Querido Jhoan, hoy todos los que estamos aquí damos gracias a Dios por dos motivos: por el don de Dios de haberte llamado y por tu sí como el sí de María. En otras palabras, Dios ha llamado y elegido a un hijo de este pueblo para que sea un humilde servidor de Dios y de su pueblo, mensajero de su gracia, aún más, un signo visible de la bendición Dios para cada uno de nosotros.
Según el evangelio de hoy, Jesús volvió a su pueblo, lleno del Espíritu Santo, donde se había criado para proclamar la Buena Noticia a los pobres, es decir, a los que no pueden vivir dignamente y que solo confían en su providencia, o a los que sienten vacío interior que nadie puede llenar, sino solo Dios; para proclamar la liberación a los cautivos y oprimidos por la droga, el juego, el alcohol y todo tipo de esclavitud; y para dar la vista a los ciegos, es decir, brindarles la esperanza, la luz que da el sentido de la vida.
Jesús afirmó también para nosotros que “hoy” se ha cumplido en Él este pasaje de la escritura que acabamos de oír. Todos sus paisanos estaban llenos de admiración porque percibían un gran acontecimiento que transformaría la historia de los hombres, un antes y un después. De hecho, con Jesús, se transformó la historia de la humanidad en un antes y un después como lo atestigua nuestro calendario mundial.
Especialmente este año 2024, la presencia de Jesús, lleno del Espíritu Santo, está renovando este pueblo de Maggiolo cumpliendo las promesas anunciadas por el profeta Isaías: la trasformación llena de esperanza, la liberación alegre y la luz en la vida. Y continuará haciéndolo para aquellos que lo aceptan en sus corazones en todo el pueblo de Maggiolo.
Uno de los signos claros de presencia de Jesús es lo que acontece en esta consagración de Jhoan, hijo de este pueblo, como diácono, es decir, un humilde servidor de Dios y de su pueblo.
Querido Jhoan, te recuerdo que nuestro Señor Jesucristo, siendo rico se hizo pobre para enriquecernos; siendo poderoso, se hizo débil para acompañar a los débiles; siendo grande se hizo pequeño para revelar el secreto de su sabiduría a los pequeños, lavando los pies de sus discípulos y está dispuesto a repetirlo cuantas veces sea necesario con cada uno de nosotros y dar su vida por amor. Por lo tanto, no nos olvidemos de que Dios hace grandes maravillas a través de los pequeños como lo hizo por medio de María, nuestra Madre.
Algunos decían de Jesús: ¿puede salir algo bueno de Nazaret, un pequeño pueblo?; otros decían que Jesús estaba loco; también, en el evangelio de hoy, algunos comenzaron a cuestionarlo diciendo: “¿no es este el hijo de José?”. Sin embargo, de ese pequeño pueblo surgió Jesucristo nuestro Señor y la humilde María, y junto a san José transformaron la historia de la humanidad. Es decir, para Dios, la pequeñez del hombre es el lugar preferido donde hace sus maravillas, porque “nada es imposible para Dios”. Así es la sabiduría de Dios, tan distinta a la sabiduría del hombre.
Por eso, querido Jhoan, no te olvides que tu misión más importante es proclamar a Jesucristo, quien vino a servir y no a ser servido y quien nos libera de las ataduras del pecado, resentimientos y de Satanás, para darnos la libertad, el amor y la vida eterna.
Y vos sos un sacramento vivo de Jesús servidor de todos los hombres, es decir, un signo vivo en palabras y en obras que ama a todos los hombres como Jesús. Acuérdate de que sólo el amor auténtico transformado en humilde servicio, hasta dar tu vida, transforma al hombre.
Querido Jhoan, sé que lo sabes muy bien y estás bien dispuesto, pero, para que tu propósito firme de hoy perdure a lo largo de toda tu vida, es indispensable tu oración íntima y constante a Dios Padre para hacer su Voluntad, como lo hizo Jesús en medio de la intensa actividad de anunciar la Buena Noticia. Y graba en tu corazón lo que dijo Jesús: “Separados de mí, no pueden hacer nada”. Es decir, si no estamos íntimamente unidos a Él no tendremos ningún fruto, sino sólo cascaras. Sólo con Él daremos frutos abundantes y duraderos. Así participaremos en la alegría del Señor haciendo nuestra esa alegría.
De esta manera, trabajarás por su Reino hasta que el Señor te llame, quien te dirá: “servidor bueno y fiel, entra a participar en el gozo de tu Señor”.
Nuevamente agradecemos a Dios por el don de tu vida y de su llamado para imitar a Jesús y agradecemos por tu generosidad, tu docilidad a su llamado. También agradecemos a todos los que te acompañaron y acompañan y acompañarán con afecto, oración y todo lo necesario para tu ministerio de servidor. Y todos nosotros te prometemos nuestro apoyo afectivo y efectivo para la fecundidad de tu ministerio y que así seas una bendición alegre y esperanzadora de nuestro Dios bondadoso para toda nuestra Iglesia diocesana de Venado Tuerto. Y elevamos nuestra petición por vos a la Virgen María, a San José y a San Patricio, patrono de este pueblo.
Amén.
Mons. Han Lim Moon, obispo de Venado Tuerto