Miércoles 18 de septiembre de 2024

Documentos


"Hagan todo lo que Él les diga"

Homilía de monseñor Mons. Carlos José Tissera, obispo de Quilmes, en la misa de ordenaciones diaconales (Iglesia catedral, 17 de agosto de 2024)

Queridas hermanas y hermanos:
Muy queridos César Ángel, Fabián, Diego, César Eduardo y César Jorge:

Ustedes pusieron como lema de su Ordenación Diaconal, la frase de la Madre de Jesús a los sirvientes del banquete de las bodas de Caná: “Hagan todo lo que Él les diga”. En esta mañana ¿qué nos ha dicho el Señor? “El que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

Cuando traen a Jesús “a unos niños para que los tocara”, los discípulos se molestan e intentan rechazarlos. Jesús se enoja frente a la actitud de los discípulos, y aprovecha para una enseñanza: sólo los que son como ellos, los últimos de la sociedad de ese tiempo, libres de la ambición y de la sed de poder, podrán entrar en el reino de Dios; ser parte de esa humanidad que sirve a Dios y no al dinero y sus intereses, y construye relaciones de paz, de justicia, de amor gratuito y de perdón.

Ustedes han elegido este evangelio tan apropiado para la misión que hoy Dios les encomienda y para ella los consagra. El Papa Francisco diría: “No se la crean”, “no se agranden”. Jesús nos dice: sean como niños. De esa manera el servicio, la diaconía, se parecerá a Jesús Servidor, “que no vino a ser servido, sino a servir”. “Él, que era de condición divina… se anonadó a sí mismo, tomando la condición de esclavo… Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz”.

“El diácono es consagrado para el servicio: sirve y enseña a servir a los hermanos. Son muchos los modos y vastas las posibilidades de ejercer, a favor de todo el Pueblo de Dios, el triple servicio de la Palabra, de la Liturgia y de la Caridad que le corresponde según su propio grado ministerial. En profunda comunión con el Obispo y los presbíteros, con ellos está al servicio del sacerdocio y la diaconía bautismal del entero Pueblo de Dios” (Directorio n° 11)

Ustedes, como hombres de la Palabra y del Espíritu, están llamados a vivir y animar la conversión pastoral y misionera del Pueblo de Dios, para que el anuncio de Jesucristo impregne todas las acciones pastorales de la Iglesia y la vida misma de los discípulos misioneros. De ustedes se espera que sean testigos e instrumentos vivos para despertar vocaciones misioneras en las comunidades.

Al servir al Pueblo de Dios pongan mucho cuidado en alentar y fortalecer la piedad popular, impregnándola con la Palabra de Dios y orientándola a la vida eucarística, en orden a “aprovechar el rico potencial de santidad y de justicia social que encierra la mística popular. Esto supone “acercarse a la piedad popular con la mirada del Buen Pastor, que no busca juzgar, sino amar” (cfr. Directorio n° 20)

El mandato misionero de Jesús implica ir a los más alejados de los ámbitos eclesiales. El anuncio misionero del Evangelio supone para el diácono la decisión personal de contribuir a la renovación misionera de las comunidades cristianas. Hoy y siempre los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. (Cfr. EG 48)

Es oficio propio del diácono administrar solemnemente el Bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir el rito de los funerales y sepultura. Ustedes servirán en calidad de ministros a la santificación de la comunidad cristiana en comunión jerárquica con el obispo y con los presbíteros.

Solamente a través de un encuentro profundo y permanente con la Eucaristía, sacramento del servicio y de la caridad, ustedes diáconos podrán realizar su misión de ser testigos del misterio de Cristo, diácono del Padre y de los hombres.

Como signos de Cristo Siervo, ustedes están llamados a hacer presente, en medio del sufrimiento humano, el rostro misericordioso y lleno de ternura del Padre. Esto es el corazón mismo de su propia vocación. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos. Pero luego dice a sus discípulos: “serán felices si hacen esto” (Jn. 13, 17) La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achicando distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. (Directorio n° 47)

La caridad de las obras corrobora la caridad de las palabras. Un lugar privilegiado donde la Iglesia se hace casa y escuela de comunión es Caritas. Al unir en su acción, de un modo indisoluble y estable, las exigencias de la asistencia, la promoción humana y la evangelización, es la organización de la caridad eclesial que expresa de modo concreto el amor preferencial a los pobres y es agente de transformación en la sociedad. El servicio de Caritas, tanto diocesano como parroquial, es un ámbito especialísimo de acción del ministerio diaconal. Su presencia no puede faltar en la animación de la caridad de la Comunidad. (Directorio n° 50)

En este día tan feliz para ustedes, para sus esposas, sus hijos y familia, para sus comunidades y para toda la diócesis, queremos agradecer la tarea de nuestro Instituto Diaconal que los ha recibido y los acompañó en la formación durante estos años. Agradecer a sus párrocos y a los sacerdotes que contribuyeron en su formación académica y pastoral. Nuestro agradecimiento particular a sus esposas y a sus hijos, que han estado tan presentes en su camino de formación.

Estamos caminando juntos; vamos haciendo un camino sinodal de la mano del pueblo de Dios que camina en Latinoamérica y el Caribe, bajo la guía pastoral del Papa Francisco. Que encuentren, en primer lugar, en sus hermanos diáconos la cercanía y el apoyo, la comprensión y el consejo, para vivir la comunión con el Obispo y el Presbiterio. De esa manera, mostraremos al pueblo de Dios un testimonio de fraternidad y de alegría en el servicio.

Que la Virgen Inmaculada, que en las bodas de Caná dijo a aquellos servidores: “Hagan todo lo que Él les diga”, los acompañe cada día en el servicio diaconal.

Mons. Carlos José Tissera, obispo de Quilmes