En este día una triple celebración nos congrega: como todos los años la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José; la apertura solemne del Jubileo Ordinario del Año 2025; particularmente el envío misionero que realizamos en nuestra diócesis para esta fecha.
El evangelio que acabamos de proclamar nos dice que tres días buscaron al Niño, finalmente lo encuentran en el Templo con los doctores de la Ley. Un niño perdido: que desesperación, desconcierto, impotencia, oscuridad, desconfianzas, incertidumbres, etc. debe haber generado en los padres, familiares, amigos y los que caminaban en esa caravana.
La simbología de este texto es muy profunda. Algunos detalles exquisitos –solo para mencionarlos- son: un día de camino y se dan cuenta que no está entre ellos, al tercer día lo encuentran; las distinciones de la palabra padre (con minúscula y mayúscula) para indicar el padre legal, de crianza y del Padre del cielo; los padres que no entienden, su madre que guarda en el corazón; la última vez que en los textos bíblicos se hace referencia a san José.
Jesús cumple la edad en que asume sus obligaciones legales entregándole la ley: deja de ser niño. Ésta sometía más que la patria potestad y Jesús somete a la ley a una patria potestad mayor que es el Abba: Padre. De este modo da una lección a sus padres y a los doctores de la ley en el templo de Jerusalén. Muchos vínculos se cortan con este gesto y muchos otros se generan y reordenan a partir de esta acción simbólica.
Las familias hoy se enfrentan a diversos desafíos que pueden generar oscuridades por la crisis de valores, la desintegración familiar, presiones económicas, problemas en la comunicación, influencia de las nuevas tecnologías, etc. Algo de ello se constata en la violencia, abusos, adicciones, salud mental, conflictos diversos, etc. Algunas estrategias superadoras son incrementar la comunicación abierta y el dialogo honesto para fundamentar relaciones fuertes y saludables, el respeto mutuo, apoyo emocional, etc. El lugar que ocupa Dios y la recuperación de la fe es fundamental en el reordenamiento del universo familiar para que todo tome su justo y equilibrado lugar. La familia de Jesús, maría y José es fuente de inspiración para tener presente en cada una de nuestras familias.
La celebración de este año jubilar que hoy solemnemente damos apertura es una ocasión propicia para repensar el papel fundamental que desempeña la familia en la sociedad. Como Iglesia la consideramos célula fundamental y básica de la sociedad siendo el lugar dónde se transmiten los valores, la fe y el amor. Es una oportunidad para analizar la situación familiar, fortalecer los lazos y reafirmar el compromiso con los valores cristianos. El jubileo es una buena ocasión para involucrase más en la vida y actividad de la Iglesia, participar activamente en su misión y evangelización. También es un tiempo de gracia para superar conflictos, sanar heridas, buscar el perdón, la reconciliación, la justicia, la verdad, el cuidado de la casa común, etc. Es tiempo de abrir esas puertas y de muchas otras más.
En este día pidamos la gracia de mayor compromiso activo con la fe, vivir el espíritu de servicio que se caracteriza por la disposición a los demás desde la gratuidad y el amor, dar gracias a Dios y valorar cada una de nuestra familias, dejarnos conducir por el llamado vocacional misionero familiar que surge desde la experiencia de “familia que reza unida, permanece unida y la bendice Dios”. Pedimos al Señor que la belleza y fuerza del Evangelio sea fuente de inspiración para llevar la buena noticia y ser constructores de un mundo mejor.
Mons. José Larregain OFM, arzobispo coadjutor de Corrientes