Querida comunidad diocesana:
Les escribo estas líneas uniéndome con alegría y gratitud a la IV Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, convocada por el Papa Francisco. Quisiera que mi saludo y mi mensaje llegaran en especial a ustedes, hermanos y hermanas que están transitando el bello camino de la ancianidad. Este es un día en que las comunidades cristianas queremos recordar con cariño y reconocimiento el lugar fundamental que cada uno de ustedes tiene en nuestras vidas, familias y comunidades.
Con mi carta, encontrarán también el Mensaje escrito por el Papa para esta Jornada. Nos recuerda que Dios nunca nos abandona, especialmente en los años de la vejez cuando las fuerzas físicas pueden menguar y las preocupaciones aumentan.
En el libro de los Salmos, escuchamos esta súplica que el Papa ha querido elegir como lema para este año: «En la vejez no me abandones». Estas palabras resuenan profundamente hoy, en un mundo donde muchos mayores enfrentan grandes desafíos, desde la soledad hasta la falta de recursos adecuados para su vida.
En nuestra diócesis, como en tantas partes del mundo, muchos viven con pensiones insuficientes y enfrentan barreras en el acceso a la atención de la salud y los medicamentos. Esta realidad dolorosa no puede pasarse por alto ni ser ignorada. Es una llamada urgente para que como comunidad cristiana, como hijos e hijas de un Dios que nos ama infinitamente, nos comprometamos aún más en cuidar y acompañar a nuestros mayores.
En nuestro mundo no faltan voces que quieren presentar a las personas ancianas como una carga o como obstáculos para el progreso de las generaciones más jóvenes. Con el Papa Francisco, por el contrario, renovamos la convicción de que ellas son los pilares sobre los cuales construimos nuestra comunidad espiritual y humana. Cada uno de ustedes, nuestros mayores, tiene una historia valiosa, un tesoro de sabiduría y experiencia que enriquece nuestra vida común.
Les deseo de corazón un feliz día. Espero que realmente puedan sentirse parte fundamental de nuestra comunidad diocesana, como de hecho lo son, y que entre nosotros encuentren el afecto sincero y el apoyo espiritual que todos necesitamos para vivir con dignidad y alegría en cada etapa de la vida.
Que el Señor de la vida nos conceda a todos, jóvenes y mayores, caminar juntos hacia un futuro en el que cada persona, sin importar su edad o circunstancias, sea valorada y amada como un don de Dios.
Reciban mi saludo y mi bendición.
Padre obispo Maxi Margni, obispo de Avellaneda-Lanús
Avellaneda, 26 de julio de 2024,
memoria de san Joaquín y santa Ana, padres de la bienaventurada Virgen María.