Viernes 13 de diciembre de 2024

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Solemnidad de San Roque

Homilía de monseñor Hugo Barbaro, obispo de San Roque de Presidencia Roque Sáenz Peña, en la solemnidad de San Roque (16 de agosto de 2024)

Las palabras de Jesucristo que escuchamos se refieren al Juicio Final que tendrá lugar cuando este mundo se acabe. Dice que Él mismo separará a quienes entren en el Cielo de los que no van a entrarán, y ¿qué les dirá Jesús?: Vengan benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo.

Dios nos quiere en el Cielo, pero no a la fuerza, respeta nuestra libertad. Nos habla siem­pre al corazón, nos ayuda a tomar buenas decisiones, y nos da las fuerzas para cumplirlas. ¿Qué hicieron los santos? Escucharon a Dios gracias a su trato cercano y habitual con Él. Hacían oración, trataban de cumplir siempre su Voluntad, le pedían ayuda, se sacrifica­ban, se apoyaban en los Sacramentos, acudían mucho a la Virgen. Y así transmitían paz incluso en medio de dificultades y acercaban a mucha gente a Dios. Los santos descubren a su alrededor las necesidades humanas y espirituales de los demás, y con su servicio hacen sentir a la gente que es Cristo quién se les acerca.

Así fue la vida de San Roque; por eso nos lo puso la Iglesia como ejemplo al proclamarlo Santo, nos aseguró que está en el Cielo y podemos pedirle auxilio. Falta dinero o trabajo, quizás salud o paz en las familias, acudimos a Dios a través de nuestro Santo Patrono.

Consideremos con atención unas palabras de San Cayetano que leí en su fiesta: si quieres que Cristo te ame y te ayude, ámalo tú a Él y procura someter siempre tu voluntad a la suya. Esto hizo San Roque, amar a Cristo y buscar someterse a su Voluntad; Dios lo amaba mucho, lo ayudaba, se apoyó en él. Miremos un poco su vida para aprender.

Nació en 1378. Era hijo del Gobernador de Montpelier, una ciudad de Francia. Tendría una vida económicamente desahogada; sus padres pudieron darle la mejor educación po­sible; no le faltó el ejemplo y la educación en la fe.

El dolor golpeó a Roque siendo muy joven: a los 20 años se quedó huérfano. Tenía dinero y posibilidades de futuro. Otros jóvenes en su situación hubieran optado por calmar su dolor entre amigos y diversiones. Roque era un muchacho que rezaba; en vez de aferrarse a sus posibilidades humanas se puso en las manos de Dios; repartió entonces sus bienes entre muchos pobres, y decidió peregrinar a Roma para visitar las tumbas de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, y las de tantos mártires. Pensaría Roque que dejando todo en manos de Dios y rezando mucho en ese viaje lograría descubrir lo que Dios esperaba de él, por algo había quedado solo siendo tan joven.

Al considerar esta situación de San Roque me venía un recuerdo de San Juan Pablo II; estaba velando a su papá fallecido, tenía 21 años. Su hermano había muerto en la guerra en la que se encontraban. Rezo toda la noche: ¿Por qué Dios me quiere sólo?, ¿qué espera de mi? Decidió ser sacerdote; qué iba a pensar que el camino de Dios era que fuese Papa y un gran Santo.

Volvamos a San Roque. Peregrinando hacia Roma se encontró con una gran peste por la que estaba muriendo mucha gente en situación de abandono. Vio la Voluntad de Dios: tenía que atender a todos esos necesitados. Hizo lo que humanamente pudo en varias ciudades italianas: cuidar enfermos y rezar por ellos, algunos se sanaban cuando les hacía la señal de la Cruz en la frente; hasta los sepultaba porque la gente por miedo a contagiarse ni eso hacía.

Metido en esta dura tarea se contagió la enfermedad. No quiso que se ocuparan de cui­darlo, otros lo necesitaban más que él; por eso se retiró a un lugar solitario a rezar. No murió de la enfermedad, sino tiempo después en una situación muy dura. No nos lo ima­ginamos triste, en rebeldía con Dios; tenía la paz de quien cumple la Voluntad de Dios, Roque había hecho lo que señaló Jesús como necesario para entrar al Cielo: tuve hambre, y mediste de comer, tuve sed y me diste de beber; me faltaba ropa, abrigo, y me vestiste; estaba enfermo y me atendiste, ....

Qué diferente es la vida cuando se vive en un clima de relación cercana con Dios; se ven las cosas de otro modo y, como en el caso de San Roque, o el de San Juan Pablo II, las circunstancias hablan, en el dolor que tanta rebeldía podría ocasionar, y también en la alegría al sentir la cercanía de Dios, como nos cuida. Cuántas veces ante los éxitos, algunos futbolistas reconocen que si no fuera por Dios no tendrían esas habilidades, ni hubieran metido los goles.

Sigamos el camino de San Roque, el de todos los santos: no descuidar la oración diaria, la ayuda de los Sacramentos, acudir a la Santísima Virgen María. Escuchar a Dios que habla al corazón y también a través de circunstancias que nos tocan vivir.

Pidamos a San Roque deseos fuertes de hacer su Voluntad, de descubrirla, seguros de que es lo que más nos conviene: ese camino de bien y de servicio a los demás. La Voluntad de Dios es que seamos santos, que nos ganemos el Cielo. A algunos con una llamada especial (sacerdotes, religiosos y religiosas), pero a todos a ser santos y a servir a los demás en la familia, dónde está cada uno, cada una.

Amemos la Voluntad de Dios que se descubre cada día: ¿qué tengo que hacer hoy yo como Obispo?, ¿qué tienen que hacer los sacerdotes, las religiosas y los religiosos hoy para ser fieles y entregados conforme a su llamado? ¿Qué tienen que hacer hoy cada uno de Uds., muchos como padres, para cumplir la importante responsabilidad que Dios les confió? ¿Cómo deben vivir y entregarse a su vocación? Lo mismo los abuelos, ¿qué les pide hoy Dios? ¿Qué espera de cada uno como vecino, como ciudadano de este mundo?

Están presente muchos jóvenes, Qué fantástica acaba siendo la vida cuándo desde muy joven se vive con fuerza el deseo de cumplir la Voluntad de Dios. Quizás a algunos o a algunas Dios los lleve por un camino de entrega especial en el sacerdocio o la vida religiosa. Pero no se olviden que todos están llamados por Dios a ser muy buenos, a hacer muchas cosas buenas en la vida, y tienen que empezar cada día, desde ahora, buscando hacer cada día la Voluntad de Dios hasta en lo más pequeño se va por buen camino, se es feliz, y la vida se hace valiosa, muy buen. Pero hay que apoyarse en Dios, buscarlo cada día, sentirse en brazos de la Virgen, nuestra Madre. No se queden atrapados en tantas cosas superficiales que distraen y aportan tan poco. Ánimo que Dios espera mucho de ustedes.

Parece sencilla la vida de San Roque, podría haber acabado en el olvido: un muchacho bueno que ayudó a enfermos. Pero tuvo mucha fuerza su sintonía con Dios y el modo en que cumplió su Voluntad; no había redes sociales ni los medios de comunicación de hoy día, pero rápidamente se extendió su devoción, y mucha gente en muchos sitios lo tenía por santo y acudiendo a él conseguía favores. Pidamos nosotros, San Roque, ruega por nosotros. Así sea.

Mons. Hugo Barbaro, obispo de San Roque de Presidencia Roque Sáenz Peña