Lunes 3 de febrero de 2025

Documentos


Memoria del beato cardenal Eduardo Francisco Pironio

Transcripción de la homilía de monseñor Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján, en la misa en memoria del beato Card. Eduardo Pironio (Santuario y basílica de Nuestra Señora de Luján, 2 de febrero de 2025)

El Papa Francisco nos ha invitado a ser este año peregrinos de esperanza, es un año jubilar, un año para poner de vuelta todo en blanco; renovarnos; hacer eso tan lindo que uno hace cuando lava. Es un año para lavarnos y renovar la esperanza. Porque la esperanza es un motor enorme para la vida. Una persona esperanzada tiene una fuerza que no lo para nadie. La desesperanza también es un motor enorme para frenar

La esperanza te levanta, la desesperanza te mata. Cuidado, lo digo de vuelta. La desesperanza también genera muerte, por eso es muy importante para nosotros que seguimos a Jesús, como nos propone el Papa Francisco en este año, renovar la esperanza. Que, como todo en la vida, hay que darle un sentido profundo, después hay que cuidar la esperanza. Uno tiene que decir ¿dónde pongo la esperanza? Y cuando descubrís dónde está tu esperanza, después hay que cuidarla.

El Evangelio que recién leímos nos cuenta, como les decía al comienzo de la Misa, ese momento en el que José y María llevan al niño para presentarlo al Señor ¿Qué hacían los judíos en aquella época? Y hoy lo siguen haciendo. A los varones los circuncidaban como un signo de pertenencia a un pueblo. Y, le da un nombre ahí, como nosotros hacemos en el bautismo, este se llama Jesús. Y, como era el primer hijo varón, la tradición decía que todo lo primero se lo ofrecía el pueblo a Dios. Vos hacías una cosecha y la primera cosecha decía Dios, gracias. Muchos de ustedes cuando compran el auto vienen con la llave..., algo parecido, eso que uno vive como algo lindo, gracias Dios. Y como las mujeres cuando hacen el parto sangran y la sangre para el pueblo de Israel era mancha, había que purificarla a la mujer, entonces, en esa celebración se presentaba al niño, se lo circuncidaba, se le daba el nombre y la mujer se purificaba.

En esas circunstancias, imagínense un templo como este, lleno, y ahí había un anciano, Simeón, que cuando lo ver venir al niño, con su mamá y su papá, lo ve a ese niño y siente algo dentro suyo que lo renueva totalmente, le cambia la vida. Entonces dice, "ya está, ahora me puedo morir tranquilo, porque he visto la luz, he visto el elegido de Dios, el Mesías, ese niño es el que Dios había prometido”. Simeón se llena de esperanza.

¿Qué es la esperanza? Cuando tu anhelo más profundo se ve colmado de Dios. Vos esperas algo, te muestra algo y vos decís, ya está, ahora sí estoy seguro, estoy seguro; apuesto a todo lo que quieran, que muchos de ustedes hoy renuevan la esperanza.

Ustedes vinieron hoy con sus peticiones a la Virgen, vinieron caminando, trajeron a sus hijos a bautizarse. No sé por qué vienen hoy, pero vienen con anhelos, vienen con deseos, vienen con sueños. Y estamos celebrando la Misa, y algo pasa y uno dice: "Sí, sí, es verdad”. Se genera un encuentro entre Dios y vos, Dios y nosotros y ese encuentro te renueva la vida. Y cuando vos descubriste esto, no lo perdes más.

Cuando vos te diste cuenta que esto es real, que la esperanza es real, no la perdes más. La esperanza no defrauda, en todo caso hay que cuidar la esperanza, porque hay muchas cosas negativas que te desesperan. Pero eso que vivieron Simeón y Ana lo estamos viviendo nosotros hoy. Les cuento esto: La Iglesia, hace unos años, unos 60 años, hizo un encuentro que llamamos Concilio Vaticano II y volvió a tomar conciencia que la misión de la Iglesia es generar esperanza en los pueblos. Que la misión que tiene la Iglesia es que los sueños de unos se encuentren con Dios y el corazón se sienta pleno de esperanza. Y desde hace 60 años, el Papa Pablo VI, Juan Pablo I, con un poquitito de tiempo, con esa sonrisa tan linda, Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco, son profetas de esperanza porque hacen todo lo posible para que la Iglesia, nosotros, todos, todos, todos nosotros, que somos la Iglesia, los seguidores de Jesús, seamos animadores de esperanza, le digamos a la gente que es posible que Dios, colme nuestros sueños, nuestros anhelos, que sea la luz de nuestra vida.

Entonces, el Cardenal Pironio, que hoy recordamos, fue un hombre que se dio cuenta de lo que decía el Concilio, lo hizo propio, lo hizo carne, de verdad lo hizo carne; se enamoró de esa propuesta y él también se convirtió en un profeta de la esperanza. Fue un obispo que estuvo en la Argentina, después estuvo en una misión para toda América Latina y después para la Iglesia universal. Fue un trabajador de la esperanza, su pastoral es la pastoral de la esperanza porque él trabajaba con un trabajo artesanal muy cuidadoso, muy delicado para que la vida concreta de la gente, especialmente de los más pobres, en ese encuentro naciera una esperanza nueva, que fuera un motor para la vida, peleó contra la desesperanza, contra todo lo que provoca desesperanza. Se convirtió en un hombre de palabras fuertes, palabra profética para que la Iglesia, todos nosotros, seamos personas llenas de esperanza. Agradecemos su testimonio de vida, sus palabras, y sigue resonando en nosotros ese ánimo que tenemos que cuidar porque los tiempos del Cardenal de Pironio no fueron fáciles. Fue un hombre incluso que tuvo que soportar la difamación, se hablaba mal de él. Se lo ponía en sospecha y, sin embargo, no aflojaba, seguía siendo un hombre animador de la esperanza.

Hay tiempos que el mundo está más tranquilo y hay tiempos que el mundo se convulsiona. No solo una parte del mundo, que siempre en un mundo tan grande como el nuestro siempre va a haber dificultades, pero hay momentos que pareciera que en el mundo aparece una nube como una sombra, como algo que oscurece. Y, entonces genera división, genera enfrentamiento. Las divisiones no son nuevas. No es que hoy es la primera vez que el mundo se divide. Pero hoy estamos siendo testigos de un mundo agresivo, violento, no solo en los discursos, que lo son. Un mundo que se agrede, que nos agredimos unos a otros con fuerza, sin posibilidad de diálogo, de encuentro. Un mundo que genera líderes que son capaces de deportar masivamente a las poblaciones migrantes o generar muros entre pueblos o hacer de una forma política, social y económica un poder basado en agredir al otro, en maltratar al otro y es posible entonces que estemos tentados a la desesperanza. ¿Cómo trabaja la desesperanza? Nos resume, nos enfrenta, nos hace bajar los brazos. Y hace falta entonces hoy que, como el Cardenal Pironio, ¡tomemos esa antorcha de la esperanza que no defrauda y seamos capaces! capaces de en esta vida concreta, en esta vida concreta, en este momento de la historia que nos toca vivir y ser profetas de la esperanza. Y a pesar de todo, de toda propuesta política, social, de todo discurso, trabajemos por la fraternidad humana.

Nuestra esperanza es la fraternidad. Es la fraternidad. Nuestra esperanza es la comunión entre pueblos, entre personas. Quien se dispone a trabajar así, quien se dispone para ser un hombre esperanzado y hacer que muchos tengan esperanza, va a sufrir, va a sufrir porque esto genera tensiones porque esto genera tensiones, genera dolor e incomprensión. Somos testigos en este tiempo, en las redes habla un obispo con todo su mejor deseo de fraternidad y lo matan, no dice nada malo, pero lo matan. El que se dedique a trabajar por la esperanza va a sufrir. Pero quiero decir esto con toda claridad, se lo digo con mucha humildad también. El sufrimiento no te lleva a la desesperanza. No se deje intentar, porque muchas veces el cansancio de la vida cotidiana, el sufrimiento no es necesariamente el motivo de la desesperanza. Es dolor, es sufrimiento, pero uno puede en esas circunstancias sostener el deseo de que mi anhelo, mi sueño, se encuentre con Dios y eso me vuelva a llenar de esperanza. Entonces la esperanza necesita de la confianza en Dios. Nosotros nos apoyamos en Dios. En el antiguo testamento, el pueblo de Dios no lo podía nombrar a Dios, entonces usaba adjetivos. Un adjetivo que a mí me encanta y que es lindísimo, es roca. Dios es roca. Yo me puedo apoyar en Dios. Confío en Él, en medio de circunstancias difíciles, confío en Él. Y sé que mi sueño será bendecido por Dios. Mi anhelo profundo será colmado por Dios. La esperanza no defrauda. Demos gracias a Dios por el Cardenal Pironio, profeta de esperanza y pidamos que hoy surjan nuevos hombres y mujeres que sean capaces de animarnos a la esperanza, aunque tengan que sufrir. Vamos a pedírselo a Dios y a María de Luján, a la que el Cardenal Pironio amaba con todo su corazón, por eso él está sepultado aquí. Proclamemos nuestra fe todos juntos.

Buenos Aires (Luján), domingo 2 de febrero de 2025. Fiesta de la Presentación del Señor.

Mons Jorge Eduardo Scheinig, arzobispo de Mercedes-Luján