. El Santo Padre nos dice que a Jesús hay que verlo actuar para conocerlo. Les comparto algunos fragmentos de la Carta citada[10].

Jesús, “vino, saltó todas las distancias, se nos volvió cercano como las cosas más simples y cotidianas de la existencia. Está siempre en búsqueda, cercano, constantemente abierto al encuentro. Lo contemplamos cuando se detiene a conversar con la samaritana junto al pozo donde ella iba a buscar el agua (cf. Jn 4,5-7). Vemos cómo, en medio de la noche oscura, se reúne con Nicodemo, que tenía temor de dejarse ver cerca de Jesús (cf. Jn 3,1-2). Lo admiramos cuando sin pudor se deja lavar los pies por una prostituta (cf. Lc 7,36-50); cuando a la mujer adúltera le dice a los ojos: “No te condeno” (cf. Jn 8,11); o cuando enfrenta la indiferencia de sus discípulos y al ciego del camino le dice con cariño: «¿Qué quieres que haga por ti?» (Mc 10,51). Cristo muestra que Dios es proximidad, compasión y ternura.36. Si él curaba a alguien, prefería acercarse: «Jesús extendió la mano y lo tocó» (Mt 8,3), «le tocó la mano» (Mt 8,15), «les tocó los ojos» (Mt 9,29). Y hasta se detenía a curar a los enfermos con su propia saliva (cf. Mc 7,33)... La ternura de Dios no nos ama de palabra; Él se aproxima y estándonos cerca nos da su amor con toda la ternura posible».

11. Estos breves textos nos indican que para conocer al Jesús misionero y aprender de él debemos ir a mirar allí donde nuestra fe puede reconocerlo: el Evangelio[11]. Para eso, hay que familiarizarse con el Evangelio: conocerlo, interpretarlo en el sentir de la Iglesia, orarlo y vivirlo. Ha llegado la hora en la que todas nuestras comunidades, con creatividad, fomenten el estudio del Evangelio y creen grupos de oración con la Palabra de Dios. Es deseable también que se organicen en los pueblos y barrios de nuestras ciudades, pequeñas comunidades que se reúnan para escuchar y meditar la Buena Noticia de Jesús, que aprendan el arte de la fraternidad cristiana y se conviertan así en comunidades misioneras que contagien la alegría de la Fe a sus vecinos y amigos.

12. Solo tomándonos en serio la vocación a ser discípulos de Jesús podremos llegar a todos con el anuncio del Evangelio. Porque “la misión no se limita a un programa o proyecto, sino que es compartir la experiencia del acontecimiento del encuentro con Cristo, testimoniarlo y anunciarlo de persona a persona”[12]. “El discípulo, fundamentado así en la roca de la Palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la Buena Nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro”, nos decía el Papa Benedicto XVI[13].

13. Como Jesús, que “salió al encuentro de personas en situaciones muy diversas: hombres y mujeres, pobres y ricos, judíos y extranjeros, justos y pecadores..., invitándolos a todos a su seguimiento”[14], también nosotros nos comprometemos a “llevar la Buena Nueva a las distintas realidades que nos interpelan”. Queremos llegar a todos, sin excepciones, especialmente a los que corren el riesgo de no sentirse amados por Dios: los enfermos, los pobres, los que sienten que “no tienen lugar” en nuestra Iglesia y los tantos marginados y descartados de nuestra sociedad. Hay que salir al encuentro de cada hermano, acogerlo y aceptarlo tal cual es, escucharlo y dialogar fraternalmente, para ofrecerle la vida de Jesucristo. Como nos dice el Papa Francisco, “si algo debe inquietarnos santamente y preocupar nuestra conciencia, es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz, el consuelo de la amistad con Jesucristo, sin una comunidad de fe que los contenga, sin un horizonte de sentido y de vida”[15].

14. Mucho tendrá que ayudarnos el Equipo de Animación Misionera de la Diócesis para comprender la cultura de los destinatarios de la misión, que ya no es la sociedad cristiana de décadas atrás. En este mundo “globalizado”, también nosotros vivimos afectados por los grandes cambios que afectan la existencia en el mundo entero. Para poder anunciar a Jesús y el Evangelio tenemos que conocer la realidad de nuestros hermanos: el modo de entender la vida y la familia, sus búsquedas personales, sus preocupaciones y esperanzas, el lenguaje, el sentido de la trascendencia, la experiencia religiosa y el modo como está presente en la vida la fe católica que se ha recibido. Para poder llegar a todos, tenemos que conocer la realidad cultural de las nuevas generaciones para que nuestro lenguaje sea comprensible y adaptado a las tantas y variadas situaciones de la vida de hoy.

15. Por lo mismo, también tienen que ayudarnos a pensar la tarea evangelizadora centrados en lo esencial. El Papa Francisco nos dice que, cuando se asume un estilo misionero “que realmente quiere llegar a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario”[16] y “en este núcleo fundamental lo que resplandece es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado”[17]. Tenemos que comprender que hoy la misión es, fundamentalmente, el “primer anuncio” o kerygma que debe ocupar el centro de toda la actividad evangelizadora[18].

Con la meta “FAVORECER y ACOMPAÑAR la participación activa de los jóvenes por medio de la acción misionera PARA que puedan experimentar la vida en plenitud que nos regala Cristo y vivan la pertenencia a la comunidad” se quiere responder al clamor: “Los jóvenes claman ser escuchados, aceptados como son, acompañados y tener participación activa”

16. El Papa Francisco, en la Bula de convocación del Jubileo Ordinario del año 2025, nos dice lo siguiente:

También necesitan signos de esperanza aquellos que en sí mismos la representan: los jóvenes. Ellos, lamentablemente, con frecuencia ven que sus sueños se derrumban. No podemos decepcionarlos; en su entusiasmo se fundamenta el porvenir. Es hermoso verlos liberar energías, por ejemplo, cuando se entregan con tesón y se comprometen voluntariamente en las situaciones de catástrofe o de inestabilidad social. Sin embargo, resulta triste ver jóvenes sin esperanza. Por otra parte, cuando el futuro se vuelve incierto e impermeable a los sueños; cuando los estudios no ofrecen oportunidades y la falta de trabajo o de una ocupación suficientemente estable amenazan con destruir los deseos, entonces es inevitable que el presente se viva en la melancolía y el aburrimiento. La ilusión de las drogas, el riesgo de caer en la delincuencia y la búsqueda de lo efímero crean en ellos, más que en otros, confusión y oscurecen la belleza y el sentido de la vida, abatiéndolos en abismos oscuros e induciéndolos a cometer gestos autodestructivos. Por eso, que el Jubileo sea en la Iglesia una ocasión para estimularlos. Ocupémonos con ardor renovado de los jóvenes, los estudiantes, los novios, las nuevas generaciones. ¡Que haya cercanía a los jóvenes, que son la alegría y la esperanza de la Iglesia y del mundo!

17. Estas palabras del Papa, haciendo una descripción general de la realidad de los jóvenes, nos hacen tomar conciencia que también necesitamos del Equipo Diocesano de Pastoral Juvenil para que nos enseñe a hacer de nuestras parroquias y comunidades un lugar donde los chicos y chicas se sientan en su casa y gusten del clima familiar de la propia comunidad[19]. Para eso, tenemos que conocer la cultura juvenil, aprender a serles cercanos, escucharlos y acompañarlos dándoles protagonismo y confiando en sus iniciativas y capacidades de realización.

18. Los jóvenes que comparten la vida de nuestras parroquias, capillas, movimientos y áreas pastorales son ya ahora agentes de pastoral, que deben ser acompañados y guiados, pero libres para encontrar caminos siempre nuevos con creatividad y audacia[20]. Ellos deben estar integrados en el “caminar juntos” de la comunidad eclesial, hay que confiar en ellos y prestar mucha atención a sus propuestas e iniciativas pastorales. Por otra parte, son ellos los mejores agentes de pastoral juvenil porque saben cómo convocar a los jóvenes y sabrán hacer atractivo el llamado a sus amigos, vecinos y conocidos, a una experiencia de comunidad donde conozcan al Señor y gusten de la fraternidad, el servicio y la misión.

19. Para que vivan “la vida en plenitud que nos regala Cristo y la pertenencia a la comunidad”, tenemos que ofrecerles la posibilidad de encontrarse realmente con Jesús Vivo. Para ello, habrá que ofrecerles propuestas formativas y evangelizadoras, la oportunidad de experiencias de oración y ejercicios espirituales donde se encuentren con Jesucristo y sientan la fuerza renovadora de la misericordia divina. También deben poder encontrar adultos maduros cristianamente y preparados para escucharlos y ofrecerles acompañamiento espiritual. Todo esto centrado en dos grandes ejes: la profundización del kerygma, es decir, la experiencia fundante del encuentro con el amor de Dios a través de Cristo muerto y resucitado y el crecimiento en el amor fraterno, en la vida comunitaria y en el servicio[21].

20. Queridos hermanos: les deseo un bendecido año pastoral y una feliz Pascua de Resurrección. Seguramente el Espíritu del Resucitado nos mostrará los caminos para que en todas nuestras comunidades sintamos la urgencia de anunciar la Buena Noticia de Jesús. Que María Inmaculada de la Concordia, discípula y misionera, nos acompañe, porque, “¡Es ahora! Con la alegría de Cristo, al corazón del hermano”. Los saludo con un abrazo fraternal.

Mons. Gustavo G. Zurbriggen, obispo de Concordia


Notas:
[1] Cfr. Papa Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG), 2013, 23.
[2] EG, 1.
[3] Cfr. Papa Francisco, mensaje para la 57° Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2023.
[4] Cfr. Monseñor James Conley, Obispo de Lincoln (EEUU) en https://www.lincolndiocese.org/op-ed/bishop-s-column/326-columnas-archivo-column-archive/12531-cor-ad-cor-loquitur-y-la-nueva-evangelizacion
[5] Cfr. Documento Final del XVI Sínodo de los Obispos (DF), "Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión", 28.
[6] Cr. DF, 43.
[7] Cfr. Mt.18.
[8] Cfr. DF 49.
[9] DF, 45.
[10] Cfr. Francisco, Carta Encíclica Dilexit nos, 2024, 34-36.
[11] Cfr. Dilexit nos, 33.
[12] Cfr. Documento de Aparecida (DA), 145.
[13] Cfr. DA, 146.
[14] Cfr. DA, 147.
[15] Cfr. Francisco, Evangelii Gaudium (EG), 49.
[16] Cfr. EG, 35.
[17] Cfr. EG, 36.
[18] Cfr. EG, 164-165.
[19] Cfr. Francisco, Exhortación Apostólica Christus Vivit (ChV), 2019, 216-218. Recomiendo vivamente la lectura de estos párrafos.
[20] Cfr. ChV, 203.
[21] Cfr. ChV, 213.